Dolia Estévez
10/03/2020 - 12:00 am
Trump no es invencible
El súper martes fue muestra evidente de la falacia que es el mito de que Bernie Sanders es mejor opción para derrotar a Donald Trump que Joe Biden. El sorpresivo auge de Biden se debió precisamente a que tiene el potencial de sacar a Trump de la Casa Blanca. El más reciente modelo de FiveThirtyEight, sitio obligado para interpretar encuestas y tendencias, da a Biden 88 por ciento de probabilidad de amarrar la candidatura en las elecciones primarias que tomarán lugar en las próximas semanas. Empezando con seis estados este martes. Biden encabeza los sondeos nacionales. Trump sabe que Sanders sería más fácil de vencer por eso alienta descaradamente su candidatura.
Washington, D.C.— El súper martes fue muestra evidente de la falacia que es el mito de que Bernie Sanders es mejor opción para derrotar a Donald Trump que Joe Biden. El sorpresivo auge de Biden se debió precisamente a que tiene el potencial de sacar a Trump de la Casa Blanca. El más reciente modelo de FiveThirtyEight, sitio obligado para interpretar encuestas y tendencias, da a Biden 88 por ciento de probabilidad de amarrar la candidatura en las elecciones primarias que tomarán lugar en las próximas semanas. Empezando con seis estados este martes. Biden encabeza los sondeos nacionales. Trump sabe que Sanders sería más fácil de vencer por eso alienta descaradamente su candidatura.
Impulsado por su demoledor triunfo en Carolina del Sur, Biden saltó de la retaguardia en la contienda a candidato puntero en las 72 horas más extraordinarias de la historia reciente de la política estadounidense. Rebasó la considerable ventaja en delegados que llevaba Sanders y se impuso en la mayoría de estados que celebraron primarias el súper martes, incluidos Texas, Massachusetts y Maine que presuntamente favorecían a Sanders.
Decisivos en el giro fueron Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, dos precandidatos en el centro del espectro político que súbitamente abandonaron la contienda para respaldar a Biden. El dramático anuncio a unas horas de que abrieran las urnas tuvo efecto de bola de nieve: decenas de influyentes personajes de afiliación demócrata cerraron filas tras Biden. La cargada tuvo impacto en votantes indecisos que optaron por Biden en la recta final. En Texas, por ejemplo, cerca de 50 por ciento se decidió por el ex vicepresidente, 24 horas antes.
No fueron el Establishment o los poderes fácticos del Partido Demócrata los que impulsaron a Biden, sino el pragmatismo de los electores. Estos concluyeron que tiene mayor posibilidad de evacuar a Trump, preservar el control de la Cámara baja y recuperar la mayoría del Senado que Sanders. El senador independiente por Vermont, quien no es miembro del Partido Demócrata, no ha podido ampliar su base de apoya más allá de los jóvenes y los sectores “muy liberales” que no representan ni un cuarto del electorado. Biden no es el candidato perfecto. Jamás nadie lo es. Ha cometido errores políticos que muchos no le perdonan. Con todo, está aglutinando al voto anti-Trump.
Tras derrochar 550 millones de dólares en una precampaña que sólo le rindió 24 delegados (32 millones por delegado), Michael Bloomberg también anunció que se salía para respaldar a Biden. El doceavo hombre más rico del mundo ofreció mil millones de dólares para derrotar a Trump, una gota en la cubeta de 60 mil millones de dólares de fortuna personal. Bloomberg promete hacer todo a su alcance y gastar el monto que sea necesario. Si bien el dinero no es garantía de triunfo, ciertamente puede elevar el costo de la factura reeleccionista de Trump.
Elizabeth Warren, la última mujer que quedaba en la competencia, también tiró la toalla el jueves. Per no ha dicho a quien va a respaldar o si va a respaldar a alguien. Con su salida, el único contendiente contra Biden que queda es Sanders, pero si le va mal en las primarias este martes es posible que también él se retire. Adelantó que apoyaría a Biden.
Para Trump el panorama es desalentador. La semana pasada fue una de sus peores. La bolsa neoyorquina se desplomó en medio del creciente temor de que el coronavirus provoque recesión mundial. Su gobierno se esfuerza infructuosamente en restarle importancia. Nadie cree sus mentiras de que tiene al virus bajo control. Asegura que la vacuna casi está lista. Otra mentira. Y, por si fuera poco, su archienemigo, al que quiso destruir con una sucia campaña en colusión con Ucrania, se vislumbra como su adversario en noviembre.
Por ahora, Trump perdió la narrativa. Vive en un universo alterno. Cree que puede reelegirse. No sabe, ni quiere saber, que el problema es él; que la elección es contra él. Más que referendo, como suelen ser las reelecciones, esta tiene el potencial de ser veredicto de culpa. Sigue teniendo una base de apoyo dura. Pero son más lo que desaprueban su desempeño que los que no. El súper martes fue testimonio del intenso repudio que despierta entre electores que en el pasado lo apoyaron. Ningún presidente contemporáneo que buscó reelegirse tuvo un porcentaje tan elevado de gente que ya decidió que no va a votar por él.
Es cierto. Tiene la ventaja de ser el presidente. La historia reciente muestra lo difícil que es destronarlos. Sólo dos-George H. W. Bush y Jimmy Carter—no lograron reelegirse en las últimas cuatro décadas. Pero en ocho meses pueden suceder muchas cosas. El coronavirus volverse pandemia y los mercados tocar fondo. El electorado lo haría pagar en las urnas.
Si los pronósticos no fallan y Biden es el ungido demócrata, la opción binaria será: estabilidad y certidumbre o cuatro desastrosos años más de lo mismo. Los votantes tienen la última palabra.
Twitter: @DoliaEstevez
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