Un estudio analiza a los trabajadores que adelantaron tres años su jubilación frente a aquellos que aguantaron en su puesto hasta los 65 años. Y la conclusión es que la esperanza de vida de los primeros caída notoriamente.
Ciudad de México, 23 de diciembre (TICbeat/SinEmbargo).- ¿Quién quiere trabajar pudiendo estar en casa, disfrutando del tiempo libre y una más que merecida jubilación? Eso podríamos pensar todos nosotros, pero parece que la ciencia parece echar por tierra una de las creencias más extendidas respecto a nuestra futura era dorada: jubilarse no solo no es beneficioso para nuestra salud, sino todo lo contrario.
Un estudio de las universidades de Cornell y Melbourne ha puesto números a esta sorprendente conclusión. Los economistas Maria Fitzpatrick (Cornell) y Timothy Moore (Melbourne) compararon los registros de nacimientos y defunciones de EU con los registros de los planes de pensiones. Lo que encontraron es que aquellos que reclamaban sus prestaciones sociales tres años antes de la edad habitual de jubilación (a los 62 en lugar de los 65) experimentaban un 20 por ciento más de riesgo de mortalidad.
Esta tendencia era, además, mucho más acusada en el caso de los hombres que entre las mujeres, a las que adelantar la jubilación apenas suponía un “pequeño y impreciso” cambio en su esperanza de vida. ¿Cuál es la causa, tanto de este mayor riesgo para la salud como de la diferencia entre sexos? La salud mental.
¿QUÉ ES LA REGLA DEL 4 POR CIENTO PARA JUBILARSE Y POR QUÉ ESTÁ EN ENTREDICHO?
Y es que, por mucho que nos quejemos de nuestro día a día, las ocupaciones y retos a los que nos enfrentamos nos mantienen activos -tanto mental como, indirectamente, físicamente- y con aspiraciones vitales que mantienen despierta a nuestra cabeza. Cuando los trabajadores abandonan sus quehaceres, especialmente los hombres que -convencionalmente- asocian más su vida a la carrera profesional, se pueden encontrar vacíos y caer en depresiones y otras afecciones mentales que irremediablemente lastran la esperanza de vida.
Sin duda, el estudio (disponible aquí) es controvertido, y sus propios autores admiten algunas limitaciones metodológicas al mismo. Por ejemplo, los investigadores admiten que no han podido discernir si entre los que se prejubilaron había sujetos que lo hicieron precisamente para poder lidiar con alguna condición de salud subyacente o si existían situaciones personales que explicaran alguna disparidad adicional.