Los expertos sugieren que las respuestas emocionales provocadas por este tipo de melodía pueden caracterizarse en tres tipos de tristeza: tristeza relajante, tristeza cómoda y tristeza nerviosa. La primera se caracteriza por un sentimiento de paz, de valentía positiva. La segunda, en cambio, evoca una experiencia intensa relacionada con sentimientos fuertes de tristeza. La tercera se relaciona con ansiedad y sensación de miedo.
Por Marta Chavarrías
Madrid, 27 de noviembre (ElDiario.es).- La tristeza se ve generalmente como una emoción negativa. Sin embargo, tendemos a encontrarla placentera si la situamos en un contexto estético y artístico, como el que nos produce escuchar cierto tipo de canciones y piezas musicales que retratan y provocan una fuerte sensación de pérdida y de tristeza.
Lo que les pasa a muchas personas con la música triste puede parecer un poco paradójico: hacemos todo lo posible para huir de este sentimiento en nuestra vida diaria pero, en cambio, con la música somos capaces de experimentar de un modo más placentero esta sensación. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué tiene la música y otras expresiones artísticas que nos permite vivir esta emoción sin problema?
¿QUÉ SENTIMIENTOS GENERA LA MÚSICA TRISTE?
Desde Beethoven hasta The Beatles, muchas son las melodías apreciadas por numerosísimas personas. Además de la música, los efectos son similares con las películas tristes, la literatura y otras formas de expresión artística melancólicas. Desde hace unos años, la investigación en este campo ha explorado posibles explicaciones relacionadas con las letras, los recuerdos, el estado de ánimo, etc.
En un estudio publicado en Frontiers in Psychology sobre las experiencias que provoca escuchar música triste, los expertos sugieren que las respuestas emocionales provocadas por este tipo de melodía pueden caracterizarse en tres tipos de tristeza: tristeza relajante, tristeza cómoda y tristeza nerviosa. La primera se caracteriza por un sentimiento de paz, de valentía positiva. La segunda, en cambio, evoca una experiencia intensa relacionada con sentimientos fuertes de tristeza. La tercera se relaciona con ansiedad y sensación de miedo.
Según esta investigación, esto explicaría por qué algunas personas disfrutan más que otras de la música triste. ¿Cómo explican estas diferencias? Para los expertos, la clave está en la empatía, un proceso por el cual podemos llegar a comprender y sentir lo que otra persona está experimentando. La investigación sugiere que escuchar música triste puede evocar una preocupación empática en aquellas personas con una fuerte disposición a esta característica personal.
EMPATÍA PERO BAJO CONTROL
Pero no es suficiente con ser empático. Además de esta particularidad, lo que nos predispone a disfrutar de la música triste es nuestra capacidad para mantener nuestras emociones bajo un cierto grado de control. Y es que, según los expertos, la clave para disfrutar está, además de empatizar con las emociones tristes expresadas por la música, la capacidad de autorregularnos y distanciarnos de este proceso.
Reconocemos que una canción es triste, que el que la escribió y la cantó lo hizo con tristeza, pero no nos involucramos, lo observamos como un evento triste, pero mantenemos la distancia, por eso la música nos genera placer. Por tanto, según los investigadores, esto explicaría por qué algunas personas, las que tienen una personalidad particular, disfrutan con la música y las películas tristes.
En una extensa revisión publicada en ScienceDirect, los expertos recuerdan y coinciden con la anterior investigación. Para ellos, la tristeza que provoca la música no es un bloque emocional, sino que se caracteriza por la confluencia de un espectro de emociones, que van desde experiencias placenteras a sentimientos de comodidad y relajación, incluso en algunos casos de emociones como el dolor.
Y es que enfrentarnos a los sentimientos de tristeza nos conduce, en la mayoría de los casos, a un efecto contrario. Así lo establece un estudio publicado en el Centro Nacional de Información Biotecnológica (NCBI), que dice que el «arte triste permite que nos pongamos en contacto con nuestras emociones negativas para liberarlas». Según esta investigación, aceptar las emociones negativas puede estar asociado con resultados positivos.
En personas con depresión, por ejemplo, la música de elección es la triste. Según la Academia Americana de Psicología (APA), esta elección podría estar relacionada más con sus efectos calmantes que con un deseo de aumentar o mantener los sentimientos tristes. Ahora bien, lo que constatan todas las investigaciones es que la música triste no afecta de la misma manera a todos; para algunas personas, las melodías tristes se viven con angustia, generalmente provocada por malos recuerdos, por lo que una banda sonora triste quizás no sea la mejor manera de animar a un ser querido.
MUSICOTERAPIA
Quizás todo esto demostraría porqué el uso de la música como terapia tiene una larga historia. La idea de que la música es una influencia curativa que puede afectar la salud es tan antigua como Aristóteles y Platón. En el siglo XX, después de las dos guerras mundiales, se usó la música para ayudar a los veteranos de guerra a superar los problemas físicos y emocionales. Ya entonces se apreciaron interesantes respuestas.
En la musicoterapia se suelen incorporar una variedad de métodos para hacer música dentro de una relación terapéutica. No basta con escuchar música con los auriculares. Son los musicoterapeutas los que diseñan y seleccionan la músicasegún el plan de tratamiento individual, tal como reconoce la Asociación Americana de Musicoterapia (AMTA). Este método se usa en un amplio abanico de sectores, como el de la salud, la atención a personas mayores, la discapacidad o durante la primera infancia.
Esta disciplina usa la capacidad de la música para cambiar nuestro estado de ánimo, un hecho que parece estar relacionado con la producción de distintas sustancias químicas en el cerebro. Las endorfinas que se desencadenan tras escuchar música (o tocar y hacer música) proporcionan un tipo de alivio natural del dolor, donde la dopamina, un neurotransmisor asociado con ciertos picos emocionales, provoca sentimientos de optimismo y energía. De hecho, la música es uno de los principales transmisores emocionales durante una película, por ejemplo, porque con la música se resaltan todos los efectos que intentan darnos visualmente.