Casi el 19 por ciento de los pacientes afectados por la COVID-19 –la mitad en el caso de los más graves– experimenta la falta de oxígeno en sangre, con diferentes grados de intensidad, y a veces sin notarlo hasta que el cuadro es muy grave.
Por Esther Samper
Madrid, España, 28 de abril (ElDiario.es).– La dificultad respiratoria (disnea) es uno de los síntomas clave para sospechar un posible caso de COVID-19. Alrededor del 19 por ciento de los pacientes afectados por el coronavirus experimenta este problema de salud con diferentes grados de intensidad en algún momento de la enfermedad. Además, los pacientes más graves sufren con mucha mayor frecuencia disnea (aproximadamente un 50 por ciento de ellos), que suele volverse más intensa a los 7-10 días de experimentar los primeros síntomas. Es el reflejo de que el coronavirus ha llegado a los pulmones y está afectando a la función respiratoria, al atacar a las células de dichos órganos y provocar una potente inflamación.
A pesar de lo característica que resulta la disnea en la COVID-19, no todos los pacientes la sufren, ni tan siquiera entre los casos más graves y con una afectación pulmonar notable. Se trata de otro rasgo más dentro de la extrema variabilidad clínica de esta nueva enfermedad. En según qué pacientes, la dificultad respiratoria puede ser inexistente o puede llegar a ser tan intensa como una angustiosa sensación de asfixia, pese a los grandes esfuerzos que se realicen para respirar.
Los profesionales sanitarios en diferentes lugares del mundo están observando que un porcentaje aún desconocido de los pacientes graves por COVID-19 pueden sufrir una afectación grave de la función respiratoria de los pulmones y no percibir, paradójicamente, ninguna sensación de falta de aire o experimentarla muy levemente. Personas que hacen vida normal y que, en apariencia, respiran con facilidad, pero que al realizarles pruebas se descubre lo inesperado: radiografía de tórax que muestra neumonía con «encharcamiento» de los pulmones y pulsioxímetro (un aparato sencillo que se coloca en el dedo) que marca una saturación del oxígeno en sangre sorprendentemente baja. En circunstancias normales, estos individuos apenas podrían moverse y estarían luchando por respirar debido a los bajos niveles de oxígeno que llegan a su cuerpo y, sin embargo, realizan actividades cotidianas, ajenos a su asfixia silenciosa.
En España, la Sociedad Valenciana de Neumología (SVN) alertó hace unos días sobre este extraño hallazgo. Se suman así, a más médicos de otros países que describen este fenómeno como «hipoxemia silenciosa». En el ámbito médico, se define hipoxemia como el déficit de oxígeno en la sangre arterial. Normalmente, suele ser una urgencia médica, ya que nuestras células necesitan un aporte constante de oxígeno para poder sobrevivir (especialmente el corazón y el cerebro). Además, los pacientes afectados por ella suelen mostrar síntomas y signos claros (confusión, alteraciones mentales, sensación de asfixia, restricciones en la movilidad…) antes de llegar a valores críticos de oxígeno que pongan en claro riesgo su vida.
El experto en medicina de urgencias, Richard Levitan, explicaba en The New York Times su experiencia con estos casos: «La gran mayoría de los pacientes de neumonía por COVID-19 que conocí tenían una saturación de oxígeno notablemente baja en el triaje –aparentemente incompatible con la vida–, pero todavía usaban sus móviles mientras los conectábamos a los monitores. Aunque respiraban rápido, no parecían estar sufriendo demasiado, a pesar de los niveles peligrosamente bajos de oxígeno y la terrible neumonía que mostraban sus radiografías de tórax. […] Para cuando es evidente que los pacientes tienen problemas para respirar y llegan al hospital con niveles de oxígeno peligrosamente bajos, muchos acabarán conectados a un respirador.»
A raíz del descubrimiento de esta hipoxemia silenciosa, diversos colectivos médicos y profesionales sanitarios están recomendando que las personas sospechosas de sufrir COVID-19 (especialmente aquellas ancianas o con factores de riesgo) monitoricen con frecuencia sus niveles de oxígeno durante dos semanas a través de un pulsioxímetro (un aparato muy sencillo de usar y barato, que se puede conseguir a través de farmacias o tiendas online). La SVN recomienda lo siguiente: «Aconsejamos la monitorización periódica mediante la saturación de oxígeno a los pacientes mayores con sospecha de infección por coronavirus, aunque no refieran síntomas, por ejemplo, en las residencia de ancianos, para ayudarnos a detectar la enfermedad de forma más precoz».
NIVELES BAJOS DE OXÍGENO
Por el momento, solo contamos con diferentes hipótesis que tratan de explicar este fenómeno, aunque es cierto que no es algo desconocido para otras enfermedades. Ciertas malformaciones congénitas del corazón, por ejemplo, pueden provocar hipoxemia sin causar dificultad respiratoria. La clave está en que la hipoxemia aislada, dentro de ciertos rangos, no es un potente estímulo fisiológico para alertar al cuerpo humano de que se está «asfixiando» (curiosamente, el incremento de CO2 en sangre tiene un efecto mucho mayor).
Existen otras alteraciones que limitan el aporte de oxígeno a las células del cuerpo humano que sí generan una fuerte sensación de falta de aire, como la obstrucción de las vías respiratorias o la rigidez de los pulmones. En determinados pacientes afectados por COVID-19 no solo las vías respiratorias están perfectamente, sino que los pulmones siguen siendo bastante elásticos y no están muy encharcados, por lo que es posible que puedan sentir que respiran con normalidad y sin restricciones, a pesar de que, en realidad, llega menos oxígeno a la sangre. Mientras tanto, la concentración de CO2 puede seguir siendo normal porque este gas se difunde unas 20 veces más rápido en los pulmones que el oxígeno.
Otra posible explicación a esta hipoxemia silenciosa trataría sobre si la infección por coronavirus estaría interfiriendo con el reflejo cerebral que actúa cuando existe un déficit de oxígeno en el cuerpo. Otros investigadores señalan que podría tener que ver con la producción de coágulos sanguíneos en los pequeños vasos sanguíneos que rodean los pulmones (que se han registrado en múltiples autopsias) o con su contracción drástica, lo que dificultaría la llegada de oxígeno desde los pulmones a la sangre, sin provocar inicialmente síntomas de alarma cuando la afectación es moderada.
En cualquier caso, aún no sabemos con certeza cuál es la respuesta correcta para la hipoxemia silenciosa, podría ser que se debiera a una combinación de razones. Se trata de otro enigma más de la COVID-19 que el tiempo y la investigación científica ayudarán a aclarar.