Enrique Peña Nieto, Presidente de la República, se va sin pena ni gloria. El mexiquense no estaba preparado para ser el Jefe del Ejecutivo de un país como México y la forma de hacer política al estilo Estado de México no le funcionó. No fue falta de voluntad, sino “simple y pura incapacidad”, dice en esta entrevista Sergio Aguayo Quezada, investigador de El Colegio de México.
“Criticar al Gobierno de Enrique Peña Nieto es como golpear a un borracho en una cantina de pueblo”, dice.
Ciudad de México, 25 de noviembre (SinEmbargo).– Enrique Peña Nieto no estaba preparado para ser Presidente de la República y gobernar a un país como México, dice Sergio Aguayo Quezada, investigador de El Colegio de México (Colmex), en entrevista con SinEmbargo.
México no era el Estado de México, esa pequeña burbuja que existe aún en algunas entidades y localidades, y el Grupo Atlacomulco, que tomó el poder en 2012 con el Presidente Peña Nieto no pudo dejar buenas cuentas. No lo hizo ni siquiera por falta de voluntad, sino por incapacidad, afirma el académico.
“Me encuentro entre los críticos y lo soy porque se ha confirmado el diagnóstico que hicimos desde que era candidato Enrique Peña Nieto, desde que era Gobernador de hecho: no estaba preparado para ser Presidente […]. Enrique Peña Nieto y su Gobierno, mostraron una y otra vez sus profundas limitaciones. No era ni siquiera falta de voluntad, sino simple y pura incapacidad”, dice.
En una evaluación general de lo que el sexenio que está por concluir, Sergio Aguayo encuentra algunos aciertos en materia económica, pero que costaron una “enorme corrupción, impunidad y violencia”.
“Todos los indicadores sobre el sexenio coinciden en que le ha ido mal a la mayoría de los mexicanos. Bien al pequeño grupo de inversionistas que han sido favorecidos por el régimen de Enrique Peña Nieto, pero no ha sido un buen sexenio para el país en ningún terreno”, afirma.
Ni siquiera en las reformas estructurales que se lograron gracias a la firma del Pacto por México pueden presumirse, asegura el investigador.
Las ovaciones que Peña Nieto recibió el 2 de diciembre de 2012 cuando firmó el pacto con los partidos de la oposición, ya se acabaron.
“Las reformas estructurales ahí están como los planes sexenales de hace muchos años. Como la Carta de Deberes Económicos de los Estados de Luis Echeverría. Sí, son materiales para ser consultados en alguna biblioteca o en estantes llenos de polvo. Las reformas estructurales es diferente, hubo algunos cambios, pero no, nos quedamos muy lejos de las ovaciones que recibió Enrique Peña Nieto el 2 de diciembre de 2012”, dice.
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–Me gustaría me diera, para empezar, una primera introducción de su balance del sexenio de Enrique Peña Nieto.
–Híjole son tantos temas…
–Si gusta empezamos por el tema económico, ¿qué tal le fue al país en materia económica?
–Mire, todos los indicadores sobre el sexenio coinciden en que le ha ido mal a la mayoría de los mexicanos. Bien al pequeño grupo de inversionistas que han sido favorecidos por el régimen de Enrique Peña Nieto, pero no ha sido un buen sexenio para el país en ningún terreno. Me encuentro entre los críticos y lo soy porque se ha confirmado el diagnóstico que hicimos desde que era candidato Enrique Peña Nieto, desde que era Gobernador de hecho: no estaba preparado para ser Presidente. Era un político muy capaz para gobernar al Estado de México, para manejarse en la cultura política mexiquense tan peculiar, tan histórica, pero no para gobernar a un país de la complejidad que tiene México.
–Hay quien dice que Peña Nieto se llevó la maquinaria electoral del Estado de México a nivel nacional para logar la Presidencia; pero ¿entonces la forma de hacer política de Atlacomulco a nivel nacional no le funcionó?
–El país ha cambiado. Vamos el estilo político de Atlacomulco corresponde a un México que existe como burbujas aisladas de la historia en diferentes partes de México. Pero no representa al México urbano, educado, expuesto al mundo, que conoce lo que está pasando en el exterior. Definidamente ahí, Enrique Peña Nieto y su Gobierno, mostraron una y otra vez sus profundas limitaciones. No era ni siquiera falta de voluntad, sino simple y pura incapacidad. Y pues la luna de miel duró muy poco y en el camino, en el declive, se llevó con él a los dos partidos con los cuales firmó el Pacto por México. De hecho tal vez el colofón más evidente de un fin de régimen, porque ahora sí estamos ante un fin de régimen, es la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Cancelación que se hace ante la pasividad y el silencio de Enrique Peña Nieto y sus aliados. La rendición total, absoluta, incondicional de Peña Nieto, el Grupo Atlacomulco y sus aliados en la sociedad y en el exterior.
