Sus secuestradores exigieron una cifra con seis ceros a la humilde familia María del Pilar. No la pudieron juntar y su cuerpo apareció a un costado de la autopista Cosoleacaque-La Tinaja, Veracruz.
La mujer de 35 años buscaba ampliar su estética, pero su sueño quedó truncado en la entidad gobernada por Miguel Ángel Yunes Linares.
«Ella no podía ver a una gente mal económicamente o con hambre que le daba, aunque no tuviera. Lo poquito que tenía lo compartía» relata Faustina, la madre de la víctima.
Por Ignacio Carvajal
Veracruz/Ciudad de México, 10 de agosto (SinEmbargo/BlogExpediente).- Afuera de la funeraria, Faustina recuerda el nacimiento de su hija María del Pilar, hace 35 años. «Era un 12 de octubre, un día fresco y lluvioso. Cuando me comenzaron los dolores del parto, agarré y me fui caminando hasta casa de la partera. Toda temblorosa, me agarraba de las bardas, de las ramitas, de lo que fui encontrando, pues los dolores cada vez eran más duros y sentía que me caía.
«Hasta que llegué con la partera y me dijo: ‘¡Mujer, pero si traes la criatura casi de fuera!’. En eso me acomodó y de un esfuerzo mínimo llegó la chamaca; me alegró la vida». “Siempre fue traviesa, muy llorona, de todo lloraba de chiquita” dice.
María del Pilar Ramírez Sánchez, estilista de 35 años, fue sacada de su domicilio en la colonia Insurgentes Norte, de Minatitlán, Veracruz. Eran secuestradores y exigían una cifra con seis ceros por su libertad.
Diez días después del secuestro, el cadáver de la estilista apareció a un costado de la autopista Cosoleacaque-La Tinaja, en las goteras de Minatitlán y Cosoleacaque.
Se desconoce por el momento si la familia pagó algún rescate o qué pasó con los delincuentes, pero no es el primer caso en el sur. A finales de junio pasado en Nanchital resultó asesinado Sebastián Alpuche Gómez, de 18 años; sus padres pagaron el rescate y ni así lo regresaron. Sus restos aparecieron flotando en aguas del río Coatzacoalcos con dos cadáveres más. Días después, una pareja de abogados procedentes de Campeche resultaron privados de la libertad en calles de Coatzacoalcos y días después, pese al pago a los delincuentes, los mataron.
En la autopsia se encontró un disparo como causa de muerte, pero ni golpes ni agresiones de tipo sexual.
Faustina Sánchez Cruz, hoy su madre la recuerda mientras se prepara para su funeral.
Faustina Sánchez, ama de casa, vivía la vida convencida de que vería crecer a sus nietos, y que sus hijos, llegado el momento, la llevarían al panteón, no al revés.
Hermana de tres mujeres y de dos hombres, María del Pilar Ramírez Sánchez estudió hasta la secundaria, de ahí se metió a un colegio de belleza.
Durante varios años trabajó en estéticas particulares, hasta juntar lo suficiente para montar su propio negocio, en un local propiedad de la familia.
Últimamente, cuenta su madre, estaba muy ilusionada porque se encontraba en proyecto de ampliación del salón, hasta le cambió el nombre de «Beverly Hills» a «Mujer Bella».
Contaba a diario los planes para volverlo más amplio y cómodo. «Estaba muy contenta porque le acaban de poner plafón para aprovechar mejor el clima, lo pintó y lo remodeló todo. Su sueño de pronto era que fuera más grande y contratar personal».
La fama de la joven cultora de belleza en Minatitlán ya era bastante notoria, pues además de realizar buenos trabajos, «si se trataba de una muchacha humilde le daba fiado, más barato o hasta le regalaba el arreglo».
Mi hija siempre estaba dispuesta a hacer el bien, a ayudar a quien fuera, por eso la fregaban tanto, por buena gente, recuerda la madre de la víctima de secuestro.
«Ella no podía ver a una gente mal económicamente o con hambre que le daba, aunque no tuviera. Lo poquito que tenía lo compartía» relata Faustina, de 54 años.
A su salón le puso «Mujer Bella», pues pensaba que no había mujeres feas y creía que era bueno resaltar su belleza. Sacar lo mejor de ellas para momentos especiales y darles un poco de felicidad.
A diario se levantaba a las 5 de la mañana, realizaba sus labores en el hogar y partía a trabajar.
En la estética constantemente había personas esperando tratamientos, corte de cabello, pedicure, etcétera, nunca paraba de trabajar.
No era una persona «de grandes riquezas, lo suyo, sus cosas, eran producto de su trabajo, para ella y para su hijo, de 18 años».
A las 10 o 10:30 de la noche se encontraba de vuelta en casa.
“Mamá ¿ya cenaste?”, me preguntaba antes de llegar a casa, y yo le decía que no y ella me traía mi cena», dice la mamá, y rememora: «Cada cumpleaños, era la que me traía mi pastel, flores, muchas flores, y mi regalo. La de todos mis hijos que siempre estaba a mi lado, pendiente».
A diario, antes de dormir, la estilista coordinaba sus actividades para el día siguiente.
Vigilaba su alimentación y estaba pendiente de realizar actividad física para lucir bien y con una imagen de éxito en su negocio.
No dudaba en demostrar el amor a sus padres, ya fuera mediante una llamada telefónica o algún detalle.
Cuidadosa y madre amorosa, su hijo era quien ocupaba la mayor parte de su tiempo, si no estaba trabajando, ella se encontraba apoyando a su muchacho.
Mientras aguarda el arribo del cadáver de la víctima, Faustina asegura que así como le dolió el parto, sintió el momento de la muerte de su hija. Fue mientras realizaba oración por su bienestar en una iglesia y de pronto sintió los mismos dolores de alumbramiento «y tuve una visión, la vi corriendo, en dos ocasiones, la primera la vi clarita, era ella, y después de nuevo corriendo y veía como se caía. Ahí supe que no la volvería a ver».