La escritora y periodista peruana, residente en Madrid, publica Dicen de mí (Esto no es Berlín), entrevistas con personas trascendentes de su vida: su marido, la madre de su hijo, su antigua psicóloga o el exnovio que la maltrató. «No se nos permite ser escritoras regulares, solo excepcionales o vendedoras. Isabel Allende produce basura pero Pérez Reverte la gran novela de aventura. Me di cuenta de que que yo fuera la única en la foto decía: ¿y las demás?»
Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo/eldiario.es).- «¿Por qué no empezar por mí misma, que es lo que tengo más a mano?». Gabriela Wiener cita a Phillip Lopate para explicar su nuevo libro, Dicen de mí, escrito desde el lugar que es origen y objeto principal de su producción: el cuerpo. «La búsqueda siempre es la misma: indagar en los límites interiores de las personas, nuestros miedos y neurosis», prosigue.
Este es un libro que pocos autores podrían afrontar. Lo conforman una serie de entrevistas sobre ella misma a personas trascendentales de su vida: su marido, la madre de su hijo, su propia madre, la que fuera su terapeuta hace 20 años, su vecino de la infancia, algún amante, su tótem Leila Guerriero o el novio que le reventó la nariz de un puñetazo («la entrevista imposible»).
Ella, que es mujer, feminista, periodista, escritora, chola, inmigrante, vértice de una familia que formaron entre un padre y dos madres, invitada a eventos en los que posa al lado de Vargas Llosa rompiendo con la foto y, ante todo, libre, lo saca adelante exitosamente. Aunque de los cara a caras salgan «cosas que no quiero oír. Aunque me duela». Publicado primero en Perú, llega a España, donde Wiener reside desde hace años, a tiempo y de la mano de la editorial Esto no es Berlín.
–Una de las cosas que dice tu madre de ti es que uno de los motivos por los que eres como eres es que no tuviste la idea que sí se inculcó a su generación de que una mujer no debe ser protagonista. ¿Hemos roto esa barrera o crees que es algo más implícito de ti y a tus compañeras todavía les cuesta levantar la voz sobre todo sobre sí mismas?
–¿Cómo no estar de acuerdo? Si nos atenemos a la historia, la mayoría de las militantes de izquierda fueron relegadas por sus propios compañeros de lucha a roles subordinados o accesorios. Para serte sincera no recuerdo a mi propia madre en ninguno de estos roles secundarios en su etapa más intensa de militancia política, pero entiendo que para muchas compañeras fue así. Aún lo vivimos, aun se intenta perpetuar ciertos roles, seguir esa inercia. Lo que más rabia me da es que muchas no se atreven o desisten porque tienen tanto en contra, porque desde nuestro lugar todo es el doble de difícil, porque los mensajes que nos mandan y nos mandamos a nosotras mismas son la mayor parte del tiempo negativos, porque el medio está diseñado al detalle para enseñar a las mujeres a desconfiar de sus capacidades, en lugar de a celebrarnos. Pero creo que hemos logrado cortar una de las cabezas de esa hidra que es el machismo. Y salen otras y saldrán, pero hemos empezado a cortar cabezas (de hidra) y seguiremos.
–El libro concluye con una entrevista que no pudiste realizar al novio que, como cuentas, te reventó la nariz de un puñetazo. Reconoces que hubo quien te recomendó que no lo publicaras porque al describir tu relación tóxica con él podría juzgarse que estabas justificándolo. ¿Existe un feminismo que evita tratar estas cuestiones incómodas? La violencia de género que no se limita a la idea estereotípica, los estudios que buscan causas por las que los hombres matan…
–No, creo que el feminismo más bien se dedica siempre a tratar cuestiones incómodas. La pregunta en realidad es quién se incomoda con según que cosas. Resultaría graciosa –casi hilarante si no causara muertes– la reacción de algunos hombres que pretenden “entender” el feminismo o que se ven a sí mismos como aliados pero a los que se les huele la incomodidad a leguas. No pueden estar bien, algo les pica y no saben dónde rascarse. Y mientras sigan sin saberlo van a sufrir, lamentablemente. Las feministas hemos dejado ya el diálogo comprensivo con el macho. Lo habrás escuchado mucho últimamente, la verdad es que estamos aburridas de tener que explicar lo evidente. Ya no más.
–Algo que dice Jaime, tu marido, es que ser peruano y machista es casi una redundancia, ¿ser español y machista es casi una redundancia también? ¿has encontrado diferencias entre los dos países?
–Sí, es una redundancia. Casi te diría que hoy por hoy ser humano y ser machista es una redundancia, porque el machismo es el medio ambiente en el que todos y todas respiramos hasta ahora. La hemos cagado, hemos creado un medio ambiente tóxico. El feminismo es como la ecología, intenta que entendamos que esto se tiene que acabar ya, ahora, urgentemente.
–Has roto muchos tabúes: has hablado en primera persona sobre sexo, sobre fantasías sexuales, aborto, violación, poliamor, crianza alternativa, violencia de género, porno, el amor romántico. Recuerdo de entre todo la virulencia con la que se respondió desde algunos feminismos a tu columna Hola, puta, en la que defendías derechos para trabajadoras sexuales citando a Georgina Orellano y contando tu propia experiencia. ¿Llegará un día en el que el feminismo pueda dialogar calmadamente sobre este asunto o en el que se alcance un consenso?
–Estoy segura de que ese día llegará. De hecho veo cómo el debate se vuelve hostil entre las posturas más extremas, ni siquiera diría extremas, sino alejadas, especialmente en la esfera pública. Sin embargo, entre compañeras todas dudamos, todas vemos las contradicciones de ambas posturas, y aún discrepando nunca cara a cara hay tanta virulencia. Es un tema sensible que de alguna manera hace vibrar ciertas fibras que no sé explicar muy bien. Con esto no me voy a poner equidistante ni a relativizar una problemática que es evidente nos divide a nivel teórico. Pero creo que si este tema produce tanto debate, tanta disparidad de posturas dentro del feminismo, es sin duda porque hay mucho que pensar en torno a él. El trabajo sexual y la trata apelan directamente a cuestiones que están en la base conceptual de nuestro feminismo: como el derecho sobre nuestros cuerpos, a quién pertenecen –ya sea velada o explícitamente–, la economía desde el punto de vista de las mujeres, la moral sexual, la violencia en muchos casos, el apropiamiento de las posiciones de subalternidad para convertirlas en posiciones empoderantes… hay múltiples capas sobre las que es difícil establecer una generalización normativa y sobre todo, hay personas tras esas capas, casos, vidas… Creo que todas podemos estar de acuerdo en que no estamos a favor de la mercantilización del cuerpo de las mujeres. Quizá yo sea una especie de abolicionista a largo plazo, pero no puedo desoír a las compañeras que piden derechos laborales y mejores condiciones de vida, y sobre todo no puedo usurpar sus voces en un asunto que les concierne sobre todo a ellas. Entiendo que esto es difícil de entender, pero el tema en sí no es simple. No podemos pensarlo solo con la cabeza. De todas maneras es un tema sobre el cuerpo, que lo atraviesa, y por eso resulta tan difícil pensarlo y llegar en esos términos a un supuesto consenso.
–Muchas mujeres, abusadas o no, se reconocieron en tu columna El sexo de las supervivientes, ¿cómo viviste aquello?
–Lo viví conmovida, ya que hace tiempo hemos comprendido que aunque muchas cosas no están dichas se sabe que están ahí, en nuestras historias de vida, en nuestras experiencias como mujeres en el sentido más amplio posible del término (todas las que no somos cishombres adultos blancos). Lo viví con la tristeza del todo por hacer, con la solidaridad, con la esperanza de ver la ventana que se abre después de años de estar cerrada.
–Más allá del #Cuéntalo, ¿existe una cabeza por abrir en cuanto a nuestras fantasías sexuales y experiencias que construyen nuestra sexualidad que necesitamos para entendernos colectivamente?
–Existe esa cabeza. Pero se ha impuesto tanto silencio, esa sabiduría del cuerpo tanto tiempo silenciada es tal que tenemos una cabeza por delante en lo que respecta a nuestra sexualidad y a las violencias que la constituyen. Cada silencio es un melón, #cuéntalo abrió uno bien gordo, del que se deriva éste y así podría seguir. Nuestras fantasías y en general nuestra vivencia de la sexualidad se fundan en aprendizajes y experiencias que es necesario poner en común y si es necesario desaprender. Entendernos colectivamente es saludable e inevitablemente político.
