Los tipos cuando mandaban sus remesas eran súper patriotas, pero cuando los echan de allá y llegan acá sin dinero, nadie los quiere. El libro de Almadía, No vuelvas, de Leonardo Tarifeño, funciona como un espejo en donde todos podemos vernos.
Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo).- Entrevistar al periodista Leonardo Tarifeño es la mayoría de las veces hablar de los lugares donde uno nació y donde uno quiere vivir. Él ha vivido en España, viene de Argentina y hace tiempo que vive en México, por segunda vez.
Tiene, como la firmante, un amor feroz por Tijuana, esa ciudad que se hace todos los días y cuando comentamos los dramas de los tijuanenses con los inmigrantes, algo nos llama la atención.
Ellos más que nadie saben lo que es recorrer el mundo, lo que es andar de aquí para allá, ¿por qué esa reacción?
“Es que hay varios Tijuana”, dice Leonardo, para explicar también un poco su libro, editado por Almadía, No vuelvas.
Este libro de crónicas narra el drama de los deportados. No los aceptan en los Estados Unidos, pero tampoco en México. El proyecto es doloroso y eso transmite sus páginas. «En Tijuana, la política oficial consiste en tapar el asunto de los migranes. Para ellos si el problema no se ve, entonces no existe. Por eso ya no queda ni un deportado en el Bordo. ¿Crees que los ayudaron a conseguir trabajo y un lugar donde vivir? Por supuesto que no, se limitaron a quitarlos de en medio. Y con eso ya está, no hay más problema que porque no se ve», dice uno de los entrevistados.
“Este libro es el resultado de los constantes viajes que Leonardo Tarifeño realizó a Tijuana luego de participar en el proyecto Migración y Memoria, que tuvo como propósito recolectar historias que los migrantes deportados desde Estados Unidos traen consigo. Desde un comedor comunitario (El Desayunador del Padre Chava) como cuartel general, Tarifeño logró recabar un importante número de testimonios que tienen en común una larga secuencia de atropellos e injusticias”, dice la editorial.
“Despojados de prácticamente todo, son devueltos a una ciudad que los espera para despojarlos de lo poco que les queda y condenarlos a la indigencia y la drogadicción”, agrega.
–Justamente ahora Tijuana está de moda
–Bueno, la verdad es eso algo que vemos, pero la situación por la que Tijuana está de moda, creo que está de moda todo el tiempo. Ahora está de moda por la caravana, las reacciones, un poco amplificadas también, no del todo creíble entonces, pero la verdad es que no es una noticia. Ocurre y seguirán ocurriendo, sólo por agenda política y no de México, se ha expandido. Los migrantes están en caravana desde hace años, que llegan a Tijuana, no pueden pasar, no se ve cómo es la novedad. De todas maneras, creo que no es el foco, ¿verdad?
–No, claro, pero ese sentimiento antimigrante cuesta entenderlo
–Seguro, hay varias sociedades tijuanenses. En el libro menciono la relación que tienen allá con la migración, que es muy distinta a la que tenemos nosotros aquí a la distancia. A mí me da la impresión de que esto del rechazo a los migrantes, la manifestación que han hecho el otro día, eso es parte de esta burbuja informativa no necesariamente real. Lo que sí hay es una relación ambigua con el tema de la migración, porque ellos lo conocen desde la primera mano. Cuando vas de reportero a Tijuana eres como un hippie que está a favor de la paz mundial, pero ellos lo viven mucho más de cerca. Esta gente que no tiene que comer, que no tiene trabajo, asaltan, para muchos son simplemente ladrones y están los hippies diciendo no son ladrones, son migrantes. Nadie es ilegal, es cierto, pero también es cierto que si no tienes nada que comer, claro que vas a asaltar. Me parece que desde Tijuana hay una perspectiva más realista, no necesariamente tan ideologizada como la que podemos mantener a la distancia. Estamos a favor o en contra, por cuestiones ideológicas. Las cosas están más aterrizadas.
