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Estas son las 133 historias de 133 periodistas asesinados en México, de 2000 a 2020, sólo por informar

19/07/2020 - 12:05 am

Los siguientes son los 133 obituarios de los periodistas asesinados en México en la línea de tiempo entre 2000 y 2020. Diferentes en sus condiciones, estas son las biografías de seres comprometidos con el periodismo en una época en que este país se convirtió en un campo de batalla. Los callaron, pero no lograron acabar con su legado. Este memorial pretende honrarlos para siempre.

Este reportaje forma parte de un proyecto de investigación colaborativo entre SinEmbargo.MX y DemocraciaAbierta. Cuenta con el apoyo de Justice for Journalists Foundation.

POR LINALOE R. FLORES,
con la participación de Efrén Flores.

Ciudad de México, 19 de julio (SinEmbargo/DemocraciaAbierta).– Distintas, brillantes en sus causas, reinas de sus propias letras, las siguientes vidas son las de 133 periodistas asesinados en México de 2000 a 2020.

Sus muertes son incomparables pues cada una ocurrió con los signos de enemigos diferentes, en zonas diferentes y en años diferentes. Pero son similares porque las protagonizaron seres que tomaron las riendas de nobles metas reporteriles. La precariedad de sus condiciones jamás impidió sus viajes a la marginada sierra o a los bajos mundos de la mafia. Muchas veces se convirtieron en emprendedores con tal de tener un medio para publicar o presentar noticias ante un micrófono. Otras, combinaron el periodismo con otros oficios para reunir un ingreso digno. Al irse, dejaron pendientes coberturas de política, narcotráfico, robo de dinero público, pobreza, despojo de la tierra de pueblos originarios, así como la ruina de playas, bosques y selvas.

En diciembre de 2006, el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) concentró su Gobierno en una política de seguridad nacional. En menos de diez días, con indicadores presurosos y endebles, logró justificar que era necesaria una guerra en contra de los grupos delincuenciales. Pronto, pasó de los papeles al terreno. Después, negó que lo suyo fuera “una guerra”. Pero para entonces, era demasiado tarde. México se había convertido en un campo de batalla. La violencia -terca en los años anteriores- arreció con un carácter obstinado y se mantuvo hasta la siguiente administración, la de Enrique Peña Nieto (2012-2018).

Las vidas eran añicos. Los anhelos estaban perdidos. El negocio del narcotráfico se ramificó con un crecimiento sin precedentes. Y reportear -ir a tocar el alma de los protagonistas para abrevar su experiencia y contarla- se convirtió en una actividad de alto riesgo.

 Así fue como los asesinatos de los comunicadores se multiplicaron al infinito. Las historias propias de reporteros, fotoperiodistas y camarógrafos se integraron al monstruo de mil caras de la contabilidad de víctimas mortales. Pero algunos se diluyeron en el tiempo. Buscar los rastros de un periodista muerto hace dos décadas lleva a sepulcros cubiertos de misterios. A los asesinatos, las autoridades no les dieron seguimiento, las familias se mudaron y los compañeros no desean hablar de algunos casos en particular.

En la República mexicana, 11 entidades cuentan con leyes que crearon mecanismos de protección; dos tienen vínculos con el Mecanismo Federal de Protección generado en la Secretaría de Gobernación. Mientras, 11 estados tienen iniciativas sin aprobar y las restantes siete entidades no tienen propuestas de legislación. A siete periodistas de nada les sirvió. Lo mismo cayeron.

Con todo, estos son los relatos de sus vidas y la forma en la que dejaron este mundo. Ninguno de estos textos reproduce escenas post mortem porque el objetivo al abordar sus biografías fue armar su memoria. Su bella memoria concluida con injusticia.

***

 

Luis Roberto Cruz Martínez
1 de febrero de 2000
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

Con su nombre se inician todos los registros de periodistas asesinados en México en el siglo XXI. Era reportero en Reynosa, Tamaulipas; trabajaba para la revista Multicosas y su presunto asesino, Óscar Jiménez González, huyó de la prisión donde estaba detenido. Esa muerte, impune 20 años después, fue el primer eslabón de una cadena trágica que parece interminable.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su Informe 2016, en el capítulo Zonas Silenciadas: Regiones de Alta Peligrosidad para Ejercer la Libertad de Expresión identifica a 2000 -el año en que Luis Roberto fue agredido mortalmente- como “la raíz del miedo”. De ese entonces datan los primeros registros de ataques en contra de periodistas y medios de información.

 Con el tiempo, la biografía de Luis Roberto se ha desdibujado. Poco se sabe de su historia de vida. El móvil o los responsables intelectuales no han sido identificados. De esa forma, su nombre se convirtió en emblema de la invisibilidad del fenómeno de violencia desatado en todo el país. Además de la especie de pacto de silencio que hasta hoy predomina en Tamaulipas.

A finales de 2017, el Congreso de Tamaulipas aprobó una Ley para la Protección de Periodistas y Defensores de los Derechos Humanos, y la creación de una Coordinación Estatal en la materia. Dos años después, Tamaulipas seguía en el primer sitio en los indicadores de agresiones a periodistas.

Ese año, en el Senado de la República, el representante del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Jan Jarab, invitó a hacer un análisis sobre el incumplimiento de las leyes y resaltó que no era necesario cambiar la legislación.


Pablo Pineda Gaucín
9 de abril de 2000
Letras truncas: Cobertura de narcotráfico en la frontera norte

Luces y sombras llenan el obituario de este periodista. Originario de Torreón, Coahuila, se convirtió en fotógrafo-reportero en Matamoros, Tamaulipas, cuando fue invitado a trabajar al periódico El Imparcial. En esa frontera también se desempeñó muchos años como gestor de las oficinas gubernamentales y como “coyote” en la legalización de los autos importados de manera ilegal.

Cuando fue asesinado, trabajaba para el diario La Opinión y tenía 39 años de edad.

Sus restos fueron descubiertos por agentes de la Patrulla Fronteriza cerca del puente Los Indios, al poniente de Brownsville, Texas. Fue visto por última vez la noche del sábado anterior en la redacción del periódico. Sus compañeros lo escucharon responder una llamada. “¿Sí, jefe?” -dijo. Y luego: “Ahorita regreso”.

Las luces las aporta su trabajo. Publicaba imágenes crudas, reales, sin recato en lo sangriento. Eran fotos de atropellados, suicidas, vendedores de droga, violadores o funcionarios a los que señalaba de corruptos. Defendía a los detenidos y buscaba sacarlos de prisión. Cada semana ayudaba a la familia de un preso.

Las sombras las puso su modo de vida que dejaba entrever que tenía vínculos con los grupos delincuenciales de la frontera. La historia de Matamoros-Brownsvile -su campo reporteril- siempre estuvo ligada al tráfico ilegal. Fue paso de alcohol durante la prohibición en Estados Unidos, de armas durante la Revolución Mexicana y desde este siglo, de drogas o de humanos.

Pineda Gaucín trabajó siempre entre marañas de dudas de cómo con un salario de periodista podía vivir en la zona residencial Valle Alto y conducir automóviles de lujo.

Cuando los entrevistaron, varios de sus colegas coincidieron en que su asesinato no fue a causa de su trabajo de periodista. La hemeroteca arroja que su última publicación fue una serie sobre el linchamiento y muerte de un policía municipal, cometido por un grupo de estudiantes en el Tecnológico de Matamoros. El periodista se metió a defenderlo. Luego, publicó: “Sólo esperamos que la justicia divina aplique la ley, pues de la justicia terrenal, nada se espera”.


Hugo Sánchez Eustaquio
19 de julio de 2000
Letras truncas: Información general

Su historia se diluye, se pierde en el tiempo. Los rastros de la vida de Hugo se han perdido entre los otros 132 obituarios de periodistas asesinados desde 2000 hasta 2020. Su nombre integra todas las listas de informadores sacrificados en México, pero nunca arrojan en qué paró la investigación de su muerte. Ni la Secretaría de Seguridad Pública ni la Procuraduría General de Justicia del Estado de México brindan luces sobre las pesquisas. Sus familiares tampoco son localizables. No se sabe qué trabajo realizaba.

La Verdad, el periódico en Atizapán de Zaragoza, donde Hugo fue editor, ya no existe. Así, el tiempo ha jugado a favor para sepultar en el olvido la extinción de uno de los primeros periodistas asesinados en México en los últimos veinte años.

Hugo fue secuestrado y le arrancaron la vida. Su cuerpo fue encontrado en Hacienda de Atizapán, en el Estado de México. Tenía un balazo en el cuello y estaba al lado de su auto. Reproducir la escena es difícil porque ya todo cambió. Hoy, la avenida es de doble sentido y cuando su cuerpo fue abandonado, era sólo un camino.

Habían pasado dos semanas del triunfo electoral de Vicente Fox Quesada para la Presidencia de la República y aún faltaban cinco años para que desde el Gobierno se reconociera que a los periodistas mexicanos los mataban. Pero su nombre se convirtió en una de las carpetas de los mil 713 homicidios cometidos en México que ese año quedaron empolvadas.

La muerte de Hugo Sánchez Eustaquio contribuyó a que México fuera considerado uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el Periodismo, una característica similar a países como Turquía, Afganistán o Siria, donde hay guerra.


José Luis Ortega Mata
19 de febrero de 2001
Letras truncas: Financiación de campañas políticas por capos del narcotráfico

Fue director del semanario Ojinaga en la ciudad del mismo nombre en Chihuahua. Cuando ocurrió su tragedia, presidía la Asociación de Fotógrafos y Camarógrafos de ese municipio. Su último trabajo publicado fue que en Aldama -un municipio cercano a la capital del estado- había casas bodegas de droga. Bajo el brazo traía una investigación sobre el financiamiento de campañas políticas por barones del narco.

Tenía 37 años de edad y estaba casado con Alicia Cortés con quien procreó tres hijos.

Sus asesinos lo obligaron a bajarse de su coche. Uno de ellos le descargó balas a placer. Cuando estos hechos sucedieron, Vicente Fox Quesada cumplía 81 días de Gobierno, el primero no priista. En campaña, había prometido que la libertad de expresión sería reivindicada. Pero el homicidio de José Luis sería el primero de una cadena trágica en los siguientes seis años, mucho más dramática que los sexenios del priismo.

La mañana del 20 de febrero de 2000, en el noticiario Radio Prensa, el conductor Homero García, recibió al aire la noticia de un radioescucha: “Maestro, mataron a José Luis Ortega.

Desde entonces, en Ojinaga y en todo el país se pidió justicia. La presión pública obligó a una respuesta de las autoridades. El 29 de abril de 2001, fue detenido Jesús Herrera, “Juny Herrera”, propietario de un supermercado en Presidio, Texas. Pero sus abogados demostraron que el testigo que lo culpó se encontraba en la cárcel el día del crimen. Tres meses después, quedó en libertad.

Ojinaga es una ciudad de 28 mil habitantes, en la frontera con Texas, a orillas del río Bravo. El nombre se lo puso Benito Juárez en honor de Manuel Ojinaga, que luchó cuando los franceses invadieron México por segunda ocasión entre 1865 y 1869. En 1910, el general Toribio Ortega, en el cercano Coyame, convocó una insurrección contra la dictadura de Porfirio Díaz a la que había convocado para seis días después Francisco I. Madero. José Luis Ortega Mata era bisnieto del militar revolucionario.


José Barbosa Bejarano
9 de marzo de 2001
Letras truncas: Información general

Muerto en Ciudad Juárez, Chihuahua, en un aparente accidente automovilístico, su biografía se convirtió en un sepulcro sobre el cual, no hay datos. Un familiar que no desea ser identificado refiere que incluso sus parientes han decidido no dar cuenta de su tragedia porque quieren “dejar en el pasado lo sucedido”. El olvido, podría ser el título del final que tuvo este corresponsal de la revista Alarma en la frontera norte de México.

A manera de réquiem, su nombre es de los primeros en los listados de periodistas asesinados en México. Así, acaso sin saberlo, ha contribuido en las demandas de justicia junto a otros 132 nombres de periodistas asesinados desde 2000 a 2020. Aun así, el silencio sobre quién fue este periodista, estremece.

En la redacción de la revista no se encuentra a ningún contemporáneo que refiera de sus días. Imágenes de su rostro no hay. Notas bajo su firma tampoco. La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) no abrió ninguna carpeta por su historia. La Fiscalía de Chihuahua, tampoco.

Un estudio especial sobre asesinato de periodistas en América Latina, de la Organización de los Estados Americanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, elaborado en 2008, indicó: “La carencia de investigaciones adecuadas y la impunidad que se genera en relación con los asesinatos de periodistas motivados por su labor periodística, pueden tener el efecto de propiciar que otros reporteros sean asesinados y de fomentar la autocensura, lo cual restringe la libertad de expresión”. El caso de José Barbosa está en este párrafo cargado de premoniciones.

El hecho de que lo mataran, el hecho de que lo aventaran a una vía pública y el hecho de que hoy sólo sea un nombre en una base de datos brindó el mensaje de las múltiples posibilidades para acribillar periodistas sin que después nada ocurra. Tras su muerte, más de cien informadores cayeron en otros sitios de México sin que sus procesos llegaran a sentencias condenatorias. Se fueron en el silencio, el mismo que ahora cubre este nombre.


Saúl Antonio Martínez Gutiérrez
24 de marzo de 2001
Letras truncas: Narcopolítica

Fue uno de los cuatro hijos que procreó el periodista Gonzalo Martínez Silva, fundador del periódico El Imparcial en Tamaulipas, en 1993. Saúl ayudó con la construcción de la redacción. Como editor impulsó la cobertura de la delincuencia organizada, el tráfico  de migrantes en esa frontera, además de los actos de corrupción del Gobierno de Tomás Yarrington Rubalcava.

Los tres temas pudieron ser causa de su secuestro y asesinato; pero la sospecha de que el agravio provino del Gobierno se fortificó cuando Yarrington Rubalcava fue detenido en Florencia, Italia, por delitos vinculados con «lavado de dinero», el 23 de mayo de 2012. Habían pasado 11 años y un mes de la partida de Saúl Antonio.

Tomás Yarrington Rubalcava encarna la llamada “narcopolítica”, un término que se insertó en el vocabulario de los mexicanos desde aquellos años. Fue el Primer Mandatario del estado entre 1999 y 2005, bajo las siglas del Partido Revolucionario Institucional; en 2017, fue detenido en Italia y en 2018, fue extraditado a Texas, Estados Unidos. Narcotráfico y extorsión cometidos desde la Administración son algunos de los cargos que enfrenta. Mientras, el Gobierno del estado intenta expropiarle una propiedad de 1.2 millones de dólares, ubicada en Brownsville, Taxas, reflejo de la riqueza que acumuló.

A Saúl Antonio se le vio por última vez, el 23 de marzo de 2001. Del periódico, se fue a las 11 de la noche, poco después de darle una orden de información por teléfono a uno de los reporteros. A las 4:30 de la tarde del día siguiente ya había noticias. Su camioneta marca Explorer modelo 98, roja, placas WYE5095, estaba en la brecha 28, cerca del ejido El Ebanito, en el municipio de Río Bravo, frontera con Texas. Estaba acostado en el asiento trasero y presentaba cuatro impactos en el rostro.

El testimonio de su padre en la Policía Ministerial aún arroja que hubo amenazas previas de muerte. Una ocurrió en 1997 de parte de un hermano de uno de los precandidatos del Partido Acción Nacional a la presidencia municipal. Ese año, el edificio de El Imparcial recibió varios impactos de bala.

La memoria de Saúl hoy no es tan invisible como los son las de Luis Roberto Cruz Martínez o Pablo Pineda Gaucín. Pero pocos desean hablar de él para este obituario. Su asesinato fue uno de los primeros de la cadena trágica que empezó a formarse en el Gobierno de Vicente Fox Quesada. Fue también de los primeros de una serie de crímenes que volvió a Tamaulipas uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Tanto que veinte años después no es posible encontrar una foto suya, ni a quién desee hablar de cuál fue el motivo preciso para arrancarlo de esa tierra.


Felix Alonso Fernández García
17 de enero de 2002
Letras truncas: Cobertura de narcotráfico

Fue editor de la revista Nueva Opción, fundada por su padre, Félix Fernández Reyna.

Sujetos a bordo de un automóvil lo asesinaron en ciudad Miguel Alemán. La policía detuvo en la escena del crimen a Marín Beldar y Carlos Domínguez, supuestos guardaespaldas del periodista. En sus declaraciones, revelaron que fueron contratados porque el comunicador había sido amenazado de muerte por Raúl Rodríguez Barrera, exalcalde , excomandante de la Policía Judicial Federal y supuesto compadre del narcotraficante, Gilberto García Mena, «El June».

De hecho, Félix Alonso trabajó en El Heraldo de Alemán, propiedad del exmunícipe.

Un año antes de su muerte, en abril, el entonces titular de la Fiscalía Especializada de Atención a Delitos contra la Salud (FEADS), José Luis Santiago Vasconcelos, estableció que había elementos suficientes para detener al ex alcalde por supuestos nexos con el narcotráfico.

Saúl Félix es uno de esos periodistas cuyo nombre se cubrió con la leyenda de la sospecha. La suya es una tragedia doble. Primero lo acribillaron unas cobardes Ak 47 y luego, le negaron una investigación desprovista de la creencia de que “andaba mal” (uso coloquial en el norte de México para indicar que alguien está vinculado con el narco). En Tamaulipas, su tierra, gobernaba Tomás Yarrington Rubalcava.

El periodista Jesús Blancornelas escribió de Félix en 2002, en La Crónica de Hoy: “Lamentablemente descuidó sus pasos. Hizo lo elementalmente indebido. La noche del viernes, acompañado de sus custodios se fue de parranda. Entró al bar El Señorial y se tomó las últimas copas de su vida”.

Es inevitable ubicar los últimos días de Félix Alonso en la narcopolítica de Tamaulipas. Blancornelas, en el mismo artículo: “ … Un compañero periodista de ese estado me informó de cierta asquerosa práctica. Los mafiosos acostumbran financiar publicaciones pequeñas. Les anima tener así una defensa y a la vez, trinchera para atacar. Esto empuja algunas ocasiones a los periodistas. Sin querer o queriendo se mezclan con las mafias. En este caso particular es triste una noticia oficial. En el auto de Félix, la policía descubrió droga”.

Con todo, hoy, se desconoce quién lo mató. La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) no atrajo el caso.


José Miranda Virgen
19 de octubre de 2002
Letras truncas: Narcopolítica, incursión de la DEA en Veracruz

La suya fue una de las plumas más influyentes de Veracruz y de México. Empezó su formación en El Sol de México de la Ciudad de México, mientras transcurría el convulso 1968. Su afán de contar historias lo combinó con sus dotes de bailarín. En el Teatro Iris fue campeón de rock & roll. Cuando volvió a Veracruz, trabajó en varios rotativos y laboró en las áreas de comunicación social de algunos políticos. Fue jefe de prensa del Gobernador Rafael Hernández Ochoa (1974-1980) y de Miguel Alemán Velasco (1998-2004). Además, siempre dio clases de periodismo.

Fundó una cooperativa. En La Crónica de Veracruz, los sueños fueron posibles. Los periodistas eran dueños de su lugar de trabajo y tenían salarios que inhibían la corrupción de la época. Incómodo para el Gobierno del estado de Patricio Chirinos, se le negó publicidad oficial y no subsistió.

Tras esa derrota, José se convirtió en subdirector editorial y vicepresidente de El Sur de Veracruz.

Su columna se llamó El Espejo del Poder. Poco antes de su muerte, la información que divulgó constituyó una gran crónica de cómo grupos de narcotraficantes y familias de abolengo se habían coludido en Veracruz.

En 2002, el periodista tenía 60 años de edad. Un estruendo rompió los cristales de las ventanas de su departamento en Boca del Río, Veracruz. El ruidajo se confundió con las risas en la noche de esa ciudad que suele amanecerse y con las olas del mar. Al informador se lo llevó una ambulancia. Llevaba el cuerpo quemado en todas sus partes. Miranda fue trasladado vía aérea a la Ciudad de México. Fue internado en el Hospital ABC donde cinco días después de la explosión tuvo el último suspiro. En esos días, su computadora laptop desapareció del departamento.

El expediente 851/2002/II indica que la explosión se debió a una fuga de gas. En 2002, así lo informó el entonces Procurador de Justicia del Estado, Pericles Namorado Urrutia.

Pero los colegas agrupados en la Asociación de Periodistas de Veracruz, lo dudaron. ¿Cómo no iba a detectar olor a gas el fino olfato de Pepe Miranda? Su última columna llevó el título «Drogas de Veracruz, las mejores familias …”. Aún no se sabe quién tumbó a su pluma.


Rafael Villafuerte Aguilar
13 de diciembre de 2003
Letras truncas: Cobertura policiaca

Con su nombre se inició un listado de periodistas asesinados en Guerrero. En dos décadas, fueron asesinados 13 periodistas en esa entidad en la que en 2014 se viviría la desaparición de 43 estudiantes de Normal Rural de Ayotzinapa, tragedia intrincada hasta nuestros días porque se desconoce quiénes la perpetraron.

Pero en 2003, a Rafael Villafuerte Aguilar lo mataron frente a muchos testigos. Y hasta la fecha, no hay detenidos. El periodista circulaba a las dos de la tarde por la avenida Nicolás Bravo de Coyuca de Catalán, en la Tierra Caliente, cuando le dispararon desde otro vehículo. El crimen lo presenciaron un transeúnte, un chofer de combi y un policía preventivo. El caso lo siguió la Policía Judicial, adscrita a la Procuraduría Estatal. Un mes después del crimen, los testigos dieron cuenta de la escena del crimen y de hecho, se generaron órdenes de aprehensión, pero fueron giradas un año después. Para entonces, nadie, pero nadie, fue localizado.

La vida de Villafuerte Aguilar se pierde en la maraña del tiempo. Dirigió el diario La Razón, en Altamirano, una ciudad cercana a Coyuca de Catalán. Cuando perdió la vida, el diario se quedó en manos de su padre. El periódico fue cerrado en 2006 y la familia dejó el estado.

Un rastro de esta biografía es la queja que en 2007 puso en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, su viuda, Sonia Gama García. El organismo emitió la recomendación 11/2009 en la que indica que en el caso faltaron documentos y que la Procuraduría dejó pasar años sin continuar las diligencias correspondientes. Un error fue no practicar la autopsia.

El documento asienta algo más: en septiembre de 2003, una persona le pidió a Rafael que “bajara la crítica” en su periódico. Le dijo que así lo pedía el entonces presidente municipal de Altamirano, Guerrero. También que quien fungió en ese año como director de Comunicación Social del municipio de Pungarabato, Guerrero, lo demandó porque “utilizaba su nombre”. Nada ha hecho que el crimen de Rafael se esclarezca.


Roberto Mora García
19 de marzo de 2004
Letras truncas: Asuntos políticos de la frontera

A las 2:00 horas del el 19 de marzo, el cuerpo del periodista Roberto Mora García fue encontrado a las puertas de su domicilio. Presentaba por lo menos 30 puñaladas. Regresaba de su jornada como editor editorial en el periódico El Mañana de Nuevo Laredo.

Sólo seis horas después, el entonces Procurador de Justicia de Tamaulipas, Francisco Cayuela, dio a conocer una línea de investigación: crimen pasional.

Una semana después, la policía detuvo al presunto asesino material, Mario Medina Vázquez, un joven estadounidense de 23 años, y a su presunto cómplice, Hiram Oliveros Ortiz, de 28 años, su pareja sentimental. Se declararon culpables. El 13 de mayo, a las 18:20 horas, Mario Medina fue asesinado en el Cereso II. Su cuerpo presentaba 88 lesiones de arma punzocortante y señas de abuso sexual.

En mayo del mismo año, en un informe de 35 páginas, la Comisión en Memoria (integrada por el Pen Club México, el Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de los Derechos Humanos, Periodistas Frente a la Corrupción, el Centro de Periodismo y Ética Pública y Libertad de Información) documentó que la confesión fue arrancada mediante tortura. El caso provocó un extrañamiento del consulado de Estados Unidos.

El periodista Roberto Mora García tenía 43 años de edad cuando fue asesinado. Su vida adulta la dedicó al periodismo. Estudió Ciencias de la Comunicación en Monterrey, Nuevo León, y al graduarse en 1983, ya trabajaba como reportero de Cultura en El Norte. Se le recuerda como un gran lector y un asiduo a los pasteles. Cada quincena compraba uno y lo repartía en la redacción.

En Monterrey vivió hasta 1999, cuando se mudó a Nuevo Laredo para dirigir El Mañana. Su esposa, Aracely, y su hijo Sebastián, se quedaron en Nuevo León pues aquel año, los indicadores de inseguridad crecían como la espuma en Tamaulipas.

Desvanecida aquella línea de investigación del crimen pasional, esta historia se ha quedado impune.


Francisco Ortiz Franco
22 de junio de 2004
Letras truncas: Narcopolítica

Fue fundador del semanario Zeta, de Tijuana, al lado de  Jesús Blancornelas y Héctor Félix Miranda. Falleció al ser acribillado el 22 de junio de 2004.


Francisco Arratia Saldierna
31 de agosto de 2004
Letras truncas: Educación, Corrupción y Narcotráfico

Francisco Arratia Saldierna le entregaba sobre temas de educación, narcotráfico y corrupción a los diarios El Mercurio, El Imparcial, El Regional, Línea Directa y El Cinco. El periodismo local suele ser así: el reportero diversifica para alcanzar a más lectores y reunir un ingreso más digno. Pese a tanto trabajo, hoy en día, las búsquedas en Internet no arrojan ningún texto suyo. Según la Sociedad Interamericana de Prensa, fue el autor de la columna El Portavoz, de la cual, tampoco hay rastro en la red.

Además de periodista, fue profesor. Dio clases en la escuela técnica CBTIS 135 y administraba un negocio de importación de vehículos. Acaso así podía mantener a sus cuatro hijos.

El oscuro 31 de agosto de 2004, por la tarde, fue torturado. Las manos fueron el blanco de los sujetos que los sometieron dentro de su propio automóvil. Francisco apareció desnudo, cerca de un local de la Cruz Roja. Su muerte fue declarada tres horas después del hallazgo. Un paro cardiaco.

La policía de Tamaulipas localizó al autor de esta masacre. Fue un ex militar que en ese momento formaba parte de «Los Zetas», un grupo armado que trabajaba para «El Cártel del Golfo», llamado Raúl Castelán Cruz. Admitió su culpa en el asesinato del periodista. Dijo que fue un encargo de sus patrones que se habían enojado por sus artículos.

En 2007, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)  demandó información sobre el caso de Francisco al Estado mexicano. En su respuesta, el Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa (que apenas iniciaba) informó que dos personas estaban siendo procesadas por la muerte del periodista: el ex militar y otro sujeto que estaba prófugo.

La historia de Arratia Saldierna es de las más espantosas en la lista de periodistas mexicanos asesinados. Su vida es un emblema de las dificultades de reportear en el terreno del narcotráfico.


Gregorio Rodríguez Hernández
28 de noviembre de 2004
Letras truncas: Imágenes

María Teresa ha mostrado su dolor pero también ha dejado que la vida continúe sin más declaraciones, más que las que ella misma muestra a través de las redes sociales, ya no más a través de los medios de comunicación. Fue ella quien le enseñó a Gregorio el arte del fotoperiodismo. Le compartió trucos personales para manejar el equipo, aprovechar la luz y encontrar el mejor ángulo de la noticia. Al poco tiempo, estaban enamorados y trabajaban juntos. Gregorio buscó pulir su técnica. Asistió a cursos, fuera de Sinaloa, donde vivían. Un día, se empleó en El Debate de Mazatlán para cubrir la plaza de Escuinapa, el municipio vecino, al sur del estado.

María Teresa y Gregorio se casaron y procrearon dos hijos.

La noche de su muerte, Gregorio estaba en una cenaduría, con sus niños. Un grupo de sicarios se le acercó y lo mató.

¿Qué pasó? ¿A quién le interesaba acabar con esta vida con tantas ganas de captar la imagen del mundo? La organización Crimes Against Journalist Impunity Project dio a conocer una de las pesquisas de la Policía Ministerial del estado. El automóvil que utilizaron los asesinos fue encontrado en la propiedad de Antonio Frausto Ocampo, supuesto lugarteniente de Ismael “El Mayo” Zambada en Escuinapa. Cinco años después, sería detenido en Nebraska, Estados Unidos, por distribución de matanfetaminas y posesión de armas.

Pero en 2004, por la muerte del fotoreportero Gregorio Rodríguez, a Frausto Ocampo no le pasó nada en México. La línea de investigación indicaba que se había molestado porque el periodista le tomó fotos mientras departía con jefes de la misma policía.

Las protestas que generó el asesinato de Gregorio lograron que las autoridades ministeriales de Sinaloa consignaran a siete presuntos involucrados, entre los que estaba el ex jefe de ese mismo órgano, Abel Enríquez Zavala, quien obtuvo libertad anticipada en 2012. Otros tres detenidos por el caso fueron puestos en libertad por falta de pruebas y uno más fue asesinado.

El caso de Gregorio se complicó. Óscar Rivera Inzunza, entonces presidente de la Asociación de Periodistas 7 de junio, publicó una carta para que, de una vez por todas, hubiera luces sobre esta muerte. Pero él mismo fue asesinado el 5 de septiembre de 2007.

María Teresa jamás dejó de luchar. Pero quiere seguir viva. Por ella y sus hijos. Sin dar vuelta a la página, ha dejado claro que no desea dar más entrevistas.


Raúl Gibb Guerrero
8 de abril de 2005
Letras truncas: Corrupción en Veracruz

Raúl fundó el periódico La Opinión en Poza Rica, Veracruz. Aquel día de su muerte, inauguró una edición para Martínez de la Torre, un pequeño municipio, cercano.

De hecho, celebró allá con un desfile. Por la noche, regresó a Poza Rica a revisar las planas que el día siguiente se estrenarían. Al llegar a su casa, a las 10 de la noche, cuatro sujetos le dispararon 15 balazos a su camioneta. Falleció de inmediato.

La muerte de Raúl Gibb Guerrero conmocionó a México. Sus letras se habían distinguido por revelaciones en contra de la corrupción en la zona del Nautla Apenas tres años antes, ganó el Premio Nacional de Periodismo “José Vasconcelos”. Su labor no solo fue periodística; también de impulso al deporte en la región. Fue patrocinador de la Liga Pequeña de Beisbol y organizador de los campeonatos de ese deporte en Poza Rica, así como de los torneos de futbol de barrio.

Visionario, ejerció lo que una década después se llamaría periodismo de soluciones. Su pluma generó que se escrituraran las viviendas en el fraccionamiento Heriberto Kehoe Vincent de Poza Rica, que se construyeran aulas dignas para estudiantes en la colonia 12 de octubre y se asistiera a las familias que perdieron su hogar en una inundación ocurrida en 1999.

La muerte de Raúl Gibb ocasionó una lluvia de declaraciones de políticos a nivel local y federal. “Caiga quien caiga”, expresó Fidel Herrera Beltrán, entonces Gobernador de Veracruz. “A Raúl Gibb no se le puede revivir, pero se puede evitar que esto no se siga dando en el estado”, exclamó Héctor Yunes Landa, Subsecretario de Gobierno. “Nadie ganaría y todos los mexicanos perderíamos si alguna vez los medios de comunicación guardaran silencio”, sostuvo Vicente Fox Quesada a propósito de este homicidio. Fidel Herrera Beltrán, entonces Gobernador de Veracruz, aparece en guardia al lado del féretro de Raúl, en una foto. Ese día de despedida, el exmandatario se dijo indignado. Después se comprometió a encontrar y castigar a los culpables. Fue una de las mentiras más grandes que se atrevió a pronunciar el político. 15 años después no hay detenidos y el caso pasó a la carpeta del olvido.

Incluso, en la averiguación que se abrió por el asesinado, se implicó a un sobrino y un tío de la víctima. Pero no. Nada ocurrió.


Dolores Guadalupe García Escamilla
16 de abril de 2005
Letras truncas: Temas judiciales

A Dolores Guadalupe le costó bastante ganar el espacio que tenía en radio Estéreo 91 XHNOE. Ella misma lo bautizó como “Punto Rojo” porque la información que brindaba era del ámbito judicial. Cuando falleció, después de 12 días de agonía, Noé Cuéllar, el dueño de la estación, la recordó como una periodista cuya labor investigativa la llevó a convertirse en “la voz de la ciudad”. Su última nota fue sobre el homicidio de Fernando Partida Castañeda, expresidente de la barra de abogados de Tamaulipas, quien defendió a varios narcotraficantes. Fue baleado el 4 de abril, unas horas antes que ella.

