La pandemia de la COVID-19, que ha matado a más de 390 mil personas en las Américas, amenaza los planes regionales para eliminar y controlar enfermedades infecciosas, dijo esta semana Carissa F. Etienne, directora de la OPS.
Ciudad de México, 14 de agosto (OpenDemocracy).- Los efectos negativos de la COVID-19 seguirán saliendo a la luz, mucho después de que los países logren aplanar y controlar la curva de contagio. En América Latina, una de esas consecuencias tiene potencial de revertir décadas de trabajo interno y multilateral entre los países de la región: la diseminación de enfermedades previamente controladas y el incremento de otros tipos de sintomatologías.
En marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó suspender temporalmente la vacunación masiva en todos los países para evitar aglomeraciones y contacto físico entre las personas, especialmente en lugares más pobres.
Por lo menos 80 millones de niños y niñas en 68 países quedarán sin vacunar debido a esta recomendación, lo que abre la puerta a una nueva amenaza para los países del Sur Global: las epidemias dentro de la pandemia.
La situación epidemiológica de la mayoría de los países de América Latina ya era compleja antes del 26 de febrero de 2020, cuando se registró en Brasil el primer caso de COVID-19 de la región.
Con un área de bosque tropical sobre las fronteras de muchos países, la región comparte epidemias superpuestas de múltiples enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, la malaria, el zika y la fiebre amarilla.
«La pandemia de COVID-19 llega a América Latina cuando otras epidemias y brotes que han azotado a la región por generaciones siguen estando allí», dijo en entrevista a BBC Mundo Josefina Coloma, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de California, Berkeley, y miembro del comité asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Además de enfermedades transmitidas por vectores, la región también sufre con la falta de acceso a atención médica para otras enfermedades infecciosas durante la pandemia de la COVID-19. Como consecuencia, la región ha registrado un aumento en el número de personas con SIDA, tuberculosis, hepatitis y sarampión.
La pandemia de la COVID-19, que ha matado a más de 390 mil personas en las Américas, amenaza los planes regionales para eliminar y controlar enfermedades infecciosas, dijo esta semana Carissa F. Etienne, directora de la OPS.
SARAMPIÓN
En 2016, América Latina había sido declarada libre de la enfermedad, causada por un virus. Pero solo un año más tarde, un nuevo brote se dio en Venezuela. Entre 2017 y 2019, el país notificó 7 mil 054 casos confirmados y 84 muertes, según la OPS.
En enero de este año, la OPS había declarado que el brote en el país estaba bajo control. Pero la OPS ha reportado un aumento de casi 30 por ciento en el número de casos confirmados de sarampión en 2020. Desde que empezó la crisis sanitaria de la COVID-19, Venezuela, Brasil y Colombia vuelven a registrar “importantes” brotes de sarampión, según la OPS.
Uno de los países más afectados es Brasil, que registra hoy la mayor incidencia de sarampión desde 1997. En los primeros seis meses de 2020, el país registró más de 10 mil casos sospechosos de la enfermedad, con por lo menos 4 mil confirmados y cuatro fatalidades, tres de las cuales no habían recibido la vacuna.
Argentina y México también se enfrentan a aumentos en los casos de sarampión en medio de la pandemia. Argentina cursa el brote más importante de sarampión desde la eliminación de la circulación endémica de la enfermedad en el año 2000.
México, de acuerdo con el último reporte de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud, detectó, hasta el pasado 24 de abril, 154 casos de sarampión. El país no registraba ningún caso desde 1994.
“Los esfuerzos para controlar el sarampión deben proseguir rápidamente en plena pandemia de la Covid-19 o nos arriesgamos a borrar más de 20 años de progreso”, dijo Etienne.
DENGUE
El dengue es endémico en gran parte de América Latina, pero la llegada de la COVID-19 ha restado atención y recursos a la lucha contra la enfermedad transmitida por el mosquito Aedes aegypti.
