Gorditas, sopes, huaraches, flautas y mucho más en este lugar de mexicanos para mexicanos.
Por Pável Gaona
Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo/ViceMedia).–Darle la primera mordida a una buena gordita de chicharrón prensado después de haber comido varios días de fast food gringo es como al fin probar los labios de tu amor verdadero. Queso, crema, frijoles, masa de maíz doradita y, por supuesto, salsa, son la materia prima básica de toda garnacha mexicana que se respete. La forma, los tiempos de cocción, los tamaños y rellenos son los que varían y los que hacen que una garnacha sea distinta la una de la otra, pero su ADN es básicamente el mismo. Tan imprescindibles son en la dieta de los mexicanos que los siguen a pesar de fronteras: no necesitan de visas ni pasaportes para instalarse en otras tierras, y no hay poder humano capaz de deportarlas ni desterrarlas. Este es el caso de ‘Antojitos Mexicanos’, una garnachería que se ha instalado en la calle 181 de New York desde hace un par de años, para beneplácito de los paladares latinos de la zona.
Esta historia sabrosa tiene como pionera a doña Catalina, originaria de Oaxaca. Cuando toda la familia emigró a Nueva York hace más de 20 años, ella, para ayudar a la economía de los suyos, empezó a vender comida mexicana en la Calle 28 Downtown. La especialidad de Doña Catalina eran las gorditas, tamales, champurrado y arroz con leche, recetas que aprendió de forma empírica en tierras oaxaqueñas. Después de ser completamente ambulante y luego de años de trabajo duro, vino la oportunidad de comprar un carrito y al fin obtener su permiso. Años después finalmente logró hacerse de un pequeño local, donde hoy su hijo Gustavo ha tomado la estafeta y recibe a los comensales con una sonrisa.
Irónicamente, la clientela que más los visita no son mexicanos, sino dominicanos. Y es que los oriundos de ese país han caído redonditos ante los sabores de la gastronomía mexa: «lo que más nos piden ellos son quesadillas, tacos y a últimas fechas también se han estado llevando mucho los tamales». También la clientela gringa los busca porque han podido comparar el sabor de estas garnachas versus las de otros restaurantes mexicanos.
«Nosotros no tenemos nada que ver con lugares con Taco Bell. Para empezar porque somos un negocio casero, familiar. Aquí los platillos son de sabor mexicano real, y entre las cosas que más nos piden están las quesadillas tanto al comal como fritas, así como las tostadas y los tacos dorados. También tenemos salsa verde, pero a veces nos han criticado porque pica mucho», se ríe.
Más allá de los antojitos, también hay platillos un tanto más elaborados que sería difícil encontrar en otros lugares, aunque, según me confiesa Gustavo, son menos pedidos: en la carta figuran el mole de olla, los chiles rellenos, las enchiladas —sus favoritas, según nos cuenta— así como los especiales de fin de semana, como la barbacoa de chivo, el mole con pollo, el pozole con tostadas y la pancita de res. También cuentan con un menú estilo «fondita», en el que sirven platillos con arroz, frijoles y tortillas. Estos platos pueden ser cecina, chilaquiles verdes o rojos, bistec encebollado o enchiladas en mole poblano.
Y para bajarse toda la variedad de comida, hay bebidas que podrían hacer suspirar a cualquier mexicano que haya estado un buen tiempo fuera de su tierra: Jarritos de diferentes sabores, Boing, Sidral e incluso tepache. Si acaso hay algo que nos quedan a deber en esta embajada no oficial de México son los postres, pero vamos, tampoco es cosa de ponerse rejegos: ya haber encontrado un lugar de verdadera comida mexicana y encima bastante accesible, es algo que se agradece estando en tierras neoyorkinas.