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Ricardo Ravelo

22/06/2018 - 12:00 am

El SAT y Yunes: historias de corrupción y mentiras

Bajo el mando de sus dos últimos administradores centrales –Aristóteles Núñez Sánchez y Osvaldo Santin Quiroz –el Sistema de Administración Tributaria (SAT) se convirtió en una dependencia cuyos mandos no sólo prohijaron la corrupción sino que solaparon todo tipo de maniobras dando rienda suelta al contrabando en todo el país, negocio que opera sin dique de contención bajo protección de altos funcionarios de esa dependencia federal.

Yunes Zorrilla Foto Cuartoscuro

Bajo el mando de sus dos últimos administradores centrales –Aristóteles Núñez Sánchez y Osvaldo Santin Quiroz –el Sistema de Administración Tributaria (SAT) se convirtió en una dependencia cuyos mandos no sólo prohijaron la corrupción sino que solaparon todo tipo de maniobras dando rienda suelta al contrabando en todo el país, negocio que opera sin dique de contención bajo protección de altos funcionarios de esa dependencia federal.

Es ampliamente conocido cómo en la Administración General de Aduanas (AGA), por ejemplo, opera una red de funcionarios vinculados con el contrabando a gran escala en las 49 aduanas del país; también es público que los grandes contrabandistas internacionales, importadores de telas chinas y otras mercancías, pagan millones en efectivo que se reparten entre los allegados del alto mando del SAT.

Nadie ignora tampoco que el crimen organizado, Los Zetas y el cártel del Golfo –dos de las organizaciones criminales más violentas del país –controlan el tráfico de armas, de drogas y dinero a través de las aduanas y que esto no es un secreto para el jefe del SAT ni para la Secretaría de Hacienda. Esos grupos criminales también financian algunas campañas políticas, desde hace varios años, en Veracruz y Tamaulipas.

Pero dentro de SAT la camarilla que encabeza Santin se protege y se blinda a pesar de que algunos funcionarios, como Guillermo Peredo Rivera, Administrador Central de Operación Aduanera del SAT, sigue despachando a pesar de tener dos carpetas de investigación abiertas en la Procuraduría General de la República (PGR).

Las investigaciones tienen que ver con delitos de abuso de autoridad, usurpación de profesión y de funciones y uso indebido del servicio público, todo ello solapado por su anterior jefe, Aristóteles Núñez y ahora por Osvaldo Santín, otra pieza del mismo esquema que arribó al cargo tras la destitución de Aristóteles.

La historia de Peredo Rivera siempre ha estado ligada a escándalos de corrupción. La empresa Sanruch Comercializadora S. de R.L. de C.V., por ejemplo, presentó una demanda de carácter penal precisamente por abuso de poder. Al funcionario se le considera dentro del SAT y de la Administración General de Aduanas como un hombre violento, explosivo y autoritario.

También se le acusó de encubrir un presunto abuso sexual cometido por Yadeneiro Hernández Austria, exadministrador de la aduana de Ciudad Juárez, en contra de funcionarias de esa área, caso que incluso llegó a la Cámara de Diputados, donde se exigió su renuncia, pero sus protectores –Aristóteles Núñez y ahora Osvaldo Santín –lo cobijaron porque simplemente es un funcionario que forma parte del esquema de negocios que salpica a todos por igual.

La denuncia de la empresa Sanruch sacó a flote que Guillermo Peredo firmó documentos en calidad de Maestro sin tener registro alguno en la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública en el momento de los hechos.

Tras la denuncia, de inmediato salieron en su defensa otros miembros del clan de la corrupción en el SAT y en Aduanas:  Ricardo Treviño Chapa, Gerardo Aberto Suárez Hasbach y Aristóteles Núñez. Y no pasó nada. Peredo Rivera siguió en la Administración General de Evaluación, donde nadie le impidió firmar documentos y ostentarse como Maestro sin serlo.

Esta protección excesiva del poder hizo que Peredo Rivera pronto se ganara el mote de El maestro chocolate, por aquello de que carecía (o carece) de documentación oficial que acredite que está capacitado para desempeñar las altas funciones que actualmente tiene en el SAT.

Durante su paso por Aduanas se supo también que en este ejercicio indebido de usurpar funciones y profesiones –práctica que, por cierto, ocurre mucho en el SAT, donde abundan los recomendados y dejan fuera a los hombres de carrera –se documentó que Peredo Rivera tenía el nombramiento como Administrador de Operación Aduanera 1 y firmaba documentos como coordinador de Aduanas Región Pacífico-Norte y como Administrador de Operación Aduanera 4, unidades adscritas a la Administración General de Aduanas. Todo a conveniencia.

Al funcionario privilegiado del SAT también se le cuestiona que usurpe profesiones. Una búsqueda exhaustiva en la Dirección General de Profesiones de la SEP no arrojó ningún dato sobre su cédula como Maestro, con lo cual quedó acreditado que también ejercía funciones indebidas en el servicio público, particularmente en el SAT.