–¿Qué pasó con los grandes priistas colmilludos como [Manlio Fabio] Beltrones, [Carlos] Salinas, que aunque ha estado fuera del país se decía que era él quien manejaba los hilos de la política?, ¿qué sucedió con ellos en este sexenio de Peña Nieto que no pudieron evitar que se desperdiciara el volver a tomar el poder después de 12 años?
–Vamos, con una perspectiva de largo alcance, tomando algunos teóricos; confluyen tres vertientes de manera simultanea en el sexenio de Enrique Peña Nieto: una el debilitamiento del régimen. Ya me refería a la incapacidad del Grupo Atlacomulco y de Enrique Peña Nieto para gobernar un país como México. Es una clase política que se ha ido desdibujando y ha ido fracasando como Gobierno en diferentes ámbitos; ahí incluyo al PAN [Partido Acción Nacional] y al PRD [Partido de la Revolución Democrática] que han fracasado. Segundo, el surgimiento de nuevas fuerzas sociales, políticas y económicas que no son comprendidas por las diferentes élites políticas y que toman por sorpresa y desconciertan y provocan cortos circuitos en la élite gobernante y por ello estos últimos años las redes sociales han trastocado cualquier estrategia de comunicación. Es notable cómo se gastó 60 mil millones de pesos en propaganda para hablar de sí mismo, y terminó con una tasa de aprobación bajísima.
Y finalmente los factores internacionales: el Gobierno priista que representa Enrique Peña Nieto dejó de contar con la complicidad total del mundo, lo cual se refleja no sólo en Estados Unidos, con Donald Trump que ha sido tal vez uno de los más empeñados en humillar públicamente a Enrique Peña Nieto, sino en la aparición de una serie de actores internacionales: organismos civiles, algunos gobiernos que ponen presión al Estado mexicano para que cumpla con ciertas exigencias y requisitos. Y una vez más las élites políticas que han gobernado a este país se han mostrado incapaces para entender esas fuerzas internacionales. El resultado es lo que estamos viendo, la victoria de Andrés Manuel López Obrador y Morena, que todavía tampoco demuestra que está entendiendo ni el mundo ni a la sociedad que están gobernando. Siguen mostrando desconcierto e incapacidad, pero bueno eso corresponde a otra evaluación que es la del régimen de Andrés Manuel.
–Una de las promesas más importantes que hizo Peña Nieto es el combate a la corrupción. ¿Cómo fue el papel de esta administración con sus gobernadores priistas con acusaciones de corrupción?
–Los dos indicadores más visibles de la degradación del priismo, del perredismo y del panismo es el auge de la corrupción y la violencia. Han sido copartícipes, corresponsables de esta feria de abusos y de latrocinios cometidos por una clase política en la cual incluyo no sólo al PRI [Partido Revolucionario Institucional], sino al PAN y al PRD.
–Usted que trae este tema de Coahuila, parecen intocables los Moreira por ejemplo…
–No son sólo los Moreira, sino que parte del panorama tan lamentable de corrupción y violencia tiene que ver con la impunidad. Hay una impunidad generalizada que fue alentada, permitida, promovida incluso, por el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Y de los gobiernos panistas y perredistas. Estamos ante un fin de régimen que supone el resquebrajamiento de una forma de hacer política, que ya no corresponde a las aspiraciones de la sociedad y las presiones de la comunidad internacional; lo cual es el colapso de ese sistema, de ese método de hacer política, que no significa que vaya a ser sustituido por algo mejor, ese es un enigma. No sabemos qué vaya a pasar en este momento porque Andrés Manuel López Obrador no es Presidente, no es Gobierno, pero se está gastando su capital político con una rapidez que llama la atención, pero esa es otra historia.
–¿Cuál es la marca principal del sexenio?, ¿la corrupción o la impunidad? Usted que estudió el caso de Coahuila, las cárceles, que están las fosas por todo el país, las de Veracruz y de Morelos. El caso Ayotzinapa. Todos impunes.
–Pero insisto, es el sexenio de Enrique Peña Nieto, pero es más que eso: es la complicidad de los gobiernos de otros partidos que hicieron posible el baño de sangre y de sufrimiento que aqueja el país. El festival de robos, latrocinios cometidos por gobernantes de todos los partidos. Eso es lo lamentable, es lo triste. Es lo que debería preocuparnos y creo que hay conciencia de ello. Ahora la pregunta es: y bueno después de este fin de régimen que se está cerrando con la cancelación del nuevo aeropuerto, ¿qué sigue al final de este régimen? Son preguntas que deben orientarnos mientras observamos el velorio de un régimen al que todos ignoramos. Realmente vemos cómo se va un régimen sin pena ni gloria, sin aplausos y ya casi sin abucheos. Porque criticar al Gobierno de Enrique Peña Nieto es como golpear a un borracho en una cantina de pueblo.