Madre de un adolescente, sostén de su familia, 39 años, Dolores Guadalupe -Lupita- fue imparable. Trabajó como jefa de prensa del Ayuntamiento de Nuevo Laredo de 1994 a 1997, y delegada administrativa de la Policía de 1998 a 2001.

La mañana del 16 de abril, al llegar a su trabajo en la estación de radio, recibió nueve impactos de bala que le dañaron el estómago y el hígado. Ya no hubo vuelta atrás. Y ese no era el primer atentado.

Mientras la periodista luchaba en el hospital, la Procuraduría General de Justicia del Estado filtró a los medios que no era el primer atentado en su contra. El 5 de enero le quemaron el carro y el 18 de enero fue amenazada a través de una llamada telefónica.

Además, Lupita recibió un anuncio de muerte en la frecuencia de radio de la policía, una modalidad de amedrentamiento a periodistas en esos años en Tamaulipas. Esos mensajes de radio también hicieron referencia a la ejecución del abogado Partida Castañeda.

El Ministerio Público de la Federación citó a comparecer a unas 60 personas en relación con el asesinato. Familiares, compañeros y amigos rindieron declaración; pero las autoridades abrieron una línea de investigación que resultó increíble: se investigaría una supuesta relación de la periodista con «Los Zetas», un grupo de sicarios que empezaba a nombrarse en la región. Hasta hoy, la averiguación de este crimen no ha llegado a nada. Lo que sí empezó después de esta muerte, fueron los tiempos más aciagos de Tamaulipas, que aún no terminan. Tanto que Luis Roberto Gutiérrez Flores, entonces Secretario de Seguridad Pública de Tamaulipas, manifestó que si los periodistas temían por su vida, sería conveniente que llevaran armas.


José Reyes Brambila
17 de septiembre de 2005
Letras truncas: Sociales

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 8 de junio de 1967. Como reportero cubrió desde sociales hasta política. Fue hermano de Luis Reyes Brambila, director del periódico Vallarta Milenio (hoy Vallarta Opina). En esa redacción, reporteó y editó PV Gente, una sección con la crónica social de la capital del estado.

Jamás abordó los temas que el año de su muerte despuntaban del narcotráfico. Y esa fue la razón principal para que la Subprocuraduría de Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República) desligara su homicidio de la labor periodística. Pero la escena de su crimen tuvo ese macabro estilo asociado con la mafia (este obituario se resiste a describir el estado de su cuerpo). Estaba dentro de una bolsa negra, en la cajuela de un automóvil Ford Fiesta gris, que fue abandonado en la colonia Niños Héroes, cerca del centro de Guadalajara. El coche era propiedad de la empresa que editaba (aún edita) el rotativo.

Los años pasaron y nada se supo de la autoría intelectual de este agravio.

En 2010, la Procuraduría General del Estado de Jalisco detuvo a Enrique Javier Ruiz Medina, alias “El Oso” y José Antonio Olague de la Rosa. Habían robado y matado al estilista Edwin López Cruz. Según la autoridad, confesaron que en 2005 le habían hecho lo mismo al periodista. Dijeron que lo citaron con engaños y luego lo asaltaron. El informe de la Procuraduría indicó que le robaron 300 pesos, una grabadora portátil, la carátula del autoestéreo, media caja de bebidas energéticas y una tarjeta de crédito.

A la hemeroteca, los hechos en los que José murió pasaron como delincuencia común. De cualquier forma, José era un periodista. Y cuando lo mataron, hirieron al periodismo. Sus letras alcanzaron con la entrevista al campeón Julio César Chávez y al futbolista Hugo Sánchez. Su memoria dejó una esposa y dos hijos. Sus asesinos recibieron como sentencia 35 años por el homicidio del estilista. Por su muerte aún no han sido procesados.[/expand]


José Valdez Macías
6 de enero de 2006
Letras truncas: Narcotráfico

El 6 de enero, Dianna Stephanie Cadena Torres peleaba con su novio, Azael López. El periodista radiofónico José Valdez Macías regresaba a casa e intervino en la riña. Su existencia fue segada. De parte del muchacho recibió 36 puñaladas. Cuando estaba sobre el pavimento, Valdez Macías le alcanzó a decir al reportero policiaco, Alejandro López Garza: “Fue el novio de mi hijastra”.

Así quedó consignado en el caso 449/2006, radicado el 26 de enero en la Agencia Investigadora del Ministerio Público. En ese entonces, el comandante de la policía ministerial era Raúl Marines Daniel y el delegado regional de la PGJE, Ramiro González Muñiz.

La Procuraduría de Justicia de Coahuila descartó la labor periodística como móvil del crimen y lo etiquetó como un caso de violencia intrafamiliar. Quedó asentada la presunción de que Azael López le quitó la vida en venganza porque José maltrataba a su esposa y a la hija. Sus colegas en la región negaron esta suposición. Otro supuesto fue que la pareja fingió la pelea para someterlo.

Vicente Fox Quesada, el primer Presidente de México no postulado por el Partido Revolucionario Institucional, estaba por concluir su Gobierno. México ya era considerado como una tierra complicada para ejercer el periodismo, por encima de otros en situación de guerra. Pero lo peor estaba por llegar.

José completó 25 años de experiencia en la cobertura de asuntos de violencia. Antes de la radio, trabajó en El Diario de Coahuila en el municipio de Múzquiz.

Ya no alcanzó a reportar los estragos de la guerra en contra de los grupos delincuenciales, con sus más de 60 mil muertos, 20 mil desaparecidos y miles de desplazados. Pero su asesinato está incluido en las listas de periodistas caídos en esos años, como punta de lanza. Hay una orden de aprehensión en contra de Azael que hasta ahora, no ha sido ejecutada. La prensa registró que cuando fue requerido, huyó hacia Estados Unidos.


Jaime Arturo Olvera Bravo
9 de marzo de 2006
Letras truncas: Imágenes

Había decidido ser reportero gráfico independiente. Era un buen momento para ello porque gozaba de reconocimiento como ávido reportero y gran captador de imágenes. Antes, trabajó de fijo para La Voz de Michoacán, donde hizo carrera.

Todavía no amanecía por completo el 9 de marzo de 2006 cuando en la esquina de las calles 5 y Robles de la colonia Infonavit Arroyo Delgado, de la La Piedad, cayó asesinado por un disparo en el cuello. Llevaba a su hijo, Leonardo, de cinco años, al Kínder. Los testigos dijeron que lo mató un hombre de unos 30 años, de mezclilla y gorra negra, que lo esperó en la parada del autobús. Abundaron en que tenía lista la camioneta tipo Suburban, con placas de Jalisco, en la que huyó.

Jaime tenía 39 años de edad y se había distinguido por espléndidas imágenes de la región de La Ciénega.

Cuando ocurrió lo de Jaime Arturo Olvera Bravo, la gestión de Vicente Fox Quesada concluía en la Presidencia de la República. El fotógrafo no alcanzó a ver cómo terminó el sexenio del hombre que en campaña encarnó la esperanza de un viraje hacia las bondades de la democracia al ser el primer candidato ganador no postulado por el Partido Revolucionario Institucional. Una de sus promesas fue fortificar la libertad de expresión.

Pero el fotoperiodista Olvera era el periodista número 24 asesinado en su sexenio. De modo que, mediante el convenio A/031/06, su Gobierno de Fox Quesada creó la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra periodistas. La muerte de Jaime Arturo le había dado la vuelta al mundo como reflejo de un fenómeno que crecía en México: la violencia sin explicaciones.

El entonces Director de la UNESCO, Koichiro Marsuura, se manifestó en París el 14 de marzo. “Condeno el asesinato de Jaime Arturo Olvera Bravo y doy la bienvenida a la noticia de que la Fiscalía Especial para atender los crímenes contra periodistas haya abierto una investigación y pueda determinar si el asesinato del señor Olvera tiene relación con su trabajo profesional”, expresó.

Pero la escena trágica apenas se iniciaba. No pasaron 24 horas de la partida del fotoperiodista cuando se supo que habían matado a otro colega.


Ramiro Téllez Contreras
10 de marzo de 2006
Letras truncas: Radio

¿Por qué matar con balas de calibres 9, 40 y 45 mm a un hombre indefenso? Eso le pasó al periodista Ramiro Téllez Contreras, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en la madrugada del 10 de marzo de 2006. La pregunta, 14 años después, no ha encontrado respuesta. La Procuraduría General de Justicia del Estado inició la averiguación previa 148/06 que aún no ha desembocado en sentencias condenatorias, mucho menos en el esclarecimiento del crimen. Cierto que sobre esa ciudad, de 500 mil habitantes, empezaba a pesar el terror desatado por las operaciones de los llamados «Cártel del Golfo» y «Los Zetas». En 2006, así se explicaban los hechos violentos. Ellos decidían quién vivía y quién moría en ese pedazo del norte de México.

A Téllez Contreras, de 42 años, lo balearon a las 5:30h de la mañana en la cuadra 78 de la Avenida Pedro Pérez Ibarra, frente a su propio domicilio. Herido en las piernas y el tórax (otros dicen que en la cabeza) descendió de su camioneta y corrió para refugiarse en su casa de donde había salido segundos antes. Su hija llamó a la Cruz Roja. Una hora con 15 minutos después falleció en el hospital.

En la zona se encontraron los casquillos de calibre 9, 40 y 45 milímetros.

Esta biografía tuvo un binomio de dos aspectos profesionales poco común. Téllez Contreras ejercía el periodismo al ser conductor del noticiario de la estación de radio Exa Digital y a la vez, era funcionario público pues también coordinaba el Centro de Control, Comando, Cómputo y Comunicaciones C-4 del Consejo Estatal de Seguridad Pública de Tamaulipas. Aun cuando también su trayectoria profesional se encuentra en el servicio público (fue también Director de Protección Civil Municipal) su nombre integra las listas de periodistas asesinados en México, elaboradas por organizaciones no gubernamentales.

Su muerte ocasionó el lugar común de las declaraciones. El entonces Gobernador Eugenio Hernández Flores anunció que se reforzarían las medidas de seguridad para garantizar la tranquilidad de los ciudadanos de Nuevo Laredo. Pero eso no ocurrió.


Enrique Perea Quintanilla
9 de agosto de 2006
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue emprendedor en una época en que los periodistas no solían iniciar negocios. Poco antes de su asesinato, había fundado la revista Dos Caras, de información policiaca. Ya contaba con 30 años en el periodismo de Chihuahua y también hacía ejercido la docencia. La mayor parte de su trayectoria la tuvo en El Heraldo de Chihuahua, donde trabajó hasta 2003. Luego se incorporó a El Diario de Chihuahua.

En los últimos seis números de su revista, había criticado al Gobierno del Estado por los índices de violencia. Presentó información sobre tráfico de drogas, anomalías en el manejo de penales, así como complicidad de autoridades en casos impunes. Además, un reportaje sobre Fernando Rodríguez Moreno, quien era Secretario General de Gobierno, y Ricardo Márquez Horta, en ese entonces a cargo de la Dirección de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad.

Su cuerpo sin vida fue localizado en una brecha rumbo a Aldama, a 15 kilómetros de la capital. Tenía signos claros de tortura. Horas antes, sus hijos Jonathan y Enrique Perea denunciaron su desaparición.

Este caso es uno de los más intrincados en la muerte de periodistas en México. A las pocas horas del descubrimiento del cuerpo del periodista, el Gobierno de Chihuahua descartó que el crimen tuviera relación con la actividad periodística. Pero había un elemento de cargo para no evadir esa línea de investigación: noches antes, agentes estatales habían cateado su oficina y se llevaron documentos personales y profesionales. Colegas de Perea Quintanilla atestiguaron que había manifestado que recibió amenazas, pero que no se sentía amedrentado y que al contrario, Dos Caras saldría cada vez más fuerte.

El 12 de octubre de 2009 apareció un video que alguien mandó a TV Azteca, en donde dos presuntos responsables, desnudos y con evidencias de haber sido golpeados, se asumían como perpetradores del asesinato. Así, el caso lo atrajo la entonces Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República). Pero ahí, en la Subprocuraduría de Investigación de la Delincuencia Organizada, sigue empolvado.

En octubre de 2009, el hijo mayor de Enrique, Jonathan Perea Cárdenas, de 26 años de edad, fue asesinado por dos hombres cuando salía de rentar videos. Dejó tres hijos pequeños.


Bradley Roland Will
27 de octubre de 2006
Letras truncas: Documentales

Fue reportero, camarógrafo y documentalista. Su muerte ocurrió en medio de la balacera atribuida a policías ministeriales en contra de manifestantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), en Oaxaca, en 2006.

 


Misael Tamayo Hernández
10 de noviembre de 2006
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

Un guardia de seguridad se encontró el 10 de noviembre de 2006 con el cuerpo desnudo de Misael Tamayo en una habitación de motel en Zihuatanejo, Guerrero. Tenía las manos atadas en la espalda con su propio cinturón. Tres pequeñas marcas de pinchazos en el brazo sugirieron que podría haber recibido una inyección letal. Una autopsia preliminar concluyó que murió de un ataque al corazón.

Los empleados del hotel le dijeron a la policía municipal que a la 1:25 horas de la noche vieron llegar en coche al director de El Despertar de la Costa. Colegas cercanos aportaron a la averiguación que Misael Tamayo Hernández tenía una cita con el jefe de seguridad de una compañía de autobuses.

Tres personas fueron detenidas días después por la muerte de Misael. El recepcionista Mario Peñalosa, el propietario del motel René Martínez Contreras y un hombre llamado Iván López Flores, pero el procurador no reunió pruebas suficientes en su contra y fueron liberados.

La escena del crimen de Misael no corresponde con el estilo del narcotráfico en México. No lo balearon, ni lo cercenaron, ni lo aventaron en un barranco. Su hermana Ruth Tamayo Hernández, escribió en la columna “Palabra de Mujer”, en el diario El Despertar de la Costa: “Lo dejaron en una cama, vestido al menos con ropa interior. No fueron tirados sus restos en algún muladar, ni se le enterró en fosas clandestinas. Ni siquiera se le colocó algún mensaje que diera alguna pista, así fuese falsa, de los motivos de su asesinato. Según las autoridades a Tamayo Hernández le inyectaron una sobredosis de narcóticos, hasta paralizar su corazón”.

Pese a la complicación, su caso también llamó la atención del mundo que empezaba a ver a México como zona altamente peligrosa para reportear. Era la pluma número 11 que era arrancada desde 2000, el año en que se se inició en México el Gobierno de Vicente Fox, el primero no priista en 71 años continuos.

¿Qué ocurrió? Las pista que más han pervivido es que el 9 de noviembre, Misael Tamayo Hernández firmó un editorial sobre presuntas malversaciones en el Consejo de Administración del Agua de Zihuatanejo y las publicaciones frecuentes de los arreglos de cuentas entre narcotraficantes.

Si su muerte fue un pasaje oscuro, su legado quedó muy claro. Misael Tamayo Hernández fundó dos diarios, El Despertar de la Costa en Zihuatanejo y El Despertar del Sur en Altamirano. Nunca estudió periodismo. Fue lo que se llamó “un periodista empírico”.


José Manuel Nava Sánchez
15 de noviembre de 2006
Letras truncas: Historia de Excélsior

Remedios Sánchez, trabajadora doméstica, encontró el cuerpo inerte de José Manuel Nava Sánchez, cuando llegó a trabajar a las 9:00 horas del 16 de noviembre de 2006. Estaba en la sala, en un charco de sangre. Lo apuñalaron por lo menos 20 veces. De inmediato avisó a la administración del edificio y de ahí, llamaron a la policía. Nueve días antes, el periodista presentó su libro “Excélsior, el Asalto Final”.

Manuel Nava Sánchez fue el último Director de Excélsior en su etapa cooperativa antes de que fuera vendido al empresario Olegario Vázquez Aldir. De hecho, en el libro, Nava Sánchez describe “su decepción por el engaño del que fue objeto en lo referente a la suerte del periódico y sus trabajadores”.

Excélsior fue vendido en condiciones de extrema irregularidad… y con los socios cooperativistas con los ojos vendados por el hambre y las falsas promesas”, dice en la introducción de su libro. En sus páginas, Nava Sánchez detalla su propia experiencia al frente de un periódico cuyo desplome, sostuvo, se debió a que se “confabularon tres factores: la traición interna, el gran capital y la complicidad del gobierno del presidente Vicente Fox”.

En la presentación, acusó a cooperativistas “traidores”.

Pese a todo, la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal no tomó en cuenta ese testimonio para determinar el móvil de este asesinato. Y entonces, se aferró al robo. Y hasta ahora, el expediente sigue en ello sin que se haya dado con quién lo hizo.

José Manuel Nava Sánchez nació en Pachuca, Hidalgo, de padres veracruzanos, el 9 de octubre de 1957. Vivió en Actopan hasta los cuatro años y de ahí, su familia lo llevó a la Ciudad de México, donde creció. Por ello, se definía como “veracruzano de sangre, hidalguense por nacimiento y chilango por adopción”.

Vivió dos años en Paris, de 1981 a 1982 y en Washington de 1982 a 2003. En París estudio una maestría de periodismo que financiaba la entonces Comunidad Económica Europea, el Gobierno francés y patrocinaba el periódico Excélsior, donde trabajaba en la Mesa de Asuntos Especiales, tras ganar el Concurso de Oposición entre cinco periodistas mexicanos. En Estados Unidos tuvo dos estancias, una en Los Ángeles y otra en Washington, como corresponsal.


Roberto Marcos García
26 de noviembre de 2006
Letras truncas: Narcotráfico

Era reportero de la revista Testimonio, publicación semanal en el puerto de Veracruz, y corresponsal de Alarma! Antes de su muerte, investigaba la implicación oficial en la venta de drogas a baja escala en ese puerto. Es decir, cómo afectaba la venta de drogas a los de a pie. Tenía 50 años de edad y la mayor parte de sus años, los dedicó al periodismo.

Inició a los 16, en el periódico La Nación, luego pasó por Notiver y El Dictamen. Su historia de vida aniquilada puso sobre la mesa la precariedad en la que trabajan los reporteros mexicanos y que en sí, es un elemento de vulnerabilidad. Roberto ganaba 450 pesos semanales. Como corresponsal de Alarma!, la precursora de la nota roja, nunca le dieron salario. Cuando lo mataron, a la viuda le enviaron un diploma impreso en lustre de baja calidad, una efigie de plástico de San Judas Tadeo y una playera.

Amaba el café. Se le volvió un rito, beber unas dos o tres tazas a las 8:00 horas antes de salir a trabajar. Pero ese maldito día, rompió con sus propias costumbres. Se fue más temprano, a bordo de una motocicleta. Tenía una entrevista en la comandancia del agrupamiento marítimo, fluvial y lacustre de la Secretaría de Seguridad Pública en el municipio cercano de Mandinga. Cuando regreseaba -a las 13:30 horas- fue acribillado con un arma de 9 milímetros, a la altura de la comunidad La Matosa, en Antón Lizardo, sobre la carretera Veracruz-Alvarado.

Aún vivía en la misma casa de madera y lámina que construyó cuando de adolescente se casó con María. Ahí nacieron sus tres hijos, Divina, Elizanda y Azael. Su vida entera fue el periodismo y su vivienda servía por las tardes como oficina en donde entrevistaba a comerciantes extorsionados o vecinos con algún agobio.

Su última nota fue sobre el suicidio de un niño de 11 años.

Para el sepulcro de Roberto, no había dinero. Los jefes policiacos le compraron una caja color arena con filtros dorados. El Gobernador Fidel Herrera le donó un lugar en el panteón Jardín y acudió a ofrecer justicia al gremio. Cientos de veracruzanos fueron a despedirlo y clamaron lo mismo: “¡Justicia!”. Ese día le dieron mucho cariño. Pero el grito, el grito de “¡Justicia!” aún no ha sido atendido.


Adolfo Sánchez Guzmán
30 de noviembre de 2006
Letras truncas: Periodismo televisivo

Lo llamaban Fito y era corresponsal de Televisa para los municipios de Orizaba, Córdoba, Río Blanco, Nogales y Ciudad Mendoza; además trabajaba para la estación de radio Xhora Stéreo y colaboraba en las páginas de internet Enlace Veracruz 212 y Orizaba en Vivo. Tenía 31 años de edad. Sus últimos trabajos fueron sobre las bandas que robaban camiones de carga en la región de Córdoba y Orizaba. En su muerte se fincó de inmediato el estigma del periodista vinculado a la delincuencia organizada. En Enlace Veracruz 212 se creyó que esa idea surgió en el Gobierno de Veracruz. Viniera de donde viniera, jamás se aportó un dato sólido en ese sentido.

Padre soltero, su hija Adylen era su reina. La mañana del 28 de noviembre de 2006 la llevó a la escuela y volvió por ella para ir a comer a casa de los abuelos. A las 5:30 de la tarde se despidió. Ya no lo volverían a ver. Dos días después lo encontraron muerto, con evidencias de tortura y un balazo en la cabeza. Estaba en la ribera de Río Blanco, municipio de Nogales, según el expediente 839/2006 de la Procuraduría General de Justicia del Estado. Muy cerca estaba otro cuerpo, el de César Martínez López, “El Pollo”, un ex presidiario por robo y lesiones. También lo habían maltratado.

La cercanía del otro cuerpo fincó la investigación de la muerte del periodista en una sola línea: “Estaba en el sitio equivocado”.

De modo que el caso avanzó entre el estigma del vínculo con grupos delincuenciales o que ese día, la mala suerte lo llevó a un sitio donde nunca debió estar.

El 4 de diciembre de 2006, la Procuraduría de Justicia del Estado de Veracruz detuvo a los hermanos Carlos y Julián Rosas Palestino, de 30 y 34 años de edad. Según su indagatoria, ellos habrían ordenado matar a “El Pollo”. Y entonces, el periodista había sido una víctima circunstancial. Un año después, los dos implicados fueron puestos en libertad por falta de pruebas.

Televisa, la mayor empresa en Latinoamérica en canales de televisión, guardó silencio. Después envió un posicionamiento en el que dijo que cuando murió, Fito estaba de vacaciones.


Raúl Marcial Pérez
8 de diciembre de 2006
Letras truncas: Movimiento magisterial

Aquellos días, la capital de Oaxaca se había paralizado. El movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) estaba en pleno y el Zócalo de la ciudad era suyo. Marcial Pérez era uno de los periodistas críticos del Gobierno de Ulises Ruiz Ortiz. Su columna “El otro lado de la moneda”, en El Gráfico de Oaxaca, llevó cabezas como “¡Oaxaca, tierra sin ley!” En ese espacio periodístico, los maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y de la APPO pudieron aportar su voz.

Su ejecución ocurrió el 8 de diciembre de 2006.

A su asesinato lo precedieron tres amenazas. La primera fue dejada en el portal de su casa. Era una hoja blanca con pegotes de letras de periódico. Siguió una llamada telefónica que, con gritos, le advirtió sin más que “se lo iba a cargar la chingada”. La tercera fue directa. Un funcionario del gobierno de Ulises Ruiz le dijo: “Es mejor que le bajes a tus notas”.

Pero él quería cubrir esa parte de la historia que estaba sucediendo en su terruño, frente a sus ojos. Porque alguna vez, también fue líder de grupos indígenas. Aquellos días fueron pesados. Su carro se descompuso y su hijo, Josabath, lo llevó al taller. El jueves, Raúl se enojó y lo apuró para que fuera por él. “¡Sabes que me urge y no te apuras!” – le dijo. El periodista Cornelio Merlín Cruz narró en un obituario que Raúl tenía planeado viajar a Juxtlahuaca y su carro no llegó hasta las dos de la tarde.

A las tres, ya estaba en su destino. Llamó para avisar que había llegado bien. Se disculpó con su hijo por su mal humor de hacía un rato. Y el día siguiente, una ráfaga de balazos de alto calibre acabó con su vida. Alguien le llamó a su esposa Emelia para avisarle. Ella y su hijo Josabath lo reconocieron. Lo despidieron. Pero no podían creerlo.

Este caso se complicó porque Josabath Barush Marcial Méndez no declinó jamás en sus investigaciones personales para dar con los asesinos de su padre. El caso lo llevó la Policía del Estado. Él pasó de víctima a culpable. El 13 de enero de 2009, unos agentes entraron a su casa. Lo golpearon y sacaron a rastras. Lo acusaron de crimen organizado. Así, ingresó a la prisión sin que hasta ahora tenga sentencia.

De Raúl Marcial Pérez, Reporteros Sin Fronteras escribió: “Este asesinato cierra un año particularmente sombrío para la prensa mexicana, con tres periodistas desaparecidos y nueve muertos, dos de ellos del Estado de Oaxaca, donde los medios de comunicación han pagado con creces el precio de la represión contra la agitación social, que dura ya dos años”.


Amado Ramírez Dillanes
6 de abril de 2007
Letras truncas: Narcotráfico

En los noventa, trabajó para el periódico local Novedades y luego en la corresponsalía de Televisa. Al lado del periodista Misael Habana conducía el noticiario de radio, “Al Tanto” de Radiorama. Nació en Oaxaca, pero creció en Acapulco, Guerrero. Cuando fue agredido tenía 50 años de edad, una esposa y dos hijas. Colegas y familiares ya no hablan de este caso que poco a poco, se complicó. Pero aún, y pese a que hay un detenido, continúan con su petición de justicia.

Amado se subió a su coche justo después de finalizar la presentación del programa. No pudo arrancar, unos balazos lo derribaron. Era viernes santo y Acapulco estaba lleno de turistas; de modo que los testigos sobraron. La descripción del sicario fue de un joven de 25 años y 1.80 metros de altura que gritó: “¡Para que no te vuelvas a meter con nosotros!” El entonces Director de la Policía Preventiva de Acapulco, Humberto del Valle Enoc, informó que participaron dos sujetos, pero sólo uno accionó el arma.

Ramírez había recibido anteriormente amenazas de muerte. Tras su asesinato, el programa de radio fue suspendido para siempre. Su colega, Misael Habana, expresó que se trataba de la primera víctima de la delincuencia organizada en Guerrero, aquel año. A su vez, Rafael Molina, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, exclamó: “He quedado anonadado con la noticia de la forma vil en que fue ultimado el periodista, en una situación un tanto confusa, pero que parece estar vinculada a anteriores amenazas contra reporteros por parte del narcotráfico”.

A pesar de todo, la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada se negó a investigar el caso. Por su parte, la Policía Estatal detuvo a Genaro Vázquez Durán quien se entregó por voluntad y después, fue condenado a 38 años de cárcel. El motivo que establecieron fue “asunto pasional”.

Según Eduardo Murueta Urrutia, entonces Procurador General de Justicia de Guerrero, Vázquez Durán declaró que Amado andaba de romance con su novia.

El abogado defensor apeló la sentencia por considerar que nadie identificó a su cliente como autor del crimen, y que incluso un testigo citado en la investigación le exculpó. El acusado, que se quejó de haber sufrido torturas en los interrogatorios, proclamó su inocencia en una entrevista concedida tras conocerse el veredicto. Un año después, el Primer Tribunal Colegiado le concedió el amparo y ordenó la reposición del proceso. Y hasta aquí ha llegado la investigación.


Saúl Noé Martínez Ortega
23 de abril de 2007
Letras truncas: Tráfico de personas

Noé fue reportero y editor del Diario de Agua Prieta, en Sonora. Además, cofundador de Interdiario, un periódico que unió a los diarios Escorpión y El Centenario de Agua Prieta, los dos fundados por su padre, Lorenzo Martínez Guevara y su hermano Érick. Su carrera la hizo en la fuente policiaca y sus últimos trabajos fueron sobre el tráfico de personas. Él mismo llevaba el apodo de “Escorpión”, como el periódico. Su caso se convirtió en un emblema. Desde mayo de 2007, la Asociación Regional de Periodistas con sede en Sonora [ARPAC, hasta entonces llamada Hermanos Flores Magón] fue renombrada con su nombre.

Nació en Nogales, Sonora. Ahí estudió en el Instituto Tecnológico de Sonora. El ejercicio del Periodismo lo llegó a Agua Prieta.

La medianoche del 16 de abril un comando armado lo secuestró en la entrada de la Dirección de Seguridad Pública Municipal de esa ciudad. El 23 de abril fue encontrado en una cobija, en el fondo de un barranco de 40 metros de profundidad, a la altura del kilómetro 77 de la carretera Janos-Aguaprieta, en la frontera entre Chihuahua y Sonora.

A pesar del tiempo, su esposa y cuatro hijos sólo cuentan con esa información. El porqué del asesinato aún se desconoce. Además, un año después del asesinato, la investigación tomó un rumbo inesperado: la Procuraduría de Justicia de Chihuahua señaló a la esposa como la principal sospechosa porque quería cobrar los seguros de vida de su marido. Los años posteriores fueron todavía más cruentos en Chihuahua. Con el tiempo, los familiares de Noé decidieron no hablar sobre el caso. Pese al tiempo y al silencio, Noé integra las listas de periodistas asesinados en México que no han encontrado justicia.

Cuando lo encontraron, sus colegas coincidieron en que el periodista estaba detrás de la pista de una banda de secuestradores. Quien más hizo hincapié en ello fue Érick Martínez Ortega, su hermano y editor. Rosalía Barba, esposa de Juan Carlos Sánchez (secuestrado) le habría entregado una lista de posibles plagiarios. En algo más coincidieron: Noé jamás dejaba de reportear.


Gerardo Israel García Pimentel
8 de diciembre de 2007
Letras truncas: Industria aguacatera

Los familiares de Gerardo Israel García Pimentel se convirtieron en fantasmas. La historia de su asesinato aún no tiene pies ni cabeza y en la maraña del tiempo no se encuentra quién pueda brindar luces. Cuando lo mataron, la llamada guerra en contra de crimen organizado, determinada por el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa, cumplía un año.

Pero las letras de Gerardo Israel no tenían relación con el tema de la inseguridad. Él escribía más de educación, agricultura y sobre todo, de la industria aguacatera. Su último reportaje fue sobre un maestro que abusaba de su alumno en una escuela local. Nadie sabía si estaba o no amenazado.

Su carrera la inició a los 18 años de edad en El Sol de Morelia. Pasó por otras redacciones hasta que llegó a La Opinión, donde trabajó varios años.

Ese sábado mortal, era su día de descanso. Estuvo casi todo el día con su novia con quien pretendía casarse en los días venideros. Con ella, estrenó una moto que acababa de adquirir a crédito hacía menos de 15 días. Condujo hasta el centro de Uruapan, donde ella vivía en un cuarto de un hotel de su familia. De pronto, le llamaron a Gerardo para pedirle que fuera al periódico. Así que se despidieron.

Pero el ruido de unas detonaciones la hicieron bajar. Jamás se imaginó que encontraría a su compañero herido. Pensaba que acaso alguien había ensayado juegos pirotécnicos, o que algo había tronado … Pero cuando caminó un poco más, encontró a Gerardo muerto. Desesperada tomó el celular de Gerardo y desde ahí llamó a la Cruz Roja. Según las averiguaciones de la Procuraduría General de Justicia de Michoacán recogieron 45 casquillos de calibre 2.23 de rifle AR-15 y de pistola .38 súper. Días después, los periódicos reprodujeron la versión de que al periodista  lo habían perseguido por las calles mientras él iba en su moto, que se había tratado de esconder en el hotel y que ahí lo habían alcanzado. La declaración de su novia, quien se retiró de Uruapan, arrojó otra historia.

¿Qué te pasó Gerardo? El caso pervive entre sombras.


Francisco Ortiz Monroy
5 de febrero de 2008
Letras truncas: Cobertura política

A Francisco le tomaron una foto sobre una cama sencilla con un cobertor rojo. Estaba boca arriba y sin camisa. Estaba muerto. Llegó ahí al huir de sus asesinos. Apenas iniciaba la tarde cuando salió del Palacio Municipal, en el centro de Camargo, Tamaulipas, y unos hombres empezaron a perseguirlo y a tirarle balas.
Tenía 48 años. En su matrimonio había tenido dos hijas.

Después de su asesinato, a Francisco lo llamaron “presunto periodista”. La revisión hemerográfica que da cuenta de su asesinato coincide en ello: “Presunto periodista”. Una versión de la policía indicó que había muerto en un fuego cruzado entre soldados y criminales. Pero el hecho de cómo y en dónde lo hallaron contradijo ese relato. Como suele ocurrir, su nombre ha ido de aquí para allá en las listas de periodistas asesinados en México, pero en El Diario de México, para el que trabajó como corresponsal, no lo recuerdan en estos días de 2020.

En 2008, Abel Magaña, subdirector de la redacción de El Diario de México le dijo a Reporteros sin Fronteras que el periodista cubría la plaza de Tamaulipas desde hacía un año, pero fue preciso: “Enviaba información al periódico de manera esporádica. Era información general, oficial, sin ninguna relación con el narcotráfico”. Eso quedó confirmado en las últimas notas de Abel, fechadas el 1 y 2 de enero de 2008.

