Gustavo De la Rosa
12/11/2019 - 12:05 am
La tragedia LeBarón, más preguntas que respuestas
La primera gran pregunta que se debe hacer es sobre la intencionalidad, o no, de atacar específicamente a esta familia; según nuestra lógica es inaceptable que el ataque haya sido intencional, pero los procesos mentales de los atacantes son otros; tenemos la pregunta, pero no la respuesta, así que no debemos especular, creyendo que intelectualmente la vamos a tener. Sólo la investigación profesional nos la dará.
Los actos de suma crueldad suelen generar reacciones colectivas de ira y rabia, reacciones que confrontan a la autoridad, y, en un país centralizado, la autoridad más confrontada resulta la autoridad central.
Desde Juárez tenemos una idea de lo que sucede en la Sierra de Chihuahua, y lo sabemos porque la guerra que empezó entre 2007 y 2008 no ha terminado y ninguno de los cárteles armados que la empezaron han desaparecido de la escena del trasiego de sustancias ilícitas; hemos aprendido, además, que ante una situación de crisis emocional colectiva lo que no deben hacer las autoridades es tratar de contestar con especulaciones.
Y lo que no debemos hacer los ciudadanos, es buscar explicaciones partidistas.
Es inexplicable, para quienes estamos lejos del lugar de los hechos y fuera de la dinámica del morir o matar, el asesinato de niños y mujeres, y tratamos de explicarnos lo que sucedió como si fuesen conductas razonables, realizadas por individuos que tienen la tranquilidad y serenidad para pensar y calcular los efectos exactos de sus actos, como nosotros mismos lo hacemos desde nuestra oficina o sala del hogar.
Hasta hoy, en México, los delincuentes son los enemigos del resto de la población, con total independencia de nuestra militancia partidista; ellos tienen sus propios intereses y pelean a muerte por los suyos y según las órdenes recibidas; la lógica de sus acciones no corresponde con la lógica de nuestras vidas, y además suele ser una lógica directa y simple, porque en las circunstancias de sus acciones, no tienen muchas opciones.
Ante casos como estos, es necesario hacer preguntas, pero es aventura suponer sin evidencia ni información comprobada, y resulta fatal pensar que personas específicas están involucradas sólo porque desde nuestra lógica podrían estarlo.
La primera gran pregunta que se debe hacer es sobre la intencionalidad, o no, de atacar específicamente a esta familia; según nuestra lógica es inaceptable que el ataque haya sido intencional, pero los procesos mentales de los atacantes son otros; tenemos la pregunta, pero no la respuesta, así que no debemos especular, creyendo que intelectualmente la vamos a tener. Sólo la investigación profesional nos la dará.
La segunda gran pregunta es acerca del motivo del ataque, cuya respuesta puede ayudar a contestar la primera pregunta; pero ésta tampoco la tenemos, y cualquier idea sólo es especulación. La tercera pregunta entonces es, ¿quién dio la orden? Y tal vez tengamos esta respuesta cuando se hayan detenido a los sicarios que participaron en el asesinato.
Luego vendrían otras preguntas, ¿por qué asesinaron a sangre fría a la segunda conductora?, ¿quién dirigía a los sicarios en el momento?, ¿estaban intoxicados?, ¿con qué grupo delictivo trabajan? Etcétera.
Es un hobby ciudadano tratar de contestar estas preguntas desde múltiples perspectivas, pero luego algunas respuestas nos parecen tan plausibles que las damos por ciertas.
En verdad creo que, en circunstancias como estas, nuestra exigencia debería ser que las autoridades responsables investiguen bien y pronto, porque necesitamos respuestas y no suposiciones, y las necesitamos rápido; ¿quiénes son las autoridades responsables? Eso sí lo sabemos, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Sonora y la Fiscalía General de la República, los demás son sólo auxiliares.
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