Cuando las personas se enteran que soy vegana, es muy común que comiencen a cuestionar mis elecciones alimentarias y una de las tantas preguntas que casi nunca puede faltar es: «¿pero, sí comes huevos? Eso no mata animales, las gallinas los ponen y ya». Yo también pensaba esto, pero la realidad es bastante distinta.
Para comenzar, hablaré brevemente de las gallinas antes de adentrarme en el tema de los pollitos. En México, la mayoría de los huevos comerciales provienen de granjas en donde se utilizan las jaulas de batería. Estas jaulas hechas de alambre albergarán en promedio a cinco gallinas, estarán toda su vida dentro de esa jaula produciendo huevos.
Una práctica común en nuestro país es la muda forzada, que consiste en privarlas de agua y comida durante unos días para que pongan huevos más rápido. Cuando sus pequeños cuerpos ya no puedan más, serán asesinadas después de pasar dos años siendo explotadas. Después de leer esto, ahora conoces la respuesta: en la industria del huevo sí hay muerte y explotación.
¿Y qué pasa con los pollitos?
Apenas salen del cascarón comienzan a llamar y a buscar a su madre, nunca vendrá. A quien verán será a una persona que estará encargándose de identificarles para conocer su sexo y les separarán en hembras y machos. El destino de las hembras será producir huevos hasta que sus cuerpos ya no puedan más. El caso de los machos es distinto.
Los pollitos machos son considerados inútiles en esta industria debido a que no pueden poner huevos. Quizá estarás pensando, «¿y por qué no los engordan para consumo?», esto se resume en que son otro tipo de raza o variedad genética y no crecen mucho, por lo tanto no es rentable para la industria criarlos por su carne. Si no tienen valor económico, a la industria no le importa qué suceda con ellos. Los pollitos son descartados en su primer día de vida, estas son algunas de las formas en las que se deshacen de ellos: son aventados en contenedores de basura, triturados vivos, aplastados, asfixiados en bolsas, incinerados o enterrados vivos. Nacen y mueren el mismo día.
Ahora que sabes lo que sucede antes de que ese cartón de huevos llegue a tu cocina, podrás tomar una decisión mejor informada. La realidad es muy incómoda, pero para cambiarla, hay que conocerla.