Una de ellas, es esta: “El Gobernador de Tamaulipas Eugenio Hernández Flores participará en la 24 Conferencia Binacional de Gobernadores Fronterizos de México y Estados Unidos, que se celebrará en la ciudad de Austin, Texas. En esta Cumbre de Gobernadores Fronterizos, que iniciará el jueves 24 y terminará el viernes 25 de agosto, estarán participando un total de diez mandatarios estatales, cuatro por parte de Estados Unidos y seis por México”.

Eugenio Hernández Flores, el exmandatario protagonista de las notas de Francisco, se encuentra preso por recursos de procedencia ilícita, en el penal de Tenango del Valle, en el Estado de México.

A querer o no, la historia de Francisco contribuye con ese 99.3 por ciento de impunidad en asesinatos de periodistas mexicanos.


Bonifacio Cruz Santiago
8 de febrero de 2008
Letras truncas: Conflictos agrarios

Tenía 66 años y fue ultimado por sicarios de menos de 25 años, junto a su hijo Alfonso, mientras esperaba en la calle Obreros número 5 del barrio Xochiaca de Chimalhuacán al síndico de la Alcaldía Raymundo Olivares Díaz. Era jueves 8 de febrero de 2008. Bonifacio era director del periódico El Real, en Nezahualcóyotl, y su hijo, editor.

Los comunicadores tenían la intención de entrevistarse con el síndico y también líder de los ex ejidatarios, cuando fueron agredidos. El síndico procurador no estaba en su oficina. Minutos antes, había salido junto con un centenar de seguidores al juzgado quinto de primera instancia, con sede en el penal estatal Neza-Bordo.

Los testigos contaron que los pistoleros gritaron: “¡Raymundo!” “¡Raymundo!” Y eso sirvió para que la Policía del Estado se moviera en la versión de que se trató de una confusión, que el verdadero objetivo era el síndico Raymundo Olivares Díaz y que todo se debió a un error. Pero entre Raymundo Olivares y Bonifacio Cruz había pocas similitudes físicas.

En la balacera, dos funcionarios del Ayuntamiento también resultaron heridos.

Raymundo Olivares era en ese momento un funcionario que había ordenado el desalojo de unos terrenos en disputa. De hecho, el día anterior, unas veinte personas llegó a su despacho para protestar por esos hechos, pero no lo encontraron. El reparto de la tierra es un asunto pendiente en el Estado de México. Disputas entre grupos, despojos y abusos integran aún la historia de la entidad más cercana a la capital del país en uno de los conflictos sociales más añejos de México.

Después de acribillar al periodista, los gatilleros corrieron hacia el barrio de Xochiaca donde los esperaba un chevy color gris en el que huyeron.

La averiguación no avanzó. Los colegas de El Real pidieron protección y a la vuelta de los años, no hablan del crimen. Los cuatro nietos de Bonifacio no tienen claro qué pasó.


Alfonso Cruz Pacheco
8 de febrero de 2008
Letras truncas: Conflictos agrarios

Alfonso, de 32 años, fue junto con su padre Bonifacio Cruz Santiago a entrevistar al síndico Raymundo Olivares Díaz. Cuando ambos esperaban afuera del edificio municipal llegaron dos sujetos y les dispararon a ambos hasta matarlos. La versión oficial es que los sicarios iban por el síndico.


Felícitas Martínez Sánchez
7 de abril de 2008
Letras truncas: Conflictos en Regiones indígenas

Las cápsulas que grabó hoy reproducen una voz muy dulce, casi de niña.  A través de la radio describía la realidad de la zona triqui, en el noroeste de Oaxaca. Los problemas ancestrales de esa región del sur de México son el desplazamiento interno y la violencia en las zonas rurales.

Felícitas era una de las locutoras de la radio triqui La Voz que Rompe el Silencio. El día de su asesinato, iba en una camioneta que partió de San Juan Copala, que conducía Faustino Vázquez Martínez. También iba su esposa, Cristina Martínez y Jaciel Vázquez, hijo de ambos; además de la locutora Teresa Bautista.

En el camino entre Putla de Guerrero y Juxtlahuaca, entre los poblados de Santa Ana del Rayón y Joya del Mamey, en la comunidad de Llano Juárez, la camioneta fue detenida por un grupo armado, según las informaciones que aquel año recabó Miguel Ángel Granados Chapa (Plaza Pública, 18 de abril de 2008), quien falleció en 2011.

Vázquez Martínez aceleró para intentar huir del lugar, pero el grupo armado le disparó a las periodistas, quienes viajaban en la parte trasera de la camioneta. Las balas que mataron a Felícitas y a su compañera Teresa, salieron de un fusil de asalto tipo AK-47, los llamados cuernos de chivo, armas de alto poder de uso exclusivo del Ejército.

Este crimen ni siquiera fue investigado en sus primeras horas. Pronto, se opacó por el miedo. El mismo 7 de abril, la policía ministerial declaró que la zona donde ocurrió era demasiado peligrosa para ingresar. Así, no hubo exámenes de balística, ni se tomaron declaraciones de elementos de la Policía Federal Preventiva destacados en la región y que, pese a todo, llegaron a la escena del crimen.

Además, no hubo declaraciones. Los familiares de Felícitas le dijeron al diario El Universal que habían sido amenazados por el Gobierno estatal. PeroTiburcio Martínez, padre de la periodista, se animó a dar nombres y apellidos. Acusó a los líderes de la Unidad Popular, Heriberto Pazos, Rufino Merino Zaragoza y Marcelino Bautista López como autores intelectuales y a los hermanos Manuel y Carmelo Domínguez Ortiz, como los gatilleros.


Teresa Bautista Merino
7 de abril de 2008
Letras truncas: Conflictos en regiones indígenas

En La Voz que rompe el silencio, Teresa desarrollaba su propia voz. La estación nació el 20 de enero de 2008, en el primer aniversario del municipio autónomo de San Juan Copala en Oaxaca. La encontró la muerte cuando viajaba al lado de su compañera, Felícitas, de San Juan Copala a Oaxac para participar en el Encuentro Estatal por la Defensa de los Derechos de los Pueblos de Oaxaca, donde iba a coordinar la mesa “Comunicación Comunitaria y Alternativa: radios comunitarias, video, prensa e internet”.

Además del periodismo radiofónico, Teresa practicaba el basquetbol y también era artesana de huipiles y pulseras.

Tenía 24 años. En la emisora, no sólo hablaba, también reporteaba en las comunidades. Y sin saberlo, desarrollaba lo que después sería una tendencia: el Periodismo de Soluciones. Promovía en cada pueblo el trabajo grupal para cambiar la problemática de la región.

Los conflictos de la tierra y el abuso de los derechos humanos se convirtieron en los principales temas del programa. Hablaban también de la autonomía de los pueblos, la marginación, la pobreza, la ecología, la cultura y la educación.

El ataque del que fue víctima sucedió en la carretera hacia Putla Guerrero. Faustino Vázquez, quien conducía el vehículo, quiso salir de la emboscada, pero no pudo. Sobreviviente, identificó a siete hombres que dispararon. Supo que eran gatilleros a la orden de Rufino Medina y Heriberto Pazos, dirigentes del Movimiento Unificado de la lucha triqui.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos asentó en un informe sobre el caso que no se gestionó el levantamiento de pruebas, ni se tomaron declaraciones. Estas omisiones fueron clave para la impunidad de los hechos. El programa La Voz que rompe el silencio ya no está en el cuadrante. Teresa y Felícitas recibieron el Premio Nacional de Periodismo post mortem, el 15 de mayo de 2008.


Candelario Pérez Pérez
23 de junio de 2008
Letras truncas: Cobertura policiaca en Juárez

En 2020, el nombre de Candelario Pérez Pérez aparece en cuanto se buscan en la red a periodistas asesinados en México; pero si se intenta localizar el desenlace de su caso, no se encuentra nada. La investigación de su muerte se quedó en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua y es la hora que no se determina si estuvo relacionada con el periodismo. Candelario tenía 32 años, seis hermanos, una esposa y dos hijos. Tenía 15 años de trabajar como reportero en la revista policiaca, Suceso, que su papá Candelario Pérez Rodríguez editaba desde hacía treinta años. También ayudaba a diagramarla.

El 23 de junio de 2008, hacia las 19:30 horas, Candelario se dirigía a casa de sus padres en un vehículo de tipo Chevrolet, con matrícula de Texas, cuando le dispararon unos individuos con metralletas AK-47, que iban en una camioneta gris. Los investigadores encontraron en el sitio impactos de bala calibre 9 milímetros.

Frente a la escena del crimen, Candelario Padre le dijo a los medios que su hijo había participado en un altercado en un bar. También hizo saber que la víctima compraba automóviles y luego los vendía, como complemento de sus actividades en la revista. Esas palabras sirvieron para  desligar al ejercicio informativo del caso desde el principio.

Como fuere, la pluma de Candelario Pérez Pérez fue arrancada de Ciudad Juárez, Chihuahua, en el segundo año de la política de seguridad del Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa traducida en una guerra contra los grupos delincuenciales. Y ocurrió en ese contexto. Al temor desatado en el norte del país, se añadió el espectacular asesinato de Calendario Pérez Pérez. A esas alturas del año, en Chihuahua se habían contabilizado 500 muertes violentas.

Días después del ataque, el padre dijo sentirse muy enfermo del corazón. Volvió a pensar que todo se originó en la riña del bar. Lo cierto que es la hora en que se desconoce si Candelario Pérez Pérez se fue por su trabajo periodístico. Ni siquiera eso ha podido establecerse.


Alejandro Fonseca Estrada
23 de septiembre de 2008
Letras truncas: Programa de radio

En 2000, Andrés Granier Melo se convirtió en presidente municipal de Centro, Villahermosa, Tabasco y de ahí, dio un salto político a la gubernatura del estado, de 2007 a 2012. Durante su gestión enfrentó dos hechos memorables para mal:  las peores inundaciones de la región, que dejaron un millón de damnificados, y el asesinato del locutor Alejandro Zenón Fonseca Estrada.

En junio de 2013, fue puesto en arraigo por desfalco al erario. Seis años después de estar en prisión en la torre médica de Tepepan, regresó al estado. Dijo que demandaría a su sucesor en el Gobierno, Arturo Núñez, y al ex Presidente Enrique Peña Nieto, quienes según él, se confabularon para acusarlo.

A Alejandro Zenón no ha vuelto a mencionarlo. Y eso que en su momento, se comprometió con la investigación y a ofrecerle un homenaje post mortem que jamás ocurrió.

El locutor fue asesinado cuando colgaba una manta en la que manifestaba repudio a la violencia y apoyo al exgobernador. Aunque los ojos del mundo volteaban hacia el norte de México, en el sur, también se había desatado la violencia como una bestia. En las secciones de “sociales» de los principales diarios, las notas que informaban del éxodo de familias adineradas hacia Estados Unidos o Canadá. En los primeros siete meses del año se habían cometido 41 secuestros, el doble de los registrados en el mismo periodo de 2007.

Alejandro Zenón Fonseca Estrada nació en 1975 en el hospital de Petróleos Mexicanos. En 2002, terminó la carrera de Administración de Empresas en el Tecnológico de Querétaro; pero su atracción verdadera era el micrófono. Su primer empleo fue en una radiodifusora pública. Luego, fue contratado para conducir un programa en Conexión 90.9. Al lado de su hermano Ramón, su representante, logró un espacio en Exxa, de la Organización Editorial Mexicana.

En la universidad había ganado el apodo de “El Padrino”. Entonces, así se hizo llamar, “El Padrino Fonseca”. En Villahermosa era un personaje. A veces, salía a la calle con una máscara de «El Santo» para saludar a los niños. Había empezado una campaña en contra de la violencia.

“Solamente voy a dar un pequeño aviso. Para aquellos que crean que vivo, hemos sido un poquito incómodos para la gente mala, imagínese como espíritu. Así que no me tienten, eh. No vayan a hacer que yo me convierta en espíritu y me quieran matar porque soy peor como espíritu. A la gente mala, si me convierto en espíritu, le voy a jalar las patas todas las noches … A los malhechores .. Esto es un conjuro”, dijo en una de sus últimas emisiones en lo que parecía premonición.

A las nueve de la noche del 23 de septiembre, colocaba una lona en el centro de Villahermosa.

– Padrino, ¡Quita la lona y bájate! -le ordenó Ricardo Ortiz, alias El Pitufo, jefe de un grupo de Los Zetas, según su propia declaración cuando fue detenido en octubre de ese mismo año.

– Estoy trabajando, déjame chambear -le contestó Fonseca. Luego, vinieron las balas que acabaron con esta voz.

Ahora que el exgobernador ha vuelto, no lo ha mencionado.


David García Monroy
9 de octubre de 2008
Letras truncas: Política

David no alcanzó a llegar al triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia de la República ni a ver a Manuel Bartlett Díaz, como parte de su Gabinete. ¿Qué análisis habría hecho? Bartlett fue uno de los personajes que más abordó en su trabajo como periodista independiente para El Diario de Juárez, La Jornada y El Diario de Chihuahua. En sus últimos años, en sus columnas, criticó a la izquierda radical a la que comparaba con Robespierre.

Cuando bebía una cerveza el 9 de octubre de 2008 en el bar Río Rosas, lo alcanzaron las ráfagas de una metralleta. David – jeans, playera y tenis- cayó de inmediato. Él, que viajaba en bicicleta, dejó la última que tuvo amarrada de un poste. Las fotos de su crimen, reprodujeron la imagen de la bicicleta a la deriva. La policía dijo que aquello fue una lluvia de balas, que David estaba “en el lugar equivocado”, que iban por otros cuatro individuos. En el sitio murieron otras diez personas. Coincidencia o no, pero la pluma de David fue tumbada en ese evento.

El portavoz de la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua, Eduardo Esparza, narró que los asesinos llegaron encapuchados al lugar en una furgoneta, entraron en el bar y abrieron fuego de forma indiscriminada.

García Monroy estaba en la etapa en que sus textos lo mostraban más como columnista del género de opinión que como reportero. Hacía referencias a Gramsci, intelectual italiano. Y así, logró captar a la audiencia. Era muy leído, como suele decirse en el argot periodístico de Chihuahua.

Cuando ocurrió el “verano ardiente” de 1986 y se denunció fraude electoral en contra de Francisco Barrio Terrazas, postulado por el Partido Acción Nacional, David andaba en sus veinte y pocos años. Vivió la experiencia de manera intensa como reportero de El Diario de Chihuahua. Acaso aquello influyó para que en 2006, el columnista apoyara el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa en la Presidencia de la República.

No sólo se dedicó a las publicaciones. En su juventud fue predicador de la Iglesia de Los Testigos de Joehová. Como adulto, tocaba la guitarra para los más pequeños y ayudaba a los niños de la calle. Su velorio estuvo lleno de niños. [/expand]


Miguel Villa Gómez Valle
10 de octubre de 2008
Letras truncas: Un diario propio 

El 15 de septiembre de 2008, durante la fiesta de «El Grito de Independencia», en Morelia detonaron granadas en medio de la multitud. El caos dejó heridos, además de personas aplastadas. Ocho muertos y 132 heridos, más 20 de gravedad fue el saldo de este evento casi al final de un año marcado por la violencia en el país entero. La entonces Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República) capturó a tres presuntos responsables de este caos. Eran supuestos integrantes del cártel de «los Zetas». En 2015, un juez determinó que en el caso hubo fabricación de pruebas, tortura y otras violaciones a derechos humanos. Los detenidos salieron libres sin sentencia y por violación al debido proceso.

Cuatro años antes, Miguel había logrado fundar el periódico La noticia de Michoacán. En sus planas, se le dio voz a los detenidos. Fue esta cobertura la que sus compañeros identificaron como la causa de su asesinato. Lo cierto es que aún no está comprobado. En realidad, el periódico no estaba especializado en la nota roja. La oferta de lectura incluía cultura, orientación de a dónde ir, salud y educación, lo que lo distinguía de otros emprendimientos en la región.

Miguel fue un periodista visionario y con alta confianza en que era posible que los mismos profesionales de la información adueñaran su medio. Nacido en Guerrero, creció en Michoacán. Ahí, a los 18 años, comenzó a reportear. En 2004, mediante un crédito, decidió lanzar su propio medio que en un año alcanzó dos mil 500 ejemplares. Un fenómeno de ventas en Michoacán.

Pero todo acabó. Al periodista lo “levantaron” en las calles de Lázaro Cárdenas, en ese estado. A un kilómetro del entronque del municipio de la Unión, en Guerrero, lo mataron con seis balazos. Ahí quedó, boca abajo, con el gafete de La Noticia de Michoacán entre la ropa. Su ser fue velado en la redacción. Le llevaron la banda. Le tocaron “Mi gusto es” y “Puño de tierra”. Su esposa Irania Ibeth y los tres hijos que procrearon lo bendijeron. Tras la partida de Miguel, la dirección del diario la tomó Francisco Rivera Cruz y después, la misma Irania Ibeth. Aquellas planas, soñadas para presentar información sobre el fenómeno de la violencia, dejó de publicar sobre esa temática. En septiembre de 2012, el periódico fue traspasado.

La averiguación se inició en el municipio de La Unión. En estos días, nada saben ahí del caso.


Armando Rodríguez Carreón
13 de noviembre de 2008
Letras truncas: Cobertura del fenómeno de la violencia

Era muy popular, tanto que su memoria es uno de los emblemas de los periodistas asesinados en México. El Diario de Juárez publica una foto de su afable rostro en cada aniversario de su muerte, ocurrida el 13 de noviembre de 2008. Es uno de los pocos casos de periodistas asesinados en México, en los que hubo sentencia condenatoria, pero la autoría no ha logrado descubrirse, pese a que han pasado más de 11 años.

Diez balas calibre 9 milímetros perforaron su Nissan blanco. Ciudad Juárez ya era esa Ciudad Juárez asociada con la violencia inexplicable, perpetrada por un ente invisible y de mil brazos, llamado crimen organizado. Armando había logrado, con puro trabajo reporteril, meterse en las arterias. Su pluma le dio a conocer al mundo sobre los más de mil homicidios que ese año -el segundo de la guerra en contra de la delincuencia, declarada por Felipe Calderón Hinojosa- fueron perpetrados en esa frontera.

El periodista estaba por llevar a su hija, Jimena -de ocho años- a la escuela. Lo asesinaron enfrente de ella. Dentro de la casa estaba su esposa, la periodista Blanca Martínez, quien al escuchar los disparos resguardó a Ghalia -de seis años- y a Elías, un bebé. Quedó pendiente la entrega de ese día: el ataque mortal en contra de dos comandantes de la Policía Estatal.

Su expediente consta de 454 fojas. Vistas a la distancia de los años, son un cementerio. Ahí quedaron los nombres de varios funcionarios que, en los años siguientes al homicidio del periodista, fueron asesinados. Carlos Soltero Cano, quien notificó el deceso del periodista en el Registro Civil; José Limón Ibarra, agente de la Séptima Agencia del MP federal; Pablo Pasillas Fong, secretario de la misma agencia investigadora y agente asignado al caso; Víctor Hugo Tovar Galaviz, agente ministerial que llegó a la escena del homicidio y Saúl Chávez Sandoval, perito de evidencias.

Este homicidio fue atraído por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, que por esos días acababa de cambiar de nombre. En 2015, fue sentenciado a 30 años, Juan Alfredo Soto Arias, el Arnold o el Siete, quien declaró que cometió el crimen acompañado por José Julio Gómez Castañeda, quien fue el que disparó. La investigación consignó que este hombre se suicidó el 1 de diciembre de 2014 en el Centro de Readaptación Social estatal 3 de Ciudad Juárez, donde era juzgado por extorsión. Nunca aceptó la muerte del periodista.

Armando nació el 18 de junio de 1968 en Camargo, Chihuahua. Ahí fue a la primaria, secundaria y preparatoria. En la secundaria, le pusieron el apodo de “Choco”. Desde entonces, ese era su apelativo cariñoso. En 1986, se fue a Ciudad Juárez para ir a la universidad. Se licenció en Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de donde se graduó en 1991.

Apenas tenía un año en la facultad cuando comenzó a trabajar como técnico en cabina y después como camarógrafo en el Canal 44. Logró especializarse en las transmisiones a control remoto. En 1991, Televisa instaló oficinas en Ciudad Juárez y puso el canal 56. “Choco” ingresó a la cabina, pero después se desempeñó como camarógrafo de reporteros. En ese canal conoció a la periodista, Blanca Alicia Martínez de la Rocha, con quien se casó y procreó tres hijos. Aunque se había desarrollado en el periodismo televisivo, en 1992 ingresó a al periódico Norte, como reportero de la fuente policiaca. Al siguiente año, el 10 de junio de 1993, se fue al Diario de Juárez. Regresó a esa redacción en 1997. Una década después esas planas estarían dando cuenta de su muerte.


Jean Paul Ibarra Ramírez
13 de febrero de 2009
Letras truncas: Imágenes

En este caso, sí hubo sentencia, pero también persisten las dudas. El caso se desligó de la actividad periodística. El 26 de febrero de 2009 -13 días después del asesinato- las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado detuvieron a Mario Cereso Barrera, quien caminaba sobre la calle principal de la colonia Loma del Zapatero en Iguala. En su declaración, admitió haber privado de la vida a Jean Paul porque este lo intimidó al tomarle fotos. Le había vendido cadenas de latón, como oro. Una de las versiones desestimadas es que la víctima había fotografiado a unos sujetos que se dedicaban a extorsionar a comerciantes de la Feria de la Bandera.

El asesino confeso purga una condena de cuarenta años de prisión.

Jean Paul tenía cinco años como reportero gráfico en las secciones de deportes y policía del diario El Correo. Nació el 27 de noviembre de 1975. Hizo dos licenciaturas, en derecho y ciencias sociales. Su novia, Yeni Yuliana Marchán Arroyo, contó a los periodistas tras su asesinato que Jean Paul solía decir que había estudiado abogacía por una promesa hecha a su abuelo. Sin embargo, brindaba apoyo a sus amigos como litigante sin cobrar por el servicio.

La noche del 13 de febrero de 2009, Jean Paul y Yeni se dirigían al Servicio Médico Forense para realizar una orden de trabajo asignada a ella quien laboraba en Diario 21. Iban en una moto. En la carretera federal Iguala-Chilpancingo les dispararon. Ambos cayeron heridos. Ella con tres impactos de bala. A él le dieron un tiro de gracia. Los casquillos percutidos calibre 45 quedaron sobre el asfalto.

Jean Paul no alcanzó a registrar ese mismo escenario donde cinco años después, 43 estudiantes de la Normal Rural Superior de Ayotzinapa, desaparecerían en el clímax de una fase de violencia brutal en Guerrero que no ha concluido. Su muerte dio cuenta que ser periodista en México se convertía, cada vez más, en una una labor de alto riesgo. Serlo en su propio terruño era una decisión aún más peligrosa.


Luis Daniel Méndez Hernández
22 de febrero de 2009
Letras truncas: Radio

El presidente municipal de Huayacocotla, Veracruz, Mario Jorge Pérez Martínez, le retiró la máscara de carnaval. “¡Aquí tenemos a Luis Daniel Méndez, nuestro amigo de La Poderosa!”, recalcó.»Él es Luis Daniel Méndez». Había subido al estrado para que le reconocieran el traje que le preparó su mujer durante meses. Se reveló que debajo de ese disfraz narigón, muy tradicional, estaba el encargado del área de prensa de la Comisión Estatal de Arbitraje Médico, que combinaba su labor con la de reportero de la fuente legislativa y política en la estación de radio “La Poderosa de Tuxpan” del grupo Radiorama en Veracruz. El periodista tenía 24 años de edad.

La noche del 23 de febrero del 2009, en Veracruz se celebraba la fiesta del Carnaval. Después de bajar del estrado, convivir un poco, decidió irse a su casa a cambiarse. Rumbo al Club Social Barrio Los Pinos, un grupo de cuatro hombres estaban enfrascados en una riña. Luis Daniel siguió su camino. Pero por la espalda, Alejandro Rodríguez Hernández, de 34 años de edad, le apuntó un revolver Smith & Weston Mágnum 357 y le soltó un disparo. El periodista se tambaleó. Luego, vino la segunda bala que lo aniquiló. Y sobre eso, otros tres.

En medio de la calle Niño Perdido del municipio que lo vio nacer, a Luis Daniel ya nadie pudo ayudarlo. Quedó boca abajo. Aún no se llevaban su cuerpo cuando el entonces Procurador de Justicia del Estado, Salvador Mikel Rivera, descartó que el asesinato haya tenido que ver con la actividad profesional. Así, no fueron considerados elementos de cargo las amenazas que en junio del 2008 le hicieron tres hermanos del entonces presidente municipal, Armando Pérez Martínez. Le reclamaron sobre los temas que tocaba en sus reportes diarios desde el Congreso del Estado.

Mucho menos las del ex alcalde, Martín Monroy, que le advirtió que lo mataría “por ponerse con los perros grandes” cuando él tan sólo era una “cría” en aspiraciones políticas. Luis Daniel Méndez había manifestado que le gustaría ser Alcalde.

¿Por qué el mismo alcalde le quitó la máscara aquella noche de carnaval? La pregunta no ha sido esclarecida.


Carlos Ortega Melo Samper
3 de mayo de 2009
Letras truncas: Corrupción

El periodista Carlos Ortega Samper fue asesinado de tres balazos en la cabeza en el municipio de Santa María El Oro, de donde era corresponsal del diario El Tiempo de Durango, que se publicaba -aún se publica- en la capital del estado. Sus últimos meses los vivió amenazado. Hacía dos semanas que había publicado una nota en la que informó sobre la corrupción del rastro municipal.

Su obra periodística no es localizable con facilidad. El Tiempo de Durango es una publicación en papel, sin portal cibernético. De modo que el nombre de Carlos Ortega Melo Samper da como búsquedas, las amenazas recibidas, así como la forma en que fue asesinado. Pero no está el desenlace de su caso porque año con año se queda pendiente y contribuye con ese 99.3 por ciento de impunidad de asesinatos de periodistas. El expediente se quedó en la procuraduría del estado y pese a muchos elementos de cargo, no avanzó.

El 29 de abril envió una nota en la que aseguraba haber sido amenazado por Martín Silvestre Herrera, presidente municipal; Juan Manuel Calderón Herrera, encargado de los programas federales y del rastro, y Salvador Flores Triana, agente del Ministerio Público. Los dos primeros lo habían amenazado por la nota sobre el rastro, y el tercero por una investigación que traía bajo el brazo.

Pero en marzo, su camioneta fue incendiada delante de su casa.

Y años antes, en 2005, después de diferencias con el entonces alcalde Miguel Carrete Sáenz, el periodista fue arrestado en su domicilio bajo la acusación de vender alcohol sin autorización. Pasó 24 horas en prisión. Al salir, presentó una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado, la cual falló a su favor. El desenlace de este episodio fue la recomendación a la policía de Durango de sancionar a los elementos que lo detuvieron.

El 3 de mayo, día de la Santa Cruz en México, el periodista regresaba a su domicilio en su camioneta cuando fue interceptado por cuatro ocupantes de otro vehículo. Sus vecinos dijeron que el reportero bajó para reclamar, pero intentaron subirlo a la fuerza al otro vehículo. En el forcejeo, uno de los agresores le disparó.

Tenía 52 años. Según el Comité para la Protección de Periodistas fue el tercer periodista asesinado en México en lo que iba del año. Morirían nueve más.


Eliseo Barrón Hernández
25 de mayo de 2009
Letras truncas: Cobertura policiaca

Un grupo armado de ocho sujetos irrumpió en la casa del periodista cuando tenía unos minutos de haber llegado. Veía la televisión, a lado de su esposa Judith y sus hijas Ana Sofía y Yamileth. Se lo llevaron. Un día después, su cuerpo inerte fue hallado en las orillas del canal de Sacramento, a la altura del ejido Eureka, enclavado en Gómez Palacio, Durango. Había evidencias de tortura. Ha pasado una década y esta tragedia no tiene ninguna luz de por qué o para qué. Eliseo Barrón Hernández trabajaba para Grupo Multimedios.

Barrón Hernández realizó sus primeros trabajos periodísticos en Ciudad Acuña, Coahuila, en el diario Zócalo. Ahí estuvo medio año. Luego regresó a Torreón y encontró un espacio en La Opinión. Se le recuerda como un gran compañero que además del periodismo, tenía pasión por el deporte. Su trabajo en la hemeroteca de Zócalo da cuenta de un cuidado por apegarse a los hechos. Sus notas policiacas jamás omitían la versión oficial. Con ese perfil, Eliseo Barrón Hernández tuvo que enfrentarse a la nueva realidad de la Comarca Lagunera donde emergió la violencia adjudicada a células de cárteles que habían sido descabezados, durante la guerra en contra de los grupos de crimen organizado, iniciada desde el Gobierno federal.

La Procuraduría General de la República se hizo cargo del caso (averiguación PGR/Dgo/GP/144/2009). En su caso ocurrió algo sin precedentes. Después de manifestaciones de colegas y la exigencia de los directivos de Multimedios, la Procuraduría ofreció cinco millones de pesos a quien proporcionara información sobre los presuntos asesinos. El jueves 11 de junio de 2009, el Ejército informó que había aprehendido a los asesinos del periodista Eliseo Barrón Hernández. Según él, fueron cinco sujetos, miembros de «los Zetas». Pero jamás los presentó ni detalló sus identidades. Y así, el crimen del periodista quedó tal cual: impune.

El entonces Gobernador de Durango, Ismael Hernández Deras, fue el único, dentro de la esfera gubernamental, que se atrevió a decir que la agresión mortal contra el Eliseo “por supuesto que era una reacción por las investigaciones que traía el reportero en torno al crimen organizado en la Laguna”. Pero descartaba que el hecho fuera parte de un “acoso sistemático a las actividades propias del periodismo”.

Después del asesinato de Eliseo, ciertos hechos se volvieron comunes en su región: temor, miedo, inseguridad, chantajes, actos oscuros, alianzas oscuras. El periodismo, poco a poco, quedó mal herido y tomó límites.


Juan Daniel Martínez Gil
28 de julio de 2009
Letras truncas: Noticiario radial

Lo empezaron a extrañar apenas unos minutos después de las 19:00 horas del 29 de julio de 2009. Jamás llegaba tarde al noticiario que conducía en W Radio Guerrero. La incertidumbre sobre su paradero no se prolongó. Sus colegas de la fuente policiaca sabían que el hombre que la policía había encontrado enterrado en un lote baldío de la colonia La Máquina, en Acapulco, Guerrero, era él.

Acababa de cumplir 50 años de edad y 30 como conductor de noticiarios.

Dos años atrás, su nombre apareció en una lista de 13 periodistas sentenciados a muerte, dada a conocer por un supuesto grupo guerrillero, denominado “Brigadas de Insurgencia Revolucionaria”. Había otros 12 comunicadores; entre ellos, Amado Ramírez, cuyo crimen ya se había cometido. El grupo dijo aquella vez que la ejecución de Amado era un error, que iban tras Silva.

Pero eso resultaba extraño. Juan Daniel fue un periodista que se conducía con cautela. Su amigo y compañero de cuadrante, Enrique Silva, declaró después del asesinato: “Era un periodista muy institucional, cauto, evitaba tocar temas espinosos, era muy responsable. Me regañaba cuando escuchaba algún comentario mío que consideraba peligroso. Yo le decía, miedoso; él siempre contestaba: más vale miedoso vivo que valiente muerto”.

El noticiario del 28 de julio de 2009, lo cerró con las palabras: “De lo importante está usted informado”, un poco con el estilo de Pepe Cárdenas, su mentor. Se fue en su Peugeot 206, convertible, que hasta la fecha no ha aparecido.

Su caso, fincado en la Procuraduría de Justicia de Guerrero, se plagó de especulaciones. En 2005, el periodista estuvo unas horas en la cárcel, acusado de abuso sexual. Salió libre al no comprobarse la acusación pero le costó su matrimonio, en el que no hubo hijos. Ese antecedente sirvió para surgiera la hipótesis entre el gremio de que el padre de la menor se cobró por su cuenta, que los asesinos se equivocaron y hasta que tuvo amoríos con una pareja de Miguel Ángel Araujo Moreno, “El Buche”, lugarteniente de Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”.

“El Buche” murió junto con Arturo Beltrán Leyva en una detención que realizó la Secretaría de la Defensa Nacional en Cuernavaca, el 17 de diciembre del 2009.
No hay las suficientes luces sobre este expediente y sobre él, ha caído mucho polvo.


