Tamara Kamenszain es una gran poeta argentina (1947). Tiene libros maravillosos, el último de los cuales en poesía es El libro de los divanes.
Ha obtenido muchos premios y también escribe “teoría” o ensayos, entre los que se encuentra La boca del testimonio. Lo que dice la poesía (Norma, Buenos Aires, 2006).
Hete aquí que el reciente libro de Kamenszain tiene una voluntad de narrar una experiencia personal, en un ejercicio de autoficción para el que no se siente especialmente capacitada, una biografía a medio hacer que incluye el recuerdo (¿la voz?) de su ex marido (ya fallecido), también escritor, Héctor Libertella.
Después de 25 años de estar casados, de haber tenido dos hijos (Mauro y Malena), Héctor y Tamara se separan. Esos años terribles que son los que llegan después del divorcio, ese te extraño un montón, ¿por qué no volvemos?, nunca se tradujo en palabras conocidas, comunes.
Antes, Héctor pasó un poema en anagramas para su mujer, que ella, dolida aún por el divorcio y por no encontrar esos vocablos que esperaba, lo guardó en un cajón durante 15 años. Hasta que volvió ese poema que hoy constituye un libro de amor y de descubrimiento, también un homenaje a su marido muerto y a esa relación literaria que tenían otros matrimonios, por caso Ludmer-Piglia, Kristeva-Sollers, Plath-Hughes.
El libro de tamar (editado por Eterna cadencia) es probablemente el testimonio de una relación especial y la búsqueda a partir de la palabra malentendida la posibilidad de un amor que va más allá de todo.
Amar trama, Ama
¡Ara mar!
Ata rama
Mata rata
(mata tara)
Ese es el poema anagramático. “Tuvieron que pasar más de 15 años desde aquel día en el que encontré el mensaje debajo de la puerta de mi casa, para que me diera cuenta de que era posible llegar a leerlo en clave amorosa”, dice Tamara, en una prosa –nueva pero sugestiva, seductora- que nos lleva a hacer un viaje no sólo a través de lo que fue la historia de amor con su marido, sino también entender cómo es el amor de dos escritores.
Julia Kristeva dice que dejó de ser una extranjera en el extranjero, gracias a los buenos oficios de su marido, el francés Philippe Sollers, para que ella se convirtiera en una novelista francesa o Ricardo Piglia se queja de que Josefina Ludmer le criticara un texto después de publicado.
Son historias de amor y de literatura, de textos transformados pero pocas veces entendidos, comprendidos, por los protagonistas, con textos que esperan crecer –tal vez 15 años- para que Kamenszain sacara este libro, una joya de Eterna Cadencia.