La escritora Rosa Montero acaba de presentar Los tiempos del odio, la tercera entrega de la detective tecnohumana de combate Bruna Husky. «Estoy completamente en contra de las novelas utilitarias, es decir, de las novelas feministas, animalistas, ecologistas. La novela no puede ser panfletaria», dice sobre el sentido de ciertos libros. «Atwood no es exactamente una escritora que me enloquezca, como escritora es muy fría», responde al preguntarle sobre si le hubiera gustado escribir El cuento de la criada.
Ciudad de México, 10 de noviembre (SinEmbargo/eldiario.es).-Llega pronto y bien abrigada porque esta semana ha hecho un frío repentino, del que resfría a todo el mundo y rompe los paraguas. Rosa Montero entra sonriente, comenta que también irá a América Latina a presentar Los tiempos del odio (Seix Barral), la tercera entrega protagonizada por Bruna Husky, la androide de combate que ejerce de detective en un mundo futurista y terriblemente posible.
Espejismo, supremacía, cambio climático y tormentas arrolladoras son el envoltorio de un Madrid imaginado y decadente. «Es un ejemplo de lo que nos puede pasar con el cambio climático. Todo lo que cuento es razonable y posible. No es que sea una crítica, es un suspiro de horror o de angustia hacia esto», explica la autora, Premio Nacional de las Letras el año pasado.
«Define punk. Tengo miles de personajes que van a contracorriente. En general, todos», responde hacia la mitad de la entrevista, en la que también habla de Franco, de El cuento de la criada y de Margaret Atwood, entre otras muchas cosas.
–Nada más recibir su libro surgieron dos preguntas casi automáticas. ¿Sin amor no merece la pena vivir? Y la segunda, ¿es posible contar una historia tan humana eligiendo el género de la ciencia ficción?
–Empezando por la segunda, total y absolutamente. La ciencia ficción es un género que a mí me encanta, que he leído desde siempre y me encanta precisamente porque te proporciona una herramienta metafórica poderosísima para hablar de la condición humana, del aquí y el ahora. Con la ciencia ficción puedes hablar de lo que somos, de lo que necesitamos, del corazón más luminoso o más negro de una manera muy expresiva. Es magnífica su capacidad para representar la realidad. Aquí en España, el gremio de libreros hizo hace diez años una encuesta sobre los gustos lectores, fue un estudio muy grande. Entre otras cosas, lo que descubrió fue que el género que más odiaban los españoles, hombres y mujeres, era la ciencia ficción. Hay un gran prejuicio y desconocimiento hacia la ciencia ficción. Parece que es como hablar de cosas remotas y es justo lo contrario.
–¿Y sobre la primera pregunta, la del amor?
–Sin amor, no merece la pena vivir. Evidentemente. Es la primera frase de este libro, se repite varias veces y tiene dos vertientes. Aparte de todos los temas esenciales míos, como la muerte o el sentido de la vida, este libro tiene dos patas: la del odio, la del despeñadero que está viviendo nuestra sociedad hacia un abismo e involución que nos puede llevar por delante y la del amor. Se trata de una parte más grande del concepto que se opone justamente a los tiempos del odio. Viene a decir que lo que necesitamos es más empatía, más tender puentes y no quemarlos. Sin amor o sin el otro no merece la pena vivir. Somos animales sociales y necesitamos vivir con el otro. Y lo digo con énfasis porque nos estamos enfrentando a un mundo que al otro lo mata. Y también tiene un papel central el amor sentimental y pasional, que es importantísimo en esta novela. Este es un punto para Bruna muy importante. En las tres novelas, ella ha tenido una evolución. Bruna es una androide de combate y es muy valiente físicamente, al contrario que yo que soy una cobarde física total, pero le tiene pavor a los sentimientos y las emociones porque cree que los sentimientos la debilitan. Hace su propia evolución hasta admitir su necesidad emocional. En esta novela, que para mí es la mejor de las tres porque es la culminación de la historia del personaje y de ese mundo ya maduro, ella intenta encontrar el punto de equilibrio entre el riesgo de amar o cerrarse y no amar. Esto no es que te ponga en riesgo es que te hace perder la vida.
–Sobre la culminación de este mundo, ¿cómo es el proceso creativo de escribir sobre el futuro?
–Para mí, mis ‘brunas’ son las novelas más realistas que he hecho con diferencia. Yo he intentado que este mundo representara de alguna manera un futuro posible socialmente, políticamente, ecológicamente y científicamente. A mí la ciencia y la tecnología me gustan mucho y en las tres ‘brunas’ la ciencia que aparece es una ciencia posible. A lo mejor no se ha llegado a ella, pero puede llegarse. En la segunda ‘bruna’ hay un ascensor espacial para llegar a las plataformas orbitales y ese ascensor espacial está programado y si entras en internet puedes ver hasta los planos. Una compañía japonesa lo piensa construir, se supone, en el año 2065. A lo mejor tardará más. Cuando construyan ascensores espaciales, se construirán plataformas orbitales. Esto se va construyendo de una manera natural. Ser novelista es jugar con la imaginación y con una realidad paralela. Durante los tres años en los que escribes una novela vives en parte aquí y en parte en la novela. Todos los expertos dicen que somos personas que no hemos acabado de madurar, así que seguimos siendo como niños jugando.
–Construirte un mundo es algo que todos los novelistas queremos hacer.