Norberto Miranda Madrid
23 de septiembre de 2009
Letras truncas: Cobertura del fenómeno de la violencia

En la última emisión de su noticiario, reportó que en menos de una semana, 14 personas fueron asesinadas en el área de Casas Grandes, Chihuahua, el municipio de 59 mil pobladores, donde residía, en el norte de México. “Desafortunadamente la violencia campea en las calles”, fueron sus últimas palabras ante el micrófono en la estación que él mismo montó en Internet. Su muerte pasó a ese récord. La forma en que lo asesinaron, también.

Un hombre encapuchado entró a las oficinas del portal de noticias Radio Visión. Preguntó: “¿Licenciado Norberto Miranda?” Enseguida, los disparos. Luego huyó en una camioneta que lo esperaba. Lo hizo con la soltura de cualquier homicida en ese año, registrado como el más violento en la historia de México. Se cumplían tres años de que el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa había decidido combatir con las fuerzas armadas al crimen organizado, lo que a todas luces, ya tenía resultados. Los grandes y antiguos grupos que tradicionalmente ejercieron el narcotráfico se dispersaron en células. Surgieron otros líderes que cada vez, se multiplicaban.

La Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua (ahora Fiscalía) tomó el caso. Y hasta ahora, lo único que ha informado es que junto al cuerpo acribillado del periodista, encontró 17 cartuchos percutidos, algunos de ellos eran de arma larga y otros de arma corta. Pese a que el asesino ingresó a la oficina y dejó huellas, la averiguación no avanzó.

Además del programa de radio, Norberto Miranda Madrid era autor de la columna “Cotorreando con el Gallito”. Tenía 43 años de edad y lograba combinar en sus textos su expertisse como abogado con la investigación periodística. Nació en el municipio de Ignacio Zaragoza, en condiciones de pobreza de las que salió. Estaba casado, con tres hijos.

Militó en el Partido de la Revolución Democrática. De hecho, fue candidato a Diputado y de 2005 a 2006, dirigió el comité municipal en Nuevo Casas Grandes.
Como periodista buscó en Internet nuevos canales de comunicación y logró una audiencia de miles. Lo logró al lado de su hermano José, quien lo acompañó en su último noticiario.


Bladimir Antuna Vázquez
12 de noviembre de 2009
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

José Bladimir Antuna Vázquez García, reportero policiaco del periódico Tiempo de Durango, fue víctima de un hecho que en México empezó a conocerse como “levantón”. La mañana del 12 de noviembre de 2009 se lo llevó un grupo armado. Su cadáver apareció casi a las 9 de la noche atrás de la clínica-hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.

El hombre que lo encontró dijo que lo acompañaba un mensaje que decía: “Esto me pasó por dar información a los militares y escribir lo que no se debe. Cuiden bien sus textos antes de hacer una nota. Atentamente, Bladimir”. La Procuraduría de Justicia de Durango informó que el cadáver presentaba señales de estrangulamiento.

Trabajó, hombro con hombro, con Eliseo Barrón Hernández, en desentrañar los temas de corrupción en Durango. Esta investigación, según había denunciado él mismo, le valió una cadena de amenazas. De hecho, su casa fue atacada a principios de 2009 y las llamadas anónimas a su teléfono celular se volvieron frecuentes.

Pese a ese cúmulo de información que precedió su muerte, es la hora en que la procuraduría no tiene más datos de quién o quiénes le colocaron el mensaje en el cuerpo, después de atacarlo.

Su asesinato fue uno de los nueve casos similares ocurridos en México ese 2009.

Era la mitad de la llamada “guerra contra el narco”, del expresidente Felipe Calderón, y conforme pasaban los meses, las noticias cruentas eran mayores, tanto en número como en crueldad. Apenas tres semanas antes había sido asesinado Carlos Ortega Melo Samper. En el caso de Bladimir se hizo lo mismo que en el de Melo Samper: de inmediato, las autoridades culparon a «Los Zetas».

Otro crimen de un periodista en el que aparecían «Los Zetas» como autores intelectuales. «Los Zetas», ese grupo amorfo, hueco, sin identidad aparente, pero que siempre era culpable. Después, fue fácil decir que los periodistas morían por coberturas relacionadas con ese grupo sanguinario. Y ya. Al decir eso, ya no se decía nada más. Acaso por eso, la muerte de Bladimir aún no encuentra una explicación coherente.


Alberto Velázquez López
23 de diciembre de 2009
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

“Soy reportero de Tulum, me acaban de balear, fue gente de Marciano”. Con esas palabras el periodista originario de Tabasco, señalaba como responsable del atentado que acaba de sufrir al alcalde de Tulum, Marciano Dzul, el 23 de diciembre de 2009, en la víspera de navidad. Se lo dijo a los paramédicos de la Cruz Roja que lo llevaron a Playa del Carmen, en donde no había equipo suficiente para atenderlo. A Alberto lo trasladaron al Hospital General de Cancún, a 90 kilómetros de distancia, donde murió.

Lo aguardaban tres hijos y una esposa embarazada. Una semana después de su muerte, su hijo vino al mundo.

Fue periodista fundador del Diario Expresiones de Tulum. Estaba en un auto Chevrolet Corsa color rojo cuando a las 18:00 horas, dos hombres le descargaron una pistola calibre 38. Con el aliento de vida que le quedó pudo arrancar el auto y escapar. Cuadras adelante, perdió el control y se impactó contra una camioneta estacionada. “Soy reportero de Tulum, me acaban de balear, fue gente de Marciano”, dijo.

Desde que inició la administración de Marciano Dzul, el periodismo de Alberto fue crítico.

Pero en las investigaciones del caso se posaron nubes negras. Hubo personas que dijeron que era un periodista y abogado litigante que se dedicaba a extorsionar.

En la red se pueden encontrar notas que hacen referencia a una grabación en la que presuntamente intentó chantajear a un empresario al que le exigía un contrato de publicidad por 120 mil pesos más 350 pesos diarios.

Periodistas de la región desestimaron las versiones de que en el asesinato de Alberto tuvo que ver Marciano.

El agente del Ministerio Público inició la averiguación previa TAP-911/2009 en la que se asienta que el periodista también se dedicaba a litigar y llevaba casos relacionados con terrenos muy valiosos. Por ello, el caso se alejó de las hipótesis del ejercicio periodístico.

Además, en medios locales se hizo pública una presunta relación extramarital que es investigada como otro de los móviles del asesinato.
Con todo, Alberto Velázquez López fue un periodista que no llegó a la cena de navidad con su familia. Su crimen no ha sido investigado.


 

José Luis Romero
31 de diciembre de 2009
Letras truncas: Cobertura policiaca

Nació en San Lorenzo Nuevo, sindicatura de Higueras de Zaragoza, municipio de Ahome, Sinaloa, una zona rural. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Luchó durante toda su vida para lograr su sueño de ser periodista. Aunque se trata de uno de los estados más fértiles en cultivos de varios alimentos, la desigualdad social recorre rancherías y ciudades.

En 1987, inició sus labores profesionales en Los Mochis, Sinaloa, en el noticiario Notisistemas, donde ganó el apodo de “amigo de los policías”. Desde ese personaje periodístico realizaba la crónica de la situación sinaloense que ese año, se enredó. Cuando se trataba de explicar qué pasaba con el narco en México, los ojos siempre iban a Sinaloa. Los estereotipos llenaron la tierra. Se contaban leyendas. Y esos relatos -muchas veces insólitos- eran la única explicación de lo que ocurría.

José Luis Romero también fue víctima de un “levantón”, como le ocurrió a otros periodistas en el norte de México en este año. Un grupo de hombres con pasamontañas se lo llevó cuando estaba por entrar a un restaurante. Fue privado de su libertad y subido a la fuerza en una camioneta pick up. Fue encontrado muerto el 16 de enero de 2010 en un camino rural en las afueras de Los Mochis, Sinaloa. Hubo evidencias de tortura. Las manos las tenía quebradas. El detective de la Procuraduría de Justicia de Sinaloa, encargado de la investigación,  también fue asesinado seis horas después de haber tomado el caso.

José Luis fue fundador de Radio Línea Directa y estuvo encargado de la cobertura policiaca para la estación por más de veinte años.

Como en Coahuila, en Sinaloa, los culpables también encontraron lugares comunes. Acá eran los gatilleros de la organización de los hermanos Beltrán Leyva y también de «Los Zetas», que habían iniciado una guerra en contra de Joaquín Guzmán Loera, «el Chapo», e Ismael Zambada García, «el Mayo», líderes del cártel de Sinaloa.

“José Luis fue una víctima más del la farsa que fue la guerra al narco”, dejó asentado en un perfil el activista por la defensa de los derechos humanos, Ramón Quintero. Hasta hoy, el ente de mil cabezas del “crimen organizado” fue el único culpable.


Valentín Valdés Espinosa
8 de enero de 2010
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico en sus nuevas formas

Trabajó para el periódico Zócalo en Saltillo, Coahuila. Casi a la media noche del 8 de enero, su cuerpo fue encontrado con señales de ejecución. El caso, rechazado en princpio como relacionado con el ejercicio periodístico, continúa abierto en la Fiscalía de ese estado.

 


Jorge Ochoa Martínez,
29 de enero de 2010
Letras truncas: Cobertura policiaca

En realidad, el caso de Jorge Ochoa Martínez, de 56 años de edad, lo investigó su propia familia. Fue asesinado cuando regresaba de una fiesta en Copala, en su automóvil.

Su familia tuvo que recuperar la ojiva de la bala en el interior del coche después de meses que la Procuraduría de Justicia de Guerrero se negó a investigar. Las autoridades anunciaron la detención del presunto homicida y se dio por cerrado el caso, pero los parientes del periodista hablaron con el detenido. Les narró su aprehensión y los convenció de que era un “chivo expiatorio”.

Les dijo que lo detuvieron en su propia casa. Ellos pensaron, ¿qué asesino regresa fríamente a su casa, como si nada?

Además, un anónimo envuelto en una bolsa de plástico que llegó a la oficina del Sol, quince días después del homicidio, presentó una lista con los nombres de los sujetos que habrían participado. Familiares y compañeros de Ochoa acordaron no entregar esa información a las autoridades porque presentían que habría más sangre y ya no podían más.

Jorge Ochoa tenía más de veinte años en el Periodismo. Desde el principio, la fuente policiaca fue lo suyo. Trabajó en las redacciones de “La Voz de Guerrero” de Iguala, “Vértice Diario”, “Tiempos de Guerrero” y en “El Sol de Chilpancingo”. También fue director del periódico La Tarde de Chilpancingo.

Después, se convirtió en un periodista emprendedor. Formó El Sol de la Costa, un periódico en Internet que cambiaba de edición los lunes, miércoles y viernes en Ayutla de los Libres. Además tenía el semanario El Oportuno, que se publicaba en Chilpancingo, lugar donde pasaba los fines de semana con su familia.

El reportero denunció amenazas ante el Ministerio Público para que dejara de incluir nota policiaca en sus ediciones. Las recibió por teléfono en su oficina.

Denunció ante un Ministerio Público y dejó de publicar la información que suponía incómoda durante unos meses. Pero El Sol de la Costa retomó esas coberturas después de casi medio año. Su muerte llegó casi de inmediato.


Jorge Rábago Valdez
3 de marzo de 2010
Letras truncas: Información general

El caso del periodista Jorge Rábago Valdez es uno de los más complicados. Aquí no se culpó al ente amorfo del “crimen organizado”; sino a la muerte natural. En la información oficial se sostuvo que murió a causa de un añejo padecimiento. Las investigaciones alternas apuntaron a que sus secuestradores lo torturaron hasta morir, el 2 de marzo de 2010.

La última fue la más creíble porque en Tamaulipas, la violencia no paraba y los informadores no eran libres.

Con 49 años de edad y 25 de trayectoria, el periodista se desempeñaba como comentarista radiofónico y colaboraba con los periódicos digitales Circo Urbano y Reporteros en la Red. En el último publicaba la columna “Sin límites”.

Como periodista le preocuparon los códigos de ética y la buena ortografía. Siempre estaba dispuesto a ayudar a sus colegas en esas materias. Sus últimas notas fueron sobre la designación de candidatos municipales y a Gobernador.

Sobre su muerte por causas naturales, la Procuraduría de Justicia de Tamaulipas contribuyó. Le brindó información de la autopsia a la la Relatoría especial para la Libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Que fue un “shock hipovolémico” por una pérdida de líquidos corporales, decía el documento.

Pero algunos que en 2010 no se atrevieron a dar sus nombres, como no se atreven ahora, expresaron que Rábago Valdez fue secuestrado antes de su muerte como sucedió con otros siete periodistas de Reynosa, entre el 18 de febrero y 3 de marzo de ese año. Algunas organizaciones civiles hilaron las dos versiones: El periodista habría sido “levantado” el 19 de febrero al salir de una fiesta, liberado días después por sus captores y hospitalizado con huellas de tortura y en estado de coma, tras ser golpeado con furia y amordazado.

Según el Comité para la Protección de los Periodistas “la policía se había llevado a Rábago antes de su muerte” mientras que la Sociedad Interamericana de Prensa estacó que “fue abandonado el 1 de marzo en una carretera de Matamoros”.

El 11 de marzo de 2010, la Procuraduría General de la República inició averiguación previa por el delito de secuestro, mientras que la estatal inició otra por privación ilegal de la libertad y otras garantías. En el estado, el caso se cerró. A nivel federal, no está a la mano, como tampoco las noticias de su avance.


Evaristo Pacheco Solís
12 de marzo de 2010
Letras truncas: Política y la violencia que surgía

A las 7:00 horas del 12 de marzo del 2010, a las redacciones empezó a llegar por la señal de la policía  sobre el hallazgo de un cuerpo cerca de Jalapa, Guerrero.

Que se trataba de un hombre joven, de camisa a cuadros color azul, pantalón azul marino y calcetines azules. Se daba la descripción de esa vestimenta casi monocromática porque no se encontraron identificaciones. Lo que sí estaba en esa escena eran cinco casquillos percutidos de bala calibre 25. El hombre estaba tirado a la orilla de la carretera Chilpancingo-Chichihualco, a un lado de la carretera a Chichihualco, en las inmediaciones de Jalapa, perteneciente al municipio de Eduardo Neri.

En el Sistema Médico Forense se dictaminó como causa de esta muerte cinco orificios de bala, uno en el cráneo y cuatro más en el pecho.

No fue hasta la noche que un agente del Ministerio Público llamó a los familiares del periodista Evaristo Pacheco Solís porque a esas alturas del evento, se tenían ciertos indicios que era él. Tenía 33 años de edad y su carrera se había concentrado en el semanario Visión Informativa con coberturas, tanto de política como de la fuente policiaca.

El hecho le dio la vuelta al mundo porque este asesinato colmaba los sucesos violentos en México. Otro periodista moría de forma brutal; de modo que la entonces Directora de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Irina Bokiva, exigió a las autoridades mexicanas “aumentar sus esfuerzos para mejorar las condiciones de seguridad y disminuir los peligros” que enfrentaban los informadores.  A Evaristo Pacheco Solís lo aludió como “dueño de una historia” que ponía una vez más de manifiesto los grandes riesgos para hacer periodismo en México.

Pero nada ocurrió. Evaristo Pacheco Solís se convirtió en emblema de la impunidad y su nombre, bandera del clamor de justicia.

Estuvo el 19 de mayo del 2012 en la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, que ofreció una misa en memoria de 13 periodistas asesinados en Guerrero los últimos quince años.

Estuvo el 29 de mayo de 2012, cuando el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa Delegación 17 con sede en Chilpancingo, conmemoró el XXVIII aniversario luctuoso del periodista Manuel Buendía Téllez Girón (ultimado en 1984).

Estuvo el 30 de mayo del 2012 cuando periodistas de Chilpancingo, Guerrero, exigieron a la encargada de Despacho de la PGJEG, Martha Elba Garzón Bernal, que investigara las agresiones y asesinatos que habían sufrido sus compañeros.

Está, siempre está en los listados de periodistas asesinados y que no han obtenido justicia.


Francisco Rodríguez Ríos
28 de junio de 2010
Letras truncas: Política

Cuando fue asesinado, era corresponsal independiente de El Sol de Acapulco y de El Diario Objetivo de Chilpancingo. Fue delegado del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa y además, tenía un café Internet, con su esposa, María Elvira Hernández Galeana. A los dos los mató un comando armado que irrumpió en su negocio, frente al mayor de sus hijos, de sólo 17 años. Él tenía 49 años y ella, 36.

Las balas que fueron encontradas en la escena eran calibre 38, como las que repartió el programa Rápido y Furioso, del Gobierno de Estados Unidos, para rastrear delincuentes y del que ahora, el entonces Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, dice no haber estado enterado.

La mañana del 7 de mayo, el Presidente Andrés Manuel López Obrador se preguntó si Calderón Hinojosa sabía o no de esa apuesta que intentaba atrapar a miembros del crimen organizado mediante acciones encubiertas. El exmandatario reaccionó en su cuenta de Twitter con un hilo de mensajes. En dos de ellos, expuso: “La llamada operación Rápido y Furioso fue un operativo secreto, cuya implementación y resultados fueron revelados a agencias mexicanas en la medida en que fueron del conocimiento público resultados negativos no deseados por sus autores en el Departamento de Justicia. En ningún momento, el contenido ni la implementación específica de dicha estrategia judicial americana fue un tema que fuese materia de conocimiento, discusión y menos de acuerdo entre oficinas presidenciales”.

El hecho de que hubiera ocurrido en el café internet, hizo que la Procuraduría de Justicia de Guerrero filtrara que la primera línea de investigación era el robo. Pero los colegas insistían de forma anónima a la prensa local que no debía dársele demasiado peso a esa hipótesis. Los cafés internet no lograban reunir en una jornada más de 600 pesos. ¿A quién se le ocurriría robarles?

Y otra vez, como cuento de no acabar, el asesinato del periodista mexicano le dio la vuelta al mundo. Así que Irina Bokova, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura  volvió a decir que este tipo de crímenes no debían quedar impunes. Carlos Lauria, coordinador del Comité para la Protección de los Periodistas, dijo que la ola de asesinatos de informadores era la causa de la autocensura.

Algunos días antes de su muerte, él, junto con decenas de periodistas, condenó la violencia en contra de sus colegas. Horas antes,  reportó en el lugar de los hechos una marcha en conmemoración del XV aniversario de la masacre de Aguas Blancas, perpetrada en 1995.
Hasta el momento, este crimen no está claro. La investigación no ha avanzado.


Hugo Alfredo Olivera Cartas
6 de julio de 2010
Letras truncas: Cobertura policiaca

Hugo Alfredo Olivera Cartas perteneció al Heroico Cuerpo de Bomberos y Protección Civil de Apatzingán, Michoacán. Se incorporó desde los 16 años casi en un salto natural: su padre, de nombre homónimo, trabajó ahí. Cascos, escaleras, mangueras y alarmas llenaron la niñez de Hugo.

Cuando terminó la secundaria, fue voluntario en el cuerpo de bomberos y estudió para paramédico. Le tocaba hacer los reportes de los rescates. Fue su primer contacto con el periodismo porque tuvo que hablar con reporteros, fotógrafos y policías. Así, aprendió su lenguaje.

Ya era reportero cuando en 2006, la alarmas de Apatzingán eran esencia en la ciudad. El Presidente Felipe Calderón había iniciado la llamada guerra en contra de los grupos delincuenciales justo en ese estado con el operativo conjunto Michoacán. El trabajo de Hugo se volvió muy demandado. Fue corresponsal de La Voz de Michoacán y colaborador de la agencia Quadratín. La información lo obsesionaba. Se entregó a la profesión sin escatimar esfuerzos ni energía.

Tanto amor le prodigó al periodismo que fundó su propio diario, al lado de su padre. Lo llamaron El Día de Michoacán y después, constituyeron la Agencia ADN.

El aciago día en que iba a morir, cayó en la trampa de una llamada telefónica. Hugo salió de la redacción sin decir a dónde ni por qué. Parecía la típica escena del reportero que va por un dato valiosísimo.

Seis horas después, ya no estaba en este mundo. En un camino de terracería que conduce de Apatzingán a Buenavista, la policía reportó una camioneta Ford Lobo abandonada, placas HA85093 y logos de la agencia ADN. En el asiento del conductor estaba su cuerpo, con tres disparos de bala calibre 32 en la cabeza. La cartera abierta en el asiento. La tragedia no concluía ahí. Horas más tarde desconocidos irrumpieron en las oficinas de El Día de Michoacán y ADN para llevarse discos duros de computadoras y memorias con información.

Tenía apenas 27 años, estaba casado, con dos hijos. Siete hermanos.

En esta historia, no sólo la Procuraduría echó el polvo del olvido. La familia también. Después del trauma de los días sin Hugo decidieron no hablar más del tema, dejarlo a la justicia divina.


Guillermo Alcaraz Trejo
10 de julio de 2010
Letras truncas: Documentalista

Tenía apenas 24 años de edad. Había sido camarógrafo para varios medios, y antes de su asesinato era editor de videos y hacía documentales para la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Chihuahua. El 10 de julio de 2010, pasó a saludar a sus amigos del periódico Omnia, con quienes había trabajado. Al salir, le arrebataron la vida con proyectiles de Ak-47, como si se tratara del peor enemigo de alguien.

Algunos de quienes lo conocieron no desean hablar de este crimen, como de ningún otro, en particular, ocurrido en Chihuahua en esa época. En el caso de Guillermo el laberinto de preguntas es más intrincado porque hay más preguntas que claridad. Llevaba un año sin ejercer el periodismo. Entonces, ¿quién deseaba interrumpirle la vida?

A 10 años de la tragedia, la familia ha decidido no seguir el proceso judicial. Desde el principio, sólo encontró frustraciones al grado de que un día, ya no las soportó.

Gabriela, quien fuera su novia, también dejó de acudir a la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua. “Dejé de seguir su caso porque siempre que fui me dieron malos tratos, malas caras”, le dijo a la periodista Silvia Lee para un perfil publicado en el libro “Tú y yo coincidimos en la noche terrible”.

La noche en que iba a ocurrir su asesinato, Gabriela Chacón la tiene presente. “Fue por mí, y cuando estábamos despidiéndonos, yo arranqué mi auto primero. No pasaron ni cinco segundos cuando escuché la ráfaga. Me detuve. Llamé a la policía. Les di la descripción de la camioneta, de las personas que iban en ella, de la dirección que tomaron, y regresé para ver en qué podía ayudar. Pero ya no se podía hacer nada. Después de que lo vi, no dejé que nadie se acercara. Cerré el carro, estuve con él. Salieron mis compañeros y cerraron el perímetro para que nadie pudiera tomarle fotos. Cuando llegaron los ministeriales me quitaron. Entonces fue cuando le hablé a mi hermana”.

Así murió el documentalista Guillermo Alcaraz Trejo.


Marco Aurelio Martínez Tijerina
10 de julio de 2010
Letras truncas: Emisión de radio

La mañana del 10 de julio, la familia de Marco Aurelio denunció su desaparición. La noticia ya estaba en las redes sociales. Por la noche, una llamada anónima alertó a los cuerpos de seguridad sobre un cuerpo al lado de la carretera Montemorelos-Rayones, a la altura del kilómetro 15, en Nuevo León. Según la policía ministerial, el hombre del hallazgo tenía puesta una corbata. Presentaba evidencias de tortura y al menos un tiro en la cabeza que habría recibido después de haberse puesto de rodillas.

Era el periodista Marco Aurelio Martínez Tijerina quien estaba ahí. Era su cuerpo. Era el hombre que días antes denunció amenazas de parte del entonces alcalde de Montemorelos  y después diputado local, Pablo Elizondo García, y su secretario de Seguridad Pública, Salvador Sepúlveda Trejo.

Había reunido 15 años de experiencia periodística. Su currículum presentaba más coberturas policiacas. Llevaba un mes de laborar en la estación de radio XEDD La Tremenda 800 AM como reportero y locutor del noticiario «Diario Informativo 800», que tenía dos emisiones, una en la mañana, de 6.45 a 8:30 horas, y otra vespertina, de 6:00 horas a 6:30 horas. También había sido Director de Noticieros de la emisora XERN Radio Naranjera 950 AM y locutor principal en el noticiario «Contrapunto y Retos», un programa de opinión dominical.

Había sido reportero, redactor y formador de los periódicos locales La Razón y Las Noticias, así como corresponsal de Televisión Azteca, de Grupo Multimedios y de Televisa Radio (W Radio).

Su carpeta de temas era amplia, pero brillaba lo que ocurría en la llamada región citrícola de Nuevo León, lo que incluía el ámbito policiaco.

En su caso se sembró una hipótesis que impidió el avance de las investigaciones. La Agencia Estatal de Investigaciones divulgó sobre su crimen supuestos tintes pasionales. Pero ningún colega lo creyó. De cualquier manera, no se avanzó en las investigaciones.


Luis Carlos Santiago Orozco
16 de septiembre de 2010
Letras truncas: Imágenes 

Con la siguiente editorial, el periódico El Diario de Chihuahua se dirigió de manera directa al crimen organizado al que reconocía como autoridad de facto en ese estado. Si los intercambios epistolares son justos en esencia, este no lo fue. Jamás hubo una respuesta. Fue como aventar una botella con una carta al mar. En cuanto al asesinato de Luis Carlos, la investigación no prosperó y diez años después, no hay sentencia. La carta, con alto valor hemerográfico, es hoy un homenaje a ese periodista que cayó el 16 de septiembre de 2010.

Ambos reporteros gráficos fueron agredidos en el estacionamiento del centro comercial Rio Grande Mall, ubicado en las avenidas Paseo Triunfo de la República y Adolfo López Mateos, a menos de dos cuadras de distancia de esa casa editora.

El ataque fue perpetrado el 16 de Septiembre a las 2h de la tarde; los jóvenes viajaban en un vehículo Nissan Platina que les prestó otro colaborador del Diario, Alejo de la Rosa, hijo del derechohumanista Gustavo de la Rosa Hickerson.

El auto de los atacantes era compacto y al parecer de color gris; era tripulado por al menos dos hombres jóvenes, de acuerdo con los testimonios recabados en el lugar de los hechos.

Luis Carlos recibió varios impactos de bala, uno de ellos en la región frontal y otro en la mejilla de lado izquierdo, por lo que su muerte fue prácticamente instantánea.

Al fallecer, estrelló la unidad que tripulaba contra otros dos autos estacionados.

Tras el ataque, el otro fotógrafo tomó su cámara digital y brincó por la puerta del auto, ya que quedó prácticamente atrapado contra los carros estacionados.

El fotógrafo fue perseguido unos cuantos metros por uno de los sicarios que le disparó al parecer en otras dos ocasiones sin dar en el blanco, sin embargo, los atacantes decidieron retirarse del lugar y huir.

En la escena del crimen los peritos aseguraron nueve casquillos calibre 9 mm. Como sobreviviente de los hechos Carlos Manuel Sánchez ha rendido su declaración ante el Ministerio Público del Fuero Común y Federal. Hay varias líneas de investigación que relacionan el móvil del crimen con actividades personales de Luis Carlos, informan ambas instancias.

«En noviembre me entrevistaron en la Procuraduría General de la República, pero no me han dicho nada de avances», dijo Sánchez Colunga, quien aún conserva el elemento balístico que le extrajeron del cuerpo. El Ministerio Público del fuero común abrió la carpeta de investigación 23277/10 que se encuentra prácticamente en abandono.

Tras el asesinato de Luis Carlos, la aparición de varias de las llamadas narco-mantas y el hallazgo de un hombre decapitado dentro de un auto donde dejaron abandonado una edición impresa del Diario de Chihuahua que tenía en la portada la noticia del crimen, la empresa publicó el editorial ‘Qué Quieren de Nosotros’.
«Es imposible ejercer nuestra función en estas condiciones. Indíquenos, por tanto, qué esperan de nosotros como medio».


Alberto Guajardo Romero
5 de noviembre de 2010
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

El día que perdió la vida, estaba de descanso.

Carlos Alberto Guajardo Romero era reportero de la fuente policiaca en Matamoros, Tamaulipas, en la frontera entre México y Estados Unidos, para el diario El Expreso. Estaba casado, con tres hijos.

A las 11:00 horas decidió ir en su camioneta a cubrir un enfrentamiento en la colonia Mariano Matamoros, donde elementos del Ejército y de la Marina mantenían un intenso enfrentamiento en contra de presuntos integrantes del cártel del Golfo. Querían atrapar a Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, alias «Tony Tormenta». Carlos Alberto decidió ir a la Secretaría de Seguridad por más información; pero cuando se iba, varios disparos impactaron su camioneta.

Después de ocho horas, todo acabó. Las fuerzas armadas abatieron a «Tony Tormenta». Fue una de las medallas que se colgó el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa en la supuesta guerra en contra de los grupos delincuenciales de México. El Presidente estadounidense Barack Obama le llamó para felicitarlo.

Todo acabó y disipado el humo, pudo verse el vehículo de Carlos Alberto. Ahí estaba dentro, hecho pedazos. Se contaron por lo menos 20 impactos de bala; además de la detonación de una granada de mano.

Algunos reportes indican que militares que participaban en el operativo creyeron que en el vehículo huían delincuentes y enfocaron sus miras hacia el auto en movimiento; otras informaciones señalan que Carlos fue víctima del fuego cruzado.

Guajardo Romero tenía quince años de trayectoria periodística. Había trabajado también para El Bravo, El Mañana de Matamoros y Contacto. El 8 de noviembre de ese mismo año el Comité de Protección a Periodistas [CPJ, por sus siglas en inglés] solicitó una averiguación exhaustiva sobre el deceso de Carlos y además hizo referencia al compromiso de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos [CNDH] de supervisar las investigaciones del Gobierno federal sobre el asesinato de Guajardo Romero. De hecho, la CNDH anunció que había iniciado una investigación de oficio sobre el homicidio del periodista. “Supuesta víctima del fuego cruzado”, lo llamaron.

En el espacio dedicado a Carlos en el sitio web del CPJ, Joel Simon, director ejecutivo, relató que sostuvo una reunión con el entonces Presidente quien ofreció “mayor supervisión” de las fuerzas de seguridad. Pero sobre Carlos Alberto jamás hubo un peritaje a profundidad. En su libro “Felipe Calderón. Decisiones difíciles”, publicado en mayo de 2020, el hombre que gobernó México de 2006 a 2012 omite el pasaje.


Luis Emmanuel Ruiz Carrillo
25 de marzo de 2011
Letras truncas: Imágenes

Encontró la muerte cuando viajó de Monclova a Monterrey para entrevistar al animador de televisión, Luis Cerda Meléndez. Después de 11 horas de desaparición, su cuerpo fue encontrado en un terreno baldío. Desde hacía siete meses, trabajaba para el periódico «La Prensa» y había laborado

 

 


Noel López Olguín
25 de marzo de 2011
Letras truncas: Periodismo y Activismo

Fue un reportero empírico que reunió la profesión de la información con el activismo. Trabajó en la defensa de los derechos humanos y pugnó por la mejora de los servicios públicos de Jáltipan, el municipio veracruzano donde vivía. Militó en el Partido de la Revolución Democrática. En sus últimos tiempos, vivió bajo amenaza. Una vez, en una marcha, el reportero se encontró de frente con el entonces Diputado federal, Miguel Ángel Morales Cortés, quien lo había amenazado porque no le gustó una columna. “Pinche perro, aquí te voy a matar”, le habría dicho, y le presumió el machete que llevaba en mano.

En su haber, tanto periodístico como de trabajo social, se pueden numerar diversos actos relevantes que pudieron haber incomodado a la clase política de la región. Algunos de ellos, recopilados por el periodista Luis Velásquez Rivera: En 1997, fue nombrado vocero del Foro Democrático Jaltipaneco; en 1998, coordinó la consulta pública en contra del Fobaproa (un rescate de las deudas de los bancos realizado desde el Gobierno); en 2004, fue miembro de la asociación civil Cuauhtlatoatzin. En 2006, marchó contra el ayuntamiento de Jáltipan por incremento en tarifas del agua, y ese mismo año, denunció una lista de 13 personas que cobraban sin trabajar en el ayuntamiento.

Para 2009, salió a marchar con un grupo de ciudadanos para pedir un retén de seguridad y evitar el cese del comandante de la policía de la región, Ariel Zamora Vázquez. Un par de semanas después de esa marcha, colocó una manta para pedir que un retén militar se quedara en la zona para evitar secuestros y levantones, que eran frecuentes en esa región del estado.

El 8 de marzo de 2011, Noé desayunaba. De repente, recibió una llamada. Acto seguido, le dijo a su esposa: “Voy a hacer diligencias. Regreso más tarde”. Duró horas desaparecido. Al otro día, su automóvil Nissan tipo Tsuru, fue encontrado en la carretera de Soteapan. Tres meses después, apareció su cuerpo en una fosa clandestina en el ejido de Malacate, en el municipio de Chinameca, al sur de Veracruz.

