Cuando el país asiático metió su segundo gol, condenando al campeón del mundo a regresar a casa, los mexicanos presentes en el Zócalo festejaron como si México hubiera ganado la Copa del Mundo. México sigue vivo.
Ciudad de México, 27 de junio (SinEmbargo).- La verde tomó el Zócalo capitalino. Es un día agridulce para la afición mexicana de futbol. La Selección Nacional cayó frente a Suecia (3-0), y a pesar del “luto”, ha sido un gran Mundial para nuestro país.
Aquí, en el corazón de la Ciudad de México, la gente vivió con intensidad y nerviosismo el partido. Una pantalla gigante, bocinas y canchas improvisadas fueron parte de un escenario montado por parte del Gobierno local.
“México… México… México”, coreó la gente. Las cornetas y el apoyo a los jugadores mexicanos no cesó.
Cada vez que una pelota se acercó a la portería contraria, la gente hizo vibrar el Zócalo. “Oyyy”, gritaron con los brazos al aire. “Sí se puede, sí se puede”, repitieron los capitalinos.
“Esperábamos que ganaran, pero nos golearon”, dijo Martín Álvarez. “Hemos hecho un buen Mundial y eso nadie nos lo quita. ¡La Selección es chingona!”, recalcó.
A las 10:51 el ánimo de la gente resurgió, luego de estar aguantando el aliento ante un partido que no nos benefició. Corea del Sur vencía a Alemania (1-0), lo que colocaba, de momento, a México en la siguiente ronda del Mundial.
“¡Están adentro, están adentro!”, se escuchaba en las bocinas. “Corea, Corea”, gritó la gente.
Cuando el país asiático metió su segundo gol, condenando al campeón del mundo a regresar a casa, los mexicanos presentes en el Zócalo festejaron como si México hubiera ganado la Copa del Mundo. México sigue vivo.
“¡Emocionadísimos porque pasamos! Casi lloro cuando la Selección perdía 3-0. Pero Corea nos salvó. La suerte también está de nuestro lado. ¡Viva Corea y viva México!”, festejó Mireya Sánchez, quien no dejaba de pegar de brincos.
Rosaura, de unos 60 años de edad, no despegó “ni por un minuto” los ojos de la pantalla. Comentó a SinEmbargo que estaba “sufriéndola. No ganamos como queríamos pero pasamos”, explicó.
Cuando fue cuestionada sobre si era un momento para festejar, dudó. Le salió entonces el director técnico que todos llevamos dentro y dijo: “Pues sí, hay que festejar porque pasamos. Pero hay que repensar lo que estamos haciendo, lo que están haciendo, para los partidos que siguen”. Su espíritu, como la bandera nacional, hondeó alto.
Un animador, al cabo del escenario, se encargó de animar el ambiente. “Olé, olé-olé-olé, olé, olé”, se le escuchó cantar. Y la gente respondió con enjundia. Y las cornetas volvieron a sonar. Y las caras de seriedad cambiaron por las sonrisas.
“ ¡Pasamos, bicho, alégrate!”, mencionó una madre a su hijo. Otros pequeños presentes jugaron una cascarita, o se entremezclaron con los adultos y jóvenes que levantaban porras -como polvo- de tanto festejar. “Los coreanos hoy son hermanos”, se escuchó entre la multitud. Y el nombre de “México” no dejó de sonar.
“Neymar va a probar el chile nacional”, coreó en repetidas ocasiones un grupo de muchachos enmascarados.
No hubo más que un coreano a la vista, según mencionó el animador. “Suban al coreano al escenario. Tráiganlo. Se va a hacer más famoso que Luis Miguel”, gritaron los animadores.
Sombreros, matracas, caras teñidas (de verde, blanco y rojo), copas del mundo, pelucas, fueron la indumentaria del día. Inclusive, varios extranjeros celebraron el pase del país a octavos de final.