Rogelio Guedea
09/01/2018 - 12:02 am
¿Quién ganará la presidencia?
Desde el día que el repudio hacia el PRI se hizo generalizado, las elecciones presidenciales (gubernamentales e incluso municipales) no se ganan sino con dinero. Tal día fue socavada también la democracia de nuestro país, por más instituciones que fundaran para su legitimación, como el propio Instituto Nacional Electoral (INE), hoy sensiblemente desacreditado por la […]
Desde el día que el repudio hacia el PRI se hizo generalizado, las elecciones presidenciales (gubernamentales e incluso municipales) no se ganan sino con dinero.
Tal día fue socavada también la democracia de nuestro país, por más instituciones que fundaran para su legitimación, como el propio Instituto Nacional Electoral (INE), hoy sensiblemente desacreditado por la opinión pública debido a su reprochable papel en las pasadas elecciones estatales, en especial la de Ciudad de México.
Siendo el dinero el medio más poderoso para ganar una elección y teniendo éste como una de sus fuentes principales, aparte de la corrupción, al mismo narcotráfico (no por otra razón pronto se popularizaron términos como narcopolítica o narcoestado), la única estrategia real del PRI para seguirse perpetuando en el poder ha sido ésta: seguir manteniendo en la miseria a millones de mexicanos, sus votantes cautivos.
En nuestro país hay más de cincuenta millones de pobres, alrededor de la mitad de los cuales (esto es 25 millones) en extrema pobreza.
El presidente Peña Nieto ganó en 2012 la elección presidencial con más de 19 millones de votos, superando con poco más de tres millones a su más cercano competidor.
Una ecuación electoral que tome en cuenta las cifras de pobreza de nuestro país y la cantidad de ciudadanos dentro de esta cifra en edad de votar podría fácilmente arrojar una cifra alegre para aquellos partidos (como lo hace el PRI) que buscan permanecer o ganar una posición de poder, aun cuando no sepan muy bien qué hacer después con ella.
Si a todo esto se agrega una buena estructura electoral (el PRI la tiene aplastante, el PAN cuenta ya con una sólida y Morena apenas la logra sostener en pie), entonces el candidato es lo que menos importa, tan es así que el PRI eligió a José Antonio Meade (sabiendo que a nadie convencería su supuesta candidatura ciudadana), el PAN a Ricardo Anaya (cuya postulación deslegitimó al Frente por México, igualmente de perfil ciudadano) y el propio Morena ratificó a López Obrador, amo y señor de este instituto político y quien no logrará con su sola presencia inmacular a sus agremiados y candidatos, y menos si son reciclados de otros partidos (¡se ha dicho que el priista Fausto Vallejo, acusado de estrechos lazos con el narcotráfico, irá por la alcaldía de Morelia bajo las siglas de Morena!).
Como los intereses de Estados Unidos sobre México no son poca cosa, las condiciones están dadas para que el PRI (con Meade) vuelva a imponerse en la elección del próximo julio, para bien de la élite política a la que pertenece, para bien del propio Vecino del Norte (quien amaga con salirse del TLCAN y con izar el muro fronterizo) y para bien de la propia “estabilidad del país”, un país que tiene a la mitad de la población sumida en el total abandono.
@rogelioguedea
www.rogelioguedea.com
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