Por los días en que aparecieron sus restos, el Ejército Mexicano detuvo a Alejandro Castro Chirinos, “el Dragón”, jefe de sicarios del grupo denominado “La Región”. En el interrogatorio, confesó haber “participado” en el crimen del periodista y dio pistas de la ubicación del cuerpo. Por estos hechos la entonces Procuraduría General de la República abrió la indagatoria AP/PGR/VER/CTZ/I/293/2011. A “El Dragón” le atribuyó los delitos federales de secuestro, posesión de armas y explosivos y contra la salud. Pero el porqué de la saña en contra de Noé, hasta ahora se desconoce.


Pablo Aurelio Ruelas
13 de junio de 2011
Letras truncas: Cobertura social

Pablo Aurelio Ruelas Barraza nació en Ciudad Obregón, Sonora, y su muerte ocurrió cuando tenía 38 años de edad. Había trabajado en los periódicos El Diario del Yaqui, El Regional, pero al momento de su muerte, no tenía trabajo.

El periodista tenía antecedentes penales. Cumplió una condena de cinco años en un centro de rehabilitación por venta de drogas.

A la 1:30 de la madrugada del 13 de junio de 2011, fue asesinado en un supuesto intento de secuestro al que se resistió. La policía dio dos versiones: En una, Pablo acudió al lugar de los hechos porque se había citado con los secuestradores y en otra, circulaba en su camioneta pick-up blanca cuando lo interceptaron cuatro hombres en motocicletas.

Lo cierto es que la policía encontró su cuerpo en un descampado a las 4:30 horas de la mañana, rodeado de siete casquillos calibre 9 mm y 38 súper.

Pablo había sido amenazado por el Diputado por Huatabampo, Bulmaro Andrés Pacheco Moreno. Así lo documentó El Diario. En una editorial, asentó: “En tono amenazador, sarcástico, prepotente, humillante, sobajador y menospreciando [el Diputado] amenazó y le advirtió al corresponsal de esta casa editorial en Hermosillo Pablo Ruelas que si lo tocaba o escribía algo de él le iba a pesar, ya que el también tenía su periódico con que defenderse, y que el de él sí era periódico de a deveras no como `en el que tú trabajas´”.

Pero la amenaza no fue tomada en cuenta en la investigación de su muerte. El hecho de que estuviera desempleado complicó que la averiguación incluyera la actividad periodística como principal causa del homicidio. Y además, estaban los antecedentes penales. Reporteros sin Fronteras pidió: “Si bien aún queda por esclarecer el móvil del asesinato, Reporteros sin Fronteras pide a las autoridades que no descarten la pista profesional en la investigación. Hemos constatado que, por el momento, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sonora ha insistido sobre todo en los antecedentes penales de la víctima”. Pero no. Hasta el momento, nada se sabe de por qué, esta vida fue quebrada.


Miguel Ángel López Velasco
20 de junio de 2011
Letras truncas: Cobertura de Veracruz

Trabajó para Notiver. Fue asesinado frente a su domicilio en el puerto de Veracruz. Su hijo y esposa también murieron en el mismo tiroteo.


Misael López Solana
20 de junio de 2011
Letras truncas: Imágenes

Fue el hijo de Milo Vela, quien falleció a su lado. Era muy popular. Lo reconocían por ser el hijo del columnista más influyente y leído en Veracruz, pero también por él mismo. Misael era alegre y simpático. Y como fotógrafo, pertinaz, aventado, muy táctico.

Hasta ahora no se conoce quién y por qué acabó con su vida la madrugada del 20 de junio de 2011, al lado de sus padres, el conocido Milo Vela y su madre, Agustina Solano.

Como su hermano Miguel Ángel, quería ser periodista. Pasó un año en el área de monitoreo de medios en Boca del Río. Luego, tomó más en serio la cámara y se unió a su padre quien lo instruyó en el reporteo. Un rato estuvo en Notiver. Un año antes de su muerte. Había vuelto como fotógrafo a la oficina de Comunicación Social de Boca del Río.


Yolanda Ordaz de la Cruz
27 de julio de 2011
Letras truncas: Cobertura policiaca

Nació en Juchitán, Oaxaca; pero se trasladó a Veracruz para estudiar periodismo en la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana. En Notiver editó la sección de Sucesos, el orgullo de Milo Vela. Esa sección era la de los temas de seguridad y delincuencia organizada. En 2011, el trabajo se había incrementado. Veracruz era disputada como plaza por «Los Zetas» y el cártel del Golfo. Peleaban por el tráfico de droga, mercancías y personas. Además, gobernaba Javier Duarte de Ochoa.

La vida y muerte de Yolanda se vieron afectadas por los señalamientos de la Procuraduría. La vincularon en varios videos de Youtube con el crimen organizado. Una década después, esta sucia leyenda no se desbarató por completo.

De 49 años, Yolanda era una apasionada del trabajo en terreno. Siempre iba al lugar de los hechos, como Milo Vela.

Así fue que el 24 de julio de 2011 salió a reportear y ya no volvió. Era mamá de dos niñas. 48 horas después apareció frente a las instalaciones del periódico Imagen del Golfo. En el estilo de la muerte de periodistas, su cuerpo tenía colgado un mensaje: “También los amigos traicionan. Atentamente: Carranza”.

Una semana antes, Yolanda había cuestionado con fuerza al Procurador General de Justicia de Veracruz, Reynaldo Escobar, sobre la falta de resultados en las investigaciones sobre la muerte de Miguel Ángel López Velasco, Misael López Solana y Agustina Solano. En una conferencia, Juan Carlos Carranza, alias “El Ñaca” había sido señalado como el principal sospechoso del asesinato de sus colegas de Notiver.

Ahora Yolanda estaba muerta y el Procurador tuvo que hablar de nuevo. Pronto, dijo que el crimen lo cometió el crimen organizado sin que ello tuviera relación con el ejercicio de la profesión periodística.

La respuesta de Notiver no se hizo esperar y en su editorial titulada “Renuncie” (27/07/11) calificó la actitud del Procurador como inaceptable. Sin pruebas había difamado a la reportera al vincularla con el crimen organizado.  El periódico lo negó: “Es ingenuo pensar y sostener que un periodista pueda ser condenado por sus relaciones con el crimen organizado ¿Para qué le puede servir un periodista a los criminales?” (Notiver 27/07/11).


Humberto Millán Salazar
25 de agosto de 2011
Letras truncas: Narcopolítica

Fue director del diario digital A Discusión. Su cuerpo sin vida fue hallado en el campo Morelia, a la salida norte de Culiacán.

 


Elizabeth Macías Castro
24 de septiembre de 2011
Letras truncas: Periodismo en redes sociales

El Comité para la Protección de los Periodistas informó que esta muerte inauguraba otra lista macabra: la de periodistas asesinados que informaban a través de redes sociales. Elizabeth falleció mientras informaba sobre desapariciones, amenazas, ataques en contra de colegas, balaceras, presencia de informantes de grupos delincuenciales o ubicación de narcomenudistas en un año en que en Tamaulipas se cubrió con una cortina de silencio. Lo hacía con el pseudónimo NenaDLaredo.

La periodista buscó canales, como lo hubiera hecho cualquier periodista de guerra en el mundo. Por eso, además de reportear para el diario Primera Hora, trabajó para el portal Nuevo Laredo en Vivo que llegó a tener cuatro mil seguidores. No sólo revelaba el fenómeno de la violencia; presentaba reportajes de cómo se puede lidiar con ella. Aún no está claro qué manos crearon ese portal.

La tarde del viernes 23, Elizabeth salió de la redacción del diario Primera Hora. El sábado encontraron su cuerpo en el Monumento a Cristóbal Colón. Este obituario se niega a reproducir en qué condiciones porque Elizabeth fue una mujer hermosa en la extensión de la palabra y cuando se ponga a andar cualquier buscador, esa descripción es la que debe aparecer primero. En el lugar también encontraron dos teclados de computadora, un reproductor de discos y un mensaje que decía: “Ok Nuevo Laredo en vivo y redes sociales. Yo soy la nena de Laredo y aquí estoy por mis reportes y los suyos…  para los que no quieren creer, esto me pasó por mis acciones, por confiar en SEDENA [Secretaría de Defensa Nacional] y MARINA… Gracias por su atención Atte: La ‘Nena’ de Laredo… ZZZZ”.

En 2011, las organizaciones Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras, Artículo 19, CPJ y Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, coincidieron. Advertían que a partir de esta muerte se avizoraban tiempos más espantosos para los periodistas. Tenían razón.
Tamaulipas sigue bajo un pacto de silencio. La Procuraduría General de Justicia en el estado no responde sobre el expediente de Elizabeth. Los colegas prefieren no hablar.


Regina Martínez Pérez
28 de abril de 2012
Letras truncas: Narcopolítica

¿Quién te mató, Regina Martínez? ¿Quién realmente cometió tu funesto feminicidio? Es muy raro que las autoridades en México resuelvan de manera expedita el asesinato de un periodista, pero en este caso, apenas tardaron siete meses. “Hemos descubierto al asesino y ha confesado su crimen”, anunció la Procuraduría General de Justicia de Veracruz en noviembre de 2012. Pero no era cierto. El hombre confeso se retractó después y afirmó que se le arrancó la confesión bajo tortura. Así se inició lo de siempre: el polvo del olvido sobre el crimen de una periodista. Porque, a pesar de que este caso es un emblema, al final de cada homenaje, al final de cada marcha, al final de cada aniversario, siempre cae un hondo silencio luctuoso sobre la foto de Regina Martínez.

La periodista apareció sin vida en la bañera de su propia casa. Con evidencias en su cuerpo, las autoridades infirieron pronto “crimen pasional”. Este obituario se niega a decir cómo estaba su cuerpo. Es necesario que su memoria, cuando sea buscada en la red, arroje el gran ser periodístico que se perdió con esta muerte. “El asesinato es resultado de un país descompuesto”, publicó sobre su muerte Proceso, la revista política de la que era corresponsal.

En el año en que falleció, el terror cundía en Veracruz. No es que ahora el estado del sur de México haya sido liberado de ese fantasma, pero en ese tiempo alcanzó un pico. Gobernaba Javier Duarte de Ochoa, quien ahora está preso por malversación de fondos y vínculos oscuros con los grupos del crimen organizado. Regina jamás escatimó en reportajes de profundidad sobre el funcionamiento de los cárteles de la droga, ni de la llamada narcopolítica. Su última nota fue sobre el arresto de nueve policías corruptos en Papaloapan. Antes, Regina (una periodista discreta, como deben ser los buenos periodistas) publicó una historia sobre el asesinato de Rogelio Martínez Cruz, ex líder perredista. En su funeral, alguien tomó el micrófono y describió: “A Regina no le daba miedo. Marcó la historia del periodismo nacional”.

Hoy, Regina Martínez es un nombre emblema en las batallas de los periodistas mexicanos. La fotografía de su rostro ha dado la vuelta al mundo. Pero su caso es tan impune como el el de todos los periodistas muertos en el territorio mexicano.


Guillermo Luna Varela
3 de mayo de 2012
Letras truncas: Imágenes

El jueves 3 de mayo de 2012, el mero día de la Libertad de Prensa, su cuerpo fue encontrado en el canal de la Zamorana, el desagüe de Veracruz. Estaba al lado del de su tío Gabriel Huge Córdova, el experimentado y brillante fotógrafo del periodismo veracruzano. También, junto a él, los cuerpos de Esteban Rodríguez, otro espléndido fotoperiodista, y de Irasema Becerra, una extraordinaria reportera a quien identificaron en primer momento como trabajadora administrativa del diario “El Dictamen”.

Tenía 21 años de edad.

Había concluido una carrera técnica como reparador de aires acondicionados y refrigeración. El Periodismo lo enamoró de los pies a la cabeza. En esos días, era frecuente que se le viera con su tío Gabriel por las calles de Veracruz, en moto. Llegaban, oportunos, a incendios, detenciones, choques y asesinatos. El joven supo apreciar lo que vale la información. Se enteró por qué era importante captar la mejor imagen de un evento. Por qué era importante publicarla.

Trabajó durante algunos meses en el periódico Notiver. Luego ingresó a la agencia de fotografía Veracruznews y al Diario de Cardel. A veces, redactó notas, con lo que desarrolló el binomio fotoperiodista-reportero.

Su pasión lo llevó a convertirse en proveedor en su familia. Empezó a ayudar económicamente en la casa donde vivía su mamá, Mercedes Varela, así como Isabel, su hermana mayor, quien había vuelto a casa junto con sus dos hijos pequeños después de separarse de su pareja.

Esa misma pasión lo regresó a Veracruz. El año pasado habían matado a la periodista Yolanda Ordaz, lo que dejó claro que nadie estaba a salvo. Con su tío se había refugiado en Villahermosa, Tabasco; pero en diciembre de ese maldito año, decidieron regresar.

Isabel los buscó desde el mediodía del miércoles. Pero, poco a poco, sintió que se habían ido. Lo supo de cierto por las noticias en la radio. Desde entonces, el clamor por justicia lo ha dado ella. Su madre se enfermó de una depresión profunda. La averiguación se empolva en Veracruz. Las palabras sobre el caso se han congelado y a Guillermo se le recuerda con cariño, pero nadie puede aportar algo más sobre por qué lo asesinaron.


Esteban Rodríguez Rodríguez
3 de mayo de 2012
Letras truncas: Imágenes de la noche

Flotaba. Su cuerpo flotaba en pleno Día Mundial de la Libertad de Prensa. Flotaba  junto a otras bolsas negras con los cuerpos de Guillermo, Gabriel e Irasema, otros periodistas. Trabajaba para el diario AZ y antes había estado en la agencia Notiver, donde cubrió la guardia nocturna. También fue camarógrafo nocturno de TV Azteca.

Esteban reporteó la noche. En México a esa fuente de información se le ha llamado de muchas maneras: “La guardia”, “la caballona”, pero al final se trata de la noche y su sinfín de sorpresas. Así, su cámara captó robos, asesinatos, atropellamientos, balaceras o fiestas.

Regresaba del exilio a su puerto. Se había ido porque después del asesinato de Yolanda Ordaz, así como de Miguel Ángel López Velasco y su familia, se difundió una lista de periodistas amenazados de muerte. Su nombre estaba ahí.

Tenía 30 años de edad. Cuando lo asesinaron no tenía trabajo porque eligió “despistar al enemigo” y se metió como soldador en un taller mecánico. Lo conocían como «Furcio», por el personaje cejudo que aparecía en miniatura al lado del actor Pedro Armendáriz Jr., que señalaba errores en las grabaciones de televisión.

Este caso provocó las declaraciones más espectaculares del entonces Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, quien pronto condenó los asesinatos de los tres reporteros gráficos y de Irasema Becerra, a quien no la asociaban con el periodismo. Expresó: “En nombre del Gobierno de Veracruz, lamento profundamente estos asesinatos; repudiamos estas atrocidades que lastiman a todos los veracruzanos”.

No se quedó en su despacho y se fue a Boca del Río -conurbada con el puerto- para reunirse con el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, y con el procurador general de Justicia, Felipe Amadeo Flores Espinosa, para que le dieran “seguimiento” al caso. Estos funcionarios serían descubiertos en corruptelas a la vuelta de los años. El líder, el mismo Gobernador, quedaría también al descubierto.

Pese a que Duarte de Ochoa se encuentra en prisión, aún no hay ningún detenido por este triple asesinato en el que se fue Esteban.

Al fotoperiodista le sobreviven tres hijos.


Gabriel Huge Córdova
3 de mayo de 2012
Letras truncas: Imágenes 

El fotógrafo Gabriel Huge Córdova regresó a Veracruz, la tierra donde nació y donde iba a morir. Un año antes, en julio, fue de los que decidió exiliarse después de los asesinatos de la reportera del diario Notiver, Yolanda Ordaz, y del columnista Miguel Ángel Velasco (y de su esposa Agustina Solano y el hijo de ambos, Misael); además de la divulgación de una lista de amenazados en la que él estaba.

Se ganó el apodo de “El Mariachi” porque cuando inició la labor del periodismo, guardaba el equipo fotográfico en una funda de violín. Su padre, Julio Huge Betancourt solía contar esa anécdota después del asesinato. Trabajó durante varios años al lado de la periodista Yolanda Ordaz en Notiver. Su asesinato provocó que el Comité para la Protección de los Periodistas, un instituto con sede en Nueva York, buscara una explicación; de modo que envió un boletín en el que expresó: “Veracruz es un campo de batalla entre los Zetas y el Cártel de Sinaloa, es uno de los estados de México más peligrosos para la prensa”. Pero este encuentro entre supuestos cárteles no alcanzó a la vuelta de los años a establecer con asertividad, quién estaba tan enojado con los periodistas. ¿Quién quería acabar con la vida de un fotógrafo?

Huge fue asesinado junto otros tres colegas: su sobrino Guillermo Luna Varela, reportero de la agencia Veracruznews; el fotógrafo Esteban Rodríguez e Irasema Becerra, la novia de Luna y empleada del área de Administración de El Dictamen. Los cuatro acudieron a una cita misteriosa. Huge le dijo a su amigo Antonio Rebolledo, encargado de un parque de grúas para remolcar automóviles accidentados, que iba a un encuentro delicado, pero no le dio más detalles.

Sí alcanzó a decirle: “Si en dos horas no regreso, te encargo mucho a mi hija”. No regresó y con él, se llevó la verdad de su muerte. Porque a pesar de los años, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión no ha avanzado en nada.


Marco Antonio Ávila García
18 de mayo de 2012
Letras truncas: Seguridad

Fue reportero especializado en temas de seguridad para los periódicos El Regional de Sonora y Diario de Sonora de la Tarde. Tenía 39 años, una esposa y dos hijos.

Su cuerpo fue encontrado en bolsas de plástico en un camino de terracería que conduce a la comunidad de San José, municipio de Guaymas, a más de 100 kilómetros al norte. Había sido secuestrado por cuatro encapuchados. Lo subieron a la fuerza, a empellones, a un carro, cuando estaba en un lavado de autos.

En el año maldito para Ávila García se contaban poco más de cien periodistas asesinados en México. Las organizaciones señalaban que el norte era de las regiones más peligrosas para ejercer el periodismo. Aun así, este reportero decidió ser periodista en la extensión de la palabra. No sólo eso. Quiso cubrir los temas de violencia.

A las horas de la desaparición, en la radio de Ciudad Obregón, describieron quién era Marco Antonio: “Se solicita información que ayude a localizar al joven Marco Antonio Ávila García. Es de complexión robusta, moreno claro, bigote pronunciado, cabello corto, padre de dos hijos; su madre lo espera, cualquier información la agradeceremos. Según dicen los testigos de su secuestro, se le acercaron unos hombres, le preguntaron que si era periodista. Respondió que sí. Se lo llevaron a la fuerza. Si ustedes son esos hombres y están escuchando por favor les pedimos una tregua. Díganle a Marco que su familia lo espera, que su madre está impaciente, desesperada”.

Volvió sin vida.

Las declaraciones posteriores a su muerte marcaron con incógnitas la historia. Eduardo Flores, entonces director del medio, comentó que Ávila era uno de los periodistas de mayor experiencia en la cobertura de sucesos policiacos en la región y no se sabía que hubiera recibido amenazas, como tampoco las había recibido el periódico. Pero Artículo 19 refirió que era el quinto periodista asesinado en 2012. Los otros eran Regina Martínez, corresponsal de Proceso en Veracruz; Gabriel Huge, Guillermo Luna y Esteban Rodríguez.

El caso se quedó en la Procuraduría General de Justicia de Sonora. Hasta hoy no ha avanzado.


Víctor Manuel Báez Chino
14 de junio de 2012
Letras truncas: Cobertura policiaca

Tenía 46 años de edad y 25 como reportero en diferentes redacciones de Veracruz. La noche del miércoles 13 de junio de 2012, un grupo armado se lo llevó cuando salía de las oficinas de la página Reporteros Policiacos. Su asesinato cumplió el guión que aparentemente tenía la muerte de periodistas en Veracruz. Su cuerpo fue encontrado en el centro de Xalapa. A un lado, según la Procuraduría General de Justicia de ese estado,  estaba una cartulina firmada por el grupo criminal los Zetas: “Eso le pasa a quienes traicionan y se quieren pasar de listos”.

Una semana antes, era un tipo con suerte. O por lo menos, eso se percibió cuando el 7 de junio, los periodistas locales festejaron, junto con el Gobierno del Estado, el Día de la Libertad de Expresión. Se ganó un auto Matiz en una rifa organizada por el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa, hoy preso por actos de corrupción. Las rifas entre reporteros, organizadas por los Gobiernos, correspondieron al estilo del Partido Revolucionario Institucional. Eran parte del sistema.

Por un lado, el periodista trabajaba en condiciones de precariedad, con bajos salarios y pocas herramientas. Por el otro, eran llamados a celebrar la libertad de expresión en fiestas marcadas por el derroche. En paralelo a esta deplorable paradoja, los asesinaban si su conducta o sus trabajos no agradaban. Esa vez, Duarte de Ochoa rifó incluso becas para estudiar en España.

Víctor era un reportero que cubría temas relacionados con seguridad pública, pero no abordaba al crimen organizado. Ni siquiera lo mencionaba. Ese año se impuso una mordaza invisible en cualquier intento informativo en Veracruz. El 11 de junio, hizo una de sus últimas participaciones en el blog Reporteros Policiacos. Sus compañeras de micrófono daban cuenta de la desaparición de Stephanía Cardoso, una reportera de Saltillo, pero él reportó sobre el robo a un comercio, efectuado por unas mujeres.

Pese a los cuidados, quizá presintió lo que venía. El último mensaje que publicó en Facebook, fue este: “No sé si en todos los países, pero al menos en México, en Xalapa, de nada sirve que hagas un millón de cosas buenas. Con una que hagas mal todo se va a la basura. Hoy es uno de esos días en los que no importa lo que digas o hagas, todo sale mal. De esos días que se te va el hambre, se van las ganas, se te van los planes y se te va todo de las manos. Son días de impotencia”.

La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión se quedó con este caso, el número 52 en 2012. Ocho años después no hay avance en la investigación.


Adrián Silva Moreno
14 de noviembre de 2012
Letras truncas: Robo en gasoductos

Se dedicaba a la nota policiaca en Tehuacán, Puebla. Le entregaba al Diario Puntual y de “Glob@l México”.

Gracias a su trabajo reporteril se conoció el robo de gasoductos de Petróleos Mexicanos (PEMEX), “el huachicoleo” que ocho años después sería atacado por el nuevo Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El periodista, de 35 años, poseía el mapa de las bandas que operaban en Puebla, así como los intríngulis de la operación del negocio.

El 14 de noviembre de 2012, a las 12:30 horas, una llamada anónima alertó a las autoridades sobre una bodega que contenía grandes cantidades de gas extraído de manera ilícita. Asistieron elementos de la 24 Zona Militar de Tehuacán. Al lugar también acudieron el periodista Adrián Silva Moreno y el ex policía Misray López González. Los dos fueron asesinados ese día, cuando regresaban de la cobertura.

La balacera había terminado. Las fuerzas militares habían decomisado el combustible. Parecía que gloriosamente habían hecho la recuperación del gas, que los atacantes habían cedido en el evento y que todo en ese momento estaba solucionado. Pero no.

A los pocos minutos,  metros adelante de la bodega, un par de camionetas interceptaron al Nissan Tsuru color guinda donde iban Adrán y Misray. Les cerraron el paso. Los balearon. Adrián murió de un impacto en la mejilla. Su compañero logró salir del auto, pero cuando corría, desde una de las camionetas Lobo, le dieron un tiro en la nuca.

La Procuraduría General de Justicia de Puebla encontró balas calibre 38mm alrededor del auto y cerca del cuerpo de Misray. Se abrió la averiguación 4000/2012/ Tehuacán.

Una camioneta abandonada en la escena del crimen tenía placas del Estado de México con número KY-81023. En el rastreo se comprobó que había sido robada el 5 de noviembre del 2012.

La Comisión para la Protección a Periodistas redactó el caso y la Organización de los Estados Unidos Americanos mandó un comunicado de prensa luego del homicidio. Familiares, amigos y colegas recibieron amenazas luego de los hechos. Y por eso, ocho años después, nadie desea hablar. Hasta el momento, no hay detenidos.


Jaime González Domínguez
3 de marzo de 2013
Letras truncas: Cobertura policiaca en la frontera

Lo apodaban “El Ojinaganews”. Hacía dos años que había regresado a su terruño, Ojinaga, en Chihuahua. Es el norte del norte, a orillas del río Bravo. Del otro lado está Texas. El 18 de febrero de 2013 dio a conocer su sitio de noticias Ojinaganoticias.com.mx. Frente a su casa colocó una manta de plástico con el nombre, logotipo y slogan. En realidad era un emprendimiento visionario. Se trataba de un periódico unipersonal en el que el periodista le hablaría de tú a tú a sus lectores. La redacción era una habitación dentro de esa vivienda. Ahí estaba una computadora antigua y una sencilla cámara fotográfica marca Sony que cargaba como extensión de su propio cuerpo.

Era domingo y Jaime decidió ir a platicar con el dueño de un puesto de mariscos. La conversación era su gran pasatiempo. Pero apenas si empezaba la charla entre él, una vieja amiga, y un empleado de los mariscos, cuando 17 estruendos de bala lo interrumpieron. Los balazos iban dirigidos a él que apenas regresaba a su terruño.

Jaime dejó inconcluso el trabajo “Detrás del mito de un lanzafuegos”. Él mismo lo fue en Torreón, Coahuila, donde vivió la mayor parte de los 38 años que alcanzó a cumplir. También quería lanzar un calendario con “las muchachas más hermosas de la región”.

A pesar de que vivía solo, su familia era grande. Tuvo dos matrimonios y varios hijos. El número no se conoce hasta ahora, pero fueron más de tres. Por ello, sus oficios los multiplicó. Fue cocinero, actor, lanzafuegos, fotógrafo, periodista y guardia de seguridad. Tenía un cuerpo grueso que le sirvió para esta variedad de labores.

Pero en realidad, su pasión verdadera era el fotoperiodismo y la noticia.

De su asesinato, la Fiscalía de Chihuahua tiene hasta ahora, siete años después, un solo móvil, pero ningún detenido. La hipótesis del motivo es el robo. “Es probable que le hayan querido robar su cámara, puesto que luego de ser asesinado lo despojaron de ésta”, explicó un funcionario de la dependencia luego del asesinato. Pero en este homicidio se usaron  17 balas de un calibre 5.77 x 38, que atraviesa chalecos y cristales blindados. Un arsenal muy sofisticado para hurtar una cámara Sony de pocos megapixeles.


Daniel Alejandro Martínez Bazaldúa
24 de abril de 2013
Letras truncas: Imágenes 

Nació en Saltillo, Coahuila. Ahí vivió los 22 años que le dejaron cumplir. Trabajaba como fotógrafo de sociales en el periódico Vanguardia de Saltillo. Estaba por graduarse de la licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, vivía con sus padres y era el mayor de tres hermanos. El trabajo lo consiguió al ganar un concurso que vio anunciado en el panel de su escuela.

El 24 de abril de 2013, fue encontrado muerto en una colonia del sur de Saltillo. Fue uno de los primeros periodistas víctimas mortales mientras fue Presidente de la República, Enrique Peña Nieto (2012-2018).

Lo que ocurrió en este caso es ejemplo de la estigmatización sencilla y rápida que se usó para no investigar los crímenes de los profesionales de la información.

Ese día, los diarios nacionales e internacionales reportaron el asesinato de Daniel, un periodista. Pero 24 horas después, había otra información. El entonces Procurador de Coahuila, Homero Ramos Gloria lo relacionó con el crimen organizado y lo mismo hizo con Julián Alejandro Zamora Gracia, de 23 años, estudiante de ingeniería plástica de la Universidad Autónoma del Noreste, cuyo cuerpo apareció al lado del de Daniel.

El periódico Vanguardia envió un mensaje enérgico: “Vanguardia exige a las autoridades militares, federales, estatales y municipales una investigación a fondo. De la misma, se deberá desprender si estos crímenes están vinculados con el ejercicio periodístico”, publicó el diario el 25 de abril. “Nos parece triste y alarmante que Coahuila se convierta en un estado en el que la autoridad condene a personas asesinadas, convirtiéndolas en delincuentes, sin que para esto ofrezca el mínimo de pruebas o argumentos”.

Más tarde el entonces Gobernador Rubén Moreira protestó por el trato que su propia Administración le había dado al fotógrafo.

Daniel Alejandro dejó a una novia. También un perro pitbull llamado Ronnie. Su computadora en la habitación que compartía con su hermana se quedó un video con el que pretendía participar en un concurso. Estigmatizado o no, de cualquier forma, este caso no fue investigado.


Christian Alberto López Bello
17 de julio de 2013
Letras truncas: Cobertura policiaca

Alberto López Bello fue encontrado muerto el 17 de julio de 2013 en un paraje conocido como Trinidad de Viguera, en Oaxaca. Al lado estaba también sin vida, Arturo Alejandro Franco Rojas, empleado del Ayuntamiento de Oaxaca. Estaban rodeados de piedras. Esas fueron las armas con las que los ultimaron, según el entonces titular de la Procuraduría General de Justicia de Oaxaca, Manuel de Jesús López, en la escena del crimen.

Fue el tercer periodista asesinado ese año en México. Enrique Peña Nieto escribía los nuevos días del Partido Revolucionario Institucional en la Presidencia de la República.

Meses antes de su muerte, la madrugada del 18 de mayo de 2013, salió con su colega Jacobo Robles a tomar fotografías de una manta que apareció en un puente peatonal. Elementos de la policía estatal los detuvieron bajo el cargo de colocar ellos la manta. Los encerraron  en el cuartel general de la entonces Procuraduría General de la República (hoy Fiscalía General de la República) durante cinco horas. Pero como no hubo evidencia de los cargos que les imputaban, los liberaron. Sin embargo, el fotógrafo escuchó varias veces esa noche que esas imágenes no debían publicarse.

Tenía seis años en la sección policiaca de El Imparcial. Cubrió delincuencia y tráfico de drogas. También hacía entregas para Radiorama. Por ello, el entonces Procurador no descartó que el doble crimen lo hubiera perpetrado el crimen organizado. “Siempre hay el riesgo latente de que ese tipo de organizaciones quieran marcar la línea editorial de determinados periódicos”, dijo a pocas horas del hallazgo.

La noche de su secuestro, había quedado de verse con Arturo Alejandro Franco Rojas, de 26 años de edad, quien trabajaba en el área de inteligencia de la policía municipal de Oaxaca y supuesto informante del periodista. Mientras bebían en el bar Cielito Lindo, se suscitó una riña en la que los dos se vieron envueltos. López Bello sugirió que era mejor irse. Pero los hombres les dieron alcance. Los subieron a una camioneta Ford Ranger y se los llevaron.

La investigación se quedó en Oaxaca, pero no ha prosperado.


Mario Ricardo Chávez Jorge
24 de junio de 2013
Letras truncas: Cobertura policiaca

Su cuerpo fue encontrado en una brecha de Reynosa, cerca de Santa Clara. Junto a él también apareció el de una mujer que, se supuso, era sexoservidora. Tenía dos semanas con la calidad de desaparecido después de que un comando armado lo secuestró cuando salía del cine con su familia. Estaba en sus cuarenta y pocos.

El caso lo atrajo de inmediato la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, pero en este 2020 no hay ninguna noticia que lleve a una sentencia condenatoria y de lo que le pasó al periodista, nada está claro.

Esta muerte fue el reflejo de la descomposición en Tamaulipas, desde aquellos años. Todo fue de mal en peor. La muerte de este periodista no sirvió para acercar la paz.

Mario Ricardo vivía bajo amenaza en su propia tierra. De hecho, ya había sido secuestrado. El 13 de junio no logró salvarse.

Fue reportero del periódico El Mercurio en Tamaulipas. Se distinguió como uno de los mejores reporteros investigadores de nota roja. Recibió varios premios por reportaje y crónica policiaca. También trabajó en la coordinación de comunicación social del Partido Revolucionario Institucional en aquel estado. Lengua de bufanda, fue un espacio radiofónico que fundó. Pese a que Tamaulipas se caía a pedazos, se animó a tratar temas del crimen organizado. Pero tuvo que suspender la emisión porque el contenido se volvió muy incómodo.

También emprendió para hacer circular el periódico El Ciudadano. Su amigo y colega Gildo Garza narra en un testimonio publicado en Horizontal: “En 2013, me tocó reconocer en la morgue a mi amigo, socio y maestro, Mario Ricardo Chávez Jorge … Nos lo mataron cuando apenas nos habíamos independizado luego de años de trabajo para medios y patrones que solo nos utilizaron y callaron cientos de noticias”.