El nuevo coronavirus ingresó a la región latinoamericana sólo meses después de que tuviera que enfrentarse a un brote de dengue que contagió a más de 3 millones de personas en 2019. Ese brote representó un aumento de 20% en comparación con 2015, el año en que había registrado su número más alto de casos.
Los casos de dengue en América Latina han aumentado en un 139% en los últimos meses, según la OPS, incidencia que coincide con la llegada del coronavirus a la región.
En mayo, siete estados brasileños y el Distrito Federal ya registraban números de infectados por el dengue que caracterizan una situación de epidemia.
Entre enero y mayo, un total de 52 mil 679 casos de dengue han sido confirmados en Colombia, donde el promedio para todo el año es de 75 mil.
«El coronavirus es la estrella del momento, por lo que se está dedicando toda la atención a la COVID-19, pero todavía hay problemas con el dengue», dijo el Dr. Jaime Gómez, que trabaja en un hospital de Floridablanca, en la provincia de Santander, Colombia.
TUBERCULOSIS, HEPATITIS, VIH, ZIKA Y MALARIA
Hasta este año, la tuberculosis, el VIH y la malaria estaban bajo control. El número de víctimas de cada enfermedad en el decenio anterior alcanzó su punto más bajo en 2018, último año del que se dispone de datos.
Pero en medio de la crisis sanitaria, las cuatro enfermedades están volviendo a repuntar, dijo Pedro L. Alonso, el director del Programa Mundial de Malaria de la OMS. La pandemia ha afectado la disponibilidad de medicamentos para el VIH, la tuberculosis (TB) y la malaria en todo el mundo, interrumpiendo las cadenas de suministro y desviando la capacidad de fabricación.
Además de quitar la atención y los recursos anteriormente destinados al control de estas enfermedades, el coronavirus también llevó a cierres, especialmente en las regiones de África, Asia y América Latina, que han impuesto barreras insuperables para los pacientes que necesitan viajar para obtener diagnósticos o medicamentos.
El 80 por ciento de los países de América Latina y el Caribe han notificado problemas en la distribución de los tratamientos de la tuberculosis durante la pandemia, lo que podría convertir los casos manejables de TB en infecciones activas, afirma la OPS.
Un tercio de los países de la región también han notificado interrupciones en las pruebas de hepatitis, que son la clave para la detección y el tratamiento. Del mismo modo, el 30 por ciento de las personas que viven con el VIH han evitado buscar atención y los medicamentos antirretrovirales son limitados.
Los informes de enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria, disminuyeron en más de un 40%, y se observó una reducción en el número de personas que se hicieron la prueba, lo que dificulta el control y tratamiento de esta enfermedad, dijo Etienne, de la OPS.
Brasil también está viendo subir el número de casos de zika, que están siendo opacados por la Covid-19, según Human Rights Watch. El Ministerio de Salud identificó 579 nuevos posibles casos de zika entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, lo que es preocupante a raiz de la epidemia que afectó a la región en 2015 y 2016.
Se estima que un cierre de tres meses y un retorno gradual a la normalidad en 10 meses podría resultar en 6,3 millones de casos adicionales de tuberculosis y 1,4 millones de muertes por esta enfermedad.
Similarmente, dejar de seguir la terapia antirretrovírica por seis meses podría causar más de 500.000 muertes adicionales por enfermedades relacionadas con el VIH, según la OMS. Otro modelo de la OMS ha predicho que, en el peor de los casos, las muertes por paludismo podrían duplicarse hasta 770.000 por año.
Como sugieren los primeros números e investigaciones, el impacto del coronavirus en los países del Sur Global seguirá sintiéndose mucho tiempo después del fin de la pandemia que, según indican los rebrotes en Europa y otras partes, no parece estar cerca.
Ahora que los países están empezando a flexibilizar los cierres y a reactivar la economía, es fundamental que los servicios de salud y los Estados latinoamericanos pongan doble atención a la lucha sanitaria para recuperar el tiempo perdido y evitar un retroceso de décadas en la eliminación de estas otras enfermedades, que matan a millones en nuestra región.