La federación FELGTB no critica la elección de actores cis para interpretar a trans, pero sí la confusión con el género.
Por Mónica Zas Marcos
Ciudad de México, 23 de julio (ElDiario.es/SinEmbargo).- Por desconocimiento, desdén, o una mezcla de ambas, la prensa de los años ochenta se refería a Dante Tex Gill como «la mujer que se viste como un hombre». Sabían que su apariencia masculina se debía a una cuestión de identidad de género, no de estética. Pero Gill era un mafioso, un indeseable para la sociedad que prefería atacarle por su sexualidad antes que leerle la cartilla por sus negocios de prostitución.
Nacido como Lois Jean Gill en 1931, Mr Gill, como prefería que le llamaran, fue un famoso proxeneta y propietario de burdeles escondidos bajo la tapadera de salas de masaje en el Pittsburgh (Pensilvania) de los años 70 y 80. Su vida de excesos y su relación con la mafia le convirtieron en objetivo de la justicia y de otros criminales. Mientras intentaba que no le volasen la cabeza como a muchas de sus chicas y socios, Gill luchaba por conseguir una cirugía de reasignación de sexo.
Le costó mucho ser reconocido públicamente como hombre, e incluso tras su muerte en 2003, bien entrado el nuevo milenio, los titulares evocaban su «aspecto raro» y los obituarios le describían como «una mujer baja y rechoncha, que vestía trajes, llevaba el pelo corto y hablaba con rudeza».
Casi quince años después de aquel vertido de tinta, Rupert Sanders, el director de Ghost in the shell, ha querido trasladar la figura de Dante Gill y su historia «más grande que la vida» al cine en Rub & Tug. Lo anunció hace dos semanas junto al nombre de su flamante protagonista: Scarlett Johansson.
Sin pretenderlo, director y actriz volvieron a asociar a Gill con la mujer que nunca se sintió al encomendar su representación a una intérprete femenina y cis (la persona cuya identidad de género se corresponde al género que le asignaron al nacer). Pero no es la primera vez que una polémica por el estilo revela que Sanders no hace bien los deberes antes de enfrentarse a una película.
En la adaptación del anime de culto Ghost in the shell, muchos pusieron el grito en el cielo por el whitewashing de la protagonista, de nuevo interpretada por Scarlett Johansson. Este término denomina a la elección de actores blancos para los papeles de minorías raciales.
«La diversidad es importante en Hollywood, y nunca querría que mi trabajo con este personaje fuese ofensivo», dijo la actriz en aquella ocasión. Esta vez no se ha pillado los dedos y ha abandonado el rodaje ante las primeras críticas por haber aceptado el papel de un hombre trans.
«Nuestra comprensión cultural de las personas transgénero continúa avanzando, y he aprendido mucho de esta comunidad desde que di la primera declaración sobre mi elección y me di cuenta de que era insensible», ha anunciado Johansson. Muchos han interpretado su fuga como una decisión libre y comprometida con la comunidad LGTB, pero otros han culpado al clamor popular de boicotear la libertad artística de la actriz y forzarla a abandonar tras una campaña de «acoso».
De acuerdo con GLAAD, la representación de personajes LGTB cayó un 40 por ciento en 2017 respecto al año anterior y no hubo ningún personaje trans en los lanzamientos de los grandes estudios. Pero en países de habla hispana, la situación es aún peor, y casos como el de la chilena Daniela Vega son la aguja en el pajar de la exclusión.
Así lo demostró la elección de Paco León como una mujer transexual en La casa de las flores, la nueva serie mexicana de Netflix. El actor lo anunciaba en su Instagram a través de una foto sentado en el retrete: «un personaje hay que trabajarlo hasta en sus momentos íntimos, este no fue fácil». Además del chascarrillo, colectivos trans criticaron las excusas posteriores de León, que zanjó la polémica diciendo que «lo podría haber hecho una actriz trans. Seguramente mucho mejor que yo. Pero me llamaron a mí y yo lo he hecho lo mejor que he podido».
¿Tendría que haber renunciado el actor de La Peste a su papel y haber dejado paso a una mujer trans que, según él, lo habría hecho mejor? Las opiniones varían dentro del colectivo, pero hay algo en lo que coinciden y que curiosamente suele ser difícil de comprender para los directores. «Si el personaje es un hombre trans, debería ser interpretado por un hombre, cis o trans, pero no por Scarlett Johansson», dice Dariel Saúl, coordinador de Políticas Trans en la FELGTB, a eldiario.es.
Esto es porque la ficción suele explotar el proceso de cambio estas personas antes que intentar expresar sus sentimientos y normalizar sus identidades. «No lo tienen para nada en cuenta. Está muy bien que cojan actores y actrices de renombre, pero que tengan el género adecuado por favor», pide Saúl. «Escogiendo a Paco León para interpretar a una mujer trans, estás dando la impresión de que una mujer trans es un hombre caracterizado o disfrazado. No costaba nada contratar a una mujer del mismo caché que Paco León y normalizar mucho más esta cuestión».
Hace unos meses, la directora de la serie Transparent reconoció este error al fichar al actor Jeffrey Tambor para interpretar a su protagonista transexual y lo achacó a su «ignorancia respecto a las políticas trans». Saúl piensa que es una falta que cometen muchos creadores «que se aprovechan de un tema que está de moda entre comillas (porque siempre hemos estado ahí) para subirse al carro sin haber investigado».
Disyuntivas aparte, la gran reivindicación del colectivo, y a la que se suman desde la FELGTB, sigue siendo que hay que brindar más oportunidades laborales a las personas trans, que sufren un 70 por ciento de paro en nuestro país debido a los prejuicios. En cine, un sector tan visual y apoyado en los estereotipos, esta cifra se eleva casi al 100 por ciento. Esto sin contar que los únicos papeles a los que suelen acceder estos actores y actrices son en dramas alrededor de la transexualidad.
«Una persona trans nunca es llamada para hacer de hombre o mujer cis. Es normal que cuando un cis interpreta a un personaje trans quieran que se lo dejen a ellos, porque si no no comen», resume Saúl.
En otras palabras, animan a los directores de cásting a bucear por los dosieres de los actores y actrices trans. Si aún así ninguno les encaja, entonces instan a Paco León a interpretar a un hombre trans y Scarlett Johansson a una mujer trans. Y, a poder ser, que los propios actores entiendan y defiendan las políticas LGTB antes de aceptar un proyecto de tales características.
Por eso aplauden a Johansson y un poco menos a León, que en ningún momento se acercó a la profundidad del asunto o al prejuicio social que lleva a Netflix a llamarle a él antes que a una mujer trans. «Cuando estas personas famosas se plantan, dicen hasta aquí, esto no puede ser, nos ayudan muchísimo. Tienen un altavoz tremendo, por eso nos parece muy beneficiosa la decisión de Scarlett Johansson. Pero tampoco criticamos que Paco León aceptase su papel, solo que la próxima vez podría hacer de hombre trans».