El hispanista italiano Gabrielle Morelli presenta la antología que reúne la poesía política de Pablo Neruda. Es un recorrido por su evolución ideológica, desde el anarquismo estudiantil al marxismo y estalinismo y finalmente el socialismo del Frente Popular de Allende. «Hoy Neruda seguiría pensando que la idea socialista es la única que puede cambiar el mundo», dice Morelli.
Por Paula Corroto, para eldiario.es
Ciudad de México, 22 de diciembre (SinEmbargo/eldiario.es).- Pablo Neruda solía pasearse por los mercados de Milán para comprar baratijas. Muchas veces eran cubiertos antiguos, ya ennegrecidos. Nadie entendía bien por qué le gustaban, pero el poeta chileno siempre respondía: «Aunque estén feos o sucios, ahí está la mano del hombre».
Esta anécdota la cuenta a eldiario.es el hispanista italiano Gabrielle Morelli, que conoció a Neruda en los sesenta y que acaba de compilar toda su Poesía política en un volumen del mismo nombre publicado por Cátedra. Le sirve para explicar cómo era la lírica comprometida del Nobel que se afilió al Partido Comunista en 1945. «Neruda era un poeta de la materia, de las cosas, de los objetos, del hombre. Es el único poeta del siglo XX que materializa la palabra y le da un peso… Tiende a recuperar los objetos que nos rodean y que han tenido la presencia del hombre», afirma Morelli.
Hace mucho tiempo que los poemas más políticos del chileno quedaron sepultados por la poesía amorosa. Su poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), escrito cuando solo tenía 18 años, sigue siendo a día de hoy un bestseller con ediciones que han traspasado el millón de ejemplares vendidos.
«Estos poemas han influido mucho, porque la gracia que un poeta tiene con 18 años, que está enamorado y es correspondido, no la puede tener después. Eso siempre queda, pero él decía que el poeta podía ser marxista, hablar de la calle, pero tampoco se le podía decir que renunciara a la belleza», manifiesta Morelli, que recuerda una oda que escribió a la rosa, símbolo de la belleza: «Rosa, tú crees que yo te he olvidado porque me preocupo por el pueblo. No, rosa, yo te amo».
Más allá del amor, Neruda escribió contra Franco en España en el corazón (1937) -«tuvieron una relación tremenda, Neruda le insultaba a menudo», señala el hispanista- pero también a favor de Stalin en la oda que se incluye dentro de Las uvas y el viento (1953).
EVOLUCIÓN POLÍTICA
En este volumen, que recoge por primera vez todos los poemas de cariz político, el lector se puede acercar a la evolución ideológica del poeta más allá de su lirismo romántico. Y también acercarse a la historia del siglo XX. Como este martes resaltó el escritor Jorge Edwards durante la presentación del libro en Casa de América, «Neruda fue un poeta político desde su adolescencia»: «Era joven en una época de gran autoritarismo. Su poema República, en contra del patrioterismo, lo escribió con 14 años y fue publicado en la revista Claridad».
En sus años de juventud perteneció al anarquismo estudiantil «y en esa poesía de esos años juveniles ya está esa visión de que él tiene una misión futura», sostiene Morelli. De hecho, ya hay versos con esta consigna en Crepusculario (1923). Sin embargo, su gran afiliación política llegó en 1935 cuando fue nombrado cónsul de Chile en España y conoció a poetas como Rafael Alberti, que ya militaba en el Partido Comunista.
En ese momento, aún sin carnet, ya que «como cónsul tampoco podía ponerse a favor de nadie», admite su estudioso, Neruda ya se dejó mecer por los cantos del socialismo y el marxismo. Como señala Luis García Montero, «fue cuando decidió dejar de ser un lobo estepario y participar de un sueño colectivo». Le influyen sus relaciones personales, como la que tuvo con su segunda esposa, Delia del Carril, a la que llamaban ‘hormiguita’ y ‘molotov’ -y que era veinte años mayor que el poeta- por su marxismo descarnado. «Son años en los que su poesía es la de la solidaridad humana. Hay que pensar que estamos en los años treinta y cuarenta, que no eran fáciles. Él pensaba que la única fuerza o ideología que podía cambiar el mundo era el marxismo», manifiesta Morelli.
EL APOYO A STALIN Y LOS PROBLEMAS DE CONCIENCIA
También son años de cierta oscuridad por el apoyo que mostró a Stalin (desde un punto de vista político y en su poesía afectada por el realismo socialista). Y por sus visitas a la URSS donde se reunía con Breznev. «Es verdad que al principio él no lo vio como un tirano. Ahora, con todo lo que ha pasado con el comunismo, es una poesía fácil de criticar, pero no entonces», explica el hispanista, quien también sostiene que en el ambiente en el que se movía el poeta no era fácil de denunciar. «Yo lo he visto comer como un sibarita, como un cardenal. Matilde Urrutia [su tercera mujer] le ponía una especie de sábana porque se manchaba entero, y comía pescado, langosta, los vinos mejores… En realidad, era un burgués, como decía mi profesor, pero él sabía que era un privilegiado, y pensaba que, precisamente por eso, tenía que existir una mayor solidaridad», añade.
Tiempo después, ya a partir de los años sesenta, con la Guerra Fría, su visión con respecto al comunismo fue cambiando. «Él admite la deriva del estalinismo y tuvo muchos problemas de conciencia», corrobora García Montero, que recuerda cómo también escribió contra Fidel Castro, a quien le dijo que «la revolución es como el vino, no se hace con una mano, sino con muchas», y contra Stalin y el realismo socialista: «Por tu culpa hay una soga de ahorcado en cada jardín de la URSS», le escribió, aunque el dictador soviético ya estaba muerto. Para el poeta granadino y actual director del Instituto Cervantes, «Neruda demostró que se puede ser de izquierdas llamando asesino a Stalin y que la poesía política no es sólo la consigna de un partido, sino una reflexión desde un punto de vista».
Precisamente, su apoyo a quien fuera su amigo, Salvador Allende, y a la candidatura del Frente Popular, también refleja la evolución política del poeta. «A principios de los setenta pensaba que el marxismo podía transformarse en un socialismo humanitario internacionalista, no sólo ruso», señala Morelli, quien ratifica que después de todas las décadas pasadas, de que hoy ya se sabe qué ocurrió en los gulag, pero también de cómo ha evolucionado el mundo, «Neruda seguiría pensando que la idea socialista es la única que puede cambiar el mundo».
CRÍTICAS ACTUALES
El juicio a Neruda, no obstante, nunca concluyó, ni siquiera con su muerte. Fue muy vilipendiado por el régimen de Pinochet en los ochenta. Y en los últimos tiempos su figura ha vuelto a estar inmersa en la polémica tras conocerse cómo abandonó a su hija de dos años, que padecía hidrocefalia, gracias a la investigación de la escritora Hagaar Peters en el libro Malva (publicado en español por Rey Naranjo en 2018), además de por la violación de una joven cuando era cónsul en Ceilán (actual Sri Lanka). De hecho, esta controversia ha llevado a que colectivos feministas se hayan postulado en contra de que el aeropuerto de Chile tome el nombre de Pablo Neruda en favor del de Gabriela Mistral.
Para el hispanista Morelli, «una cosa es el hombre y otra el poeta. A nosotros lo que nos interesa es su poesía, su mensaje, que tiene altos y bajos, pero como tal es hoy uno de los grandes poetas universales». También García Montero sostiene que «hay que reivindicar a Neruda como uno de los grandes. A veces ocurre que parece que hay que meterse con poetas pero no desde el punto de vista literario». Neruda todavía forma parte del canon.
Los enemigos (1950)
Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo
exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces, en el sitio
donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.
Por esos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía,
pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
pido castigo.
No quiero que me den la mano
empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.
No los quiero de embajadores,
tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver aquí juzgados
en esta plaza, en este sitio.
Quiero castigo.
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