Gregorio Jiménez de la Cruz
11 de febrero de 2014
Letras truncas: Cobertura policiac

El miércoles 5 de febrero de 2014, fueron hasta su casa en Coatzacoalcos, Veracruz. De ahí se lo llevaron. Desde entonces se convirtió en emblema de la petición de paz de los periodistas mexicanos. La vida de Goyo le dio la vuelta al mundo. Goyo, el periodista que trabajaba arduo para varios medios para mantener a siete hijos. Goyo, el que de forma empírica arreglaba radios y televisores en los confines de su barrio. Goyo, el periodista mexicano que trabajaba en condiciones de pobreza, sin quejarse. Goyo, el que como tantos, se jugaba la vida. Y la perdió.

Gregorio tenía la custodia de sus tres hijos, Luis Alberto, Sandy Bell y Cindy. En el puesto en donde compraba frutas y verduras, Gregorio conoció a una muchacha de catorce años llamada Carmela Hernández. Aunque era muy joven, Carmela aceptó irse a vivir con él y criar a sus hijos como propios. Vendrían cuatro vástagos más.

La vida en Villa Allende era difícil. A pesar de ser una población con más de 80 años de historia (el propio Gregorio la contó en una nota periodística), carecía de los servicios básicos. No había alumbrado público, y no todos los vecinos gozaban de luz eléctrica, ni agua. Gregorio no era propietario del suelo en donde vivía con su familia.

Seis días después de su desaparición, fue localizado muerto en una fosa clandestina, ubicada en una casa de seguridad en Las Choapas, junto a los cuerpos de otras dos personas. Amadeo Flores Espinoza, entonces Procurador General de Justicia del Estado, se apuró a informar que tenía a cinco detenidos, entre ellos, la presunta autora intelectual, Teresa de Jesús Hernández. Dijo que había pagado 20 mil pesos por la vida de Goyo.

Gregorio habría señalado la presunta comisión de delitos de esa mujer en el bar El Palmar, donde habría secuestrado a algunas personas.

La declaración del entonces Gobernador Javier Duarte de Ochoa, hoy preso por actos de corrupción, también fue apurada y descuidada. “En algo andaba … Fue una venganza”.

Nacido el 12 de marzo, con 43 años de edad, la muerte del periodista Gregorio Jiménez fue un parteaguas en Veracruz. El miedo se desató como bestia. El periodismo quedó herido. Nada volvió a ser igual. La investigación sigue abierta en la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión.


Nolberto Herrera Rodríguez
29 de julio de 2014
Letras truncas: Imágenes

Fue encontrado muerto en su propia casa en el municipio de Guadalupe, Zacatecas. Tenía 38 años de edad. Estudió Comunicación en la Universidad Autónoma de Durango. Trabajó en TV Azteca, como camarógrafo, al principio de su carrera. Cuando le ocurrió esta desgracia, de decenas de puñaladas, trabajaba para el Canal 9 de Zacatecas, donde fungía como camarógrafo, floor manager y reportero general y de cultura.

El sábado 26 de julio por la noche, un compañero suyo lo llevó a su casa. Fue la última vez que se le vio con vida. El lunes no se presentó en su trabajo.

Dos días después, alrededor de las nueve de la mañana, el servicio de emergencias recibió una llamada. Un compañero de Nolberto había ido a su casa, extrañado por su falta de respuesta. Nadie le abrió la puerta. Percibió un olor inusual. Él y otra persona decidieron entrar y ahí fue cuando encontraron a Nolberto muerto y con signos de violencia. La puerta no tenía indicios de haber sido forzada; sin embargo, quienes hallaron su cuerpo pudieron ingresar al domicilio.

La investigación la empezó Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia de Zacatecas. La primera línea de investigación fue el robo. Más adelante, casi natural, llegó la hipótesis de un crimen pasional con “tintes homofóbicos”. Después, esa fue la única pista.

El entonces Procurador General de Justicia de Zacatecas, Arturo Nahle García, confirmó que el móvil pasional era su principal línea de investigación, que Nolberto no había sido asesinado por su labor periodística. Y así se mantuvo y ni la petición de las organizaciones no gubernamentales lo hicieron dirigir la investigación al trabajo informativo.

La directora de la UNESCO, Irina Bokova, urgió a las autoridades mexicanas a encontrar y castigar a los responsables. Camille Soulier, responsable del Despacho Américas de Reporteros Sin Fronteras, indicó que, como fuere, este asesinato mostraba el peligro al que están expuestos los periodistas en México.

La Procuraduría General de Justicia de Zacatecas no ha mostrado ningún avance.  


Octavio Rojas Hernández
11 de agosto de 2014
Letras truncas: Nota policiaca

Era colaborador del diario El Buen Tono, de Córdoba, Veracruz, a la vez que titular de Comunicación Social del Ayuntamiento de Cosolapa, Oaxaca. Según reportó e-Oaxaca, el asesino llegó hasta la puerta del domicilio y le preguntó por el precio de un auto. Lo acribilló. La razón, hasta ahora, no se conoce.

 

 


Octavio Atilano Román Tirado
11 de octubre de 2014
Letras truncas: Activismo, Radio

Fue asesinado en plena cabina, mientras transmitía un programa de radio. Su voz, la empleaba para el activismo. Fue parte del desplazamiento de cuatro mil personas en 2009.

 


Jesús Antonio Gamboa Urías
22 de octubre de 2014
Letras truncas: Cobertura general en Sinaloa

Jesús Antonio Gamboa Urías “Tony”, era director de la revista Nueva Prensa. Lo mataron a los 39 años de edad. El funesto día en el que sepultaron a su madre, el 10 de octubre del 2014, “El Tony” fue secuestrado. Hay dos versiones de dónde se le vio la última vez, una en un expendio de cerveza (propiedad de su hermano) y otra en un bar. Tuvo la categoría de “desaparecido” durante 10 días.

En este caso hubo detenidos y sentencias condenatorias, lo cual no ha ocurrido con la mayoría de crímenes en contra de periodistas. Pero, al final, la voz de un periodista se perdió en circunstancias violentas, en la región donde han operado tradicionalmente grupos de tráfico de estupefacientes.

Su familia lo buscó por las carreteras. Incluso, le pidieron un helicóptero a la Secretaría de Seguridad Pública del estado. Los marinos utilizaron una lancha para buscarlo en un canal; pero no dieron con él. Su cuerpo, lo encontraran en la localidad de Águila Azteca, en el municipio de Ahome, Sinaloa.

La explicación que dio la Procuraduría General de Justicia es que el crimen no tuvo relación con el periodismo. Una mujer de nombre Viridiana Valenzuela Castro escuchó una plática que no le gustó y llamó a una persona para que lo sacara del bar. Después, Daniel Gilberto Niebla Barrera lo siguió. Según ellos, lo confundieron con un narcotraficante de un grupo contrario al que operaba en esa área.

En marzo de 2015, se presentaron como detenidas a otras dos personas, Óscar Nieblas Barrera, detenido en la ciudad de Tecate, y Édgar Valdez Ríos, capturado en un centro comercial de Tijuana, ambos de 24 años de edad.

La revista Nueva Prensa aún se edita en Los Mochis, Sinaloa. A cargo quedó Jesús Antonio Gamboa Armenta, hijo del periodista asesinado. La familia no ha reclamado impunidad. Lo cierto es que una pluma de Sinaloa cayó en condiciones violentas.


Moisés Sánchez Cerezo
2 de enero de 2015
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue fundador y reportero de La Unión, un sitio web a través del cual, denunció actos delictivos en Medellín de Bravo, Veracruz.  Su asesinato ocurrió durante el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, condenado a nueve años de prisión después de aceptar culpabilidad en delitos de procedencia ilícita.

 


Abel Manuel Bautista Raymundo
14 de abril de 2015
Letras truncas: Radio

Fue fundador de Radio Spacio 96.1 de FM y presidente de la Asociación de Radios Comunitarias «Vara 7». Fue muerto en Santiago Juxtlahuaca, Oaxaca, cuando viajaba en su automóvil.

 


Gerardo Nieto Álvarez
26 de junio de 2015
Letras truncas: Cobertura política

Gerardo Nieto Álvarez, periodista de Comonfort , Guanajuato, y editor del semanario El Tábano, fue asesinado al interior de sus oficinas en la plaza comercial Nuevo Siglo a las 8:00 horas del 26 de junio de 2015. En el lugar del homicidio se encontraron restos de bebidas alcohólicas; además de un arma. Al mediodía, Carlos Zamarripa Aguirre, entonces Procurador General de Justicia de Guanajuto, ya declaraba que el asesinato no estaba relacionado con el trabajo periodístico.

Como fuere, la investigación que anunció, no llegó a nada y es la hora en que no se sabe quién comandó este homicidio.

Nieto Álvarez ejercía el periodismo al tiempo que la política. En El Tábano relató la influencia del Partido Revolucionario Institucional en Comonfort. En ese partido militó por varios años. Pero le criticaba las prácticas antidemocráticas; sobre todo antes y después de su fracaso en las elecciones del 7 de julio de 2015.

En el primer aniversario de su muerte, el padre Rogelio Segundo de la Diócesis de Celaya, donde se encuentra el panteón Dolores en que fue sepultado Gerardo Nieto, ofreció una misa en memoria del periodista. Enfático, el sacerdote lo describió como “un periodista crítico ante lo que veía que no estaba bien. Criticaba por igual a cualquier partido, aunque tenía más relación con el PRI”. Precisó: “Tenía más bien relación con personas del PRI”.

Guanajuato no se distinguía por agresiones a periodistas. Pero el caso de la periodista Karla Janeth Silva Guerrero, quien fue golpeada en plena redacción un año antes, y el asesinato de Gerardo Nieto lo pusieron también en la palestra. Como en cualquier estado del norte, la impunidad ganó.


Juan Mendoza Delgado
30 de junio de 2015
Letras truncas: Corrupción

Cuando estaba desaparecido, el entonces Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, dijo que Juan Mendoza Delgado no era periodista; sino un taxista. Intentaba desestimar de una buena vez que su ejercicio informativo hubiera influido en la agresión. Y quería, Duarte de Ochoa, que no se sumara a la lista de periodistas asesinados en su sexenio que al final, con Juan, llegó a 13.

Lo que ocurría es que su caso era el de muchos periodistas mexicanos: necesitaba de otro trabajo para sostenerse y sostener a su familia.

Juan tenía 46 años de edad. Inició como fotógrafo en El Sur. Después, durante 16 años, cubrió la nota roja para El Dictamen. Había decidido ser periodista independiente y abrió un portal llamado Escribiendo la verdad. El tema: la corrupción en Veracruz. Hoy, ese sitio web ya no existe.

Lo de ser taxista era para darle un mejor nivel de vida a su familia. Sus recorridos comprendían las localidades de Arboledas de San Ramón, Puente Moreno y Boca del Río. A bordo de su taxi fue donde se le vio por última vez con vida cerca de la congregación de El Tejar. Ese día era el 30 de junio de 2015.

Al día siguiente, su cuerpo sin vida fue encontrado en la carretera federal Santa Fe -San Julián. Presentaba huellas de tortura y un vendaje en los ojos. El hecho de que estuviera sobre el pavimento sirvió para que la Procuraduría de Justicia de Veracruz determinara que Juan murió por atropellamiento, lo cual asentaron en el acta 929/2015/6/VER-07.

Javier Duarte fue detenido en Guatemala en abril de 2017 y condenado a nueve años de prisión en septiembre de 2018 por delitos de dinero y asociación delictuosa. Las averiguaciones que se abrieron mientras gobernó Veracruz han quedado pendientes. El de Juan sigue como al principio, con sus incógnitas, con su indignación.


Filadelfo Sánchez Sarmiento
2 de julio de 2015
Letras truncas: Cobertura policiaca

Era director  de La Favorita 103.3 FM La Voz de la Sierra Sur, en Miahuatlán, Oaxaca. Fue sacrificado cuando se trasladaba por la calle Margarita Maza de Juárez en San Francisco, Miahuatlán.

 

 


Rubén Espinosa Becerril
31 de julio de 2015
Imágenes truncas: Imágenes

El nombre de Rubén Espinoza y la obra que dejó su lente aún resultan incómodos. En el caché de la red, salta la imagen del exgobernador Javier Duarte de Ochoa que lo pinta en una etapa de su Gobierno. Mirada extraviada, labios entreabiertos, el ceño adusto tras la gafas, los cachetes rebosantes, las lonjas salidas del cinturón, la camisa por explotar. Es la foto seleccionada por la revista Proceso para ilustrar la portada de su número 1946 y anunciar el reportaje “Veracruz, estado sin ley”.

El reportaje era sobre los homicidios de periodistas en Veracruz y las excusas de los funcionarios para no esclarecerlos. En el interior, fotos de Yair Ceballos (Proceso y AVC Noticias), de Félix Márquez (Cuartoscuro, AVC y AP) y de Rubén Espinosa (CuartoscuroAVC y Proceso). Todas eran imágenes con técnica y composición para ilustrar los reportajes que describían la miseria, la tragedia y la corrupción campante en Veracruz. Pero ninguna como la de Rubén Espinosa.

Por eso ganó la portada.

Rubén Espinosa no era un fotógrafo renombrado. No, todavía. Apenas tenía 32 años de edad y una energía desbordada en el ojo. Sus compañeros recuerdan su ser creativo y arrojo. Hacía ocho años se había mudado a Xalapa, Veracruz. Allá trabajó en El Golfo Info y en 2009 fue contratado como fotógrafo de Javier Duarte cuando era candidato a Gobernador. Después trabajó como fotógrafo de quien fuera la alcaldesa de Xalapa, Elizabeth Morales, también del Partido Revolucionario Institucional.

En el Gobierno dejó de trabajar. Crítico acérrimo de las prácticas del poder en México, no resistió la dinámica burocrática. Rubén prefirió ser un fotoperiodista freelance y entregarle sus fotos a la revista Proceso y la agencia Cuartoscuro. Las andanzas de Rubén lo especializaron en los movimientos sociales. Se involucró por completo en el movimiento que denunciaba la impunidad de los asesinatos de periodistas.

El 20 de noviembre de 2012, en el aniversario de la Revolución Mexicana, cuando cubría las protestas estudiantiles en contra del entonces Gobernador Javier Duarte, se le impidió tomar fotos. Rubén quiso captar cómo la policía golpeaba a unos estudiantes. Una persona se le acercó y le dijo: “Deja de tomar fotos si no quieres terminar como Regina (periodista asesinada dos años atrás)”.

Ya no hubo calma para Rubén. El 14 de septiembre de 2013, mientras documentaba el violento desalojo a un plantón de maestros y alumnos de la Universidad Veracruzana, instalado en la Plaza Lerdo de la ciudad de Xalapa, él y otros reporteros fueron agredidos por las fuerzas de seguridad del estado. Les quitaron el equipo y luego los obligaron a borrar el material. Después de esto, se percató que personas armadas lo seguían y fotografiaban.

En el verano de 2015, llegó a la Ciudad México, desplazado de Veracruz. De hecho, la capital de México era su terruño. Nació en Tacubaya, en el oriente, del matrimonio de Rubén Espinosa y Cristina Becerril. Tuvo dos hermanas, Patricia y Alma. Fue un gran autodidacta. Se preparó en las calles, frente a la realidad.

Sus imágenes se habían convertido en incómodas. Dijo en varias entrevistas que le dolió dejar Xalapa, que allá se tuvo que quedar su adorado perro. Pero se mostraba aterrorizado.

Desconfianza o paranoia, pero Rubén no presentó denuncia ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión y eso, tras su asesinato, fue interpretado como craso error.

El fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril fue asesinado en la colonia Narvarte de la Ciudad de México, junto a otras cuatro personas. Con ello, la capital del país dejó de ser un refugio seguro para periodistas amenazados en sus localidades. Pero como suele ocurrir, en el caso de Rubén Espinosa todo se detuvo. Caso sobresaliente en la tragedia de los periodistas mexicanos, tres personas fueron detenidas ante la presión de organismos nacionales e internacionales.

En estos días, por esta muerte están en prisión el expolicía Abraham Torres Tranquilino; Daniel Pacheco Gutiérrez y César Omar Martínez Zendejas, acusados de los delitos de feminicidio, homicidio y robo en pandilla. Solo se le ha dictado sentencia condenatoria a Torres Tranquilino: 315 años de cárcel y 57 mil 708 pesos de multa. Pero estos hombres, que en principio aceptaron su responsabilidad en los hechos, están en una batalla legal para acreditar presuntos actos de tortura.

La foto de Duarte de Ochoa sigue en la red.


Marcos Hernández Bautista
21 de enero de 2016
Letras truncas: pueblos indígenas de Oaxaca

La bala en contra de los periodistas en México no distingue fama, premios, influencia o renombre. La bala llega, contundente. Marcos Hernández Bautista era un periodista independiente que cubría pequeños pueblos oaxaqueños, condenados a la marginación, porque sentía un amor especial por el periodismo.

Nació en Santiago Jamiltepec, pueblo de aproximadamente 15 mil habitantes. Fue uno de los cuatro hijos de un matrimonio de indios mixtecos. Si este obituario se remonta a su niñez, se ve a un Marcos en su entrenamiento natural para ser agricultor arrendatario como su padre, se le ve aprendiendo a cultivar la jícama, o acompañando a su mamá al mercado para vender fruta.

Para estudiar la secundaria y la preparatoria, participó en un programa gubernamental que otorgaba becas a estudiantes que ayudaban a alfabetizar a los empobrecidos indios mixtecos.

Marcos quería ir a la universidad. Por ello, se ofreció como voluntario en una radioemisora local que lo inspiró a asumir el periodismo. Pronto fue contratado para ejercer de locutor de un programa noticioso matutino de La Ke Buena, una radioemisora comercial en el cercano pueblo de Pinotepa Nacional.

Ya no lo paró nadie. En 2008, se integró a la redacción de Noticias, uno de los principales periódicos del estado. Fue contratado como reportero y fotógrafo, un binomio socorrido en la región. No ganaba mucho. Su mayor lujo era un Volkswagen Jetta blanco, una suerte de oficina móvil desde la cual, redactaba y transmitía.

Sus colegas -que no desean dar su nombre- coinciden en que fue incorruptible pese a su bajo salario; que más bien, Marcos estaba dedicado a cultivarse y aprender de periodismo y ética. Así, este periodista vivió enfrentado a una realidad en la que brillaban el caciquismo, los conflictos indígenas por la tierra y una floreciente actividad del narcotráfico de la cocaína colombiana transportada en submarinos.

Marcos Hernández escribió sobre la resistencia a un plan gubernamental de construir una represa hidroeléctrica, un proyecto favorecido por grandes terratenientes, pero cuyos oponentes sostienen que tendrá un impacto negativo sobre el medio ambiente; denunció a funcionarios por el robo de tierras y, aunque estaba muerto, reveló que Gabriel Iglesias Meza ex alcalde de Jamiltepec, cacique y baluarte del PRI, había incumplido la ejecución de proyectos de obras públicas.

Lo que más pesó fue una nota que Marcos Hernández no escribió. El 18 de enero de 2016, apareció  una nota en Facebook que simulaba ser de Noticias, pero que no lo era. La nota acusaba a Braulio Hernández en ese momento alcalde de Santiago Jamiltepec, y a Cecilia Riva, la viuda de Iglesias, el exalcalde y cacique del PRI, de haberse robado más de 50 acres de tierras públicas pertenecientes al Instituto Nacional Indigenista, una entidad gubernamental. Marcos Hernández le dijo a un amigo que le preocupaba que la gente pensara que él lo había escrito. Y sí. Después, denunció: “Me amenazaron. Me van a matar”. Tenía 38 años de edad cuando fue baleado en la localidad de San Andrés Huaxpaltepec, en la costa oaxaqueña.

El 25 de febrero de 2016, Jorge Armando Santiago Martínez, entonces comandante de la policía municipal de Jamiltepec, Jorge Armando, fue detenido en cumplimiento a una orden de aprehensión. Y el 3 de marzo de 2017, fue sentenciado a 30 años de prisión, así como al pago de 178 mil pesos por concepto de reparación del daño.

Sin embargo, ante las inconsistencias en la integración del expediente, el Tribunal Colegiado del Décimo Tercer Circuito lo absolvió mediante el amparo directo y salió libre. Desde entonces, nada se sabe de quién mató a Marcos Hernández Bautista.


Anabel Flores Salazar
8 de febrero de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca.

Al momento de su secuestro, tenía 32 años de edad y una carrera de seis en medios como El Mundo de OrizabaEl Buen Tono El Sol de Orizaba. Seria, comprometida, enamorada de las primeras planas, salía a buscar la noticia en terreno, ya fuera en las rancherías o los operativos policiacos. Se trasladaba por los municipios veracruzanos Ciudad Mendoza, Acultzingo, Nogales, Maltrata, Ixtaczoquitlán. Reportaba desde accidentes automovilísticos hasta homicidios y ejecuciones.

La madrugada del 8 de Febrero del 2016, un grupo de hombres vestidos como militares y que poseían armas largas ingresaron a su domicilio. Su tía Sandra Luz Morales quiso impedir que se la llevaran, pero la derribaron a golpes. Era el colmo en el Gobierno de Javier Duarte después de los asesinatos de Regina Martínez y Rubén Espinosa.

Los periodistas del estado presionaron tanto que la noticia de su desaparición le dio la vuelta al mundo y el ex Gobernador se vio orillado a emitir una alerta. Y como si no hubiera sido suficiente, la Fiscalía General de Veracruz salió con la versión -un lugar común a esas alturas- de que el motivo de su secuestro estaba relacionado con posibles vínculos con un integrante de los grupos criminales. Desestimó desde el principio,  los motivos por el trabajo periodístico.

Anabel era la esposa de un excomandante de la policía y tuvo dos hijos, uno de cuatro años y otro, con apenas 15 días de nacido. Fue encontrada el 10 de febrero, dos días después de su secuestro, en el kilómetro 1+580 de la carretera Cuacnopala-Oaxaca de Puebla. Su caso, fincado en la misma Fiscalía que la condenó desde el principio, continúa ahí.


Moisés Dagdug Lutzow
20 de febrero de 2016
Letras truncas: Voz en la radio

Era dueño de la estación de radio XWVX-AM La Grande de Tabasco. Tenía un programa de radio y televisión en el que lanzaba críticas en contra del Gobierno federal de Enrique Peña Nieto y el de Tabasco, Arturo Núñez Jiménez.

En 2006, fue electo Diputado federal por el III Distrito Electoral Federal de Tabasco a la LX Legislatura para el periodo que concluyó en 2009. Fue hermano de Esther Alicia Dagdug Lutzow, exdiputada local del Partido Revolucionario Institucional. También, en la parte familiar, fue consuegro del exgobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo, pues una de sus hijas estuvo casada con Fabián Granier Calles.

Cuando tenía 65 años de edad, su hermana Esther encontró su cuerpo sin vida en su domicilio. Elementos de la Secretaría de Seguridad Pública dieron a conocer la versión de que los delincuentes saltaron la barda de la casa y tras cometer el homicidio, huyeron a bordo de una camioneta Ford Lobo, propiedad del empresario.

Dagdug, director del grupo radiofónico, y Ángel Antonio Jiménez, su director de noticias, habían denunciado amenazas por su postura crítica.

El caso dio un giro cuando la Fiscalía General del Estado de Tabasco detuvo a Rolando Manubes de la Cruz, como presunto homicida. En una rueda de prensa, el entonces Fiscal Fernando Valenzuela Pernas presentó la versión del crimen pasional. Según el imputado, la víctima le habría pedido tener relaciones íntimas.

Este relato se fortificó porque en la camioneta, las autoridades encontraron un cuchillo con rastros de sangre que coincidió con el tipo sanguíneo de la víctima; así como varias botellas de licor, entre ellas, de whisky y ron Appleton que, según el presunto homicida, eran las bebidas favoritas del empresario. Pero en su primera declaración, el detenido dijo ser inocente y responsabilizó del crimen a otra persona. La investigación sigue sin que haya noticias.

Con todo, un programa de radio fue acallado y en los conteos de periodistas, el nombre de Moisés Dagdug Lutzow apareció como el cuarto asesinado en México.

Transcurría el cuarto año de Gobierno de Enrique Peña Nieto y la aprobación a su gestión había caído a un deplorable 10 por ciento, la cifra más mínima de la que se hubiera tenido registro. Los asesinatos de los periodistas continuaban. Se dejó de señalar al crimen organizado porque el Presidente rompió con su antecesor, por lo menos en el discurso. No mencionaba la palabra “guerra” ni por asomo. Sin embargo, la violencia continuaba con su monstruosa forma de mil cabezas.


Francisco Pacheco Beltrán
25 de abril de 2016
Letras truncas: Información general 

Era colaborador de El Sol de Acapulco, El Faro de Taxco y la emisora radio Capital Máxima, en Chilpancingo, Guerrero. Fue asesinado a las puertas de su domicilio, cuando volvía de dejar a sus hijas en la escuela.

 


Manuel Santiago Torres González
15 de mayo de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca

La tarde del 14 de mayo, la pluma de Manuel Torres González cayó para siempre. El periodista salía de una oficina de tránsito en la ciudad de Poza Rica cuando recibió un balazo. Fue corresponsal de TV Azteca, de Radiover.com y colaboró con varios medios de comunicación locales, como el Diario Noreste. Al momento de su muerte era editor de su propio portal informativo Noticias MT y también trabajaba para el Ayuntamiento de Poza Rica. Su trayectoria periodística completó más de 20 años con especialización en temas de seguridad pública.

Estaba casado con Elia González Cruz con quien tuvo dos hijos. Su familia no fue localizada en Veracruz. Manuel Santiago nació y creció en ese estado, pero por ahora no hay quien quiera hablar de su niñez, sus andanzas como adolescente y cómo llegó a tener esa pasión demostrada por el periodismo.

La última nota firmada por Manuel Torres fue “Empresas extranjeras deben millones a petroleros de Poza Rica”. Era sobre una “manifestación afuera de las instalaciones” de PEMEX por parte de “representantes y propietarios de 40 empresas locales del ramo petrolero que han prestado sus servicios a empresas extranjeras que realizan trabajos para PEMEX” por adeudos millonarios desde hace dos años, fechada el 19 de agosto de 2015.

La Fiscalía Regional de la zona norte de Poza Rica en Veracruz empezó a investigar el caso de inmediato. Y de inmediato desligó la investigación de la actividad periodística. Pero la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas condenó el homicidio del comunicador, de 48 años, y pidió que no se descartara su trabajo como causa del crimen.

Un año antes, en junio, en una comida con reporteros, fotoperiodistas y directivos de los medios de la zona norte de la entidad, el entonces Gobernador Javier Duarte de Ochoa, advirtió: “Voy a tener mucho cuidado con lo que voy a decir a continuación y, si a alguien le afecta lo que voy a decir, de antemano le ofrezco una disculpa… Quienes integran esas células delictivas tienen pugnas, quienes están abajo quieren estar arriba. Yo lo digo con total conocimiento de causa, lamentablemente la delincuencia tiene puentes, nexos con notarios públicos, empresarios, funcionarios públicos y también algunos de los colaboradores, trabajadores de los medios de comunicación, también están expuestos ante estas situaciones”.

Duarte insistió: “Pórtense bien” porque “hay muchas manzanas podridas” y “vamos a sacudir el árbol tan fuerte que muchas van a caer”. De plano, su discurso público presentaba una supuesta complicidad de reporteros con la delincuencia organizada. Duarte, hoy preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, jamás comprobó su dicho.

El caso continuó en la Fiscalía de Veracruz. No hay el menor indicio de que pueda ser conducido hacia un detenido o alguien que diga qué pasó, por qué mataron al periodista.


Elido Ramos Zárate
19 de junio de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca

Cubría la sección de noticias policiales para El Sur. Se encontraba en un banco cuando dos sicarios a bordo de una motocicleta dispararon contra él.

 


Salvador Olmos García
26 de junio de 2016
Letras truncas: Cobertura de conflicto magisterial

Salvador Olmos García tenía casi 32 años de edad y fue asesinado por policías municipales en Huajuapan de Léon, Oaxaca. Era 26 de junio de 2016 y días antes, en Nochixtlán, maestros de la sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se enfrentaron con la policía, lo que arrojó seis muertos y 45 heridos. Los maestros protestaban en contra de una reforma, impulsada por el entonces Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, que ordenaba un examen evaluatorio de todos los docentes de México.

Periodista comunitario, desde su programa Pitaya Negra en la radio Un Ñuu Savi (palabra del pueblo de la lluvia) reportó ese evento desde la visión del maltrato a los derechos humanos. Un día antes de su muerte, solicitó ayuda para los maestros porque habían llegado camiones con personas armadas. La estación era de esa misma sección disidente de maestros y operaba de manera ilegal desde la instalaciones de la Normal Experimental “Huajuapan”.

Además de periodista, Salvador fue comerciante, luchador social, activista defensor de las tierras, cantante y pionero del movimiento anarcopunk en ese municipio.

Aquel funesto día, su cuerpo apareció atropellado, en la colonia Las Huertas. Al intentar justificar el crimen, las autoridades cayeron en contradicciones. Según la Fiscalía General del Estado, el locutor fue detenido por desorden público: quería realizar una pinta. Pero los policías reportaron que Olmos García intentó darse a la fuga, y entonces fue atropellado.

A seis meses de su inauguración, el Hemiciclo a Juárez volvía a estar en el ojo del huracán. Esta vez no era por el monto de la inversión, ni la alteración de algún dictamen, ni por el tamaño de la estatua de Benito Juárez que en su momento generó varios señalamientos. Ahora llamaba la atención por las pintas que intentó realizar ahí Salvador Olmos García y que le costaron la vida.

Un testigo afirmó que lo arrollaron unos patrulleros. Narró, incluso, que se dieron tiempo para rematarlo, pues el auto le pasó dos veces encima. Salvador habría levantado las manos. La patrulla tuvo tiempo de frenar; pero no lo hizo.

Nació en San Vicente Boquerón, Acatlán de Osorio Puebla en 1985, de padres con raíces mixteco – cuicatecas. Emigraron a Huajuapan en busca del progreso.

Estaba soltero, vivía en casa de sus padres y ayudaba con recursos a una de sus hermanas que estudia enfermería en Puebla. Que tenía alma de niño y que en sus playeras negras, rastas y botas encontró un espacio para expresarse, es una descripción común entre sus amigos, tanto del ámbito de la música como del Periodismo. Lo apodaban “El Abogado” porque Salvador también estudió Derecho.

Tras las primeras indagaciones del caso de Salvador, el policía que presuntamente conducía la patrulla quedó a disposición del Ministerio Público. El 3 de julio fue vinculado a proceso por la posible comisión de delito de homicidio doloso en prisión preventiva en el reclusorio de Villa de Etla, Oaxaca. Aún no se le ha dictado sentencia.


Pedro Tamayo Rosas
20 de julio de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca

De 45 años de edad, fue atacado a balazos en Tierra Blanca, Veracruz, cuando estaba en el portal de su casa, frente a su esposa y sus dos hijos. Su historia colmó las agresiones en contra de los periodistas mexicanos. Tamayo Rosas era un periodista protegido por el mecanismo de protección y aun así, lo mataron. De hecho, había sido mudado con su familia a otro municipio, pero quiso regresar a ese su terruño porque estaba enamorado del reporteo.

Alicia Blanco, su viuda, dio cuenta que tuvo amenazas frecuentes.

Trabajó para Al Calor Político y El Piñero de la Cuenca. Para este último sitio escribía con el pseudónimo “En la línea de Fuego”. Las primeras averiguaciones de la Fiscalía de Veracruz arrojaron que habrían sido dos los agresores del periodista. Se acercaron con la trampa de comprarle su vivienda. Los peritos levantaron varios casquillos percutidos calibre 9 milímetros.

Tamayo cubrió durante días el hallazgo, en junio de 2014, varias fosas clandestinas de las que se exhumaron 35 personas que habrían sido asesinadas por el grupo conocido como Los Zetas, en el municipio de Tres Valles.

“Era un reportero que tenía la premisa de informar las situaciones de riesgo, las complicaciones de una región históricamente violenta. Era un reportero que marcó una vida al lado de una cámara y al son del teclado. Era un reportero. Y fue un reportero que murió teniendo el blindaje del estado”, lo describió en una carta abierta El Piñero de la Cuenca, momentos después que se supo de su asesinato.

