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Tomás Calvillo Unna

31/07/2019 - 12:05 am

Estamos en alto, es roja la luz

El foco desnudo alumbrando aquellas mesas de lámina en la pequeña cantina incrustada en lo más alto de la montaña en los umbrales de Wirikuta.

Florero Roto Pintura Tomás Calvillo Unna

El caballo blanco, es una yegua en realidad,
preside con su crin al camión revolvedor de pálido y oxidado metal
y al viejo solitario que se prepara a cruzar la carretera llevando un bulto de cal, cuya fisura es una serpentina de motas sobre el pavimento…
huellas de gatos….escurridizos para conservar su apreciada libertad
de esculcar las azoteas y caminar por los bordes de Los Altos muros
que les han otorgado su fama de siete vidas… siete leguas…

…el foco desnudo alumbrando
aquellas mesas de lámina en la pequeña cantina
incrustada en lo más alto de la montaña
en los umbrales de Wirikuta,
y el cartel detrás de la barra en la pared descarapelada
con la ilustración de una novia diosa,
desprendida de la revista, para ser venerada, adorada y deseada
por los adolescentes mineros de la Paz:
fue el regalo de navidad de un explorador californiano,
afable universitario de San Diego
lector de las Enseñanzas de Don Juan y aprendiz
de español, mezcal, cascaritas de fútbol y del idioma de las nubes…

…en la infancia también crecimos junto a la rubia superior,
así le nombraban a aquella vedette cubana, cuya pareja (su amante, murmuraban las voces de la calle) un hombre delgado y calvo,
la visitaba con frecuencia en su departamento de la calle de San Francisco
que colindaba con la casa donde vivíamos y que mi padre rentaba
a una gentil anciana, Margarita hija del ilustre poeta porfirista Juan de Dios Peza: Como es Margot: Bondadosa y resignada
ninguna ambición concibe,
sí algo le doy, lo recibe,
y si no, no pide nada.

Le escribió su padre a fines del siglo XIX,
adivinando los rastros de su carácter y destino…

…En cierta ocasión Gina Románd, la rubia de categoría,
(Georgina García, su nombre de pila)
nos dio un beso y una foto suya autografiada.
Tendríamos 8 años y conservamos esa imagen,
hasta que se perdió en las estaciones de la pubertad:
aprendimos tempranamente, sin darnos cuenta entonces,
el significado de la palabra glamour.
De alguna manera también fue nuestro primer oráculo.
Jugaban ya entonces los publicitas a los fractales
con la inspirada Marylin Monroe
que escapó del Olimpo y desnuda se inmoló
entre las pasiones de la efímera fama…

…el viento helado y el resplandor del sol
sobre los muros de piedra gris, marrón, rojiza de las calles empinadas de 14
se proyectan en la alta pared blanca de ese edificio
convertido en el frontón de nuestro pequeño patio, de ahí
lanzábamos las pelotas de esponja, nuestra manera de saludar
a esa rubia belleza y darle gracias a sus labios,
su rojo carmesí de augurios y dulzura.
Para esa mirada de la infancia no dejó de ser un hada,
ciertamente voluptuosa,
otra palabra que comprendimos al paso del tiempo.
Cada rincón del barrio (Xola, División del Norte, San Francisco, Magdalena, Patricio Sainz) lo transformamos en un territorio lúdico, nuestra misma calle fue pintada de yardas para escenificar los touchitos que se alimentaban
del clásico juego de futbol americano entre la universidad y el politécnico,
entre pumas y burros blancos y guindas;
los guerums y goyas, porras que eran cantos iniciáticos a su manera, reminiscencias de antiquísimos rituales,
como si en la urbes los gritos al unísono de miles en la gradas de los estadios fueran un llamado inconsciente desde una orfandad telúrica
sometida al orden triunfante de la civilización, ciertamente entre comillas,
de la memoria misma, sus rajaduras,
la uña de la luna trazando…

…el puente para los peatones sobre el denso tráfico al atardecer
el cuarto de azotea donde guarda sus libros el soldado raso
que escapa de su apellido de alcurnia ,
las habitaciones de la casa de los abuelos, con las ventanas cerradas, oscuras, con las camas listas para quienes se han ido desde hace años,
el perfil geométrico de una mujer pintada por Picasso en la pared
junto a la escalera de madera, inevitable verla todos los días,
hasta convertirse en una presencia familiar…
las pinturas eran nuestros hermanos, hermanas, tíos, tías,
eran copias, pero igualmente nos acompañaban
frente al jardín de la Conchita,
donde siglos antes Hernán Cortés construyó sus morada
conocida hoy como la casa de la Malinche;
habitada desde hace décadas por Rina Lazo, guatemalteca, pintora,
llamada la última muralista, la misma que reunía entre otros,
el 8 de diciembre, a José Revueltas, Renato Leduc,
y más malabaristas de la lengua y los sentimientos
bebedores de pesadillas y fantasías, artistas cargados de ironía y dolor,
esperanzados de que la noche fuera una sola e interminable
hasta que la madrugada tocaba la puerta para recordar
que solo pernoctamos por unas horas;
el aviso permanente de la cruda realidad
como el común de no estacionarse entre las broncas del alcohol…
La prohibición de lo sagrado:
retar a los dioses sin una oración propia…

…en Lahore en el Punjab del lado de Pakistán,
advierten a la Luz del día que muchos de los mosaicos del Templo Dorado de Amritsar en la India,
les pertenecían a ellos, eran parte de los jardines de Shalimas,
que hoy son un parque público, donde se puede jugar futbol,
junto a sus estanques que no han dejado de venerar el agua.
Espacios desgajados, reconvertidos, y aún admirables
en la destreza de su belleza,
como los inagotables detalles geométricos de las antiguas mezquitas.
La sensualidad matemática de ese mundo cuya resonancia heredamos
en decenas de palabras desde el altar a la alcoba…escuchando las gotas caer en el aljibe junto a la sombra del Naranjo
cuyas flores se bordaron en la almohada… puro léxico civilizatorio
diría Antonio Alatorre en sus 100 años de la lengua española,
y ya mexicana…

…Chapultepec su palacio imaginado y real,
sus serpientes y espejos de la infancia,
metáforas de tanta complejidad anidada en la suma de los años,
un telescopio como el ojo de vidrio de Dios, un regalo que nunca llegó,
el cine de tres pisos en las matinés de los domingos ,
cuando Tarzán todavía existía a la par que los tres mosqueteros,
el cine que llevaba el nombre de un poeta enamorado
ocultamente de la cabellera negra de una mujer indígena
que resquebrajó su alcoba criolla en los ojos de su amada esposa,
los zancudos, minúsculos taladores de la calma,
con gotas de sangre en las paredes blancas y de todo los colores
una capacidad para la cizaña contra los humanos ,
comparable solo a nuestros egos sin contención alguna…

….largas mesas de madera en esa cava de la adolescencia
con los tarros de cerveza de nuevas y encendidas pasiones
que terminan en besos amorosos o en golpes de ausencia,
los Viveros ,cabalístico como todo bosque
cuyos caminos conservan la sombra de los años y los deseos,
gimnasia donde el cuerpo busca conocer su forma, sus límites y destrezas….
…. y la radio en el coche, una ventana auditiva en la soledad del encierro
del inevitable tráfico,
la lluvia sobre el parabrisas, un recordatorio más,
para volver a acelerar antes de escuchar los irritados cláxones ,
fallidos instrumentos de viento….

en Sinembargo al Aire

Opinión

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