Julia soñaba con ser una gran bailarina. Por eso dejó Cholula y viajó a la Ciudad de México. Trató de arrancarse los clavos que la tenían pegada al piso, pero en la capital encontró el horror: un sujeto la engañó para raptarla y obligarla a bailar para “monstruos”.
Ciudad de México, 7 de junio (SinEmbargo).– Julia dejó Cholula, Puebla, y se mudó a la Ciudad de México “para hacer sus sueños realidad”. En la capital del país, sin embargo, fue engañada y conducida hasta La Jaula.
“La Jaula estaba llena de los secretos más oscuros y sucios de todos los políticos. Por eso nunca había inconvenientes con los permisos y licencias de La Jaula. Por eso no había redadas ni inspecciones sorpresa. Por eso era un paraíso de las drogas y la prostitución”. La Jaula no tenía ventanas.
Julia fue raptada, violada y obligada a bailar delante de “monstruos”. Julia, un personaje que se creó a partir de testimonios de víctimas de trata, protagoniza el segundo número de Sueños rotos, serie de novelas gráficas de Héctor Germán Santarriaga, o H. G. Santarriaga, fundador de Nostromo Ediciones.
La novela gráfica esta dedicada “a todos aquellos que sufren al escuchar los gritos de las alas fracturadas y que les fue negado el cielo y la Luna, aquellos que, aunque abandonados por sus sueños, nunca dejan de tratar de arrancarse con los dientes los clavos que los mantienen pegados al piso”.
“Yo llevo muchos años haciendo novelas gráficas, haciendo cómic. En un principio hacía cosas de ciencia ficción, de terror… pero al irme enterando de ciertas situaciones, al leer notas, reportajes, historias de chicas que estuvieron en redes de trata y cómo escaparon, cómo vivieron, la verdad es que lo encontré aterrador. Ese sí era terror de verdad. Me causó mucha indignación, me causó un dolor tremendo de estómago”, dijo H. G. Santarriaga a SinEmbargo.
“Todos sabemos que ocurre, pero sólo hasta que lo ves a detalle te das cuenta que es horroroso. Mi primera reacción es: ‘bueno, yo qué puedo hacer’. No puedo andar por las calles de la Ciudad de México, que es donde yo vivo, rescatando a las chicas. No se va a poder, además son redes de trata muy cerradas, muy fuertes, muy protegidas. Hay muchas complicidades. Entonces me puse a hacer mi trabajo. Utilicé el medio que yo domino, la narrativa gráfica, y a partir de eso creé estas historias”, añadió.
“Me puse en contacto con gente que sabía más del tema. Realicé una investigación y logré platicar con algunas chicas que habían escapado de redes de trata. […] Es mi forma de aportar, de difundir el mensaje. De tratar de compartir lo que y sentí al conocer sus historias. Hay que hacer más grande la indignación. Hay gente que nos lee y lo usan como instrumento de prevención. Yo no lo construí para eso, pero así se usa. Es mi forma de aportar algo. Como autor hay un compromiso que debes tener”, apuntó el novelista gráfico.