Gabriel Sosa Plata
07/08/2018 - 12:00 am
Toño Esquinca y los radiodifusores
Antonio “Toño” Esquinca, el afamado conductor de radio, regresó a la estación 91.3 de Grupo Radio Centro (GRC), luego de haber sido suspendido hace más de un mes por presentarse en estado inconveniente a la radiodifusora e insultar -al aire- a Andrés Manuel López Obrador, entonces candidato a la presidencia.
Antonio “Toño” Esquinca, el afamado conductor de radio, regresó a la estación 91.3 de Grupo Radio Centro (GRC), luego de haber sido suspendido hace más de un mes por presentarse en estado inconveniente a la radiodifusora e insultar -al aire- a Andrés Manuel López Obrador, entonces candidato a la presidencia.
Ayer todo fue distinto. Del insulto pasó a la reconciliación. Me sumo a AMLO “ya que todos vamos en el mismo barco”, dijo, y agregó: “le reitero mi completo apoyo y respeto”. También precisó que él no se va del país, como había dicho que lo haría si ganaba López Obrador.
Habrá quien diga que a Esquinca lo doblaron mediante amenazas, como ha ocurrido con periodistas críticos de López Obrador, ya confirmado el triunfo del fundador de Morena. Sin embargo, hasta ahora, nadie ha demostrado que detrás de los cambios en el ámbito periodístico esté la mano censora del tabasqueño o alguien de su equipo de colaboradores.
Esquinca quizás actúa con convicción, pero no deja de hacer política y relaciones públicas, como lo hacen propietarios y directivos de medios de comunicación. Al ganador de las elecciones y futuro presidente de México se le trata ya muy distinto, a diferencia de lo que ocurría cuando era candidato.
Es comprensible este cambio. El presidencialismo pesa mucho en nuestra cultura política. Ningún medio desea alguna confrontación o diferencia importante con el titular de la institución con mayor jerarquía y poder en México. Y menos aún cuando el gobierno federal es uno de los clientes más importantes para los medios electrónicos e impresos por la publicidad gubernamental, no obstante que se prevén modificaciones en la asignación de este gasto.
Esquinca en realidad actúa como la mayoría de los empresarios de la radio y la televisión. Algo similar veremos en otros espacios mediáticos en los que López Obrador era el ser más detestado, porque en la industria se considera al presidente de la República como alguien que debe protegerse, respetarse y cuidarse. Es una institución casi intocada. Se trata de una de las reglas no escritas que prevalecen en la relación poder político-medios de comunicación.
Esta regla no escrita es la que llevó a los medios de comunicación más grandes a solapar, ignorar o evadir hechos que por alguna razón dañan la imagen presidencial. Por eso, por citar un caso, en el 2014, era impensable que un reportaje como el de la “casa blanca” de Peña Nieto tuviera cabida en noticiarios de mayor cobertura en el país. Recuérdese que dicho reportaje fue difundido, en principio, en Aristegui Noticias, revista Proceso y algunos medios de comunicación extranjeros, y no desde donde se gestó: MVS Radio.
Así que por decisión propia más que por presiones, Esquinca, como otros conductores y periodistas, al igual que empresarios de los medios, no harán por ahora una guerra contra López Obrador, como la que hicieron antes. El panorama es totalmente distinto y se está en una etapa de reacomodos, de presentación de cartas, de incertidumbre, que tendrá mayor claridad una vez que se concrete formalmente el cambio político en los próximos meses.
Empero, lo que la ciudadanía y las audiencias deseamos es que la consolidación democrática lleve a los medios de comunicación a actuar con independencia, profesionalismo y ética. Y si ello implica criticar o denunciar a López Obrador o a cualquier otro funcionario público, lo deberían hacer bajo los mismos principios. Para llegar a una transformación así es indispensable que el futuro gobierno ponga en práctica una nueva política de comunicación y de relación con los medios de comunicación.
SALMA JALIFE
También ayer fue noticia el anuncio de que Salma Jalife será la nueva subsecretaria de Comunicaciones en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT). Su nombramiento es un gran acierto. La ingeniera en Computación por la UNAM, integrante del Consejo Consultivo del IFT y coordinadora de Asuntos Internacionales de la Corporación Universitaria para el Desarrollo de Internet (CUDI) es una profesional reconocida, muy destacada y con una larga trayectoria, a quien no se le conocen compromisos con alguna empresa del sector.
Jalife ha dedicado parte importante de su vida profesional en el desarrollo de internet, en la conectividad, en la función social de las telecomunicaciones. Por eso su perfil encaja muy bien en los objetivos del gobierno de López Obrador para abatir la brecha digital. El éxito de su encomienda dependerá no sólo de la experiencia y visión de la nueva subsecretaria, sino de los recursos que le sean asignados y la voluntad política de la futura administración.
Conocí a Salma Jalife en el marco de la imposición de la llamada “ley Televisa”. Desde la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), se opuso a una reforma que era contraria al interés general. Su congruencia y su compromiso con la sociedad se ha demostrado en los cargos que ha ejercido, sin dejar de lado la relevancia de la iniciativa privada en la innovación y en la relevancia de las tecnologías disruptivas. Muchas felicidades.
Por cierto, muchos rumores de quienes podrían ser las o los titulares de Canal 22, Once TV, el IMER, Radio Educación y Notimex. Los medios públicos son eje fundamental en la nueva política de comunicación que se espera del gobierno de López Obrador y son considerados como estratégicos en la plataforma de Morena. Esperamos que estos nombramientos sean tan bienvenidos como el de Salma Jalife.
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