Tomás Calvillo Unna
23/05/2018 - 12:00 am
¿Quien ganó el debate, y la otra batalla…?
Indudablemente, el humor de miles, proveniente de esa cultura con un instinto terapéutico, herencia arraigada, ajena al escepticismo filosófico y cercana a la experiencia de la sobrevivencia misma. Es el humor, una manera de resistir entre el instinto y la intuición, parte de la osadía natural de quien se compromete a la erosión permanente de cualquier representación, en particular la política.
“Si quieres entender los memes
Ve primero el debate”
Anónimo
Indudablemente, el humor de miles, proveniente de esa cultura con un instinto terapéutico, herencia arraigada, ajena al escepticismo filosófico y cercana a la experiencia de la sobrevivencia misma. Es el humor, una manera de resistir entre el instinto y la intuición, parte de la osadía natural de quien se compromete a la erosión permanente de cualquier representación, en particular la política.
El humor nos permite participar, ciertamente sin ninguna responsabilidad; es un bajorrelieve sociológico que expresa las superficies y honduras de la cotidianidad, donde la tensión permanente, las presiones, urgencias, responsabilidades, obligaciones y demás, incluyendo nuestras pretensiones, se borran y se descargan en una imagen, en una frase. Su creatividad es semejante a la poesía por la velocidad de su metáfora, adherida en su caso a la risa y al dominio del desparpajo.
El instinto de AMLO lo sabe, frente al discurso del experto, del mercader, y del llanero solitario, él se sienta en la esquina con los cuates y responde con el Tarot de los Apodos, sin prisa ya, es decir, sin precipitación.
En ese crujir de los personajes se recrudece la batalla política en su inevitable polarización, pero mantiene aún su atmósfera festiva como la evidencia de una fe, a sabiendas todos que la tragedia acecha.
En la redes se compite, las calumnias son válidas si se arropan en el humor, si son bombas molotov de bromas; hirientes y descaradas, y a veces sutiles y profundas, hasta desenmascarar la seriedad y convertir los salones y áreas VIP en un lugar común y de los comunes.
La producción y definición del espectáculo ya no está en las televisoras, y a pesar del esfuerzo profesional de los comunicadores, se trastocan los sets y sus escenarios de análisis. En las mesas de los expertos y expertas, se desmantelan sus argumentos, para trasladar todo el inmobiliario físico e intelectual a la calle, donde emergen los circuitos electrónicos que reducen los discursos y asumen la imagen, los gestos, la distorsión, para impedir cualquier pedestal retórico.
Los afamados memes pueden fulminar en segundos las sesudas y brillantes lecturas de lo sucedido entre los candidatos; la narración está en el humor colectivo, no solo en las cifras, números y planes del futuro.
El autor anónimo navega a toda velocidad de un puerto a otro, llevando su mercancía, la multiplica y se multiplican sus pares que viajan con otras banderas en sentido contrario; todos realizan la misma tarea de aliviar el peso brutal de un sistema político estrujado por su violencia inherente, en el mar cibernético donde abrevan millones su esperanza convertida en risa, en carcajada, que desnuda a los protagonistas.
La exposición inmediata permite moldear y hacer de la naturaleza una fantasía. Las apps ajustan la realidad y reinventan sus posibilidades logrando transfusiones de sangre para gestar nuevos héroes y villanos.
Los candidatos representan valores y adalides, miserias y enemigos. Y en esas viñetas virtuales de segundos, minutos y horas, los autores apuntan a sus talentos e impulsos para poder vibrar con el entorno en esa emotividad prensada a una mítica electrónica; los electores deciden, y todo apunta a que ya decidieron.
El dolor se transfiere en diversión, la maledicencia se sublima con el acierto de un giro verbal, de una analogía lingüística, de una semejanza visual; es la hermandad del desfogue, sostenida en una máxima callejera: “bájale de huevos”.
Tal vez ahí esté la clave de estas elecciones, para quién busque triunfar en medio de toda la maquinaria económica política conocida y no tan conocida; entender, contemporizar y representar esa frase que busca algo muy simple: igualar.
Pd. Los entretelones, más allá de los debates, dejan entrever otra batalla con tintes épicos, que a manera de un duelo clásico, (se encarna en dos figuras) significa el fin de un ciclo que inició con el presidente De la Madrid y se catapultó con el sexenio de Salinas.
Este ritmo de la historia que pretende ignorarse, advierte del enfrentamiento decisivo entre el ex presidente Carlos Salinas De Gortari y el candidato más firme Andrés Manuel López Obrador.
La contienda recrudecida día a día se focaliza en esa confrontación; Los Castigos Ejemplares, atribuidos al presidente Benito Juárez, están redactados en el guion de AMLO, en la certeza de que su ejemplo será determinante para reducir la corrupción y reencontrar el sendero de la nación; difícil pensar que el ex presidente Salinas ignore lo que implica todo ello, para él y los suyos.
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