Con historias alternadas y un final redondo e inesperado, Ojos de muñeca es la clase de literatura que te hace gesticular del horror y asco que pueden causar las imágenes descritas. Te deja dándole vueltas a la cabeza, con necesidad de contarle a alguien lo que acabas de leer.
Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).- Los traumas nos convierten en personas aterradas y vulnerables. Es difícil aceptarlo cuando somos adultos, y siempre intentaremos ocultarlos, superarlos y no revelarlos a nadie. Pero hay veces que estos se llevan como un lastre entre las manos. Los arrastramos desde la infancia. ¿Cómo superar algo que no se habla? Ser un niño y que la «gente madura» simule que no pasa nada.
El problema de los traumas en la niñez es que, superficialmente pueden estar olvidados, pero los traemos grabados en la memoria y basta una casualidad para que vuelva a torturarnos.
Eso es justo lo que le sucede a Barbara Bilessi, la primera protagonista del thriller francés Ojos de Muñeca. El título de esta obra ya tiene un toque extraño que puede darte un par de pistas y parar en dos caminos totalmente distintos: por un lado, algo dulce, lindo a primera impresión, infantil, inocente e incluso tierno. La otra opción, es lo macabro, avejentado e infinito.
Ingrid Desjours, autora del libro, representa muy bien las consecuencias más duras de los traumas de sus personajes. Es psicóloga especializada en psicocriminología, lo que explica el extremismo y detalle que impregna en las descripciones del texto.
Si bien ya es duro leer sobre violaciones o mutilaciones, Desjours lo lleva al siguiente nivel al contar cada seña particular del momento: puedes imaginar los olores, sabores y escenarios de la historia.
«El mundo no ha dejado de girar porque un hombre haya violado a una mujer», es lo que en las primeras páginas nos permite saber que toda esta historia irá mal. Bárbara es una joven esteticista de 24 años, tímida, poco social, ajena al mundo real. Sueña con ser para sus muñecas, lo que su mamá nunca fue con ella.
El día de su cumpleaños, con su muñeca Sweet Doraine y una foto de ella y su padre como únicos testigos, un hombre violó a Bilessi en el parque.
Hay algo en este suceso que la deja perpleja. No solo que está siendo violentada. Algo permanece oculto y no sabe exactamente que es. Solo puede refugiarse en la cara de su muñeca. En sus ojos se siente a salvo, le revelan un final feliz.
A la par de esta historia, se desarrolla la vida de Marc Percolès, un policía que se reintegra a su trabajo luego de un brutal accidente que provocó la muerte de su esposa además de dejarlo sin pierna. Es un sujeto de carácter fuerte, astuto, bueno en su trabajo, poco social y harto de la gente.
El día que Marc se reincorpora al trabajo, es el mismo día que violan a Bárbara. Antes de que esas dos cosas sucedieran, ellos chocan (literalmente) por casualidad.
Bárbara es una chica torturada, violada desde pequeña, maltratada por su madre, ignorada por la gente. La única compañía que tiene es su colección de muñecas, que llegan a ser como hijas para ella. Cada una, refleja una parte de las personalidades que componen a Bárbara.
Conforme la trama avanza Bárbara se da cuenta que el sexo es una forma de controlar a los hombres, y conseguir las cosas que quiere y aunque lo duda en un inicio, su muñeca Sweet Doraine le aconseja que solo así podrá llegar al final feliz que le mostró en sus ojos.
Aprovecha su doble vida y desahoga su violación haciendo que cada hombre que la busca para aprovecharse de ella, termine arrepentido y torturado sintiendo el dolor que ella vive a diario. Y aún así, ella no desea ser un monstruo. Quiere que la amen, que la salven de ella misma. Quisiera ser la mejor versión de si.
Por otro lado, Marc no ve sentido a la vida, no porque su esposa ya no esté con él, sino porque la gente no tiene nada que ofrecerle. Siente que todo es tan monótono y vacío que no vale la pena congeniar con alguien. Constantemente quiere estar en peligro para sentirse más cerca de la muerte.
Los dos personajes son tristes y oscuros. Con Bárbara es más sencillo empatizar, sentir el contraste entre su dolor y su inocencia. No ahondo más con Percolès porque resulta un personaje muy plano, un cliché total de lo que es un hombre que se hace el duro todo el tiempo pero que en el fondo desea encontrar el amor y tener a alguien a quien proteger.
El hecho de que la escritora le de una voz constantemente golpeada y mal hablada lo hace parecer forzado. Además, piensa que todo el mundo le tiene lástima al notar que le falta una pierna, lo que provoca que a cada instante enfrente a las personas.
Quizá podría ser una especie de Dr. House, pero Marc Percolès no tiene simpatía, no es gracioso, ni grosero de forma astuta. Es un hombre guapo, astuto, con un buen trabajo, que cree que todo el mundo le odia y que devuelve el sentimiento pero sin razón aparente. Una especie de adolescente encaprichado.
Mientras que el personaje de Bárbara Bilessi tiene una construcción completa y cada una de sus actitudes está justificada en su pasado, la historia de Mar Percolès tiene muchos cabos sueltos.
Con historias alternadas y un final redondo e inesperado, Ojos de muñeca es la clase de literatura que te hace gesticular del horror y asquerosidad que pueden causar las imágenes descritas. Te deja dándole vueltas a la cabeza, con necesidad de contarle a alguien lo que acabas de leer.
Quizá un libro a prueba de gente sensible, creo que nunca había leído algo que me revolviera tanto el estómago. Las cosas que pasan son tan desagradables y te las cuentan tan al detalle que hubo veces que me costó leerlas.
En definitiva, Ojos de muñeca no es un thriller para recomendar a todo el mundo, solo a aquellos que disfruten de las lecturas más «creepy» y que quieran descubrir dónde acaba la perturbadora historia de estas dos almas atormentadas.