Gustavo De la Rosa
21/11/2017 - 12:04 am
Un milagro en el desierto
En Ahumada junto al Carrizal, donde el Ejército mexicano derrotó en formal combate a las tropas expedicionarias del general Pershing que perseguían a Villa y las regresó a El Paso cubiertas de arena y vergüenza, Andrés Manuel dio su último discurso.
Las llanuras del norte de Chihuahua han atestiguado muchos eventos clave en la historia del país.
En esta región sólo unos cuantos núcleos de población se han establecido, separados por hasta cientos de kilómetros y con apenas algunos ranchos de menos de 100 habitantes enamorados de la soledad entre ellos.
Esos pueblos florecieron a lo largo del camino que unía la capital de la Nueva España con Santa Fe, aunque al comienzo no eran más que presidios o refugios contra los ataques de los apaches; salvo Ascensión, que fue fundado por familias de mexicanos que se negaron a vivir en Estados Unidos al establecerse la frontera en 1848.
En 1909, los pobladores de las rancherías y pueblos viajaron hasta las vías del ferrocarril a ver pasar a Don Porfirio, que vino a Ciudad Juárez para entrevistarse con el presidente Taft.
Pero en 1910, quienes escucharon el discurso anarco socialista de Práxedis G. Guerrero y que alguna vez aplaudieron al presidente Díaz, ahora marcharon durante varias noches frías para participar en la primera batalla formal de la Revolución Mexicana, atendiendo el llamado de Madero y de los revolucionarios en el valle de Papigochi.
Después, en mayo de 1911, se dio el sitio de Ciudad Juárez y tras días de duros combates en sus calles los revolucionarios derrotaron, bajo el mando de Pascual Orozco, Garibaldi y Villa, al Ejército Federal y consiguieron la renuncia del anciano dictador del país.
Los abuelos de los actuales habitantes mantuvieron la lucha por sus ejidos contra las intermitentes sequias y lograron levantar una nueva ciudad: Nuevo Casas Grandes. Aunque ahora enfrentan y sufren el azote de la narcorrupción, siguen arraigados a la tierra; platicando con un viejo ejidatario, me dijo: “Conozco el mar, los bosques, hasta la selva, pero no, a mí denme llanos, sólo llanos”.
Dando un brinco al presente, cuando el enlace nacional de Morena nos dijo que AMLO visitaría Ascensión, Janos, Nuevo Casas Grandes y Ahumada, la respuesta de quienes impulsamos esta opción política no fue menos que sarcástica: “Juan Carlos ¿ya les dijiste que los domingos se juntan más lagartijas que personas en las plazas?”.
Sin mucha esperanza, comenzamos a invitar a lugareños, comités de base, colonos del sur de Juárez (que son del mismo distrito) y a organizar los viajes (que durarían de 3 a 4 horas) en camiones escolares o en las pick ups de los habitantes del desierto.
¡Pero volvió a repetirse el milagro! Primero en Ascensión, donde se registró el lleno total del gimnasio, viejos pobladores se abrazaban porque había pasado más de diez años sin verse y el entusiasmo rivalizó al de aquella marcha de 1910, descrita por los historiadores. Después de este primer viaje de 400 kilómetros, al siguiente día tocó Janos, Nuevo Casas Grandes, y Ahumada. Hubo que manejar otros 700 kilómetros para terminar el circuito.
En Ahumada junto al Carrizal, donde el Ejército mexicano derrotó en formal combate a las tropas expedicionarias del general Pershing que perseguían a Villa y las regresó a El Paso cubiertas de arena y vergüenza, Andrés Manuel dio su último discurso.
Hizo un llamado específico a los fundadores de Morena para que abrieran las puertas de la campaña a los políticos externos y los simpatizantes ciudadanos, y aunque los gestos de la aristocracia morenista fueron de inconformidad, tuvo que aceptar porque las convicciones de moralidad y merecimiento rigen al partido, y estas son más valiosas que la sangre heredada de las familias reales europeas.
Y a los habitantes del desierto y los oasis, a las multitudes animadas, emocionadas y tranquilas porque, mientras sus abuelos tuvieron que tomar un fusil, ellas sólo tomarán un marcador para cruzar la boleta, López Obrador dirigió sus mismas palabras a favor de los ancianos y en contra de la corrupción y los altos salarios de 650 mil pesos mensuales a funcionarios, con su consigna de la esperanza humana: “Mejor becarios que sicarios”.
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá