Noé Antonio Méndez desapareció hace casi ocho años cuando fue a visitar a su novia a Torreón, Coahuila. La forma y los motivos de su desaparición no están claros.
Ana Luisa Romo Díaz, su madre, lo buscó apenas no supo de él. Acudió ante autoridades que la revictimizaron y se sumió en una depresión por cuatro años, en los que abusó de antidepresivos para poderse «desconectar de todo”. Luego, intentó recuperarse y se topó de nueva cuenta con la indolencia de encargados de procurar justicia, quienes le reclamaron que no buscara a su hijo mayor en el lapso en que enfermó. Y recayó nuevamente.
Las autoridades no buscaron al joven y archivaron el caso, pero la madre ha retomado fuerzas de nuevo: se unió a la Asociación Internacional de Búsqueda de Desaparecidos en México (ASINBUDESMX), comenzó a presionar a las autoridades para que empiecen a investigar la desaparición y no pierde la esperanza de hallar a Noé Antonio.
Ciudad de México, 9 de mayo (SinEmbargo).- Noé Antonio Méndez Romo fue visto por última vez cuando iba a visitar a su novia en Torreón, Coahuila. Ya pasaron casi ocho años y aún no hay rastro de él.
Ana Luisa Romo Díaz, su madre, ha superado la depresión que la mantenía bajo medicamentos y ahora lo busca por todo el país. La señora Romo formó parte del contingente de familiares de víctimas de la inseguridad que desde Coahuila vinieron a la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el centro de la Ciudad de México, para la presentación del informe «Corrupción que mata».
El trabajo realizado por la organización internacional Open Society y grupos civiles mexicanos es contundente: México necesita urgentemente de ayuda internacional para superar su crisis de corrupción que incentiva la impunidad de los crímenes que sacuden al país.
La desaparición de Noé Antonio Méndez Romo es un retrato vivo del demoledor estudio. Su madre ha reconstruido la la desaparición de su hijo con sus propios medios, ha padecido la inacción y revictimización por parte de las autoridades y sigue en búsqueda de una respuesta.
Noé Antonio Méndez Romo tenía 18 años. Es alto y corpulento. Vivía en Durango, en los límites con Coahuila. Era desempleado, poco tiempo antes de su desaparición había renunciado a su trabajo en la Plaza Galerías.
Fue la mañana del 27 de junio de 2010 cuando el apenas adulto acudió a jugar. Regresó al medio día, se arregló y entre las 5:00 o 5:30 de la tarde salió de nuevo de su casa para ir a ver a su novia al municipio de Torreón, Coahuila.
El viaje en camión desde su hogar al de su pareja le llevaba alrededor de 45 minutos.
«Mami, ya voy para allá. Te aviso cuando vaya llegando», escribió Noé a su madre a las 9:27 de la noche de ese domingo.
«Desde ahí hasta la fecha sigo esperando su siguiente mensaje, su siguiente llamada. Han sido ocho años terribles para mí, en los que no encuentras consuelo, no ves transcurrir los días”, explica la señora Ana Luisa tras escuchar el informe que aborda las desapariciones y el contubernio del Gobierno de Coahuila con Los Zetas en los últimos años.
Noé tenía la costumbre de avisar cuando salía de casa y cuando estaba por llegar. Ya había transcurrido casi una hora de su partida y no se había reportado. Extrañada, Ana Luisa le marcó, y el buzón de voz fue su única respuesta.
Cerca de las 11 de la noche, Ana Luisa recibió una llamada. Era la novia de Noé, quien preguntaba si él ya había llegado. La madre le respondió que aún no.
–Ahorita le vuelvo a marcar –, recuerda la señora Romo Díaz que le contestó la chica.
Pasaron cerca de 15 minutos cuando la menor volvió a telefonear y le notificó a la madre que recibió una llamada desde el celular de Noé y que, entre groserías, le preguntaron «quién era», «que qué quería».
“Ella me dijo que era una voz de hombre”. Luego colgó, rememora.
Otros 10 ó 15 minutos transcurrieron y la menor nuevamente marcó. En esta ocasión le avisó que iba rumbo a su casa, pero la chica no llegó hasta el siguiente día.
Ana Luisa marcó a sus familiares para saber si el joven había pernoctado con alguno de ellos pero la respuesta fue negativa.
La familia salió a las calles a buscarlo, preguntaron por él en los camiones que correspondían a la ruta que habitualmente usaba. A la Cruz Roja, hospitales, separos de la policía se extendió la búsqueda. No había rastro de su hijo mayor.
Ya en su vivienda, narra Ana Luisa, la novia le comentó acerca de una tercera llamada en la que aseguró escuchar gritar a Noé «que él no tenía la culpa», «que él no era» y «que lo dejaran irse».
