Pese a que las acciones ejecutadas por Corea del Norte con respecto a su relación con su vecino del Sur parecen precipitadas, podrían tener un plan cuidadoso detrás; es un patrón que se ha repetido a lo largo de décadas, por lo cual parece difícil que se rompan las relaciones entre ambos países.
Por Kim Tong-Hyung
Seúl, Corea del Sur, 17 de junio (AP).- Hace apenas dos años, los gobernantes de Corea del Norte y del Sur, entre brindis y risas, hicieron votos por la paz en tres cumbres muy orquestadas que redujeron los temores de guerra acrecentados con la fabricación de Pyongyang de un arsenal nuclear.
Eso terminó estruendosamente esta semana.
El Norte demolió el martes un edificio de oficinas vacío donde las dos Coreas habían conversado frente a frente en la población norcoreana fronteriza de Kaesong. Pyongyang también dijo que anularía un acuerdo militar crucial destinado a reducir las amenazas convencionales en la frontera.
La explosión en gran medida simbólica, hecha para la televisión demolió las escasas esperanzas de Corea del Sur de salvar las bases para la cooperación con su rival.
Aunque las acciones norcoreanas parezcan bruscas y temerarias, es posible que el Gobierno en Pyongyang esté ejecutando un plan cuidadosamente calibrado para ganar concesiones del exterior y a la vez demostrar a su pueblo que negocia con su rival desde una posición de fuerza.
Es un patrón que se ha repetido a lo largo de décadas. Cuando Washington no le da al Norte lo que quiere, Pyongyang aumenta la presión sobre el Sur.
El Norte podría apostar que puede atraer nuevamente a Seúl a la mesa del diálogo, a pesar del edificio demolido y los sentimientos heridos, debido a la pasión del Presidente surcoreano Moon Jae-in por las buenas relaciones.
Por ahora, el Norte parece empeñado en elevar gradualmente las tensiones.
Ha declarado su intención de enviar tropas a los sitios de cooperación Norte-Sur, ahora cerrados, en Kaesong y el resort Diamond Mountain, así como reinstalar los puestos de guardia y reanudar los ejercicios militares en el frente. Esto anularía un acuerdo militar bilateral de 2018 que creó zonas buffer y de veda de vuelos y acrecentaría el peligro de choques.
El rostro público de la nueva agresividad del Norte es Kim Yo Jong, la poderosa hermana del líder Kim Jong Un, confirmada en el puesto de principal funcionaria de asuntos intercoreanos.
Muy sonriente en reuniones con funcionarios surcoreanos durante una inusual visita a Seúl, Kim Yo Jong califica ahora al Sur de “enemigo” y suele fustigar a Seúl por no detener a los activistas que lanzan panfletos contra Pyongyang sobre la frontera.
Aunque las críticas de esos panfletos siempre le han provocado urticaria, parece difícil que el Norte rompa relaciones con Seúl por algo que sucede desde hace años.
El verdadero objetivo parece ser recuperar la atención del mundo —y en particular la de Washington— para tratar de obtener ayuda exterior y ayudar a una población temerosa de las penurias económicas.
La beligerancia del Norte resurge en forma calculada durante las negociaciones nucleares paralizadas con el Gobierno del Presidente estadounidense Donald Trump, que había ofrecido mitigación de sanciones a cambio de pasos hacia el desarme. Al mismo tiempo, la pandemia de coronavirus golpea la ya quebrada economía norcoreana.