En un inédito acto de civismo en la (casi siempre pasiva) ciudad de León un nutrido grupo de personas de todas las edades e intereses venció la vergüenza, la flojera, la fiebre futbolera, para participar en un acto en defensa del humedal del parque Los Cárcamos. Sí, ese que el Gobierno municipal insiste en llamar «cuerpo de agua» y encima «artificial», que aunque brinde servicios medioambientales, sus aves, su tule, su tierra suelta y sus islotes no pueden parar el desarrollo.
Guanajuato/Ciudad de México, 12 de mayo, (PopLab/SinEmbargo).- El activismo suele ser una lucha casi solitaria. Unos cuantos individuos se arman de valor, de pruebas, de documentos, de cifras, para exponer los excesos de una autoridad o al contrario, la omisión de esa misma autoridad.
El primer paso, el segundo…, son los más difíciles. Porque pocos saben a dónde los va a llevar ese camino. Porque afuera casi nadie sabe lo que está ocurriendo. Pero detrás de su inconformidad hay algo poderosísimo: la convicción de que se hace lo correcto al levantar la voz.
El sábado 11 de mayo no tuvo una tarde normal. Aunque jóvenes y viejos estaban prestos a gritar #QueOrgulloSerFiera, por jugarse esa misma noche el pase del equipo local a semifinales, también ese día unos 300 ciudadanos de a pie arroparon (como ya lo habían hecho días antes más de 60 organizaciones regionales y nacionales) a los activistas de la Plataforma Salvemos El Humedal Los Cárcamos.
La cita fue a las 7. Previo a la manifestación, el arte se puso al servicio del medio ambiente: integrantes del Grupo de Teatro «Los de Abajo», bajo la dirección de Sara Pinedo, presentaron una obra de teatro llamada «¿Hace cuánto no ves una abeja?» («Años», es la respuesta de esta reportera).
En un inédito acto de civismo en la (casi siempre pasiva) ciudad de León un nutrido grupo de personas de todas las edades e intereses venció la vergüenza, la flojera, la fiebre futbolera, para participar en un acto en defensa del humedal del parque Los Cárcamos. Sí, ese que el Gobierno municipal insiste en llamar «cuerpo de agua» y encima «artificial», que aunque brinde servicios medioambientales, sus aves, su tule, su tierra suelta y sus islotes no pueden parar el desarrollo.
No importó que no hubiera sillas (o quizá sí, algunas, de los prevenidos), la mayoría eligió el suelo para desde ahí observar la representación teatral y luego para oír (una vez más, para algunos, para otros por primera vez), las razones por las que estos activistas se niegan a caer ellos mismos en la omisión: el descuido de la persona que está encargada de una cosa, en este caso, su papel de guardianes del medio ambiente.
Ahí, rodeados de árboles, de la preciosa vista de «un cuerpo de agua artificial» en medio de esa isla de calor que es la ciudad de León, los medioambientalistas explicaron por qué se oponen a la forma en como ha avanzado la construcción del complejo inmobiliario City Center, que resultan obvias y evidentes, excepto para aquellos que aún los acusan de servir a los intereses del grupo de empresarios detrás de Plaza Mayor (centro comercial contra el que competirían los que ahora se erigen). Los activistas lo niegan. Aseguran que son capaces de pensar por sí mismos.
Pensando, analizando los documentos que la propia empresa desarrolladora ha proporcionado al municipio es que descubrieron una serie de irregularidades que no terminan de ser aclaradas por quien tiene el deber de examinar con lupa el cumplimiento de la ley.
Por ello, ante la inacción, la abstención de una actuación que constituye un deber legal (o sea, la omisión) de las autoridades, es que ciudadanos comunes se convirtieron en activistas cuando decidieron marchar por el perímetro del humedal. Con parcantas, con velas, con lámparas, de la mano de sus hijos, de sus esposos, de sus amigos. O con las manos libres, pero llenas de esperanza.
Para cerrar el acto, los que resistieron el llamado del rugido del León permanecieron unos minutos en la entrada del parque. «Sí se puede, sí se puede», «Salvemos el humedal», «Le-ón, Le-ón», fueron las consignas.
Cientos de aves y de otros animales y especies vegetales en el pequeño (y hasta ahora indefenso) Parque los Cárcamos dependen de estas manos, que no se cansen. De estas voces, que no callen. De estos activistas, que no paren.
No los dejemos solos.