NOTA: ESTO ES UN RELATO DE FICCIÓN
Se nubla mi mente. Se siente como una laguna mental. Cerré la puerta y de inmediato sentí el mundo moverse, ni siquiera pude soltar la perilla. Sonó la alerta sísmica.
A mi mamá y a mi hermana se las tragó la Tierra. De hecho, sobre mi hermana se tuvo tantas esperanzas de ser encontrada, teníamos comunicación con ella, tenía tanta valentía y fortaleza como siempre, aun cuando estaba atrapada entre los pisos caídos de la escuela.
Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).- Septiembre 19. Pensar en esta fecha, desde hace más de treinta años tenía algo extraño… para mí tenía un significado especial: mi hermana cumple años ese día. Cumplía.
Si bien, nunca nadie olvidaba los acontecimientos del S19 del 85, esta vez una historia que parecía tan familiar se reescribió entre polvo, escombros y olor a sangre.
Se veía como un jueves prometedor, salía de la escuela y después de ello iría al trabajo. Hace un tiempo, para ser exactos 7 meses conseguí un empleo decente en Reforma. Hubiera deseado que fuese enfocado en mi carrera. Llegué a las 12:50. Me puse el uniforme y eran las 13:10. La puerta se atascó como siempre, de hecho, si debo decirlo, que bueno que terminé de cambiarme pronto, no sé qué hubiera hecho si el…
Se nubla mi mente. Esa nube que aparece no es más que el recuerdo de los edificios desplomándose. Se siente como una laguna mental. Cerré la puerta y de inmediato sentí el mundo moverse, ni siquiera pude soltar la perilla. Sonó la alerta sísmica.
De acuerdo a los protocolos, el aviso de un sismo se hace a través de la alerta sísmica, que debe sonar un minuto antes de que inicie el movimiento, con esto tendrás tiempo de actuar y poder salir o resguardarte en un lugar seguro.
Aun aferrado a la puerta y sin terminar de entender que sucedía vi a mis compañeros del otro lado del aparador y la gente en fila esperando su café. Todo mundo perdió la calma. Jamás hubo un minuto para salir o resguardarnos. Me sentía como si tuviera una reacción por drogas. Todo parecía irreal. La gente salió lo más rápido que pudo. Tomaban sus cosas y salían.
No puedo. No entiendo. Es como si mi mano estuviese pegada a la maldita perilla de la puerta y mis pies al suelo. En mi cabeza aparece las escenas como si hubiese volteado hacia la puerta y justo todo a fuera se derrumbase, a decir verdad, no puedo ni siquiera confirmar si eso sucedió o solo es una mezcla de recuerdos mal ordenados.
Sandra, una de las chicas que trabaja conmigo fue quien me hizo salir del trance. Como si tuviera en la boca las palabras que me quitarían el hechizo, recuerdo que movió sus labios con cara de angustia, la miré a los ojos y me tomó la mano. Ya no estaba sujeto a la puerta. Salimos como toda la gente. No creo que estuviésemos en calma, era imposible.
Escuchaba algunos gritos y a lo lejos aún escuchaba la alerta. ¿Cuánto dura esa cosa? Fue eterno. Todo lo fue. Parecía que grabábamos en cámara lenta. Una escena que empezó a las 13:14 y terminó a las 13:20, más o menos.
Se hizo el silencio. Todos en la banqueta, los automóviles haciendo que las calles parecieran un estacionamiento interminable. Por unos segundos todo fue silencio. Solo unos segundos. Después, el ruido más estruendoso que se puede escuchar. Primero al este, luego al norte, luego en todas partes.
-Mami, tengo miedo ¿qué está pasando?-, le dijo una pequeña como de 7 años a su mamá.También tenía ganas de aferrarme a mi mamá, de preguntarle a papá que sucedía. Incluso, tenía ganas de abrazar a mis hermanos y decirles que solo es un sueño, que no pasaba nada.
Pasaba todo.
Mi cabeza no tiene claridad aún. Recuerdo que después de eso, la gente comenzó a percibir olor excesivo a gas. Tuvimos que irnos de ahí. Unos días antes, en la escuela me preguntaron que si tuviera la oportunidad de vivir la historia de una película cuál elegiría.
-Definitivamente elegiría Cinema Paradiso-, juro que respondí eso. Jamás pedí estar en “El día después de mañana” o en alguna otra película que se le parezca.