–Decías en tu libro que habías nacido en Argentina, pero que no tenías ningún contacto con ese país…
–No sé si tiene una presencia tan fuerte en el libro. Sí en el sentido de que hay una búsqueda, surge el tema porque los migrantes no tienen un país y yo tampoco me siento identificado con algún país. Ya viví lo de Argentina, no tengo mucho más que hacer ni qué decir. Me sentiría muy arrogante si dijera que soy mexicano. No es eso. Tal vez mi experiencia sea una manera de ser mexicano. Seguro que la mirada que tengo sobre los migrantes es de alguien que tiene el background de Argentina, pero no me hace mejor reportero…
–Lo que quise decir es que hay cosas en México que se parecen demasiado a Argentina y al resto de Latinoamérica
–Seguro, eso sí. Las referencias están desde el título y es mi manera de blanquear mi relación con esa situación. Toda la parte autobiográfica es mi manera de analizar por qué me interesó tanto ese tema. No era mi tema. No fui con ninguna intención de escribir sobre eso, pero de alguna manera me fue pegando. No lo descubrí yo, sino que me dijeron mis amigos. Yo podía entender lo que quiere decir quedarte sin dormir, sin comer, no tener lugar, no tener un país, no tener donde ducharte…
–No saber usar la computadora y que llegue una madre y te diga, búscame a mi hija
–La catástrofe humanitaria que se vive ahí no está empezando ni terminando ahora. Yo llegué y la vi, la descubrí, y me vi obligado a escribir sobre eso. No tenía muchas ganas, porque era muy doloroso. Estaba más interesado en ver cómo era mi relación con México, porque era una manera de saldar una deuda. Yo estoy aquí, ¿dejaré algo?. No sé cómo se solucionará, lo que puedo hacer es contarlo y eso fue lo que hice.
–¿Pensaste en hacer un documental?
–Había muchos reporteros europeos y que los propios tijuanenses lo veían como turismo de la pobreza. Algunos contratan en Tijuana a alguien para que llore en el Bordo. ¿Desde qué lugar yo narro esto? Hay un juego de espejos conmigo mismo, lo digo por la autobiografía. ¿Cómo contar esto, que no sea una cosa turística ni llorona ni tan trágico o de estar tocando siempre una misma nota o hacer un compendio de tragedias? Lo único que quería era intentar que el lector llegara al final del libro, no confiar solamente en el poder de historias muy desgarradoras, hacerlo llegar a final. La historia de esta mujer que no lo viví de una manera tan tranquila como aparece en el libro, lo viví con mucha tensión. Cualquier decisión que yo tomara era mala. Lo único que tengo que hacer es contarlo, tal vez un poco visual, como tú dices lo del docu, de la manera más honesta posible. No tomar un partido o hacer ideología, convertirlo en una historia atractiva pero no en una bandera.
–Acá hay menos cinismo que en tu primer libro de crónicas
–Es muy duro, yo no tenía esa experiencia que era tan terrible. Escribí sobre los feminicidios, ir a la cárcel, pero no esta cosa tan prolongada. Entiendo cuando en Tijuana se quejan porque los migrantes están sucios, hablan mal de los frijoles, pero así son los pobres. Yo no lo sabía. Claro que huelen mal, te piden dinero, si te pueden robar te roban, nunca había tenido este contacto. Llegaba a casa, le contaba a Adriana y ella llorando me decía que no le contara más. Yo no sabía por qué no tenía esa reacción, ante cosas tan fuertes no llores, no sientas que te está carcomiendo algo. Creo que eso fue indispensable para poder escribirlo, porque si me hubiera emocionado tanto no hubiera podido escribirlo.
–¿Qué conclusiones sacaste de esta catástrofe humanitaria?
–Básicamente no hay que pedirle empatía a la gente. No puedes amar a los desposeídos porque lo tiene que hacer. El tema es la educación. Todos tenemos la idea de una vida mejor. Cuando vivimos en un mundo civilizado es porque se respetan todos los derechos. Hay un poder político que juega con esto. Los tipos cuando mandaban sus remesas eran súper patriotas, pero cuando los echan de allá y llegan acá sin dinero, nadie los quiere.