Recientes acontecimientos en Europa Oriental muestran un aumento en la retórica antisemita en países miembros de la Unión Europea como Bulgaria.
Por Filip Stojanovski
Bulgaria se unió a la Segunda Guerra Mundial del lado de la Alemania nazi y perpetró el Holocausto de judíos de Macedonia y el norte de Grecia en 1943. Sin embargo, las autoridades pro-fascistas enfrentaron dificultades para exterminar al resto de la población judía, que se salvó en gran parte por las fuerzas internas pro-democráticas de la Iglesia ortodoxa búlgara. El 9 de septiembre de 1944, después de que el Ejército Rojo ocupó el país, Bulgaria cambió su Gobierno y pasó a apoyar a los Aliados.
El intento de explotar el grafiti antisemita con fines de propaganda y presentar a la URSS como la salvadora de los judíos búlgaros tuvo como resultado oposición del portavoz del Ministerio del Exterior búlgaro, el Comité Judío Estadounidense y otros medios y blogueros influyentes.
Sin embargo, un aspecto preocupante que resulta del debate fue que, como el graffiti había aparecido en monumentos soviéticos, los partidos políticos de derecha en Bulgaria dieron “pase libre” al antisemitismo con el argumento de que oponerse al comunismo es más importante.
UNA CADENA DE INCIDENTES RECIENTES
Este no es el primer ejemplo de graffiti antisemita en Bulgaria. En una visita a Bulgaria en 2016, la música y escritora Rachel Susser, que vive en el Reino Unido, anotó:
«Empecé a contar las esvásticas en algún momento en diciembre. La mayor parte de los días veía al menos una, pero por lo general había más. Había dos entre mi departamento y mi panadería favorita y cuatro en el camino a mi clase de danza. Más de cinco eran visibles por la ventana del bus en el recorrido entre Sofía y Plovdiv [N. del T: la distancia es de unos 145 kilómetros]. Once en las primeras dos horas hacia el norte por el paso de montaña hacia Veliko Tarnovo. Hay otros símbolos neonazis, de supremacistas blancos y ultranacionalistas también».
En 2017, Adela Peeva dirigió un documental titulado Larga vida a Bulgaria sobre el auge del nacionalismo en ciudades más pequeñas en el país. En una entrevista con la televisión pública búlgara, explicó que lo que vio eran fuertes opiniones nacionalistas entre esas poblaciones, combinado con antisemitismo y odio a la población romaní. Se puede ver un ejemplo en las escenas iniciales del documental, incluido este avance, donde un escolar afirma: “El feriado nacional no es para extranjeros ni para gitanos”.
En octubre de 2017, el crítico literario búlgaro Dimitar Kambourov fue acusado por varias destacadas figuras, y al menos una organización judía, de usar discurso antisemita en su reseña del documental Angel Wagenstein – El arte es un arma, sobre la vida del guionista Angel Wagenstein, que incluía su paso por una brigada judía en Bulgaria durante la guerra. Después de la acusación, el portal “Kultura” (Culture) eliminó la reseña de Kambourov, con una disculpa del editor en jefe. el medio Liberal Review publicó una historia donde el autor decía que Kambourov ha escrito antes otros textos racistas.
Como el graffiti de noviembre, donde el anticomunismo se usó como excusa para el antisemitismo, la acalorada discusión en torno a la reseña también se centró en el hecho de que se presentó a través de un punto de vista anticomunista.
En 1943, se detuvo la deportación de 48,000 judíos de Bulgaria, después de que 11,343 personas ya habían sido expulsadas de los territorios ocupados en el norte de Grecia y Macedonia. En febrero de 2018, extremistas búlgaros de derecha siguieron rindiendo homenaje a la memoria de unos de los impulsores del Holocausto (asesinado por combatientes antinazis en 1943), con un desfile en el centro de Sofía, la capital.
UNA TENDENCIA REGIONAL
Veni Markovski, activista digital antifascista en Bulgaria, dijo a Global Voices:
Traducción Cita original
El resultado de lo anterior es una clara señal de que se necesita más trabajo educativo y se puede esperar que Bulgaria asuma el liderazgo y enfrente el antisemitismo.
No está solo en advertir sobre la necesidad de hacer algo sobre el antisemitismo. Activistas de ls sociedad civil de Europa Central y Oriental han hecho sonar la alarma sobre el cada vez más evalentonado discurso de odio contra los judíos y de disculpas a los perpetradores del Holocausto, y también sobre los peligros de permitir que quede impune.
Por ejemplo, el 13 de noviembre, en una marcha de nacionalistas de extrema derecha en Varsovia por el aniversario de la independencia de Polonia, se oyeron cánticos por un país libre de judios, según Times of Israel.
En Macedonia, país candidato a la Unión Europea, los usuarios de medios sociales aprovecharon la ocasión del Día de Conmemoración del Holocausto, el 28 de enero, para repasar un breve escándalo de 2011 que involucró al actual presidente, Gjorge Ivanov, elegido en 2009 y 2014 con apoyo del partido populista de derecha VMRO-DPMNE.
En 2011, el periódico Shpic reveló que Ivanov, que antes había trabajado como profesor de ciencia política, había coescrito un libro de texto universitario que definía el antisemitismo como “odiar a los judíos más de los necesario”. Varios meses después, el Gobierno clausuró el periódico. El libro de texto se sigue usando.
Aunque no son tan comunes como en Bulgaria, graffitis de esvásticas llenan los muros de Macedonia también. En los últimos años, cuando apareció graffiti de esta naturaleza, o cuando hay ocasional vandalismo contra el cementerio judío en la sureña ciudad de Bitola, el público presta muy poca atención, y los autores no comparecen ante la justicia.
Una excepción a la práctica establecida de ignorar a los neonazis y el discurso de odio antisemita es un reciente anuncio de la policía macedonia sobre los resultados de una investigación después de graffitis de esvásticas pintados en el museo que conmemora el levantamiento contra el fascismo y en otros edificios de la ciudad de Prilep. El 7 de marzo de 2018, la policía emitió un anuncio de que denunciarían a un sospechoso identificado como K.D. (15 años) de acuerdo con el artículo 264 del Código Penal por “daños o destrucción de objetos protegidos, legado cultural o rarezas naturales”.
Es baja la amplia compresión de los símbolos neonazis codificados, como los que hay en el monumento de Plovdiv, Bulgaria. En marzo de 2016, cuando Todor Petrov, político macedonio de derecha y exparlamentario, usó un megáfono que tenía escrito “SS 14 88″ (que significa Schutzstaffel, Catorce palabras, Heil Hitler) en una manifestación nacionalista, la única reacción fue del entonces mediador de la Unión Europea para las negociaciones entre los partidos políticos, el experto belga Peter Vanhoutte.
Varios medios citaron su publicación de Facebook con expresiones de indignación, pero no hubo acciones adicionales de actores o instituciones internas. Petrov, que tiene vínculos cercanos con VMRO-DPMNE, el anterior partido gobernante que se presenta como centroderecha y como tal integra el Partido Popular Europeo, ha dejado de usar el megáfono. Sin embargo, sigue participando en numerosas actividades públicas de odio que organizan sus grupos apoderados, y actualmente participa en manifestaciones y anuncios del macedonions en el exterior contra las negociaciones sobre el nombre de Macedonia.
Activistas de la sociedad civil y otras fuerzas progresistas en la región han estado advirtiendo desde hace años de los efectos corrosivos del discurso de odio en la cohesión social. No es coincidencia que en meses recientes, instituciones europeas y la OTAN hayan declarado como una de sus prioridades enfrentar el extremismo en la región.
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