Tomás Calvillo Unna
27/03/2019 - 12:02 am
Un desliz diplomático y el dilema del sur
AMLO desde su campaña ha sido enfático en no pelearse con el Gobierno norteamericano y en especial con el Presidente Trump. En medio de una atmósfera hostil y de fuerte presiones ha logrado hasta ahora sostener una relación amigable, a pesar de críticas internas y de los continuos exabruptos del presidente norteamericano.
“En estos días de polémica,
mitos, símbolos e historia
la serena imagen de la Guadalupana
en su silencio de siglos contrasta:
¿Qué secreto guarda su rostro
que ha sido estandarte por igual
de rebelión y reconciliaciones?”
La Diplomacia a lo largo de los siglos ha acumulado cierto grado de sabiduría que le facilita en el mundo contemporáneo ser útil y vigente gracias a un protocolo, un lenguaje (no idioma) sencillo, preciso y sutil que permite, incluso en condiciones extremas, encontrar vías de entendimiento a través de gestos cargados de significado.
De ahí que lo implícito de lo explícito (fondo y forma), están estrechamente vinculados y su balance y claridad trascienden contextos complejos. Por lo mismo no se entiende ese desliz reciente que cometió el Gobierno de México cuando el Presidente López Obrador (conocedor de los símbolos) aceptó reunirse con el asesor y yerno del Presidente Donald Trump, Jared Kushner en privado y en una casa particular (no importa si el anfitrión fue un empresario o si hubiera sido un líder obrero o un intelectual) da lo mismo en sus consecuencias diplomáticas.
Seguro que la intención no era otra vez ponernos de tapete ante los intereses de nuestro vecino del norte, y es probable que la conversación que tuvieron así lo manifestó, pero lo cierto es que haberse ido, como lo dijeron los ardidos, a lo “oscurito” fue un tropezón, por decir lo menos.
AMLO desde su campaña ha sido enfático en no pelearse con el Gobierno norteamericano y en especial con el Presidente Trump. En medio de una atmósfera hostil y de fuerte presiones ha logrado hasta ahora sostener una relación amigable, a pesar de críticas internas y de los continuos exabruptos del Presidente norteamericano.
El Presidente ha sorteado hábilmente ese malestar colectivo, buscando no dañar una relación con el país más estratégico para México y para su mismo proyecto; tal vez el más significativo en términos geopolíticos tanto internos como externos: conseguir una fuerte inversión norteamericana para el sur mexicano, misma que incluye a Centroamérica, convirtiéndose su Gobierno en garante de la frontera Sur con una fuerte presencia militar pero vinculada a proyectos de producción y desarrollo.
Busca retomar así la preponderancia de México en esa región de la que fue desplazado por Venezuela en la época del Presidente Hugo Chávez. AMLO parece decir que él tiene la llave para resolver el problema migratorio sembrando esas cortinas laborales y de crecimiento económico a través del capital extranjero, norteamericano en especial, y privado mexicano y de esa manera dar solución en parte a los problemas de la frontera norte.
¿Por qué entonces permitir que el encuentro con Kuschner se haya dado de esa manera, debilitando incluso su imagen política hacia dentro de sus propios seguidores y no subrayando la jerarquía institucional de su representación ante el enviado del Gobierno norteamericano? ¿Por qué no se organizó como una visita de cortesía de parte de Kushner al Presidente de México, después de que el Gobierno anterior, el de Peña Nieto, le otorgó la condecoración del Águila Azteca?
En ese marco de una visita de cortesía se le recibe en el Palacio Nacional y tienen una plática de la cual se informa posteriormente: la visita se comprende así de una mejor manera por todos, tiros y troyanos, “fifís y chairos”; por un lado es alguien que porta la condecoración del Águila Azteca, y que a pesar de opiniones contrariarías, el actual Gobierno mexicano lo ha respetado; y por otro, todo el mundo sabe de su influencia con el Presidente Trump y en particular en los asuntos que conciernen a México.
Ni mal entendido, ni celos, ni ira. Extraña que Marcelo Ebrard, que tiene experiencia en el tema, haya abanicado ese strike; a no ser que su asistencia a la cena sólo fue en calidad de bateador emergente.
Ese rincón privado del veloz convivio no sustituye los salones del Palacio Nacional, pero si los demerita y provoca especulaciones que preocupan. En el sexenio de Salinas se habló mucho de que el Secretario de Relaciones Exteriores Fernando Solana, fue desplazado de parte importante y estratégica de su quehacer institucional por el entonces asesor del Presidente José Córdoba.
Esperemos que pronto se recupere el ejercicio y horizonte de la diplomacia mexicana; y se pondere que si un proyecto de esa naturaleza para el sureste mexicano afectará severamente a las reservas naturales de la región y confrontará la autonomía de los pueblos indígenas, éste difícilmente llegará a buen puerto y la política interna ciertamente definirá la política exterior del país, como suele decirlo el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
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