–Al contrario que el género maravilloso, esos libros que en la primera línea te dicen ‘ese es el día en el que a las ranas les creció el pelo que a mí personalmente no me gusta, la ciencia ficción te obliga a crear un mundo perfecta y absolutamente coherente. Y eso es un reto maravilloso. Todo está pensado.
–¿Es una escritora de brújula, de mapa o ambas cosas?
–Lo de los papeles es cierto, no te lo puedes imaginar. Y con la serie de las ‘brunas’… tengo los papeles de las tres. Antes de volver a escribir la siguiente, tengo que revisarme los papeles de las anteriores. Yo soy un género mixto, brújula y mapa. De los tres años, la mitad del tiempo me la paso tomando notas y repasando la historia en cuadernitos. Al final de ese tiempo, ya empiezo a hacer grandes organigramas de la novela en cartulinas grandes de colores. Cuando tengo clarísimo el número de capítulos, me siento al ordenador, pero cambia todo el rato.
–Es casi orfebrería…
–Escribir una novela te lleva un esfuerzo inaudito.
–¿Los tiempos del odio es una crítica al capitalismo y al cambio climático?
–Es un ejemplo de lo que nos puede pasar con el cambio climático. Todo lo que cuento es razonable y posible. No es que sea una crítica, es un suspiro de horror o de angustia hacia esto. Todo esto no es más que el comienzo y, realmente, creo que estamos en el borde de un abismo en muchos sentidos. Y es una crítica al capitalismo, por supuesto, una crítica al poder sin piedad. Lo que critico es el poder aplastante del poderoso.
–Otro de los mundos posibles que ahora es conocido por muchísima gente es el que se construye en El cuento de la criada. ¿Le hubiera gustado escribir este libro?
–No. Cada uno escribe su libro y Atwood no es exactamente una escritora que me enloquezca, como escritora es muy fría. Me gusta muchísimo más y mi gran maestra es Ursula K. Le Guin y me hubiera gustado mucho más escribir Los desposeídos.
–¿Bruna Husky es su personaje más punk?
–[Risas] Define punk.
–Pues ir a contracorriente, en contra del sistema.
–Tengo miles de personajes que van a contracorriente. En general, todos.
–Usted es un poco punk entonces.
–No, no… [un momento de duda] Todos somos raros, si nos miramos desde cerca, todos somos un poco monstruos. Yo reivindico al monstruo, en mis libros yo hago una reivindicación constante del monstruo. Todos mis personajes son personajes rabiosos, marginales, que empiezan siendo misántropos y la terminan conociéndose un poco mejor, haciendo amigos. Si eso es punk, todos mis personajes son punk.
–También hace referencias constantes a la actualidad y a la historia de España. El archivero que cuida de Bruna y de la rusa hace un pequeño resumen de la Guerra Civil. ¿Había imaginado que en algún universo paralelo Franco podía terminar en La Almudena?
–Pues no. Pero es que me importa un pito Franco, qué quieres que te diga. Para mí y fíjate que soy mucho mayor que tú y he vivido el franquismo, me parece que está completamente pasado. De lo que tenemos que tener miedo es de las nuevas dictaduras. Franco no es ya ni siquiera un símbolo para casi nada más que residual. La novela habla de una guerra civil que no tiene nada que ver con el franquismo. Se trata de una guerra civil global porque el mundo de Bruna es el de los Estados Unidos de la Tierra. Cuando escribo una novela lo que intento entender qué somos los seres humanos, qué nos hace entregarnos a dictadores como Franco o como Bolsonaro. A mí me preocupa Bolsonaro, no me preocupa Franco, me da igual dónde lo pongan, me importa un pito. Bolsonaro me preocupa muchísimo, el auge de Vox me preocupa, me preocupa la fascistización de Europa, me preocupa Trump, me preocupa que haya tanto antisistema, que no son los perrofluatas, son Bolsonaro y Trump.
–¿Esta novela puede servir para decirle a los jóvenes que hay que seguir saliendo a la calle?
–Ojalá. Y ojalá sirva para entender que hay mucho canto de sirena y que tienen que tener cuidado de a quién hacen caso. Hay que desconfiar de quien te da todas las respuestas. Yo lo he escrito para intentar entender el mundo, si sirve para eso, fenomenal. Estoy completamente en contra de las novelas utilitarias, es decir, de las novelas feministas, animalistas, ecologistas… Yo soy todo eso y lucho por ello. Pero lucho como periodista y ciudadana, la novela no puede ser panfletaria.
–¿Qué tiene ahora mismo entre manos?
–Tengo un montón de cosas. Tengo tres libros en la cabeza. Tengo uno que es una novela que estoy súper entusiasmada, ya estoy tomando muchísimas notas. Es una novela contemporánea protagonizada por un hombre y que la llamo por ahora, no es el título, ‘la novela del tren’ porque empieza en un tren. Ya estoy tomando también notas para otro libro, que es un ensayo de los míos como el de La loca de la casa. De esos que son raros, medio narrativos y medio ficción sobre locura y creación. Y el tercero es la siguiente Bruna. La dejo en un lugar tan curioso… todavía no he empezado a hacer nada, pero tengo mucha curiosidad en seguir sus pasos y ver qué pasa.
–¿Dónde puedo conseguir una bomba de endorfinas [artilugio que aparece en su libro que se inserta en el ser humano]?
–[Risas] Una bomba de endorfinas… pobre. No te lo aconsejo. Esa cosa beatificadora… y luego otra vez la caída. Hay que acostumbrarse a sobrellevar las subidas y las bajadas.
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