La OMS clasifica los niveles de riesgo de consumo diario de bebidas alcohólicas en Unidades de Bebida Estándar o UBEs. Además, la clasificación está dividida según el género.
Madrid, 11 de agosto (Europa Press).- La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el alcohol como una sustancia psicoactiva con propiedades causantes de dependencia. Sin embargo, el organismo también reconoce que se ha utilizado «ampliamente» en muchas culturas durante siglos. En México, donde está perfectamente integrado en la sociedad, podría decirse que su consumo es cultural. Sin embargo, el tipo de consumo nocivo acarrea múltiples consecuencias en la salud, además de conllevar «una pesada carga social y económica para las sociedades», según la OMS.
«Sin duda el alcohol es nuestra droga cultural, es una sustancia de uso. Es decir, se puede utilizar sin tener problemas y no se ha valorado el riesgo real de determinados consumos y en determinadas ocasiones», confirma en una entrevista con Europa Press el presidente de Socidrogalcohol, Francisco Pascual, que agrega que «es importante explicar las consecuencias, sin dramatismos ni estigmatizaciones. Nadie quiere tener problemas, pero los factores metabólicos, ambientales, genéticos y de carácter, además de la permisividad social, inciden en restarle importancia y favorecen la aparición de problemas».
La OMS clasifica los niveles de riesgo de consumo diario de bebidas alcohólicas en Unidades de Bebida Estándar o UBEs. Además, la clasificación está dividida según el género. Así, un riesgo bajo de realizar un consumo de alcohol problemático se sitúa entre cero y dos UBEs en el caso de las mujeres y entre cero y cuatro UBEs en el caso de los hombres. El riesgo medio se sitúa entre dos y cuatro y cuatro y seis, respectivamente, mientras que el riesgo alto son cuatro o más UBEs en las mujeres y seis o más UBEs en los hombres.
Por lo tanto, «entenderíamos que el consumo problemático se daría en aquellas personas que haciendo un consumo de riesgo medio o alto empiezan a tener consecuencias físicas, psíquicas o sociales a causa del propio consumo sin que lleguen a tener un Trastorno por Consumo de Alcohol (TCA, antes alcoholismo) o, si lo presentan, que sea leve», explica Pascual.
El presidente de Socidrogalcohol considera problemático, asimismo, «el uso del alcohol en la conducción de vehículos a motor o máquinas en el trabajo, el ser menor de edad o beber durante el embarazo». En efecto, no sólo importa el género a la hora de hablar de consumo problemático de alcohol. «En edades tempranas, cualquier consumo es de riesgo, ya que el cuerpo y, fundamentalmente, el cerebro se están desarrollando», matiza el experto.
Pero, además, se puede identificar problemático con abusivo. Pascual lo considera «más que correcto», puesto que «si el abuso es puntual igual no tiene más consecuencias que una ligera embriaguez con la consecuente resaca, pero si el abuso se repite se está abriendo la puerta a la dependencia y a la aparición de posibles consecuencias orgánicas, psíquicas o sociales».
Hay una serie de pistas que indican que una persona se encuentra en esta situación. En primer lugar, Pascual destaca «cuando una persona dedica más tiempo o dinero a beber, cuando abandona sus actividades cotidianas, cuando empieza a tener discusiones con los amigos o la familia consecuentes al efecto de las bebidas alcohólicas después de haber estado bebido con amigos o solo». Esto, además, indica «otro tipo de problemas que son ya indicadores de que algo no funciona», manifiesta el experto.
A partir de ahí, «si aparecen síntomas repetitivos de resaca, mareos, falta de concentración, somnolencia, disminución de rendimiento en el trabajo y necesidad de tomar algo para poder empezar a funcionar (algún fármaco o tomar algo de alcohol) pueden ser los primeros síntomas de problema con la bebida», apunta el presidente de Socidrogalcohol.
No obstante, aunque los síntomas descritos sean comunes, el enfoque del problema ha de individualizarse. A juicio del experto, «hay que hablar con la persona, con la familia, ver qué hay detrás de ciertos consumos, evaluar los daños y diseñar una intervención preventiva y/o terapéutica para esa persona, que en ocasiones necesita sentirse escuchado y valorado».
EFECTOS A CORTO, MEDIO Y LARGO PLAZO
Y, como ocurre con todas las sustancias de este tipo de las que se puede abusar, hay que considerar efectos a corto, medio y largo plazo. La persona en cuestión, primero, va quedándose sola. «Los amigos no le siguen el ritmo porque se vuelve más irritable e incomprensivo y porque va a empezar a negar que pueda tener un problema», especifica el experto.
Pero, además, de forma paralela, el sujeto necesitará consumir cada vez cantidades mayores de alcohol. «En cambio la cantidad de alcohol ingerida suele ir incrementándose, ya que aparece el fenómeno de tolerancia, la necesidad de aumentar la cantidad para notar los efectos deseados», indica Pascual.
A nivel físico y de salud, el siguiente paso son los abusos que llevan a una dependencia o, al menos, «a la aparición de alteraciones analíticas», revela el experto. «Ligero incremento de las transaminasas o mal funcionamiento hepático, aumento de los lípidos, especialmente los triglicéridos, e incremento en ocasiones de los niveles de ácido úrico y del volumen corpuscular medio o tamaño de los hematíes», expone Pascual.
«El riesgo real va más allá de los accidentes de tráfico, las borracheras y comas etílicos especialmente en menores», insiste el presidente de Socidrogalcohol. El consumo de alcohol se relaciona con más de 200 enfermedades, entre ellas más de 20 tipos distintos de cáncer.
UN TRABAJO DE TODOS
«Nos queda mucho trabajo por hacer», lamenta Pascual, que, además de la concienciación de la población, pone el foco en una serie de medidas a nivel global para atajar el problema. «Contrarrestar el impacto de la publicidad y la inversión de la industria alcoholera, transmitir que a pesar de la responsabilidad que se quiere dar al consumidor, el promotor no puede eludir la suya; regular y hacer cumplir las regulaciones que ya existen, proteger la salud de la población y, en especial de los menores, es imprescindible», resume el experto, que agrega «un problema global precisa soluciones globales».
Por último, Pascual no deja pasar la oportunidad de destacar «el papel de las sociedades científicas, de los grupos de ayuda mutua y de los medios de comunicación en el intento de incrementar la percepción de riesgo de determinados consumos». Añade «el papel de la atención primaria de Salud en los casos en los que aún no se ha desarrollado un TCA», aunque no es «sólo un tema médico: es de enfermería, de trabajadores sociales, de Psicología, de periodistas, de abogados, de los farmacéuticos e, incluso, de los legisladores».