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Tomás Calvillo Unna

15/08/2018 - 12:00 am

Relato 4

Cada vez me intrigan más los sueños, y es lamentable que no logre asirlos. El mundo en ellos es una casa inmensa de corredores, habitaciones, callejones, patios y de pronto laderas de montañas…, a diferencia de años atrás, esos lugares donde me reconozco cuando duermo son reales, ahí están y desaparecen, como todo.

Aquí Está El Más Allá Pintura Tomás Calvillo Unna

En memoria de Juan Martínez

 

Para Luis, Gaby, Alberto, Paty, Alfonso René, Víctor, Federico, Wendy, Jorge, Lorena…

Cada vez me intrigan más los sueños, y es lamentable que no logre asirlos. El mundo en ellos es una casa inmensa de corredores, habitaciones, callejones, patios y de pronto laderas de montañas…, a diferencia de años atrás, esos lugares donde me reconozco cuando duermo son reales, ahí están y desaparecen, como todo.

¿Qué no desaparece?… me preguntó hace años un amigo mayor, tanto por su edad como por su conocimiento. Todo se va, todo se pierde , lo decía sin pronunciarlo siquiera, lo señalaba con su manera de asumir su vida, que para otros parecía un desperdicio, preferían mantenerlo lejos, les causaba una enorme incomodidad , ver sus desplantes físicos, su desprecio por toda urbanidad, siempre al borde de lo que consideraban una actitud grosera e incluso violenta. Pero lo toleraban porque nunca cruzó esa línea roja, y le reconocían al final su independencia y su desinterés por hacer daño a alguien; algo tan común hoy en día entre muchos, a los que incluso se venera y respeta.

Mi amigo vivía a la intemperie y enseñaba que no hay refugio alguno salvo tu fuerza física y psíquica. El hogar le era una palabra ajena, aunque sin decirlo buscaba de vez en vez el calor humano, el de la amistad, apreciaba a los amigos aunque terminara por ahuyentarlos.

Eligió su soledad desde joven como única compañía y con eso le bastaba; la legión de demonios y el coro de ángeles que llevaba dentro no le permitían distraerse. Sus monólogos, así se interpretaban, provocaban que los demás prefirieran guardar distancia. Solía hablar a solas y eso entre otras conductas suyas causaban temor, no creo que lo disfrutara, pero al menos le daba cierta dosis de seguridad y hasta una actitud irónica ante la aparente certeza de los demás. La fortaleza de su físico la exhibía con frecuencia al ejecutar acrobacias en las bancas de los jardines públicos. Hoy sería un excelente instructor de Parkour, en aquellos días lo veían como un exhibicionista vagabundo.

Él logró abrir las puertas de sus sueños, vivía en la crudeza del subconsciente e inconsciente y demás; no existía frontera alguna entre la realidad interior y exterior. Estaba vivo las 24 horas, el despertar y soñar se intercalaban, no se distinguía uno de otro. Esa condición psíquica le otorgaban una intensidad inusual y una agudeza sorprendente. Hay que ser más veloces que la velocidad…y podía quedarse dormido o despierto 48 horas al hilo.

“Todo está a la deriva, de alguna manera, y así ha sido siempre desde los primeros pasos de la humanidad; y será así en sus últimos.”

Una tarde, antes de dejar su campamento, porque en realidad eso era su casa del INFONAVIT  que compartía con un sobrino ausente la mayor parte del tiempo, me pidió que me recostara en un sofá, el único que había en la pequeña sala.

Cerré los ojos y escuché como soplaba la concha de mar… lo vi ahí rodeado de antorchas que iluminaban la bóveda de una hermosa caverna pintada de animales y seres que buscaban reconocerse en las montañas como humanos, no lejos del océano.

Cuando abrí los ojos estaba a mi lado fumando un cigarrillo, comprendí de dónde venía y un poco su desesperación por este abrigo urbano que lo sofocaba. Su estancia estaba en esos lugares con aquellos que iniciaron el camino. Tal vez perdió sus huellas, como todos las perderemos un día.

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