Dolia Estévez
14/01/2020 - 12:05 am
Muerte en tiempos de “Fake News”
Las sociedades tienen derecho a saber y los periodistas a informar. Encontrar la verdad puede ser difícil y complejo.
Washington, D.C.–En medio del creciente acoso a la prensa y del auge de las noticias falsas, el único museo en Estados Unidos consagrado a la defensa de la libertad de expresión y a concientizar acerca de la importancia de la prensa libre, cerró sus puertas el último día de 2019.
Fundado en Virginia en 1997, cuando los medios empezaban a enfrentar la furia del Internet y de los noticieros por cable, el Newseum se mudó en 2008 a un palacio de cristal de 450 millones de dólares en la zona inmobiliaria más cara de Washington sin saber la corta vida que le esperaba.
Estratégicamente ubicado sobre la emblemática Avenida Pensilvania–entre el Capitolio y la Casa Blanca–el Newseum, anunció su inminente defunción en octubre pasado, aludiendo a años de pérdidas financieras y severos recortes de personal. Con un costo de 25 dólares por entrada, no pudo competir con los museos gratuitos del Smithsonian a unos metros de distancia.
Su misión era educar al público sobre la Primera Enmienda Constitucional que consagra el derecho a la libre expresión, siendo el periodismo la máxima manifestación de ese derecho. Pero su labor se volvió más ardua a medida que información falsa, engañosamente presentada como noticias veraces en línea, cobraba fuerza en todo el mundo.
Más que museo, el Newseum era un recorrido virtual a través de 500 años de historia del periodismo, con artefactos desde la Revolución Americana hasta la era digital. El 30 de diciembre, lo visité por última vez.
Sus salas eran un acervo de objetos memorables de hechos que marcaron hitos en la historia de la comunicación: la primera mujer corresponsal de guerra, la primera revista feminista, el Nissan con el boquete en el suelo por la explosión que mató a un reportero de investigación (“No se puede matar una noticia matando a un periodista”), la antena calcinada de una de las torres gemelas del 11 de septiembre, las dramáticas primeras páginas de los diarios del mundo (“¿Quién?”—La Jornada) al día siguiente, la camioneta blindada con cientos de perforaciones de bala que usaron corresponsales de guerra en Yugoslavia, emblemáticas fotografías condecoradas con el Pulitzer y trozos del muro de Berlín como demostración de lo que son capaces las sociedades oprimidas cuando se levantan para ejercer su derecho a la libertad de expresión.
La presencia de México en el museo no fue motivo de orgullo. En el Memorial en reconocimiento a hombre y mujeres que han sacrificado sus vidas recogiendo y difundiendo noticias, estaban los nombres de 65 mexicanos. Entre ellos destacaba Javier Valdez Cárdenas. “Sacado a fuerza de su auto y baleado 12 veces afuera de las oficinas de la revista Riodoce a plena luz del día el 15 de mayo de 2017. Los asesinos salieron huyendo con su laptop y celular. Periodistas de Riodoce habían recibido amenazas por su cobertura sobre el Cártel de Sinaloa. Tenía 50 años”.
El periodista Jamal Khashoggi, descuartizado por ordenes del príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman–“según dijo la CIA”–fue otro caso emblemático en el Memorial que, al reconocer el sacrificio de 2,300 colegas, arrojaba luz sobre sus vidas y advertía contra las amenazas al derecho fundamental a la libertad de expresión.
El mapa con el índice que mide la libertad de prensa en todo el mundo, elaborado anualmente por Freedom Forum–la organización patrocinadora del museo—tenía a México, Venezuela, Cuba y Honduras como los únicos latinoamericanos donde la prensa no es libre, según datos de 2018. Noruega destacaba como el país donde los periodistas gozan de total libertad para ejercer su oficio. En el polo opuesto, Corea del Norte. Kim Jong Un controla con puño de hierro a los medios y el acceso al Internet, y manda a campos de concentración a norcoreanos que hablan con periodistas internacionales.
La clausura del Newseum llega en pésimo momento. Nunca antes la prensa había sido acusada de ser “enemiga del pueblo” por el mandatario del país más poderoso. Las noticias que no le gustan o no lo elogian son tachadas de “Fake News”. En 2019, Trump usó la frase “Fake News”, 273 veces en su cuenta de Twitter—50 por ciento más que en 2018. Ha amenazado con bloquear la entrada a la Casa Blanca a reporteros de The Washington Post y acusado a The New York Times de “traición”. Las ruedas de prensa diarias en la Casa Blanca, un rito que el mundo veía como símbolo de transparencia y rendición de cuentas, fueron canceladas.
La embestida de Trump contra la prensa marcará su legado. Trump no sólo denigra la profesión, sino que cuestiona la premisa de que un público informado es esencial para la sobrevivencia de las naciones. Si en el pasado Estados Unidos era paladín de la libertad de prensa, hoy Trump es inspiración de autócratas y dictadores. Putin, Kim, bin Salman, Erdogan, Duterte, Xi, Maduro y un largo etcétera, siguen sus pasos. En 2009, 32 periodistas fueron encarcelados acusados de difundir noticias falsas.
Las sociedades tienen derecho a saber y los periodistas a informar. Encontrar la verdad puede ser difícil y complejo. Transmitirla a través de los medios, peligroso. Con o sin altar, la prensa libre seguirá siendo la piedra angular de las democracias. La falta de voluntad política para investigar, perseguir y castigar a los asesinos y acosadores de los periodistas, es la amenaza más grande a la sobrevivencia del periodismo libre, no sólo en México, sino en el mundo entero.
Twitter: @DoliaEstevez
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá