Desde hace cinco años Maura y Elena utilizan el agua de la lluvia para su higiene y la de su familia, así como para la producción de alimentos; Maura también emplea abono orgánico para sus cultivos de frutas y vegetales y usa el estiercol de borregos para producir gas metano y cocinar.
Ambas viven en Quiltepec, una comundiad rural de la Ciudad de México que gracias al proyecto de jóvenes emprededores poco a poco se ha convertido en una ecoaldea.
Por Edna Alcántara y Wu Hao
México, 22 de junio (Xinhua).– Maura Alvarez, habitante de una comunidad rural a las orillas de la Ciudad de México, capta el agua de la lluvia para lavar, bañarse e incluso preparar sus alimentos.
Desde hace cinco años, la mujer de 55 años aprovecha un sistema creado por jóvenes emprendedores que busca resolver la falta de agua potable en el paraje de Quiltepec, una comunidad de difícil acceso al sur de la capital mexicana donde viven sólo 25 familias.
El proyecto sustentable, explicó Maura a Xinhua, pertenece a la organización civil Isla Urbana, la cual, a petición de los pobladores y en colaboración con otras organizaciones sociales, poco a poco ha logrado convertir la comunidad en una ecoaldea.
«Esto es posible gracias a la ayuda de Isla Urbana, que ha logrado cambiar la vida de todos los que viven en la comunidad», menciona Maura al mostrar el sistema de captación pluvial que fue colocado en la única habitación que tiene de ladrillos y techo de cemento.
Recuerda que antes de contar con el sistema, cada familia tenía que bajar la pendiente para acarrear agua de casas lejanas, donde los inquilinos se las regalaban en pequeñas cantidades.
También tenían que hacer fila para esperar la pipa de agua enviada por el gobierno semanalmente y en el peor de los casos tenían que comprarla, lo que implicaba desembolsar a la semana o quincena unos 800 pesos.
«Ahora es diferente, pues no se requiere tanto las pipas, cuando mucho una vez al año, ya que tenemos el sistema de captación de lluvia, misma que se almacena en un gran tinaco de hasta mil 100 litros de agua, suficiente para que nos bañemos, lavemos ropa y hagamos de comer», explica.
Maura tiene una mini granja con cinco gallinas, un gallo, dos patos y tres borregos; un espacio de cultivo para sembrar nopales y flores como alcatraces o jazmines que baja a vender a la ciudad, así como con algunos árboles frutales como peras, ciruelas y duraznos que utiliza para comer.
Además de ello y a sugerencia de Isla Urbana, explicó, cuenta con un biodigestor, donde mezcla agua con estiércol de borrego para producir gas metano que utiliza para cocinar y una lombricomposta o compostaje con la que produce abono orgánico que usa para sus cultivos.
«Cuando no hace calor batallamos un poco, pero dos o tres veces a la semana podemos calentar agua para bañarnos, para cocinar y hacer nuestros frijolitos», agregó Maura.
Elena Cruz, además de ser su vecina, fue la primera del paraje de Quiltepec que contactó con Isla Urbana hace seis años.
«No perdía nada al preguntar a Isla Urbana. Vinieron, vieron, me hicieron un estudio socioeconómico; me pidieron un adelanto de unos mil pesos para comprar el tinaco de almacenamiento y a los tres días me colocaron el sistema», explica.
Agrega que aunque pagó un poco más, es simbólico, ya que no cubre ni la mitad del precio del tinaco.
Apenas hace dos años Elena volvió a pedir apoyo a Isla Urbana para que a bajo costo le facilitaran e instalaran un calentador solar, lo que a su vez le benefició, pues le construyeron un económico, pero eficiente sistema de tratamiento de aguas grises que usa en épocas de sequía para el baño, la limpieza de su casa y regar sus árboles frutales.
«El agua proviene de la que usamos para la ropa de la lavadora o de la que se usa en la cocina, cualquiera que no tenga cloro ni jabón. Se coloca en una pileta y de ahí pasa a otra pileta que tiene de base una piedra especial con pequeños plantíos de plantas como geranios y lavanda», explica.
Nada se desperdicia en la casa de Elena. Hace unos años el equipo de Isla Urbana le propuso hacer con palos, mosquiteros y plástico un deshidratante de frutas para aprovechar sus árboles frutales.
«Gracias a su asesoría me funciona y así se aprovecha la fruta sin tener que desperdiciar o tirar alimentos como plátanos, papaya, fresas y ciruela», dice.
Todo nació de un grupo de jóvenes que decidió crear un sistema de captación, almacenamiento y tratamiento de lluvia para colocarlos en los hogares de mexicanos que no cuentan con agua potable, como es el caso de la comunidad de Quiltepec.
Los muchachos buscan atenuar la crisis generada por la escasez de agua potable y la problemática de las inundaciones pluviales en zonas del Valle de México, particularmente en colonias y comunidades de escasos recursos.
El proyecto se llama Isla Urbana, explicó a Xinhua el director de comunicación de la organización, Nabani Vera, quien asegura que el sistema es «sencillo, económico y funcional».
«Se adapta a las necesidades de cada hogar como un traje a la medida. El precio promedio por cada proyecto es de por lo menos 7 mil pesos», señala.
De ese costo total, precisó, la gran parte se saca de subsidios provenientes de fundaciones, así como planes de financiamiento, mientras que los beneficiarios pagan una pequeña proporción, de acuerdo a sus posibilidades y presupuesto.
«Que las mujeres te digan: ‘¡Esto me llegó a cambiar la vida, tengo agua de calidad en abundancia y no tengo que caminar tres kilómetros acarreándola!’, para nosotros es algo increíble», expresa.
Vera anunció que Isla Urbana tiene proyectado alcanzar 10 mil sistemas de captación pluvial para este año.