–¿Hubo un retroceso o fue lo mismo que en el sexenio anterior en este sexenio?
–En este momento no veo nada. Veo una sociedad en efervescencia, un Gobierno lleno de promesas, una comunidad internacional expectante. Veo una etapa de incertidumbre que puede terminar bien o terminar mal; nada nos garantiza que vamos a transformarnos en una sociedad más democrática, equitativa y justa.
–En materia de seguridad, ¿cuál fue el principal error de Peña Nieto?
–Cometió varios: olvidarse del castigo a los responsables y menospreciar a las víctimas. Es muy revelador que cuatro años después de Ayotzinapa todavía no visite Ayotzinapa. Es inquietante, es una ilustración de ese desdén hacia el sufrimiento de millones de mexicanos porque Ayotzinapa es un ejemplo de un fenómeno mucho más extendido que es el poder que tiene el crimen organizado en nuestro país y la ausencia de Estado en gran parte del país.
–¿La militarización del país fue uno de los errores de Peña Nieto?
–No, no es un error. Es una consecuencia inevitable cuando el Estado es frágil, endeble, enclenque. El Estado mexicano se ha quedado con muy pocos activos y en materia de seguridad sólo le queda el Ejército, La Armanda y parte de la Policía Federal.
–Ha sido muy criticado el plan que acaba de anunciar López Obrador porque el Ejército seguirá en las calles…
–Pero ya estamos hablando de AMLO y no de Peña Nieto.
–Pero está ligado, se trata del Ejército en las calles…
–Ah claro. No, parece que nos presentaron un Power Point, cuando esperábamos un plan. Yo sigo esperando un plan, no lo que nos presentaron. Me parece que no va al fondo. Puede ser que la militarización sea inevitable, pero deberían haberlo explicado mejor. Está insuficientemente explicado. No basta con decir: «no hay de otra», pero qué más. Una crítica a ese plan es que no hablan para nada del contrabando de armas de Estados Unidos, lo cual es ridículo. Estamos en una guerra y se olvidan de cortar el suministro que les llega a los criminales desde Estados Unidos. Pero esa es otra historia. El Gobierno de Enrique Peña Nieto es el final de un régimen.
–¿Qué debe ocurrir con Peña Nieto? Hay voces que dicen que debe ser llamado a cuentas, que debería ser juzgado.
–Estoy convencido que es indispensable la rendición de cuentas en todos los niveles. Él tiene que rendir cuentas de lo que hizo y lo que dejó de hacer. Talvez en algunos temas no fue responsable directo, pero sí tenemos que saber porqué hizo o tomó tal o cuál decisión. Pero esa es parte de la historia de los próximos años: la lucha por la rendición de cuentas.
–Sí, porque Felipe Calderón igual: se fue y no rindió cuentas a nadie. Peña Nieto no lo llamó a cuentas.
–Pues sí, es un fantasma que vaga escribiendo libros donde quiere justificarse sin encontrar la manera. Me sorprende la escasa capacidad autocrítica que tienen los gobernantes mexicanos. Simplemente no está en su esquema mental reconocer que se equivocaron, cuando intelectualmente es tan sencillo como decir: me equivoqué en esto. Está fuera de sus estructuras intelectuales, pero los juicios de la historia se van haciendo conforme el conocimiento y esos juicios han condenado por diferentes motivos a Vicente Fox, Felipe Calderón y ahora a Enrique Peña Nieto.
–Para cerrar, ¿algún acierto que vea usted en el Gobierno de Peña Nieto?
–La economía se ha mantenido razonablemente estable. Debemos agradecérselo a las autoridades hacendarias, a las instituciones autónomas, reguladoras de la economía; creo que debe reconocérsele, pero el costo que hemos pagado de corrupción, violencia, impunidad es enorme.
–¿De las reformas estructurales que fueron su entrada triunfal cuando empezó a gobernar?
–Bueno sí, las reformas estructurales ahí están como los planes sexenales de hace muchos años. Como la Carta de Deberes Económicos de los Estados de Luis Echeverría. Sí, son materiales para ser consultados en alguna biblioteca o en estantes llenos de polvo. Las reformas estructurales es diferente, hubo algunos cambios, pero no, nos quedamos muy lejos de las ovaciones que recibió Enrique Peña Nieto el 2 de diciembre de 2012 cuando se firmó el Pacto y lo ovacionaron cuando dijo vamos a controlar a los medios de comunicación, vamos hacer una Reforma Educativa, esas ovaciones ya terminaron.