El caso se intrincó. A la lucha legal de la familia por esclarecer el asesinato del periodista, se unió la de demostrar la inocencia del hijo mayor, quien fue detenido en diciembre de 2016 junto a los dos ex elementos del Instituto de la Policía Auxiliar y Protección Patrimonial para el Estado de Veracruz, quienes eran los responsables de la protección del periodista. El hijo de Tamayo recibió una condena de 54 años en marzo de 2018, pero las audiencias se reiniciaron porque las pruebas que lo acusaban y las que demostraban su inocencia fueron desechadas por igual. El caso continúa.

La historia tiene el sello del Gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Intrigas, marañas en las que las víctimas resultan victimarios, así como el terror de la cárcel o la muerte.


Agustín Pavia Pavia
13 de septiembre de 2016
Letras truncas: Radio comunitaria

Fue activista, abogado y locutor de radio. Perdió la vida junto con otras tres personas, el 13 y 14 de septiembre en Oaxaca.

 


Aurelio Cabrera Campos
15 de agosto de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue director del semanario «El Gráfico de la Sierra». En los primeros informes, la Fiscalía General del Estado señaló a otro colega periodista como presunto responsable de las balas que le arrebataron la vida.

 


Jesús Adrián Rodríguez Samaniego
10 de diciembre de 2016
Letras truncas: Cobertura policiaca

Era reportero de la cadena Antena 102.5 FM y 760 AM, radiodifusora del Grupo Radio Divertida. Fue ejecutado afuera de su domicilio en la colonia Santa Rosa, Chihuahua.


Cecilio Pineda Birto
2 de marzo de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca de Tierra Caliente

Trabajó en el diario Despertar del Sur y en el semanario La Voz de Tierra Caliente, además de colaborar en La Jornada Guerrero y  El Universal; residía en el municipio de Riva Palacio, Michoacán. Recibió varios balazos de parte de dos hombres que iban en una motocicleta.


Ricardo Monlui Cabrera
19 de marzo de 2017
Letras truncas: Cobertura de temas cañeros

Era director editorial del periódico de Córdoba, El Político y autor de la columna Crisol  que se publicaba en El Sol de Córdoba y Diario de Xalapa. Fue presidente e la asociación de periodistas de Córdoba y vocero de la Unión Nacional de Productores de Caña de Azúcar. Monlui salió de un restaurante en Yanga, al lado de su familia. Sujetos le dispararon desde una motocicleta.


 

Miroslava Breach Velducea
23 de marzo de 2017
Letras truncas: Narcopolítica

Las siguientes son las palabras de la periodista Patricia Mayorga, cuando recibió el Premio Internacional por la Libertad de Prensa que otorga el Comité para Proteger a los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés):

“Dos meses antes de que la asesinaran, Miroslava Breach y yo nos preguntábamos, ¿por qué seguíamos? Ella se negaba a ser cómplice y yo a defraudar a a gente que ha confiado y ha puesto su última esperanza en el periodismo. Miroslava tenía claro el riesgo de investigar la narcopolítica, sobre todo en la sierra tarahumara, donde controla el crimen organizado hace años, donde lo cotidiano es el desplazamiento forzado, las desapariciones forzadas, la muerte y el silencio cómplice. Contra toda lógica y en estado de indefensión para los periodistas en México, era necesario seguir y seguimos”.

A Miroslava, 54 años, la mataron el 23 de marzo de 2017, cuando esperaba, a bordo de su camioneta, a su hijo Carlos, para llevarlo a la escuela, en la ciudad de Chihuahua. Fueron dos sujetos que iban en un vehículo Malibu Chevrolet gris. La periodista, de las más reconocidas en el estado y el país, se dedicó a investigar la corrupción de criminales y políticos; es decir, la narcopolítica. Pero también gran parte de su trabajo se centró en la defensa de derechos humanos de las comunidades indígenas y conflictos en materia ambiental.

A últimas fechas, Chínipas, donde nació, era su campo reporteril porque ahí, como en microcosmos, se enmarañaron la política y los grupos del narco.

Después de su muerte, el ser de Miroslava se convirtió en un estandarte. Como Regina Martínez o Rubén Espinosa, su rostro empezó a llenar las manifestaciones de petición de justicia al Estado mexicano para el centenar de periodistas asesinados hasta ese año. Se usan fotos de ella donde está con gesto amable, sonriente, terso. En una de las imágenes está con sombrero, en plena sierra. Su cuna fue la sierra tarahumara de Chihuahua. Los estudios universitarios los hizo en Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Baja California Sur. El amor por el periodismo nació ahí, mientras cursaba la licenciatura. Cuando regresó a Chihuahua, trabajó en El Heraldo de Chihuahua, El Diario de Chihuahua, El Norte de Ciudad Juárez y a partir de 1997, se desempeñó como corresponsal del diario La Jornada.

Sus últimos trabajos fueron para desenmarañar la narcopolítica, ese concepto que une perversamente al ámbito político con el delincuencial. Se dedicó a investigar la expansión de “Los Salazares”, una organización criminal que operaba en Chínipas en alianza con el cártel de Sinaloa.

Dos años después del asesinato, en pleno día de la navidad, fue detenido Juan Carlos “N” alias el “Larry” o el “Wa Wa”. Días antes, Ramón Andrés Zavala, identificado como quien disparó, fue localizado sin vida en una brecha cerca de Álamos, de donde era originario, en los límites de Chihuahua y Sonora. Estas detenciones dejaron muchos cabos sueltos. Porque la narcopolítica es algo más amplio. Y Miroslava la reporteó hasta su último alcance.

En febrero pasado, una testigo de identidad reservada, de los cinco que se presentaron en el juicio en contra de Carlos Moreno, dijo que los panistas José “Pepe” Luévano, funcionario estatal; Alfredo Piñera, vocero de la bancada de es mismo partido en el Congreso, y Hugo Amed Shultz, funcionario de la Secretaría de Educación en el estado, habían amenazado a la periodista.

La mujer comentó que “los tres funcionarios le decían que tuviera cuidado con lo que escribía porque podría sucederle algo a sus hijos”. En su testimonio, sostuvo que Miroslava les llamaba «los mensajeros del narco». Hoy, son  funcionarios públicos de la actual administración estatal, encabezada por el panista Javier Corral Jurado.

Cuando se perpetró el crimen, el 23 de marzo de 2017, Luévano era secretario general del comité directivo estatal del PAN, mientras que Piñera era el vocero de ese instituto político y Shultz, presidente del comité municipal en Chínipas.

Miroslava Breach Velducea fue mujer periodista y madre, una combinación distintiva en el periodismo mexicano. Su pluma apuntó alto de la manera más preciosa en los códigos de ética. México se permitió perderla.


Maximino Rodríguez Palacios
15 de abril de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca

Al mediodía, desde un vehículo, le dispararon cuando el hombre de 73 años de edad se estacionaba en una tienda City Club de La Paz, Baja California Sur. Una ráfaga de arma larga cubrió al periodista. Su esposa, que también estaba en el coche, sobrevivió. La carrera de Max Rodríguez, como se firmaba, data de hace más de 40 años como reportero de la fuente policiaca en medios de Irapuato, Guanajuato. Cuando llegó a Baja California Sur ingresó al equipo de El Sudcaliforniano.

Fue Director del Diario Últimas Noticias, reportero de TV La Paz Canal 10, donde también contaba con un programa de radio; fue Director de Comunicación Social -durante 12 años- del Tribunal Superior de Justicia en el Estado y tras un descanso, regresó al medio periodístico para retomar lo que un día empezó: la fuente policiaca. Llevaba poco más de dos años trabajando para el colectivo Pericú, un blog de periodismo civil sobre corrupción, abusos ciudadanos y casos de discriminación, fundado y dirigido por el periodista Cuauhtémoc Morgan en 2009.

Tras su abatimiento, Morgan lo reconoció como una persona “muy valiente y decidida” y de inmediato, pidió no sembrar la idea de vínculos con algún grupo criminal.

“Para el medio es muy doloroso, es un golpe muy duro que nos ha devastado totalmente, porque es algo que nunca esperábamos; pero esto nos lleva a reflexionar, obviamente sobre la situación de violencia que se vive tanto en Los Cabos como en La Paz, y del peligro que es dar cobertura a este tipo de hechos de violencia, en los que uno, sin proponérselo, se convierte, como ahora vemos en un objetivo de estas personas que dirimen odios y rencores a balazos”, escribió Morgan en un posicionamiento en el blog.

Pero las hipótesis de la Procuraduría General de Justicia de Baja California Sur apuntaron desde el principio a su trabajo periodístico y sobre todo a su columna, “Es mi Opinión”, en la que analizó los hechos violentos en La Paz y Los Cabos.

Hasta la entonces Embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, lamentó a través de Twitter “… la muerte de un periodista más. Esta vez Max Rodríguez en Baja California Sur. Cuarto periodista asesinado en el año”.

La entonces Procuraduría General de la República ofreció una recompensa de hasta un millón y medio de pesos a quienes proporcionaran información veraz y útil para la investigación del caso. Dos años después, en 2019, la PGJBC obtuvo un fallo condenatorio contra cuatro personas implicadas. Sergio, “El Gastón”; Luis, “El Hueso”; Jesús, “El Güerito” y Juan, “El Teoría”, fueron identificados y acusados como copartícipes. Pero aún no se conoce la autoría intelectual.


Javier Valdez Cárdenas
15 de mayo de 2017
Letras truncas: Cobertura del narcotráfico

Con el sol sobre Culiacán, el periodista y fundador de RíoDoce fue asesinado y entonces, el mundo se conmocionó. Hacía 53 días de Miroslava y en su Twitter, el periodista decidió escribir: “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”. Miroslava y Xavier se convirtieron en los símbolos humanos con los que los periodistas darían la batalla para defenderse para exigir justicia, para reclamar pedazos de paz.

Javier Valdez Cárdenas fue una de las plumas más productivas del mundo de las letras en México. Tanto en Periodismo como en Literatura. El narcotráfico, realidad esencial en Sinaloa, el estado mexicano donde nació, fue su temática. Un infierno -como él mismo le llamó-, pero escenario imprescindible de contar para Valdez. Nació ahí mismo, en Culiacán, donde lo mataron, el 14 de abril de 1967. Estudió Sociología en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Se inició como reportero de noticiarios televisivos del canal 3. Ingresó a las páginas del periódico Noroeste y luego, desde 1998, fue corresponsal de La Jornada.

El narco … El narco sinaloense. El narco sinaloense que a veces lo llena todo tanto con su producción que al final le da ocupación a miles de personas en el campo como con su fenómeno de violencia. Basta adentrarse en la biografía de cualquier narco mexicano para dar con Sinaloa. Por ese motivo, desde los 70 del siglo XX, el Ejército está entre esos cerros. Llegó con la Operación Cóndor que implicó el despliegue de 10 mil soldados. Se consideró que ahí estaba la puerta de entrada a la región bautizada como “triángulo dorado” cuyos vértices son Sinaloa, Durango y Chihuahua. El tiempo ha pasado. Los soldados no se han ido. Y nadie parece acostumbrarse. El estigma del narco, Sinaloa lo ha pagado caro. Xavier escribió las novelas “Miss Narco” y “Levantones” que describieron a través de la ficción esa loca verdad.

En febrero de 2003, al lado de los periodistas Ismael Bojórquez Perea y Alejandro Sicarios, fundó el semanario RíoDoce, en alusión a los 11 ríos sinaloenses. La mañana del 11 de septiembre de 2009, las oficinas de la publicación fueron agredidas con una granada. En 2011, recibió el Premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia en Nueva York. También tuvo el Premio PEN Club México a la excelencia editorial en 2012.

Las crónicas fueron publicadas por otros medios como las revistas Proceso, Gatopardo y Emeequis.

A finales de 2016, presentó su libro “NarcoPeriodismo”, en el que relató el trabajo de la prensa acechada por el crimen. Otros de sus libros son “Huérfanos del Narco”, “Los Morros del Narco” y “Con una granada en la boca”.

Se casó con la también periodista Griselda Triana. Tuvieron a Tania, Francisco, Javier y Sarilah.


Jonathan Rodríguez Córdova
15 de mayo de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca

Era reportero del diario El Costeño en Autlán, Jalisco. El auto en el que viajaba con su madre, Sonia Córdova quien se desempeña como subdirectora. Ella resultó herida de gravedad.

 


Salvador Adame Pardo
14 de junio de 2017
Letras truncas: Cobertura de narcotráfico en Michoacán 

Fue director del canal de televisión 6TV en Tierra Caliente. Un grupo armado se lo llevó. Su cuerpo fue encontrado en un paraje llamado «Barranca del Muerto» en la carretera Nueva Italia-Lombardía.

 


Edwin Rivera Paz
9 de julio de 2017
Letras truncas: Imágenes

Provenía de Honduras. Era fotógrafo. Fue atacado en Acayucan por dos sicarios que viajaban en motocicleta.

 


Luciano Rivera Delgado
31 de julio de 2017
Letras truncas: Imágenes

Inició su labor periodística en el canal local CNR como reportero y después, fue presentador del noticiario estelar. Fue asesinado cuando intentaba defender a dos mujeres que eran acosadas en el bar La Antigua, en Playas de Rosarito, Baja California.

 


Cándido Ríos Vázquez
22 de agosto de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca

El periodista Cándido Ríos Vázquez, quien era cuidado por el Mecanismo para la Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, fue asesinado por disparos de arma de fuego en una gasolinería de la carretera federal 180 Costera del Golfo, en la localidad de Juan Díaz Covarrubias, en el municipio de Hueyapan de Ocampo, Veracruz.

En el incidente, fallecieron también el exinspector de la policía de Acayucan, Víctor Acrelio Alegría y su chofer.

“Pabuche”, como era conocido, regresaba de un café Internet en Juan Díaz Covarrubias donde escribía sus notas, como todos los días. Se topó con dos amigos y luego, llegaron los sujetos armados.

El 13 de agosto, compartió un video en el que dijo que “sus verdades” eran incómodas, pero a pesar de ello, seguiría diciéndolas. Dijo: “Nos acribillan a sabiendas que nuestras armas no disparan balas, disparan verdades. Por los delitos de hablar con la verdad, tratando de abrirle los ojos a mi gente. Las verdades no ofenden simplemente incomodan”.

Cojeaba de una pierna. La arrastraba cuando apretaba el frío. Los tendones se le contraían y le causaban dolor. Caminaba por las calles de Hueyapan, entre cañales y montes, apoyado en un bastón. Pero donde ocurría un hecho sangriento o una protesta, ahí estaba.

A sus 55 años, la voz chillona y apurada de “Pabuche” fue silenciada.

“Pabuche” tenía la secundaria terminada. En su natal Hueyapan fue campesino. Ahí le nació la conciencia por la injusticia social. Fundó el semanario  La voz de Hueyapan que duró poco.

Después se fue al Diario de Acayucan –propiedad del Magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia en Veracruz, Edel Álvarez Peña-, a pedir trabajo y se lo dieron de corresponsal y vendedor de periódicos. En la sección de su localidad iban sus notas y fotos. Así, “Pabuche”, ganó popularidad, pero también enemigos, uno de ellos, el exalcalde de Hueyapan, Gaspar Gómez, quien en numerosas ocasiones lo amenazó de muerte.

Su muerte sumó 10 asesinatos de periodistas en 2017, entre ellos nueve mexicanos y uno hondureño. En 2016, hubo 11 homicidios a periodistas. Era el último año del Gobierno de Enrique Peña Nieto.

Roberto Campa, entonces Subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, negó que el asesinato del periodista estuviera vinculado a su actividad periodística. Durante una conferencia, el funcionario señaló que el asesinato tenía relación con una persona que lo acompañaba en el momento del ataque. «Todos los indicios apuntan a que el ataque está vinculado con otra persona, no con el periodista», señaló.

Hasta hoy no hay noticias del avance de este asesinato.


Édgar Daniel Esqueda
6 de octubre de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca

El fotoperiodista Édgar Daniel Esqueda fue asesinado en San Luis Potosí. Sus restos fueron hallados en un predio cerca de las vías del tren, en el camino al Aeropuerto Internacional Ponciano Arriaga. Tenía evidencias de tortura. Un día antes, la mañana del 5 de octubre de 2017, cuatro hombres armados que dijeron ser policías ministeriales entraron por Édgar a su casa, en la colonia Julián Carrillo. Su madre y su esposa se quedaron estupefactas.

Este obituario lo que desea es honrar su humanidad. Por eso, se niega a reproducir el contenido de un video que circuló en sus horas de desaparecido, con una confesión arrancada.

Después de que se conoció que se lo habían llevado, la Policía Ministerial del Estado se desmarcó. A la acusación, reaccionó: “La Policía Ministerial del Estado [PME] informa que no se ha realizado ninguna acción policial en contra de un reportero de la ciudad capital, quien fue sacado de su domicilio la mañana de este jueves por presuntas personas que dijeron ser de esta corporación. La PME negó que hayan sido sus elementos quienes hayan realizado esta acción. La Procuraduría General de Justicia de San Luis Potosí investiga estos hechos y apoya a la familia de la víctima en los trámites necesarios para su localización”.

El reportero había solicitado protección ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y ante la propia Secretaría de Gobernación. Las amenazas que había recibido provinieron precisamente, de elementos de la Policía Ministerial. El 28 de junio, elementos de esa corporación asesinaron a tiros a Enrique, de 16 años de edad, a quien confundieron con un delincuente. Édgar Daniel no sólo captó imágenes; como pie de foto puso que lejos de reconocer el mortal error, alteraron la escena del crimen para culpar a la víctima.

Sus compañeros, tras su partida, describieron que Édgar Daniel transpiraba adrenalina y era de los primeros en llegar a las escenas del crimen, incluso antes que las ambulancias. En su adolescencia, él mismo se preparó como paramédico; de modo que en los últimos años había estado en contacto frecuente con heridos. El 20 de septiembre de 2017, no dudó ni un segundo para unirse a los rescatistas potosinos que ayudaron a sacar personas en los destrozos que dejó el sismo en la Ciudad de México.

Cuando concluyó la preparatoria, incursionó en la fotografía de eventos. En esa etapa, conoció a Citlalli, con quien tuvo una hija. De esa forma, comenzó a relacionarse con reporteros de medios locales. Así dio el paso al fotoperiodismo.

Armado con una cámara, acudía a donde había heridos o personas que acababan de perder la vida. Le entregaba sus imágenes a dos diarios digitales: Vox Populi y Metrópoli San Luis. En un momento, Édgar Daniel emprendió y formó Infórmate Potosino, al que alimentó con producción propia. Textos, fotos y transmisiones en vivo en Facebook live eran su jornada diaria. Su última aparición en vivo fue a las 9:00 horas del 5 de octubre.

El periodista fue el mayor de los tres hijos que tuvo el matrimonio de Javier Esqueda y Verónica Castro López.

Infórmate Potosino dio la noticia: “Muere hoy Édgar Esqueda Castro, jefe de prensa de este medio independiente, dedicado a la información policiaca. Hoy el silencio se hace presente en este espacio quizá para siempre. No se mata la verdad matando periodistas”.

Pese a denuncias previas, pese al video que circuló de manera anónima en las redes, pese a marchas y minutos de silencio, la Procuraduría General de Justicia de San Luis Potosí no tiene nada respecto al caso de Édgar Daniel.


Gumaro Pérez Aguilando
19 de diciembre de 2017
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue asesinado en una escuela primaria en Acayucan, Veracruz. Estaba ahí por el festival navideño de su hijo. Tenía 35 años de edad. De nada le sirvió haberse acogido al programa de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas. Fue muerto a la vista de todos y donde había niños porque los asesinos entraron hasta el salón de clases donde estaba.

Este obituario se niega y opone a la versión de la Fiscalía General del estado de Veracruz [FGV] que dos días después del homicidio, emitió información sobre supuestos vínculos de Gumaro con grupos de la delincuencia organizada que operaban en el sur del estado. Hasta filtró a los medios que era “El Hombre de Rojo”, un sobrenombre que se le puso en el bajo mundo por cubrir la nota roja.

Cuando cayó, ese mismo día, Reporteros sin Fronteras declaraba a México como el país sin guerra más peligroso para ejercer al periodismo.

Como ocurre en la región de Veracruz, el periodista fue un emprendedor. Él mismo fundó La Voz del Sur -ya no existe- y además colaboró en varios medios. Al momento de su muerte, era empleado en Comunicación Social del Ayuntamiento.

Durante el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa, quien fue puesto en prisión por actos de corrupción, 17 periodistas fueron asesinados en Veracruz. Con su partida, las razones para creer que el cáncer de la violencia en contra de informadores iba a disminuir. Pero los hechos mostraban otra cosa. Había pasado un año y medio de la partida de Duarte y el promedio de comunicadores muertos había empeorado. Con Gumaro se contaban cuatro en lo que iba de la administración de Miguel Ángel Yunes Linares.

Un día después del asesinato (de los más contundentes, porque no importó en dónde estuviese Gumaro), la FGV dijo que detectó “nula actividad periodística”. En otras palabras, según esta instancia, Gumaro no era periodista. Al siguiente día vino lo de que estaba vinculado con grupos de narcos.

En un comunicado, la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas dio a conocer que Gumaro Pérez estaba incorporado al programa preventivo de cobertura segura de esa instancia desde 2015, pero no había manifestado haber recibido amenazas que pusieran en riesgo su integridad.

Gumaro tenía 34 años de edad.

De hecho, al ver que las agresiones a los periodistas en Veracruz no disminuían, Adelina Mendoza, su esposa, platicó con él sobre poner un restaurancito. “Me ayudas. Vamos a trabajar los dos”, relató ella después de la muerte de su compañero. “El chiste era que dejara eso y estuviéramos tranquilos”. Pero la misma Adelina dio cuenta que Gumaro quería seguir en el periodismo y para ello, esperaba mejores tiempos.

Entre los enredos de si era o no periodista, de que si era o no delincuente, pasaron tres años y en el caso de Gumaro ni siquiera se sabe dónde quedó su expediente.


Carlos Domínguez Rodríguez
13 de enero de 2018
Letras truncas: Corrupción

Iba en su automóvil. Su nuera y su nieto, de cuatro años, junto a él. Pero lo apuñalaron y con ello, se convirtió en el primer periodista aniquilado de 2018. Este caso es de los más intrincados de la tragedia periodística de México porque seis personas fueron señalados como presuntos responsables del asesinato y recluidos en el centro penitenciario de Nuevo Laredo. Tres de ellos eran periodistas. Después de un año y medio de cárcel, quedaron libres por falta de pruebas, pero uno falleció.

Carlos Domínguez trabajó en El Diario de Nuevo Laredo y en fechas recientes se desempeñaba de manera independiente. Era autor de una columna política que difundía a través de las redes sociales.

Después de su muerte, el hijo del periodista, homónimo, habló en el programa que Ciro Gómez Leyva tiene en Radio Fórmula. “Fue (un ataque) directo. (A la nuera) la bajaron y le dijeron que no mirara. (El periodista) puso el seguro, (los asesinos) rompieron el vidrio de tres golpes, manoteó, pero en el manoteo lo estaban apuñalando. No le dieron tiempo de bajar del coche”, expresó. «Le dieron más de 20 puñaladas en el pecho. Lo mataron con una saña horrible a mi padre», dijo.

La Procuraduría General de Justicia de Tamaulpas detuvo a Rodolfo García Cantú (familiar del candidato de Morena a la alcaldía de Nuevo Laredo, Carlos Canturosas), David Mejía Bravo, Adrián Montes, Juan José Zúñiga (periodista), Luis Ignacio Valtierra (periodista) y Gabriel Garza Flores (periodista) por orquestar y ejecutar el crimen. A ninguno se le comprobó nada. Ellos, en las audiencias, dijeron que habían sido torturados. En octubre de 2019, quedaron en libertad.

Para Gabriel Garza Flores, un periodista con más de 30 años de trayectoria, la justicia llegó tarde. Falleció el 14 de abril, mientras su familia lo visitaba en el penal donde estaba recluido.

Carlos Domínguez se encontraba en una investigación sobre una red de empresas fantasma que involucraba al ex alcalde Carlos Canturosas de Nuevo Laredo.

Que haya justicia ha sido la batalla que ha dado el hijo homónimo. El 2 de mayo de 2019 expuso en plena conferencia mañanera del Presidente de la República que ese reportaje habría sido el móvil del asesinato de su padre. El político envió una carta al periódico El Universal en la que negó estar involucrado.


Leslie Ann Pamika Montenegro del Real
5 de febrero de 2018
Letras truncas: Política en YouTube

Conocida como “La Nana Pelucas, por el personaje que creó en el canal YouTube, Pamika Montenegro del Real fue ejecutada la noche del 5 de febrero en Acapulco, Guerrero. Le dispararon dos hombres en el restaurante A Todos los Santos -de su propiedad-, en el fraccionamiento Costa Azul de Acapulco, Guerrero. Tenía 36 años de edad.

Desde 2016, Pamika había sido amenazada a través de mantas colocadas en distintos puntos del puerto. La señalaban de nexos con la delincuencia. También a su esposo, Samuel Muñuzuri.

El silencio también cubrió a esta biografía. Pocos hablan en el puerto de lo que le ocurrió hace dos años. De acuerdo con su perfil de Facebook, la vida de Pamika se desarrolló en Acapulco donde estudió en el colegio El Pacífico.

Su canal de YouTube se llamaba El Sillón TV. Ahí criticaba y entrevistaba a políticos guerrerenses. También hacía editoriales. El hilo conductor era la sátira, aunque incluía también desde consejos de maquillaje hasta recomendaciones de compras.

“Nana Pelucas” era una mujer de lentes enormes y una abundante peluca rizada. Emulaba a una columnista de chismes y revistas de antaño. Se parecía a Gossip Gerty, de los cómics de Batman, o Rita Sekketer, de las novelas de Harry Potter. “Representaba a una ciudadana cualquiera. Mal hablada, que se quejaba y criticaba de la situación que vivía el país”, comentó el periodista Julio Vázquez, de Acapulco, poco después de que se conoció el asesinato.

El 3 de marzo publicó un video en el que señaló de negligentes a los colaboradores del presidente municipal de Acapulco, Evodio Velázquez. Lo tituló “La Nana Pelucas deja bien claro que la culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre y pá compadres que se carga Evodio Velázquez en Acapulco”. Tras la difusión del video, Pamela recibió amenazas de muerte. Su esposo Samuel Muñuzuri responsabilizó al presidente municipal.

Su último video fue para una sección llamada “Los Mitotales de la Semana”, en la que habló de supuestas irregularidades en la administración de Javier Chona, quien era Director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco. Días después, el funcionario renunció.

Otro asunto expuesto por “Nana Pelucas” fue un misterioso cheque de 285 mil pesos endosado por Érika Lührs, Directora de Comunicación Social del Gobierno del estado. La funcionaria aseguró que era un fondo revolvente para comprar y mover al personal en eventos oficiales; pero la «youtuber» acusó que con ese dinero se silenciaron a ciertos periodistas.

Otro contenido fue el asesinato de Arturo Gómez, quien fuera alcalde de Petatlán. Este lo hizo en su cuenta de Facebook. “Petatlán está de luto por un acto cobarde y ruin. ¿Cuántos alcaldes más van a hacer a un lado por su pinshi ambición desmedida?”

La Sociedad Interamericana de Prensa condenó el asesinato de la videobloguera y pidió a las autoridades indagar de manera expedita y conocer si estuvo relacionado con el contenido de sus redes sociales. El caso aún lo lleva la Fiscalía General Estatal. En agosto de 2018 hubo dos detenidos, pero el esposo de Pamika no los identificó como los asesinos. En una conferencia de prensa, él y Ana Guerra del Real, hermana de Pamika, desestimaron las investigaciones y pidieron justicia.


Leobardo Vázquez Atzin
21 de marzo de 2018
Letras truncas: Pugnas por la tierra

Cuando estaba afuera de su domicilio, en Gutiérrez Zamora, Veracruz, lo mataron los balazos que le dispararon desde una moto. Había sido amenazado de muerte.

La información de Vázquez Atzin incomodó a funcionarios públicos, una organización y un notario. Pero la Fiscalía General del Estado relacionó el homicidio con su negocio de “taquero”, un oficio que también ejercía, al lado de su esposa, y del que se enorgullecía.

Dos años después de la muerte de Leobardo, la Fiscalía tenía a cuatro personas detenidas a las que procesó por posesión de armas de fuego, mariguana y agresión a policías, pero hasta ahora no les ha podido probar la agresión al periodista.

Leobardo se convirtió en el quinto periodista asesinado en el Gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares. Emprendedor, ingenioso y dedicado, Vázquez Atzin montó las páginas Enlace de Gutiérrez Zamora y Enlace Informativo Regional. Fue colaborador de los diarios La Opinión de Poza Rica y Vanguardia donde cubrió la fuente policial.

Así pasa en Veracruz. Las condiciones para los periodistas son precarias. Aun así, la pasión por la información nadie ha podido matarla. Para tener más ingresos, Leonardo instaló una tienda de abarrotes enfrente de su casa. El negocio creció y las necesidades de la colonia lo orillaron a fundar una pequeña carnicería. Por las noches se dedicaba a vender tacos de bistec, tripa y carnitas. Y los domingos, vendía chicharrones en la colonia Nuevo Renacimiento de Gutiérrez Zamora.

Esa broma mexicana de “los domingos vendo pozole” que sugiere trabajar en varias cosas para conseguir un ingreso digno, es común al periodismo. Pedro Tamayo, asesinado en 2016, vendía hamburguesas con su esposa y Moisés Sánchez Cerezo, asesinado en 2015, era taxista.

Persistente y tenaz, Leobardo traía bajo el brazo la invasión de predios particulares por asociaciones civiles con intereses diferentes a la ayuda social. Así, en 2016 dio con el caso del predio propiedad del doctor Antonio Álvarez Saqui en Tecolutla. Se trataba de terrenos suburbanos, de casi doce hectáreas, ocupados por la Asociación de Colonos Ecologistas de Tecolutla, dirigidos por los líderes políticos Alfredo Herrera Atzin y Silvia Vera. Tecolutla está rodeado por playas vírgenes, a 20 minutos de Gutiérrez Zamora y a unas tres horas desde Veracruz.

Alegre y entusiasta, Leobardo amaba el rock. Queens y Creedence eran sus bandas favoritas. Tras de sí, dejó una esposa y tres hijas. Era el segundo de cinco hermanos. “Balo”, su apelativo cariñoso, tenía 48 años de edad.

Hoy, su vivienda de dos cuartos con muros de block y techo de lámina está en el abandono. La taquería también. El silencio sobre la muerte de un periodista.


Juan Carlos Huerta Gutiérrez
15 de mayo de 2018
Letras truncas: Información general

El periodista Juan Carlos Huerta conducía su automóvil BMW en Villahermosa, Tabasco, en el sur de México, cuando otro coche le cerró el paso. Desde ahí le descargaron una ráfaga de balazos. Tenía 47 años de edad, una esposa y un hijo. Poco más de 23 años frente al micrófono.

Esta biografía de periodista mexicano se escapa de las otras en las que predominaban las condiciones precarias. En esta, la vida sonrió. Sus vacaciones, Juan Carlos las pasaba en Estados Unidos, algún país de Europa u otro de Asia. El periodista Alejandro Hernández, en una columna de La Verdad del Sureste, lo describió en vida como “amante de la buena comida y los buenos vinos; gustoso de ver jugar a equipos en vivo de futbol americano en cualquier parte del mundo”.

La vida sonreía. El 27 de junio de 2017, el Instituto Federal de Telecomunicaciones le otorgó un título de concesión para un espacio en AM, por un plazo de 20 años.

Apenas unos días antes de su asesinato, inició transmisiones bajo el eslogan, “La radio que se ve”. Había iniciado su etapa de empresario. También era docente en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Su madre, Gloria Gutiérrez, exclamó al salir la misa de despedida: “Cumplió su sueño de tener una radiodifusora, algo pasó mal, pero Dios está con él”.

Su padre no es localizable. Quienes han dado la cara para reclamar justicia han sido la madre, la hermana y una acompañante que iba con él cuando fue ultimado.

Su crimen, el Fiscal General de Tabasco, Fernando Valenzuela Pernas, lo vinculó con “motivos personales y pasionales”. Cuatro meses después, por el asesinato, la Fiscalía de Tabasco detuvo a Juan Miguel “N” quien fue preso en el Centro de Readaptación Social del Estado y recibió como sentencia 20 años de prisión; pero la autoría intelectual aún no ha sido revelada.

Juan Carlos Huerta Martínez tenía 45 años de edad, una esposa y dos hijos. Era conductor del noticiario Sin Reservas, de corte político. Llegó a ser uno de los más influyentes en el estado con la conducción de este periodista. No había Secretario de Estado al que no buscara. Con su estilo agudo, muchas veces sacaba de sus casillas a los políticos que entrevistaba, pero al final, todos querían estar en ese espacio que se transmitía de lunes a viernes de 12 a 14 horas. Además tenía un noticiario en el canal Notinueve, todas las noches de lunes a viernes.

