En ElDiario.es rebaten el mito de que el agua debe mantenerse alejada de las comidas, pues no solo no engorda sino que incluso puede ayudar a adelgazar.
Jordi Sabaté
Ciudad de México, 20 de abril (SinEmbargo).– La Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de España publicó La Guía de Alimentación y Salud en la cual, hace polémicas aserciones a cuento de los mitos sobre el agua del grifo. En uno de los párrafos asegura que «si consumimos agua en grandes cantidades durante o después de las comidas, disminuimos el grado de acidez en el estómago al diluir los jugos gástricos. Esto puede provocar que las enzimas que requieren un determinado grado de acidez para actuar queden inactivas y la digestión se ralentice».
«Las enzimas que no dejan de actuar por el descenso de la acidez pierden eficacia al quedar diluidas. Si las bebidas que tomamos con las comidas están frías, la temperatura del estómago disminuye y la digestión se ralentiza aún más», prosigue el texto, que remata con la siguiente recomendación: «como norma general, debemos beber en los intervalos entre comidas, entre dos horas después de comer y media hora antes de la siguiente comida».
¿Es esto cierto? ¿Es malo beber agua durante las comidas? ¿Retiene líquidos? Y se podría añadir: ¿engorda beber agua durante las comidas? De este modo resumiríamos todos los mitos que se han alimentado sobre la separación del agua respecto a los alimentos. Pero la realidad va por otro lado y no solo no es malo beber agua durante la comida sino que en algunos casos incluso se recomienda.
AGUA Y DIETAS
Algunas personas creen en las dietas disociadas para no engordar, según las cuáles se pueden comer todo tipo de alimentos pero procurando no mezclar los que se digieren a distinto pH, lo que implica por ejemplo no cruzar hidratos de carbono con proteínas o con agua. Se trata de regímenes con muy poco fundamento científico y mucho mito a los que no hay que hacer caso.
Por ejemplo, cuando desaconsejan el beber agua mientras se comen carbohidratos bajo la premisa de que diluimos los ácidos gástricos, la concentración de enzimas y alteramos el pH estomacal, ocurre exactamente lo contrario de lo que pronostican. En efecto, la digestión de los hidratos puede ser menos ineficiente, pero ello abunda en su menor aprovechamiento y por tanto reduce su poder calórico, ya que no son absorbidos intestinalmente. Es decir, que precisamente lo que no engordaría es beber agua durante la ingesta de hidratos.
En este sentido también ayuda el hecho de que el agua sacia y por lo tanto quita la sensación de ansiedad y hambre, haciendo que comamos menos. Por otro lado, si los hidratos se acompañan de fibra vegetal, el efecto saciante se dobla al hincharse la fibra, pero también porque la misma es más eficaz a la hora de capturar los azúcares en su interior, impidiendo que pasen al torrente sanguíneo e incluso que sean absorbidos a nivel intestinal. Es decir que rebajamos el índice glucémico de los hidratos.
AGUA Y RETENCIÓN DE LÍQUIDOS
Otro mito es el de que el agua aumenta la retención de líquidos y nos hincha. Lo que sucede es precisamente todo lo contrario: el agua actúa como diurético, mejorando la función renal al diluir las concentraciones de toxinas que tiene que gestionar el riñón y asegurando que tendremos una efectiva depuración mediante la orina. En otras palabras, ayuda perder líquidos.
Pero además diluye las concentraciones de sal en las comidas, evitando picos de tensión arterial a la vez que atenúa el efecto de la retención de líquidos propio de los excesos de sal. Y lo mismo sucede si durante la comida tomamos alcohol: la combinación con agua reducirá el grado alcohólico y facilitará la labor del hígado de transformar el alcohol en acetaldehído y finalmente en acetato. Este hecho también incide un mayor efecto diurético.
¿Y LO QUE DICE LA GUÍA?
Respecto a lo que dice la guía de la UNED, sin dejar de ser cierto es una exageración. No se puede negar que una mayor entrada de agua en la ingesta diluye las concentraciones, pero esto no tiene por qué ser necesariamente malo ni alterar el proceso digestivo, ya que el rango de pH en el que actúan las enzimas y los ácidos es amplio. Además, el cuerpo puede fabricar más si se demandan.
Y lo mismo ocurre con la temperatura del agua: muy fría tendría que ser para que alterara el proceso digestivo de forma significativa, ya que durante la ingesta y la digestión subimos la temperatura corporal, de modo que neutralizamos la temperatura del agua con eficiencia, pues el cuerpo está preparado para responder. La temperatura del agua no altera la digestión a no ser que sea por el fenómeno llamado hidrocución.
Para terminar, respecto a si es mejor beber antes o tras las comidas, como recomienda la Guía de Alimentación y Salud de la UNED, la respuesta es que depende de lo que nos pida el cuerpo. No hay una norma fija y todo dependerá del tipo de comidas y, desde luego, de si tenemos sed.