–Sobre el famoso chalé de Iglesias y Montero: ¿cómo vive una mujer con un concepto de familia alternativo que el país y la política se haya paralizado por una polémica así?
–El problema no es que alguien desee algo así. Lo que pone de manifiesto la polémica es que a día de hoy conseguirlo es un privilegio y no un derecho. Lo más grave de este tema es que pone la puntilla a años de conflictividad social con el tema de la vivienda. No te hablo de un chalet con piscina, te hablo del derecho a una vivienda digna y a una vida digna en general. Es un derecho tan alienado por estos años de crisis, que a ojos de la opinión pública se desvela con claridad que el partido de izquierda más importante del país no está representando a la gente en realidad. Es una cuestión simbólica, si quieres. ¿Pero de qué otra cosa podría sostenerse la izquierda hoy en día? Puede haber proyecto y puede haber voluntad de llevarlo a cabo, pero con el ataque tan virulento de la derecha neoliberal necesitamos más que nunca referentes, y sólidos, que demuestren que efectivamente las cosas pueden ser distintas, que se puede vivir con dignidad y que lo que es un derecho no puede estar reservado a unos pocos. En ese sentido que sean una familia normativa es otro símbolo que quizá me puede rechinar a mí y a unas cuantas más, pero no creo que sea lo que le preocupa a la ciudadanía en general.
–¿Revela la estructura familiar una estructura ética y filosófica? ¿Cuánto dice de un país esta polémica?
–Por supuesto que pone de manifiesto una filosofía de vida, que pasa por la familia tradicional hetero y que pasa por la casa en propiedad y que, en tanto proyecto político, pasa por lo que siempre fue, un proyecto reformista para mejorar ciertas condiciones básicas de vida, no una transformación profunda de la sociedad o un cambio de conciencia. Pero la revolución no pasa por el Congreso de los Diputados. La revolución empieza en tu salón, si es que tienes la suerte de tenerlo y en la calle, que es donde te encuentras con tus vecinos.
–En apariencia estás atravesada sobre todo por dos realidades: ser mujer y ser chola. Eres una de las mejores escritoras de Latinoamérica, estás dentro del círculo de escritores de Perú, te incluyen en sus actos pero no cobras como ellos y como decías en la revista de eldiario.es a veces parece que seas un adorno o cuota, ¿sientes que te obliga esto a ser más prolífica, a demostrar más?
–Claro que sí. No se nos permite ser escritoras regulares, solo excepcionales o vendedoras. Isabel Allende produce basura pero Pérez Reverte la gran novela de aventura. Durante mucho tiempo el rachismo me pegó para abajo (el racismo más el machismo) y a veces pienso que me construí como escritora con mucha voluntad y ambición para borrar esos días de mi cabeza. Logré colocarme, tuve el privilegio de que muchos compañeros se fijaron en mí y me apoyaron, me auparon, escribieron sobre mí, me dieron trabajo, me elogiaron, me recomendaron. Gracias a ellos estoy donde estoy y eso es bueno para mí pero una putada para las mujeres en general que la realidad sea que sin contactos hombres es muy difícil avanzar, si no te tocan con su varita nada, si no te pone estrellitas el crítico así en masculino te quedas por el camino. No ha sido fácil ser una escritora chola, ni una escritora que también trabaja como periodista o que practica un híbrido que no saben dónde poner, ni ha sido fácil centrar mi escritura en el cuerpo porque eso es “femenino” y “cansino”, pero seguí peleando. Una vez me di cuenta de que el hecho de que yo fuera la única mujer en la foto o en la mesa no tenía que ver con que yo fuera una de las mejores, lo que decía esa foto es: ¿dónde están las demás? ¿debería seguir ocupando este lugar, ser esta cuota, para que el sistema se sienta bien con su consciencia mientras el resto sigue siendo invisible? Creo que muchas compañeras escritoras estamos en esto de aplicar el feminismo a nuestro trabajo literario. A nuestras vidas en general. Siento que somos mejores compañeras que nunca.
–¿Cómo crees que hubieses vivido esta explosión feminista y de romper el silencio si te hubiese pillado con 15 años, con 20? ¿qué le dirías desde ahora a la Gabriela de esa edad?
–Creo que me hubiera ahorrado a unos cuantos tontos. Le diría que salga corriendo de ahí.