Esta vida que tanto sonreía se apagó a balazos, de la misma manera en que se apagaron las de otros periodistas que vivían en condiciones precarias.  


José Guadalupe Chan Dzib
29 de junio de 2018
Letras truncas: Cobertura policiaca 

Fue baleado en una bar en Felipe Carrillo Puerto en el estado de Quintana Roo. Se convirtió en el periodista número 44 asesinado en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, que estaba por concluir.

El periodista estaba casado y tenía dos hijos. A dos años de su partida, sus familiares no han tomado mucha visibilidad y prefieren el silencio.

Cuando llegó la última hora de José Guadalupe Chan Dzib, en México se efectuaba el proceso electoral más grande de la Historia, con tres mil 416 cargos por disputar en 30 entidades, incluida la Presidencia de la República. La jornada fue violenta: 130 políticos asesinados. Chan Dzib, especializado en la fuente policiaca, cubrió las elecciones para varios medios digitales como el semanario Playa News Aquí y Ahora, y El Tábano. El día en que lo encontró la muerte, había escrito sobre el homicidio de Daniel Dzib Canul, un militante del Partido Revolucionario Institucional, en un poblado vecino.

Quintana Roo, a unos 1,400 kilómetros al sureste de la capital mexicana, fue en el pasado uno de los estados mexicanos más seguros, con sus hoteles y complejos turísticos llenos de visitantes, pero el fenómeno de la violencia llegó hasta ahí por ser un punto estratégico para el negocio del narcotráfico y la trata de personas.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos condenó el asesinato del periodista y envió condolencias a los familiares a través de un comunicado. También la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) condenó el crimen; llamó a las autoridades a realizar una investigación exhaustiva y pronta para dar con los responsables materiales e intelectuales; y exhortó a las autoridades a brindarles protección a los colegas y familiares del comunicador que pudieran estar en riesgo. El organismo de Naciones Unidas ya tenía información sobre las amenazas que recibió Chan Dzib, mismas que notificó a la autoridad sin recibir respuesta.

No hay, hasta ahora, un avance en el caso. Tampoco se conoce en qué instancia está abierto el expediente.


Rubén Pat Cahuich
24 de julio de 2018
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue asesinado a balazos cuando salía del bar Arre, ubicado en la colonia Centro de Playa del Carmen, municipio de Solidaridad. Se convirtió en el octavo periodista asesinado en México de 2018, el último de Enrique Peña Nieto en la Presidencia. Era director del semanario Playa News Aquí y Ahora. De nada le sirvió ser beneficiario del Mecanismo para la protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas.

El crimen del comunicador, quien publicaba notas policiacas y de denuncia social, ocurrió 25 días después de que su compañero y colaborador del mismo semanario, José Guadalupe Chan Ddzib, fuera ultimado en el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Su caso quedó relacionado con las últimas personas con las que convivió. La entonces Procuraduría General de la República (PGR, hoy Fiscalía General de la República) buscó a las cinco personas con las que estuvo el periodista, incluida una mujer cuya identidad quedó reservada.

La persona que habría ejecutado a Pat Cauich, es un hombre de entre 30 a 32 años de edad, de complexión delgada y de tez morena, quien al observar que salía la pareja, se acercó a ofrecerles una flor.

Momentos después de conocerse esta muerte, el subdirector de la publicación, Francisco Romero Díaz, dio a conocer que previo al homicidio de Chan Ddzib, éste, Rubén Pat y él mismo, habían recibido constantes amenazas de muerte por parte de desconocidos.

Los asesinatos de estos periodistas avivaron el grito en Quintana Roo de: “¡No se mata la verdad, matando periodistas!” Grupos de colegas exigieron a la Fiscalía General del estado y al gobierno estatal que se investigue y dé con el paradero de los asesinos de Rubén Pat y José Guadalupe Chan.

La Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión atrajo los casos de los dos periodistas, pero aclaró que antes que nada, debían establecer si los asesinatos tuvieron relación con motivos periodísticos. Así, no ocurrió nada que los esclareciera.


Mario Leonel Gómez Sánchez
21 de septiembre de 2018
Letras truncas: Cobertura política

El corresponsal de El Heraldo de Chiapas fue asesinado a balazos afuera de su domicilio por dos personas que pasaron en una moto.

Tenía 40 años de edad y era padre de una menor de edad. Vivía de manera modesta en Yajalón, Chiapas, una región cruzada por la pobreza. Mario Leonel encontró ahí la última morada.

Ya había denunciado amenazas de legisladores del Partido Verde Ecologista de México. Se le habían asignado medidas de protección. Y luego, sin saber por qué, se las quitaron.

Artículo 19 documentó que el periodista recibió amenazas vía Facebook, el 15 de junio de 2016, luego de que publicó una investigación en la que se vinculó al entonces Diputado federal Leonardo Rafael Guirao Aguilar y al entonces Diputado suplente Ricardo López Montejo, ambos del Partido Verde Ecologista de México, con el mal manejo de recursos. Hubo más de una amenaza, de acuerdo con publicaciones en el mismo estado. Todas de miembros del Partido Verde, dirigido por Jorge González Torres, conocido como “El Niño Verde”. Ese partido ayudó a la postulación del entonces Gobernador Manuel Velasco.

Mario Leonel identificó al chofer del Diputado federal, un sujeto conocido como “El Francotirador”, como quien le escribió el siguiente mensaje:
“Te va a cargar tu puta madre. Voy a ir por ti y te voy a volar la cabeza”.

José Gallegos, jefe de información de El Heraldo Chiapas, confirmó que Mario Gómez estaba amenazado por el ex Diputado federal del Partido Verde. En entrevista con Ciro Gómez Leyva, en Radio Fórmula, dijo que estuvo bajo custodia luego de que interpuso una denuncia ante la Fiscalía del estado.

Henry y Nancy, hermanos de Mario, han encabezado las marchas para pedir justicia por la muerte del comunicador. También lo ha hecho la Asociación de Periodistas y Comunicadores de Chiapas. Hay tres detenidos vinculados a proceso por la Fiscalía General de Chiapas, pero nada se sabe del autor intelectual.


Gabriel Soriano Kuri
24 de octubre de 2018
Letras truncas: Cobertura social

Fue periodista, ingeniero y productor y conducía el programa de radio «En Efecto, Cultura Hip Hop» que se transmitía por la estación «Más Radio». Lo atacó un grupo armado en Acapulco.

 


Jesús Alejandro Márquez Jiménez
1 de diciembre de 2018
Letras truncas: Cobertura policiaca

El cuerpo del reportero de nota roja y colaborador de varios medios de comunicación en Nayarit, fue hallado a un costado de la carretera Tepic-Pantanal, en el municipio de San Cayetano. Habían pasado pocas horas de haber tomado protesta como Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Jesús Alejandro -fundador del periódico Orion Informativo– se convirtió en el primer periodista asesinado de su Gobierno y en el noveno de 2018.

Quien también fue colaborador de Lenin Salvador Guardado Negrete, propietario de Diario Crítica, fue visto con vida por última vez el 30 de noviembre, en una reunión con sus padres y hermanos. Durante la comida, el periodista recibió una llamada telefónica y luego de responder, se fue en su motocicleta. De ahí, su familia no supo de él y dio parte a la policía.

Jesús Alejandro Márquez Jiménez, “El Guamas”, con frecuencia exhibía a personajes relacionados con la política y el crimen organizado. Además, era militante del Movimiento de Regeneración Nacional, fundado precisamente por López Obrador.

Para el 9 de enero, en este caso ya se habían girado órdenes de aprehensión en contra de tres servidores públicos de la Dirección de Tránsito del Estado. La ex titular de la Dirección de Tránsito y Transporte del Estado, Patricia Betancourt fue una de ellos. La Fiscalía General de Nayari informó en un comunicado que se declaró culpable por encubrimiento. Recibió una sentencia condenatoria de cuatro años de prisión, así como una multa de 100 días. Santos Román Sánchez Muñoz, exjefe de Informática y Luis Alberto Hernández, quien se desempeñaba en el área de licencias de esa misma corporación fueron acusados como autores materiales y aún no se les determina su responsabilidad.

El asesinato habría sido por cuestiones personales.  


Rafael Murúa Manríquez
20 de enero de 2019
Letras truncas: Radio Comunitaria

2019 arrancó triste. El periodista Rafael Murúa Manríquez, fundador y director de la primera radio comunitaria de Baja California Sur, Radio Kashana, fue asesinado y su cuerpo encontrado en el municipio de Mulegé, en el norte de la entidad. Fue el primer comunicador ultimado del año.
Tenía 34 años de edad. Dejó tres hijos.

Los últimos años los vivió amenazado. Primero por grupos del crimen organizado y después por funcionarios del Gobierno. El 14 de noviembre Rafa publicó un post, en su cuenta de Facebook, que decía: “En cincuenta y dos días de gobierno de Felipe Prado (presidente municipal de Mulegé) he vivido más agresiones y abuso de autoridad que en los seis años anteriores, desde que ejerzo el periodismo en mi ciudad natal, Santa Rosalía… Por primera vez el expresarme sobre un tema de política causó agresiones a mi persona, familia, y patrimonio».

La desaparición del periodista quien también era miembro de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias [AMARC], había sido denunciada 24 horas antes.
Artículo 19 (organización internacional que defiende la libertad de expresión y el acceso a la información) y la AMARC capítulo México documentaron que del periodista se supo por última vez a las 20:00 del sábado 19 de enero.

Así lo contó un familiar cuyo nombre se mantiene anónimo hasta ahora por cuestiones de seguridad. «Rafael me llamó para preguntar si todo estaba bien. No supe más hasta que a las 2:00 hrs. (del día siguiente) recibí la visita de una persona (cuyo nombre también se omite por seguridad) que supuestamente estaba con Rafael y quien me informó que se lo habían llevado».

La persona que informó a la familia contó que vio por última vez a Murúa cuando bajó del automóvil del periodista para entrar por unos momentos en un edificio. Al salir, vio las puertas abiertas y el motor encendido, mientras un sujeto huía del lugar.

La Fiscalía General de Baja California Sur no cuenta con avances del asesinato de Rafael.


Samir Flores Soberanes
20 de febrero de 2019
Letras truncas: Cobertura de la defensa de la tierra

Conducía un programa de la radio comunitaria de Amilcingo. Fue dirigente principal de las luchas sociales en la región oriente de Morelos. Lo mataron en la madrugada, a la puerta de su domicilio.


Santiago Barroso Alfaro
15 de marzo de 2019
Letras truncas: Cobertura de narcotráfico

Quienes lo mataron, tocaron a su puerta. El periodista les abrió, sin reparos. Tuvo tres heridas por arma de fuego, una a la altura de la clavícula izquierda y dos en el abdomen.

Tenía 47 años de edad. Se convirtió en la quinta víctima mortal entre los comunicadores en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Santiago conducía el programa de radio San Luis Hoy en 91.1 FM Río Digital, era director del portal de noticias Red 653 y colaborador del semanario Contraseña. El primer programa de radio que condujo fue en la estación Radio Gallo.

También, como periodista, hizo bastante uso de la red social Facebook. Ahí difundía su columna “Sin compromisos”. Uno de sus últimos textos refería los nombres de una serie de personajes de San Luis Río Colorado vinculados con la actividad criminal de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Su dinámica reporteril es reconocida por sus colegas sonorenses. “No importaba cuántas horas había qué esperar, ni cuántas veces había que regresar a una oficina o a un punto de la ciudad para buscar a la fuente informativa, pero el objetivo tenía que cumplirse: confirmar un dato sobre temas tan escabrosos como el narcotráfico y las narcotienditas”, describió en un perfil póstumo, el periodista Jesús Manuel Angulo.

Santiago egresó de la Facultad de Ciencias Humanas (1989-1993), perteneciente a la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Entre 1999 y 2005, trabajó para el diario La Crónica de Baja California, en donde primero fue reportero y después corresponsal en San Luis Río Colorado. En esos años publicó varios reportajes sobre hombres renombrados en el narcotráfico, como Ignacio Coronel, Manuel Garibay Espinoza o Eduardo Barraza “El Pony”.

El 23 de diciembre de 2014, Santiago refirió en una columna el caso de Manuel Garibay Espinoza, presunto narcotraficante, quien había sido detenido en Mexicali, Baja California, en junio de 2014. Después de pasar casi cuatro años en la cárcel, fue liberado sin proceso penal, a pesar de que se le acusaba de ser el autor intelectual del asesinato del excomandante José Antonio Pineda Rodríguez, en marzo de 2002.

Siete días después, agentes de la Fiscalía General de Justicia en Sonora detuvieron a un sospechoso del crimen, un trabajador del Ayuntamiento. A esas alturas, el organismo informó que el principal móvil era una relación extramarital. La esposa del sospechoso habría tenido un romance con el periodista ultimado. Con ello, se descartó por completo un delito en contra de la libertad de expresión. La investigación sigue con esa línea de investigación.


Telésforo Santiago Enríquez
2 de mayo de 2019
Letras truncas: Cobertura de narcotráfico

Fue emboscado y asesinado en el municipio de San Agustín Loxicha, en la Sierra Sur de Oaxaca, cuando iba en su automóvil rumbo a la radiodifusora comunitaria Estéreo Cafetal 98.7 FM La Voz Zapoteca, de la que fue fundador, director y desde la cual, luchaba por el rescate de la lengua indígena. También, realizaba análisis y crítica en contra de los gobiernos locales.

Tenía 48 años de edad.

Además de periodista fue maestro y pertenecía a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Con su asesinato, ocurrido la víspera del Día Mundial de la Libertad de Prensa, se convirtió en el tercer trabajador de una radio comunitaria y cuarto periodista asesinado de 2019. Fue el sexto comunicador muerto a mano armada en la administración de Andrés Manuel López Obrador. Pocas horas después de conocerse el homicidio, el Coordinador General de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, se comprometió a hallar a los culpables.

La radiodifusora publicó en su página de Facebook: “Quienes conformamos el equipo de Estéreo Cafetal, estamos consternados e indignados por el cobarde asesinato de nuestro director, compañero y amigo, Profesor Telésforo Santiago, quien fue un gran ejemplo de lucha y trabajo a favor de su gente”.

En varias ocasiones se postuló como candidato a Presidente Municipal.

San Agustín Loxicha es uno de los 570 municipios de Oaxaca, en una sierra golpeada por la pobreza y los conflictos sociales. Ahí se preparó el Ejército Popular Revolucionario, un grupo guerrillero surgido en los noventa. De 1996 a la fecha, el Estado realizó 250 detenciones, de los cuales, 200 ocurrieron bajo tortura. La falta de atención gubernamental dio paso a la Organización de Puebos Indígenas Zapotectos (OPIZ) y también a otros grupos clandestinos.

Telésforo hacía análisis y ejercía crítica hacia los Gobiernos. Había recibido amenazas de muerte en febrero.

La Fiscalía General del Estado de Oaxaca tomó el caso; pero hasta ahora no hay resultados.


Francisco Romero Díaz
16 de mayo de 2019
Letras truncas:  

Fue hallado muerto en la colonia Ejidal en Playa del Carmen, Quintana Roo, en la avenida 115, afuera del bar La Gota. Lo apodaban el “ñaca ñaca”.

Francisco Romero era administrador y director de la página informativa de FacebookOcurrió Aquí, con más de 70 mil seguidores; además colaboraba para distintos medios en Playa del Carmen.

Uno de sus últimos trabajos fue la cobertura de una balacer, ocurrida en el bar Cervecería Chapultepec,  en donde falleció una persona y hubo 11 lesionados.

Ganó fama por sus transmisiones en vivo desde el lugar de los hechos. Si había un homicidio, un choque o una detención, los ciudadanos le avisaban a través de las redes sociales. Era el primero en llegar.

El labio leporino fue un valor agregado a su existencia. Se convirtió en un locutor con ese signo distintivo. No le molestó que lo apodaran “ñaca ñaca”; al contrario.

Uno de sus amigos y socios, Andrés Palafox, reveló tras su muerte: “Él decía: si no me entiendes no es mi culpa, no es mi culpa que no sepas hablar ñacañez. Porque él era el ñaca ñaca y su idioma supuestamente era ñacañez. Siempre jugábamos con eso”.

“Ñaca ñaca” tenía esposa y un hijo de seis años de edad.

El periodismo lo enamoró cuatro años antes, casi por casualidad. Iba en su moto de repartidor cuando se cruzó con un suceso: una persona drogada robó una pipa de agua. Luego, en la huida, chocó varios automóviles por una avenida, hasta que la policía lo detuvo, mientras disparaba. Francisco empezó a transmitir en vivo y el video se volvió viral. La audiencia quedó cautivada por la forma en que narró el suceso.

El video lo vio el periodista, Rubén Pat, quien lo buscó y le enseñó el oficio de informar. Así, se convirtieron socios. Juntos fundaron en 2016 el semanario Playa News, que llegó a tener 150 mil seguidores, cuando la población de Playa del Carmen es de 200 mil.

La tragedia empezó a escribirse desde ese punto. A los reportes de ambos seguían mantas con amenazas, colgadas en la calle. El Mecanismo de Protección a Periodistas le dio protección a ambos, pero de poco sirvió: a Rubén Pat lo mató el 24 de julio de 2018, afuera de un bar, un supuesto vendedor de rosas. Francisco se fue un año después.


Norma Sarabia Garduza
11 de junio de 2019
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue asesinada en la puerta de su casa, en Himanguillo, por dos hombres que le dispararon y huyeron en un vehículo.

Tenía 46 años de edad. Era madre de un niño de 13 años con desarrollo intelectual diferente quien se quedó sin protección.

Los sábados, se quitaba el traje de reportera y se iba a la Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, donde estaba por licenciarse en psicología. Quería ser docente una vez que obtuviera el título. Tras el agravio, el diario Tabasco Hoy, de la familia Cantón Zetina, emitió un posicionamiento en el que condenó el crimen y aseguró que Norma pertenecía a sus filas y que ahí había hecho una carrera de dos décadas. Pero, en una carta pública que difundió en Facebook, su hermana Maty, lo negó. Expuso también que la empresa jamás se acercó a la familia, ni siquiera para darle el pésame. Norma le entregaba también a Diario Presente. Antes, se desempeñó como secretaria de la escuela primaria Ramón Herrera, ubicada en Villa Chontalpa, Huimanguillo. De familia con poco recursos económicos, Norma trabajó de adolescente en la venta de comida en un puesto ambulante. Así ayudó a su mamá, María Inés Garduza y sus seis hermanos.

En periodismo, lo que quería era especializarse en la cobertura de la fuente policiaca. Siempre se resistió a dar el paso a la política o a cualquier otra fuente.

En 2014, Norma acudió a la Fiscalía para delitos contra periodistas en Tabasco, y denunció a Héctor Tapia Ortiz y Martín Leopoldo García de la Vega, director y subdirector de la policía de Huimanguillo. Había recibido amenazas desde enero de 2019, cuando dio cobertura a un supuesto secuestro donde había policías involucrados. Según consta en la denuncia, estos dos elementos la acusaron de delitos de extorsión, y también difundieron mensajes en la localidad de que sería “levantada”. La denuncia quedó registrada en la averiguación previa PGR/TAB/CAR-II/121/2014. Ni la denuncia de las amenazas ni la de su asesinato han presentado avances.


Rogelio Barragán Pérez
30 de julio de 2019
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue secuestrado durante 24 horas y asesinado. Su cuerpo fue abandonado en la cajuela de su propio automóvil, Volswagen Jetta color gris, en el municipio de Zacatepec, Morelos, donde vivía su madre y una hermana.Tenía evidencias de tortura.

Su madre lo identificó y fue ella quien lo recibió sin vida. Rogelio no tenía esposa ni hijos y una de las líneas de investigación que suscitó su crimen, según la Fiscalía General de Guerrero, fue el romance con una mujer que vivía en Zacatepec.

Rogelio Barragán fue director del portal de noticias Guerrero al Instante, en Chilpancingo, medio que confirmó su muerte. El periodista hacía sus propias entregas para la sección judicial y la policiaca. Con la partida de su principal impulsor, el sitio se mantiene en pie, pero cada vez con más firmas anónimas y con un tono de cautela en sus productos informativos.

Rogelio tenía 47 años de edad y se convirtió en el décimo periodista ultimado en la Administración de Andrés Manuel López Obrador, el de la llamada cuarta transformación.

Rogelio trabajaba como periodista desde hace más de una década en la región. Colaboró con medios como Ecos de Guerrero y Agencia Informativa de Guerrero.

Tras esta muerte, que consolidó a México como el país donde se cometían más asesinatos de periodistas en el mundo, la organización internacional Reporteros sin Fronteras informó que Rogelio había decidido dejar de firmar sus artículos por motivos de seguridad, lo que hacían otros colegas del mismo medio.

Uno de los colaboradores de Guerrero al Instante dio a conocer que dos días antes de ser asesinado, el periodista solicitó ayuda al Mecanismo Federal de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas del Gobierno federal. Les dijo que había recibido amenazas de muerte y necesitaba salir de Chilpancingo. Lo envolvieron en trámites burocráticos. Le requirieron una solicitud de ayuda, que narrara una exposición de los hecho y que luego, se comunicarían con él para indicarle si su solicitud había sido aceptada.

Rogelio no alcanzó a conocer la respuesta.

Su asesinato integra un expediente en la Fiscalía General de Guerrero. Dos líneas de investigación disputan el protagonismo: un móvil pasional y la amenaza por su condición de periodista. La Fiscalía incluso tiene identificada a una mujer como autora material del homicidio, pero no ha logrado nada.


Édgar Alberto Nava López
2 de agosto de 2019
Letras truncas: Cobertura policiaca

En el restaurante Casa Arcadia, recibió un balazo que lo mató de inmediato. Regresaba de la playa, donde hizo un recorrido con un grupo de niños, como parte de un programa de actividades para vacacionistas. Su cuerpo quedó tendido entre las mesas del sitio. Nava López administraba la página de FacebookLa Verdad de Zihuatanejo desde hacía cinco años y era el director de Actividades Comerciales Industriales y Espectáculos Públicos del ayuntamiento de Zihuatanejo.

Édgar Alberto Nava López encarnaba el binomio de funcionario público y periodista, al mismo tiempo, que ocurre en la región sur de México con frecuencia. La precariedad es una característica de los informadores mexicanos y se agrava más en las regiones semirurales del país. La región donde reporteaba Édgar Alberto es la misma donde en 2014, desaparecieron 43 estudiantes de la Normal Superior Raúl Isidro Burgos, evento que le dio la vuelta al mundo porque hasta la fecha, no ha sido esclarecido.

La Verdad de Zihuatanejo se encargaba de difundir noticias sobre el gobierno municipal, así como nota roja. Se difundía, sobre todo, a través de las redes sociales.

Su muerte fue comunicada a través de Twitter y Facebook por la organización Periodistas Desplazados y Agredidos AC. Publicó el rostro de Édgar Alberto, al lado de su credencial de periodista de Prensa.

Como funcionario, entre las labores que debía ejercer estaba la expedición de permisos para centros nocturnos.

La familia de Édgar Alberto pidió protección a través del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, pero trató de no aparecer mucho en medios después de que despidió al periodista. El organismo pidió tanto a las autoridades locales como nacionales, medidas cautelares, así como ofrecer toda la asistencia de ley en su calidad de víctimas “ante la incesante violencia que reina en el país, donde ser periodista es más peligroso que ser delincuente”.

Pero este hermetismo cubrió al caso de silencio, como ocurre con otras muertes de periodistas en México. La Fiscalía General de Guerrero atrajo el caso. No ha presentado ni un solo avance.


Jorge Celestino Ruiz Vázquez
2 de agosto de 2019
Letras truncas: Cobertura policiaca

Fue asesinado a tiros dentro de su propio hogar, en Actopan, Bocanita.

Veracruz, entidad que en los años pasados se distinguió por su violencia y la muerte de sus periodistas, perdió en 2019 a uno de sus comunicadores más antiguo. Fue el primer comunicador víctima mortal de la Administración estatal de Cuitláhuac García Jiménez, del Movimiento de Regeneración Nacional, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador y que lo llevó a la Presidencia.

Trabajaba para El Gráfico de Xalapa y con su reporteo se empeñó en revelar los actos de corrupción de la Alcaldía de Actopan. Con 30 años de trayectoria y casi 60 años de edad, se desempeñó en varios medios veracruzanos. Conocía bien los problemas de su región. Sus vecinos lo recuerdan porque ayudó a parar la construcción de una granja de pollos a la que el pueblo de La Bocanita se oponía.

Su último año lo vivió entre balazos dirigidos a su carro y roturas a los cristales, según las denuncias que presentó en la Fiscalía General de Veracruz [FGV]. Tras su muerte, el Fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz, indicó en una conferencia de prensa que la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) se negó a brindarle protección.

Pero la SSP respondió de inmediato en un comunicado enviado a los medios. Sostuvo que le brindó vigilancia al periodista mediante recorridos alrededor de su residencia. Reveló que conoció solicitudes oficiales de parte de la Fiscalía que documentaban delitos en agravio del periodista por parte del alcalde de Actopan, José Paulino Domínguez. Y estableció: “Por respeto al periodista y su familia esta será la última vez que la dependencia aborde el caso. La SSP no se prestará más a las actuaciones mediáticas de la FGE, que utiliza temas sensibles con fines políticos”.

El Gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, escribió en su cuenta de Twitter:

«Condenamos el cobarde asesinato del corresponsal de un medio local, Jorge Ruiz. Daremos con los responsables; su asesinato no quedará impune. Desde hace horas seguimos en el operativo coordinado para lograr la captura de los culpables».

En noviembre, la FGV detuvo a una persona dentro del proceso penal 379/2019; pero aún no se le dicta sentencia. De la autoría intelectual, nada se sabe. La familia prefiere no tomar notoriedad.


Nevith Condés Jaramillo
24 de agosto de 2019
Letras truncas: Cobertura policiaca

Su cuerpo fue hallado esta mañana en la comunidad de Cerro de Cacalotepec, en el Estado de México, con al menos cien lesiones de un objeto punzocortante; cuatro de gravedad.

Condés Jaramillo se convirtió en el cuarto comunicador mexicano asesinado en agosto y el décimo en lo que iba de 2019, de acuerdo con la Organización no Gubernamental, Artículo 19. Esta muerte brindó el mensaje de que la violencia no ha cesado en México para los comunicadores mexicanos y que su pesadilla se ha prolongado hasta este punto, cuando por primera vez gobierna un hombre emanado de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador.

Condés Jaramillo, de 42 años de edad, vivía en Tejupilco, un municipio de más de 70 mil  habitantes en el sur del Estado de México. Le sobrevive su mamá, María Lourdes. Era soltero y vivía solo.

Su labor periodística se concentraba en coberturas en la Tierra Caliente, integrada por varias comunidades de los estados de Guerrero, Michoacán y México, azotada por la violencia en los últimos años. Los motivos han sido el narcotráfico y el despojo de los recursos naturales.

A través de El Observatorio del Sur -una página de Facebook que él mismo creó-, el periodista fue uno de los primeros en informar del desplome de un helicóptero en el municipio de Sultepec, tras el tiroteo que se desató por la persecución de un integrante del cartel de «La Familia Michoacana» por parte de la Policía estatal, en junio. Condés Jaramillo también escribió sobre extorsiones policiales, fallas en la prestación de servicios públicos y otras denuncias ciudadanas.

En su despedida, los habitantes de Tejupilco le rindieron un homenaje y reconocieron una cobertura brillante en temas sociales.

Cinco días después del asesinato, el Fiscal general de Justicia del Estado de México, Alejandro Gómez Sánchez, informó que hay tres líneas de investigación sobre el homicidio del periodista mexiquense. Una es personal y la otra está relacionada con su actividad de comunicador.


María Elena Ferral Hernández
30 de marzo de 2020
Letras truncas: Cobertura policiaca

La atacaron a balazos cuando conducía su vehículo en Papantla, Veracruz. La escena no fue para nada diferente a las ocurridas en los Gobiernos de Javier Duarte de Ochoa (preso por actos de corrupción) y de Miguel Ángel Yunes Linares (quien fungió en un periodo de transición). El actual Mandatario, Cuitláhuac García Jiménez, emanado del Movimiento de Regeneración Nacional había dicho en varias ocasiones que durante su Administración se garantizaría la libertad de expresión y protección a los reporteros y fotógrafos. Pero a María Elena la mataron bajo este Gobierno.

María Elena era una periodista consagrada en el reporteo de fuentes policiacas en la región. En 2005, ganó el Premio Nacional de Periodismo. Su trabajo abarcó desde la cobertura de la invasión de sitios ilegales de taxis, hasta los asesinatos políticos, así como la labor de los colectivos de personas desaparecidas. No sólo eso. Era un referente. En su último adiós, autoridades del Gobierno de Veracruz aseguraron que fue ella quien obtuvo la información determinante para capturar al presunto homicida del reportero Leobardo Vázquez Atzín, sacrificado el 21 de marzo de 2018, también en Gutiérrez Zamora.

Además, era emprendedora. Con sus propios recursos, fundó Quinto Poder, un portal de noticias. El medio quedó en manos de su hija, del mismo nombre, una estudiante de Derecho que se ha propuesto honrar el legado de su madre, no sólo con un seguimiento puntual del proceso; sino con periodismo. Los trabajos del portal continuarán, bajo su administración. María Elena era madre también de un niño.

Su última columna, titulada “Polaca Totonaca”, del 12 de marzo, advertía que los homicidios ocurridos en la región del Totonacapan en torno a la política eran “apenas el comienzo de la férrea disputa por las alcaldías de por lo menos 11 municipios”.

En 2016, María Elena denunció que recibió amenazas de muerte de parte de Camerino Basilio Picazo Pérez, un funcionario público que estuvo señalado en el asesinato del exsíndico de Coyutla, Miguel Alfonso Vázquez. En varias cartas, María Elena lo señaló como su posible agresor en caso de que le arrebataran la vida.

La tarde del 29 de marzo del 2016, la hija de 20 años, escuchó hablar de su madre en un restaurante. Era Camerino Basilio Picazo Pérez quien señalaba que la iba a “levantar”, a desaparecer y que no la verían más.

Por este asesinato, la Fiscalía General de Veracruz detuvo al reportero José “N”, quien es corresponsal del Diario La Opinión de Poza Rica y del portal web Al Calor Político. El proceso continúa.


Jorge Miguel Armenta Ramos
16 de mayo de 2020
Letras truncas: Cobertura policiaca

Cuando salía de un restaurante, en el que comió con tres funcionarios públicos, en Ciudad Obregón, Sonora, le abrieron fuego con armas de distintos calibres. No sirvió de nada el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas al cual estaba adherido desde hacía meses. Dos de los escoltas asignados también resultaron heridos. Uno de ellos también falleció.

Jorge, de 44 años de edad, había sido incorporado a ese mecanismo desde 2016, al igual que otros reporteros de Medios Obson, la empresa periodística que él mismo fundó y que dirigía. Editaba el diario El Tiempo y Última Palabra en Cajeme, Sonora. Las dos publicaciones son referentes en esa zona en la cobertura de los asuntos policiacos. El narcotráfico se convirtió en temática.

“Era un hombre visionario que con base en esfuerzo, dedicación y trabajo logró trascender y marcar un liderazgo en medios de comunicación, no sólo en el estado, sino en el país”, escribió un colega suyo en la cuenta de Facebook de Medios Obson, mientras hacían una transmisión en vivo de la caravana de policías que llevaron a las víctimas al hospital.

Cajeme es uno de los 72 municipios de Sonora y se ubica al sur.

El equipo de Medios Obson hizo un video especial en el que manifestó su dolor colectivo, condenó el crimen y agradeció la solidaridad del gremio en medio del fenómeno de violencia que los abrazó.

La periodista Araceli Martínez, amiga de Jorge Miguel y quien publica la columna “Expresiones” en Medios Obson, expuso: “Desde muy niño, Jorge fue muy trabajador y emprendedor. Empezó haciendo bailes populares, trabajando sin parar. Fueron muchas noches de desvelo y arduo trabajo. De los bailes pasó a traer artistas y obras de teatro a Obregón. Por unos años, fue dueño del antro La Capital por la calle Miguel Alemán … Siempre le gustó el periodismo. Y sin tener experiencia en el oficio, se lanzó a abrir el semanario Última Palabra en diciembre de 2008. Tanto le fue bien que en agosto de 2014, creó Medios Obson digital”.

La Fiscal General de Justicia del Estado de Sonora, Claudia Indira, se trasladó a Cajeme para atender el caso y se comprometió a no descartar ninguna línea de investigación. Se declaró el confinamiento en México por la pandemia COVID 19 y hasta ahora, no hay más en el caso de esta muerte.

en Sinembargo al Aire

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