Este es el último libro que escribe sobre la minoría lésbico-gay en nuestro país. No quiere ser encasillado y lo cierto es que ha escrito muchos otros libros. El clóset de cristal (la crónica de un aspecto poco conocido de Carlos Monsiváis) y Lo que se ve no se pregunta (la historia de Juan Gabriel) son otros de sus trabajos. En tiempos donde la palabra necesita ser nombrada, Braulio también acude a las imágenes con fotografías de Maritza López, para hacer Otros nombres del arcoíris. Todos con Ediciones B.
Ciudad de México, 7 de abril (SinEmbargo).- Una mañana en el Centro. Decir que Braulio Peralta vive exactamente a la vuelta del Palacio de Gobierno equivale a mencionar su forma de estar presente en pleno corazón de la ciudad. Es mexicano al ciento por ciento y desde allí acaba de hacer Otros nombres del arcoíris (Ediciones B), para dar reflejo del movimiento de la comunidad LGBTTTI en nuestro país.
Hace más de 10 años que hizo el libro Los nombres del arcoíris: trazos para redescubrir el movimiento homosexual (CONACULTA) y este trabajo es un poco la respuesta aunque también la prosecución de aquel.
“En los setenta surgen los colectivos en defensa de sus derechos humanos y Braulio Peralta ofrece su historia: crónicas de los orígenes de la disidencia gay en México, aquella que con ímpetu buscó un lugar desde el cual existir en igualdad y diversidad junto con el resto de la sociedad”, dice la contraportada.
Personajes contradictorios y valientes, el tema del SIDA, los homicidios de odio, todo mezclado con fotografías de Maritza López, para adentrarnos en el mosaico de la sexualidad humana.
–Me gustaría empezar a hablar de tu libro sobre el SIDA. Siempre hablamos eso con Wenceslao Bruciaga que el SIDA tuvo una cosa trágica para los homosexuales, no sólo por la gente que murió sino también porque retrotrajo muchísimo a la comunidad. ¿Es así?
–A mí me encanta mucho Wenceslao Bruciaga por su forma radical y confrontadora que tiene con la sociedad, pero soy más liviano con eso, sobre todo al pensar que por su edad él no lo vivió. Mi juventud fue en los ’80 y vivir esa época con el tema del SIDA, cuando venían las comunidades homosexuales frente al Estado que no consideraba derechos, frente a la iglesia y de pronto aparece el SIDA. Entonces vuelve a aparecer el tabú, el prejuicio contra todos los homosexuales.
–Y la muerte. Hoy puedes tener diabetes y SIDA y ambas enfermedades se controlan
–Aunque esa versión de que hay bastantes remedios implica que muchos jóvenes se están infectando de muchas maneras, pero estamos hablando de un conglomerado sexual enorme que incluye a prostitutas y mujeres esposas de hombres que traen el VIH a su casa. En los ’80 murió una cantidad de gente enorme. Yo me quedé solo, sin generación. Yo sobrevivo porque no tengo el VIH y mi generación desaparece. Los ’80 un padre o una madre o un sobrino o una tía tuvo VIH. No era sólo una cuestión de los homosexuales. Cuento la historia de Marta Aurora Espinosa, una mujer hermosa, heterosexual y con SIDA. La prueba es que éramos todos. Me duele hablar de eso y mi libro es muy crudo, doloroso. A veces siento que Wenceslao no tiene esa parte de la historia como para que sé cuenta de lo terrible que es.
–Tú también cuentas en el libro que te vas a hacer los análisis y te das cuenta de que no lo tienes, es una crónica sobre ese hecho
–Sí. Sentirte salvado en esa época era algo muy doloroso, trágico, triste, se juntó el temblor del ’85, se juntó las declaraciones de los sacerdotes contra los homosexuales, lo cierto es que fue algo doloroso. Al decirte esto y contestando tu primera pregunta es que en realidad en los ’90 vino el humanismo, vino la compasión y la comprensión de lo que estaba pasando con la homosexualidad en el mundo. Vinieron entonces los derechos, parece mentira pero eso fue lo que sucedió. La culpa o la responsabilidad de una sociedad heteronormativa cambió mucho las dinámicas de comprender y ver la homosexualidad. La frase de Wilhelm Reich de “No hay libertad política si no hay libertad sexual”, se dio de manera natural. De repente empezó a hacer publicidad en torno al preservativo, hubo comprensión de las feministas hacia la prostitución femenina y masculina, todo se vino reproduciendo de manera civilizada. Todos los homosexuales trabajaron por los enfermos, por los muertos, por sus duelos.
–Tú hablas siempre de las leyes, ¿tienes confianza en las leyes?
–No tengo especial confianza en las leyes, pero pienso que si vivo en una sociedad democrática hay que tener confianza en las leyes. Al final de cuenta sigue habiendo crímenes contra los homosexuales, porque las leyes no se cumplen. Creo en las leyes, porque creo en Juárez, en la Constitución, en los principios que marcaron la Revolución de Lázaro Cárdenas, porque es la única posibilidad de cualquier civilización y de cualquier régimen llamado democrático. Llamamos democracia a la mexicana y hay que ver qué queremos decir con eso. No se respeta a las mujeres, matándolas en Ciudad Juárez o en el Estado de México o en Veracruz o en Puebla, hay asesinatos de gays en Chiapas o en Ciudad de México. Ya existe el delito por homofobia, pero sigue existiendo la homofobia.
