Diego Petersen Farah
24/01/2020 - 12:02 am
CNDH: la perdimos Houston
«La perdimos Houston; la CNDH parece haber entrado en una órbita de la que nunca regresará».
Para ser distintos se parecen demasiado. Ni los priistas en sus peores épocas, dijo Porfirio Muñoz Ledo que algo sabe de eso, pues fue priista y de las peores épocas, se atrevían a tanto. Morena está sufriendo el mismo proceso de todo partido en el poder, pero lo están haciendo con mayor velocidad y menor rubor. La comparecencia de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) Rosario Piedra Ibarra ante la Cámara de Diputados fue mucho más allá de lo imaginado, imponiendo silencio ya no a la oposición sino a sus mismos compañeros que piensan distinto.
Sabíamos que Rosario Piedra no iba a ser una buena presidenta de la Comisión, pues no solo no cumplía con los requisitos de la convocatoria, sino que no tiene el perfil ni la preparación para ello. No es lo mismo ser borracho que cantinero dice el dicho, y tampoco es lo mismo ser víctima de un abuso del Estado que defensora de los derechos frente a los abusos del Estado. Lo que no pensamos (al menos yo) es que resultaría pésima, que su sumisión al poder y su amor declarado al Presidente llegaría al grado de negar la realidad y que preferiría hacer el papel de tonta ante la opinión pública (las imágenes de la señora Piedra saliendo en la camioneta sin contestar a la prensa rayan en lo patético) antes que cuestionar una política del gobierno de López Obrador.
Si lo que buscaban Morena y el Presidente con la imposición de Piedra Ibarra era acabar con la CNDH, lo lograron: para efectos prácticos la institución está perdida. La presidenta está más preocupada por bajarle el sueldo a un chef (y lo peor, presume esta arbitrariedad como un logro de austeridad) que por las violaciones a los derechos de los migrantes, la falta de medicamentos en los hospitales o los abusos de la Guardia Nacional. No hay a estas alturas una sola recomendación ni personal de la Comisión vigilando que estos procesos que independientemente de buenas o malas intenciones son muy delicados en términos de violación de derechos.
La perdimos Houston; la CNDH parece haber entrado en una órbita de la que nunca regresará. Antes de que existiera la Comisión y aún en sus primeros años cuando al ombudsman lo nombraba directamente el Presidente, existió la Academia Mexicana de Derechos Humanos, una institución de la sociedad civil que tenía voz y legitimidad propia para señalar los abusos de poder. Aunque parezca un retroceso, en muchos sentidos lo es, pero ni modo, tenemos que regresar a este tipo de estrategias. Lo que no podemos permitir es que un gobierno, por más legitimidad electoral que tenga, se quede sin un contrapeso en materia de abusos de autoridad.
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