Tomás Calvillo Unna
18/07/2018 - 12:00 am
Hipótesis de un golpe que no fue
El arrojo de un joven candidato sin escrúpulos, asesorado por tres veteranos próximos al retiro, (quienes en algún momento de sus vidas quisieron ser presidentes del país), estuvo cerca de lastimar la jornada electoral del 2 de julio.
El arrojo de un joven candidato sin escrúpulos, asesorado por tres veteranos próximos al retiro, (quienes en algún momento de sus vidas quisieron ser presidentes del país), estuvo cerca de lastimar la jornada electoral del 2 de julio.
Ese grupo, con graves fisuras de origen, aliado a una facción de la élite económica y política, intentó trastocar la elección, buscando impedir el triunfo de quien al final fue elegido Presidente de México.
Presionar al mandatario en turno para que los apoyara, aconsejando a su candidato retirarse dejando así solo a un contendiente, que con el apoyo significativo de poderosos actores económicos y del propio mandatario y su gobierno, implementaría una operación de estado para evitar que triunfara quien al fin triunfó.
Al negarse el Presidente a sumarse a ese proyecto, terminó por convertirse en el enemigo preferido de una campaña que equivocó su estrategia desde el principio.
Partió de una alianza que logró impedir cualquier candidatura ciudadana y manipuló un Frente cuya coalición en realidad fue un acuerdo cupular impuesto desde la Ciudad de México para someter al país a una aventura centralista y autoritaria, cuyos aliados en muchos lugares estaban ligados al crimen.
En esa dinámica se fracturó al partido conservador de centro más relevante, y se le dieron bocanadas de oxígeno a un partido ya desfondado, el cual quedó reducido a una opción de izquierda degradada.
La rebelión electoral evidenció lo absurdo e inoperante de esa intentona golpista, que buscó doblegar al ejecutivo para que operara a favor de un proyecto, que estaba dispuesto a dejar más cadáveres políticos en su camino.
El resultado electoral, adverso a ese ejercicio de un fascismo en ciernes, fue sellado por el gobierno norteamericano al enviar un grupo del más alto nivel político a México encabezado por el secretario de estado, para conocer y felicitar al nuevo presidente electo de la Nación Mexicana. El mensaje fue claro, para quienes tenían una tentación golpista; el vecino del norte y su gobierno, reconocen las elecciones y a su triunfador. Los Estados Unidos muestran así que su prioridad es y será la estabilidad en su frontera sur.
La historia que ahora sigue está cargada de desafíos, el reto es evitar confundir los cambios estratégicos necesarios, y saber distinguir los ritmos que requieren cada uno de ellos, reconociendo la diversidad y complejidad del país, que no se puede reducir solo a la lectura de feudos políticos a partir de la estructura heredada del régimen que llega a su fin.
Retomar el Federalismo y reforzar su riqueza es fundamental, ello no debe ser proyecto de un partido, sino consecuencia del dinamismo de la ciudadanía en las diversas regiones y entidades federativas. Desmantelar la corrupción y los pactos criminales dependerá no sólo de las decisiones de reestructuración administrativa que se tomen en la Ciudad de México, sino sobre todo de las alianzas políticas que se establezcan con las fuerzas democráticas en las entidades federativas y sus localidades; este es el tema estratégico, sin ello los cambios no redituarán para fortalecer la transparencia y la seguridad en el país, en cambio se corre el peligro de replantear un régimen autoritario, centralista y corrupto, con nuevos y viejos rostros y renovadas siglas.
La velocidad de la época puede provocar una precipitación innecesaria en las tomas de decisiones, donde el voluntarismo se erija como un ejercicio del poder más que riesgoso.
Después de los contundentes resultados electorales, el futuro gobierno no se puede dar el lujo de tropezar consigo mismo.
La victoria tiene como exigencia la humildad, la soberbia ya ha hecho demasiado daño a la República.
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