Jaime García Chávez
25/11/2019 - 12:03 am
Caso LeBarón: hablemos claro
Han gozado de sus derechos políticos en el municipio de Galeana y en el distrito donde está enclavado la comunidad lebarona, al igual que sucede en el municipio sonorense de Bavispe, alcanzando cargos importantes al presidir municipios, ocupar diputaciones y cargos públicos importantes.
No me referiré a los agravios, algunos muy severos, que tienen que ver con la delincuencia y las investigaciones de tipo penal hasta ahora fracasadas. En esas tesituras siempre han contado con mi modesta solidaridad, incondicional además. Pero creo que ha llegado el momento de poner los puntos sobre las íes en un escabroso tema, que lejos está de tener una motivación discriminatoria hacia esa laboriosa comunidad que llegó alrededor de 1924, como una escisión del mormonismo que a su vez pisó tierras chihuahuenses a finales del siglo XIX.
México los recibió con generosidad y tolerancia ejemplar, y sucesivos gobiernos nacionales les han brindado la hospitalidad que se desprende de un trato coherente con la dignidad humana. Han recibido bienes y, sobre todo, en las ya muchas décadas que han corrido, la generación de condiciones para que se dediquen a la industria, a la agricultura que les ha permitido, producto de su trabajo y esfuerzo, prosperar munificentemente. Hoy incluso gozan de la doble nacionalidad –mexicana y norteamericana– que les permite obtener ventajas adicionales; pero sin duda se autoconciben más como formando parte de la segunda que de la primera, para lo cual, desde luego, no hay obstáculo, que sería discordante de interponerse con una progresiva y universalista visión de los derechos humanos.
Han gozado de sus derechos políticos en el municipio de Galeana y en el distrito donde está enclavado la comunidad lebarona, al igual que sucede en el municipio sonorense de Bavispe, alcanzando cargos importantes al presidir municipios, ocupar diputaciones y cargos públicos importantes. Como ocurre con la sociedad en conjunto, están inmersos en la dinámica propia de las contiendas políticas, y desde luego padecen, como tantos otros mexicanos, el fenómeno de la delincuencia y la violencia que esta genera.
Quizá todo esto sea un rodeo para llegar a la miga de este texto: el intento de ellos de pedir la protección del Gobierno norteamericano para que venga a remediar lo que sucede en los confines del Estado mexicano. Julián LeBarón, una de las figuras más destacadas de esa comunidad por su activismo, ha planteado esto de manera que no se preste a equívoco alguno: “Creo que este crimen se va a esclarecer por Estados Unidos”. Y con ese propósito, tanto sus familiares como las familias Langford y Miller, prepararon una caravana hacia Washington para solicitar la intervención del Presidente Donald Trump con la finalidad de que se pacifique con la injerencia de ese país imperial la compleja frontera que comparte con el nuestro.
Cabe señalar que en un segundo plano está la apelación que hacen al Gobierno de nuestra república. Es seguro que no le profesan la misma confianza. Pero también es seguro que no es el camino que en reciprocidad han de tener para nuestro país, aunque a veces nos olvidamos de nuestra historia, especialmente de la de Texas y las raíces del separatismo que llevó a la creación de la república de la estrella solitaria inicialmente, y la posterior anexión como un estado de la unión americana, que en el momento clave de la Guerra de Secesión no dudó en alinearse con los defensores sureños del esclavismo. Lo que quiero decir es claro y sencillo: México no merece que el espíritu de los separatistas texanos (Houston, Austin, Travis, De Zavala) sople en el norte de México en estos tiempos.
No es dable elevar la doble nacionalidad a un privilegio que, como se sabe, por clásica definición es aliento para unos y desaliento para todos los demás. La Constitución mexicana establece la igualdad y da los derechos y brinda instrumentos para luchar por la justicia aquí. Además establece deberes inexcusables.
Que es muy difícil, nadie lo duda; que hay fracasos, tampoco. Pero estaríamos hablando de eso que algunos llaman “estado fallido”, si permitimos que de otro país, y más de los Estados Unidos, vengan a resolver los problemas que nosotros tenemos que encarar con soluciones puntuales y eficaces. Al igual que todos los mexicanos, corramos la misma suerte. El Gobierno de la república tiene ahora una gran responsabilidad enfrente.
21 noviembre 2019
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