Peredo Rivera también tiene sus protegidos. Uno de ellos es Edmundo Almaguer Contreras, quien fue acusado de exceso de poder en algunas aduanas donde trabajó. A este funcionario , se asegura, se le solapa la corrupción dentro del SAT y se le tolera su nepotismo, pues su esposa, Daniela Corral Yépiz, jefa de departamento, labora desde hace poco más de dos años en la Administración Central de Operación Aduanera bajo la protección de Peredo Rivera.

Los delitos en los que ha incurrido Peredo Rivera ya derivaron en la apertura de carpetas de investigación por parte de la PGR, donde se también se investigan delitos asociados a la corrupción y al mal desempeño de sus funciones en las aduanas.

Por ejemplo, la PGR cuenta con la carpeta FED/MICH/LAZ/0001417/2018 –con número de oficio AYD-LAZ-7655/2018 –signado por el agente del Ministerio Público Federal y Determinación de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Pese a la indagatoria, el funcionario del SAT ahí sigue disfrutando de sus negocios, sus ganancias y la descarada impunidad que lo cobija. Así es el sexenio de Enrique Peña, el descaro absoluto, por decir lo menos.

Todo esto y más ocurre en el SAT. Y ante ese escenario corrupto llama la atención que en varias entidades del país las plazas de administradores centrales de auditoría se reparten entre amigos, compadres, cómplices y  muchas veces los nuevos funcionarios de esas áreas ni siquiera han hecho carrera en el SAT y ni siquiera cuentan con una carrera universitaria. Basta que sean amigos del amigo, hijos del amigo de un alto funcionario y con eso es suficiente para alcanzar una plaza en el SAT, obtener una administración de auditoría en cualquier oficina del país.

En la ciudad de Veracruz, por ejemplo, existe un caso penoso y no menos lamentable. Un empleado del SAT con las mejores calificaciones y reconocimientos se dio a la tarea, hace cuatro años, de buscar una oportunidad para ascender al puesto de administrador central de auditoría.

Tocó  la puerta del SAT a nivel federal y recibió portazos y silencios. A lo largo de la última década ha visto desfilar a jóvenes sin experiencia, que ni siquiera se han formado en el SAT, que con toda la facilidad del mundo son recomendados para esos cargos a través de diputados y senadores.

Este funcionario veracruzano recurrió al entonces senador José Yunes Zorrilla, actual candidato del PRI al gobierno de Veracruz, cuando era senador de la República y encargado de la Comisión de Hacienda. Tenía confianza en él. Le llevó su currículo, su historial laboral y le pidió, firme la palabra:

–Ayúdame, Pepe, a lograr mi sueño profesional. Tengo las mejores credenciales en el SAT, la experiencia y el conocimiento. Quiero ser administrador de Auditoría Fiscal en Veracruz.

Yunes Zorrilla  se comprometió a gestionar su ascenso. Lo citó más de diez veces en su oficina del Senado, siempre con la promesa por delante: “Si, te voy ayudar, cuenta con ello, yo hablo con el jefe del SAT, no te preocupes…

Así han pasado casi cuatro años y la promesa del senador y actual candidato del PRI no se cumplió. Simplemente Yunes Zorrilla mintió, engañó y le dio largas al asunto, muy al estilo de prometer pero no cumplir. De igual forma actuaron sus allegados, títeres con sueldo.

El funcionario del SAT todavía tiene esperanzas de que Pepe Yunes, el candidato del PRI, cumpla su palabra. De vez en cuando lo aborda durante sus giras como candidato y le promete lo mismo: “Ya casi está tu asunto, estoy haciendo la gestión, te espero aquí, te espero allá, vete a la ciudad de México…”

–¿Y usted le cree a Yunes Zorrilla? –se le pregunta.

–Me ha fallado.

–Le cree? –se le insiste.

–Ya no se qué pensar. Aquí sólo veo desfilar a personas a sus nuevos cargos, ordenados por el jefe del SAT, mientras yo sigo esperando que alguien cumpla su palabra.

Yunes, dice, ya no contesta ni los mensajes, menos cumplirá su palabra. Así es el candidato del PRI en Veracruz.

Se asegura que en Veracruz el candidato José Yunes está perdido en el limbo: a menudo suspende sus giras, deja plantada a la gente en los mítines de campaña. Su palabra, sin fuerza, se hunde en la mentira y en el descredito.

Por otra parte, se asegura que Yunes Zorrilla ya pactó su derrota en Veracruz, aunque él lo niega y asegura que ganará el 1 de julio. Nadie le cree. Muchos priistas que se enriquecieron de forma descomunal en el duartismo abandonaron al PRI y se sumaron a la causa azul para llevar a Miguel Ángel Yunes Márquez a la gubernatura de Veracruz.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
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