Ana Luisa no cree en la versión que le dio la pareja de su hijo. “Mi pregunta es: ¿por qué a ella [le marcaron]? y no a mí. No es lógico que ella recibiera llamadas que eran para mí”.
A los 15 días, la novia de Noé cambió de celular y se cambió de casa argumentando que estaba bajo amenaza. Las dudas de Ana Luisa se acumulan: «¿Por qué amenazarla a ella y no a mí?
«TIENE CARA DE MALO»
Ana Luisa acudió a las autoridades al siguiente día.
«El judicial que en ese momento me atendió me dice. ‘Que a qué iba’. Yo le respondí que quería saber si mi hijo estaba ahí porque no lo hallaba. El servidor publico sí me trató mal con la punta del pie y, casi como burla, me dice: ‘¿Trae fotografía?'».
María Luisa sostiene que el funcionario se le arrebató la imagen. Y la sometió a una serie de preguntas y respuestas que jamás ha podido olvidar:
–¿Cuantos años tiene?
–18.
–¿Y cuánto mide?
–1.70, 1.80, no recuerdo bien.
–¿Y cuánto pesa?
–80 kilos.
–¡Ay, señora!, pues para eso se lo llevaron, se lo llevaron para trabajar –, dijo el funcionario mientras veía la foto–. Y todavía tiene cara de malo.
Ana Luisa caminaba tras él cuando el funcionario matizó: «Bueno, tiene cara de malo, pero tiene una mirada muy noble».
Siete días después –en los que guardó la esperanza que su hijo regresara– Ana Luisa interpuso la denuncia. Desde entonces, dice, solo ha escuchado el mismo discurso de parte de las autoridades: Noé se fue por su propia cuenta.
“Como mamá, uno conoce a sus hijos y él no hubiera sido capaz de irse sin avisarnos”, dice Ana Luisa. “De allá para acá es lo mismo: ‘No hay nada’, ‘no se sabe nada’”.
El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas reporta que en Coahuila hay un total de mil 666 de desaparecidos. Sin embargo, las organizaciones civiles Fuundec, y Fray Juan de Larios, reportan más de mil 963 desaparecidos.
En el Foro Nacional para la Implementación de la Ley General de Desaparición Forzada, realizado en marzo pasado en Saltillo, la Fiscalía Especializada en temas de Desaparecidos reconoció que solo 28 ministerios públicos trabajan para coordinar acciones de localización en las cinco regiones en que se divide el estado.
EVADIR EL DOLOR
Ana Luisa ha tenido que soportar ser juzgada por las autoridades por no dedicarse de lleno a buscar a su hijo tras la desaparición. El dolor la paralizó por años.
“Yo me medicaba. Abusaba de mi mismo medicamento. La tristeza me tumbaba, así era de quererme desconectar de todo”, explica la mujer. «Yo caminaba en el viento, por lo mismo que abusaba de mi medicamento, era todo el tiempo estar ingiriendo antidepresivo, para dormir. Yo me los tomaba para no reaccionar”.
Ana Luisa cuenta que duró así durante cuatro años y que cuando intentó dejar los fármacos acudió a la Fiscalía de Lerdo, Durango. «La persona que estaba en ese momento, me dijo que el expediente de mi hijo no existía que porque eran muchos años de que se dejó en blanco […]. Esa persona me recomendó que regresara en 15 días para ver qué novedades tenía. En 15 días yo regresé y me dijo lo mismo: ‘aún no tengo nada, están en una bodega’”.
Ana Luisa recayó anímicamente y así duró otro cuatro años, pero en diciembre del año pasado decidió «no dejarse caer» y reiniciar la búsqueda intensa de su hijo.
Regresó a la dependencia encargada de procurar justicia y le dijeron lo mismo: «Que no había expediente, que estaba en una bodega insalubre». Pero esta vez una funcionaria de la Fiscalía de Lerdo le explicó que no tenían el expediente físico, y le ayudó a recopilar información que tenían en electrónico.
Ana Luisa decidió también unirse a la caravana internacional de víctimas que empezó el 2 de marzo de este año, y fue «lo que le dio más fuerzas».
La denuncia y la investigación está estancada y radicada en Lerdo, pues cuando trató de interponerla en Coahuila, no se lo permitieron porque Noé vivía en Durango.
Ahora que retomó la búsqueda ya solicitó la colaboración de Coahuila, pero aún no ha llegado. Explica que su intención es que la novia de su hijo declaré su versión sobre las supuestas llamadas que recibió para que la autoridad de Durango se declare incompetente y la de Coahuila tome la indagatoria.
«Mi caso está en el Limbo. Es muy pesado, es un peregrinar porque no te hacen caso para nada […] y además te juzgan. Un ministerio público me preguntó que por qué en 8 años no hice nada, le dije: ‘estuve mal salud’”, señala.