–¿Qué pasó después del encuentro con Enrique Peña Nieto?
–Creo yo que fue importante ese encuentro, ¿por qué le queremos quitar una palomita al Presidente? Rebasó a la izquierda que tenía a los homosexuales en Los Pinos y dijo: Se van estas leyes a la Suprema Corte de Justicia, en el Día Mundial contra la Homofobia, declaró el sistema de matrimonio igualitario y sólo cuatro Estados, de 32, cumplieron. No le hicieron caso al Presidente y los Gobernantes siguen hincados ante la Basílica de Guadalupe.
–¿Crees que la homofobia ha unido a las mujeres con los homosexuales?
–Los gays y las lesbianas trabajaron siempre juntos desde los ’60. Lo que pasa es que ahora estamos todos divididos, se dividió la izquierda, la derecha está muy sólida y el PRI, de acuerdo a cómo vaya la circunstancia. El tema de las mujeres es muy delicado porque siempre hubo muchos feminismos. Siempre fue así, desde la época de Camille Paglia, con las sufragistas desde el principio, si participaban o no en la prostitución que era algo ilegal. Tenemos la voz conciliadora de Marta Lamas y tenemos la voz contra los hombres de cierto feminismo radical.
–También está Lydia Cacho que habla contra la prostitución y está en contra de Marta Lamas…
–Yo estoy más a favor de Lydia Cacho, pero creo muy valioso el discurso de Marta Lamas y creo que cuando los dos se acerquen, se encontrará un feminismo radical pero no con gérmenes nazis. Es necesario articular un discurso porque los hombres y las mujeres vamos a estar aquí todo el tiempo.
–También es cierto que el patriarcado está cada vez más acendrado
–La pregunta es si todos los hombres son como ese hombre que asesinó a esa mujer de Reforma 322. ¿Todos los hombres son asesinos? Yo diría que no. ¿Todas las mujeres son santas? Diría que tampoco. En la Biblia las mujeres no son muy aceptadas, empezando por Magdalena. Oriente está con el caso de las mujeres, las feministas radicales tendrían que escribir libros como el de Sabina Berman, que está con las leyes de Dios o las leyes de Darwin. Este es uno de los problemas que tenemos que discutir en el siglo XXI, nos están faltando ideólogos, los perdimos. Estamos recurriendo a viejas formas de convivencia de cómo tenemos que vivir hombres y mujeres.
–Hay una circunstancia absolutamente nueva, cada vez más derechos y cada vez más violencias
–Hay guerra en Siria, contra los kurdos, contra los saharauis, hay guerra entre México y los Estados Unidos, México vive una guerra comercial ni cuenta nos damos de eso. Donald Trump es un enemigo profundo de México. En cualquier momento NorCorea y Estados Unidos nos lanza una bomba y bye bye.
–¿Eres una voz importante dentro de la comunidad?
–No, no soy una voz importante dentro de la comunidad. Me circunscribo a mi trabajo periodístico, he escrito libros de arte, escribí un libro sobre Octavio Paz, un libro sobre mi trabajo como corresponsal en España y he escrito estos dos libros porque no se había hecho la historia del movimiento homosexual en México. A los historiadores no les interesa el movimiento homosexual. Sí veo a Carlos Monsiváis en Lo marginal en el centro, preocupado por rescatar a Salvador Novo; sí veo a José Joaquín Blanco que escribe Ojos que da pánico soñar; sí veo a Luis Zapata, escribir El vampiro de la Colonia Roma, preocupado por describir un homosexual en la prostitución durante los años ’60, que es la historia de Adonis García. Yo no soy el único que puede escribir la historia de los homosexuales en nuestro país. Fui muy criticado cuando publiqué El clóset de cristal, por haber revelado ciertas intimidades de Carlos Monsiváis, cuando él mismo fue parte de esta comunidad. Puedo entender que puedo lastimar sobre todo a la familia o a los que considero prejuiciosos, pero ¿los homosexuales no nos podemos interesar en la vida de nuestros compañeros? La historia es historia y por eso soy periodista. No puedo dejar a Carlos Monsiváis lejos nuestro, por eso escribí con el cerebro su libro. Mi trabajo es periodista no es de un activista.
–¿Qué opinas del libro de Guillermo Osorno, Tengo que morir todas las noches?
–Es la historia del francés Henri Donnadieu, he discutido con amigos y he dicho que lo que pasa en un bar no es la historia de lo que pasa en la comunidad homosexual. Está bien escrito, pero esa no es la historia del movimiento homosexual, es la historia del bar 9, muy clasista y jamás nos dice de dónde viene Henri Donnadieu de París, acusado de lavado de dinero y no nos dice nunca quién es el dueño del bar 9, qué es lo que hay detrás de ese bar. Muy fallido periodísticamente, es para mí ese libro.
–¿Hay un canon en la literatura mexicana?
–Creo que Octavio Paz es un canon, que Salvador Novo es otro canon y creo que no hay uno solo canon en la literatura mexicana. El canon no lo conocemos hoy. Lo que más se acerca al canon de la actualidad son Juan Villoro y Enrique Serna, que ambos influyeron muchísimo con su literatura. Fernanda Melchor acaba de dar una sorpresa con Temporada de huracanes, creo que va a trascender.