El olor a gas iba y venía, todo lugar al que nos movíamos tenía impregnado ese aroma. Lo hubiera preferido. Mientras caminaba rumbo a no sé dónde con toda una multitud de gente, vimos lo peor… parecía un efecto dominó. Uno y otro y otro edificio derrumbados, y el olor… el hedor a sangre. No puedo quitar de mi cabeza los gritos de auxilio provenientes de todas partes y ahora de ningún lugar.
Tenía el corazón en pedazos, las lágrimas no tardaron el salir y empecé a tartamudear cosas en lo que se suponía era español. Quise ayudar, en verdad quería que todas esas personas atrapadas bajo escombros vivieran, pero no teníamos nada con que ayudar. Las manos no eran suficientes, nada lo era en realidad.
Fue el peor día de mi vida, en serio, el peor. En ningún momento pude comunicarme con mi familia. Ninguno de ellos contestó y a ratos no tenía señal, sabe Dios si en esos momentos ellos habrían podido contestar.
Llegué a la calle de mi casa, ya era de noche incluso. Creí que podría llegar a dormir en mi cama y tomar fuerzas para ayudar. Mi celular en cuanto tenía señal recibía notificaciones de mensajes y de noticias sobre los derrumbes y los desaparecidos a causa de este desastre.
Pensé que me había confundido, faltaba algo en la calle. Creí caminar en círculos ¿cómo puedes olvidar donde está tu hogar? No lo olvidé. Es que ya no tenía uno. Mi edificio fue uno de los que se cayeron. Según el reporte no hubo ningún muerto en este derrumbe.
-¿Entonces dónde está mi familia? ¿Vieron a Frida o a mis papás?-, pregunté insistente a uno de los vecinos que permanecía atónito a la escena parado sobre algunos restos de lo que era nuestro.
Papá estaba en el trabajo cuando sucedió, más tarde me pude comunicar con él. Nos quedamos de ver. Por lo menos teníamos el coche, todo lo que estaba dentro de él y mi mochila que jamás solté y que ni siquiera sabía que cargaba ¿Cómo diablos no se perdió?
Él me dijo que pudo comunicarse con mi mamá poco antes de que todo se volviera irreal. Iba por mi hermana al colegio. Cuando estuvimos ahí, entre la calle Rancho Tamboreo y calzada de Las Brujas, en la colonia Nueva Oriental Coapa, no encontramos a mamá. Le preguntamos incluso a algunas señoras que sabíamos eran sus amigas y no hubo respuesta.
A mi mamá y a mi hermana se las tragó la Tierra. De hecho, sobre mi hermana se tuvo tantas esperanzas de ser encontrada, teníamos comunicación con ella, estaba siendo tan valiente como siempre, aun cuando estaba atrapada entre los pisos caídos de la escuela.
Apareció por todas partes, se hablaba de ella en todos lados. Una pequeña de 11 años sobreviviente del temblor del 09/19, treinta años después del terremoto del 85…
Pasaron horas e incluso días, pero Frida jamás salió. Ahora la gente dice que es mentira, que nunca hubo una niña Frida atrapada y mucho menos sobreviviente. Comienzo a creerlo también.
Duermo en un refugio temporal, tenemos viviendo aquí un mes. Cada tercer día papá y yo ayudamos con los escombros de la ciudad con la esperanza de encontrar a mamá o a Frida. No están y nunca van a volver. Ni ellas, ni nuestras vidas de antes, ni las de las más de 400 víctimas.
Regresé un domingo al refugio, no podía sentirme más agotado y más triste. Justo cuando empecé a quedarme dormido, tuve esa sensación de cuando vas entrando al estado de sueño y caes, pensé que era normal, sin embargo, no lo era. No estaba cayendo y tampoco escuchaba la alarma de mi despertador. Eran los recuerdos una y otra y otra vez en mi cabeza.
7 de la mañana, no sé que día es. Abrí los ojos. Estoy realmente confundido pero creo que ahora prefiero no levantarme.
Mi nombre es irrelevante. Ahora soy yo quien cuenta la historia, pero podría ser cualquier otra persona que estuvo aquí: mi padre, Sandra, el vecino o quien sea.
Tengo 19 años, soy estudiante y el jueves 19 de septiembre de 2017 todo en mi vida cambió.