Cuando fuimos a entrevistar a José de la Colina (1934) nos sorprendió el departamento en el que vivía. No tiene elevador y hay que subir unas cuantas escaleras. Él ya tenía unos cuantos años y además vive con su esposa, un poco mayor, que ahora está enferma. Los dos están enfermos y así como ahora nos reímos cuando decimos que somos la primera generación “nini”, es decir que no tenemos jubilación y quién sabe qué haremos cuando las enfermedades y la edad nos tiren abajo, José de la Colina tampoco percibe ningún estipendio.
Hace poco lo despidieron de Milenio y José Luis Martínez lo pudo rescatar para que siga su columna en Laberinto y cada vez le cuesta más escribir. Por otro lado, como todos los intelectuales que han dedicado su vida a investigar, a diseñar las ideas de este país, es profundamente orgulloso.
¿No habrá manera de conseguir una jubilación a aquellos intelectuales que lo dieron todo por su pensamiento y por otorgarle a esta nación sus ideas y su diseño de patria, más allá de la ciencia, de la medicina, de todo lo que es comprobable?
Si uno se decide por las humanidades sabe que el dinero le resultará escaso. Para cobrar algo del gobierno uno debe hacer miles de trámites, incluso ahora después de haber cobrado 2000 pesos por una nota, me acaba de llegar que tengo que hacer otro trámite como complemento de pago y tengo tres días para ello. Lo cuento no porque sea protagonista de esta nota, que es un homenaje a José de la Colina, sino para contar lo mucho que tendrá que hacer una persona de 84 años cuando consiga alguna colaboración en todo ese maremágnum que es la institución oficial.
¿Quién fue y es José de la Colina?
Es un escritor, periodista, ensayista y crítico literario español residente en México desde 1941.
Obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura de 2002 por su libro Libertades imaginarias. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2005 su labor periodística fue reconocida con el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.
Es el Premio Xavier Villaurrutia 2013, por el ensayo De libertades fantasmas o de la literatura como juego.
Ha entrevistado a Luis Buñuel, es un experto en cine, sobre el que ha escrito muchos libros, un gran cuentista y un enorme columnista.
“La figura de este solitario es ejemplar por más de un motivo: como director y animador de revistas y suplementos culturales, como crítico y cronista de la literatura y del cine, como narrador y cuentista, como traductor. Dije solitario pero me apresuro a añadir: cordial. Podría haber dicho también, sin jugar con las oposiciones, apasionado e irónico, estricto y generoso, colérico y tierno. Una conciencia insobornable, un amigo abierto y leal, un escritor singular: su prosa es una de las mejores de México. Más que un solitario, un libertario: más que un libertario, un espíritu libre”, ha dicho Octavio Paz de José de la Colina.
Ojalá ese juicio guíe a quienes tienen que ayudarlo, olvidado como está, el intelectual José, un hombre que entrevisté cuando cumplió 80 años y ha sido, por él, por supuesto, una de mis mejores entrevistas.
– (risas) ¿Cómo se hace para ganar esa libertad y al mismo tiempo sobrevivir económicamente?
– Gano unos 35 mil pesos al mes, de los cuales saco 12 mil para el tratamiento del cáncer. Pago 24 mil pesos al año al sanatorio. Tomo una pastilla al día para que el cáncer no se extienda…no sé cómo se llama eso…
– Metástasis…
– Sí, casi digo metáfora. ¡Me va a dar una metáfora! Ay, qué siniestra va a salir esta entrevista.
– Bueno, al menos tiene un departamento propio, aunque haya que subir tantas escaleras para poder llegar…
– ¡No! Esta casa es de mi esposa, el día en que se enoje conmigo quedo en la calle, así que a lo mejor voy a la tuya.
– Claro, encantada. ¿Tiene hijos?
– Sí, tengo uno de una relación anterior y el maldito me acaba de “bisabuelizar”…mira cómo se ríe este canalla [señala a su editor, Alfredo Núñez].