Hoy se cumplen dos meses del gran sismo que azotó a la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca, dejando más de 360 muertos y cientos de damnificados.
Rodrigo Ramos, un cocinero que se dedica a crear productos culinarios innovadores, decidió volcar todos sus esfuerzos en fabricar comida enlatada que pudiera llegar hasta los pueblos más alejados. «Cuando nos dimos cuenta de lo que acababa de pasar, supimos que era el momento de donar todo el alimento que habíamos hecho», explica.
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Por Cristina Armunia Berges
Ciudad de México, 19 de noviembre (ElDiario.es/SinEmbargo).- Hace justo dos meses, el cocinero mexicano Rodrigo Ramos estaba a punto de tener una reunión de negocios con la central de abastos de Ciudad de México para presentar su nueva propuesta de comida enlatada. Después de años de investigación, de hacer pruebas de presiones y de cambios de temperatura, había logrado una fórmula precisa para hacer latas de comida baratas, sabrosas y capaces de mantenerse en buen estado durante cinco años. Además de hacer negocio, Ramos pensó que su producto podría servir también para acabar con la desnutrición infantil de México.
Pero la cita nunca llegó a producirse. A las 13:14 horas del 19 de septiembre, la tierra empezó a temblar en Ciudad de México. Este sismo se saldó con más de 360 fallecidos (aunque es probable que esta cifra aumente), innumerables destrozos en la capital, Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca, pero también con decenas o cientos de historias interrumpidas.
«Estaba en un edificio público. Estuvimos dos o tres horas en las que no podíamos salir de esas calles, justo en el centro de la capital», recuerda Ramos. «Cuando nos dimos cuenta de lo que acababa de pasar, supimos que era el momento de donar todo el alimento que habíamos hecho a las personas afectadas por el terremoto».
La idea de cocinar y enlatar comida surgió en España, justo cuando Rodrigo trabajaba en el servicio de catering del Palacio Real. Durante su estancia en Madrid, empezó a investigar las temperaturas y las presiones que se necesitaban para poder hacer comidas en conserva que no necesitasen refrigeración. Unos meses después, se trasladó a Zaragoza para alquilar instalaciones en una fábrica y poder realizar pruebas. «Fueron muchos años y muchas latas explotadas».
«Se me ocurrió que esto podría servir para acabar con los problemas de alimentación del mundo. Me di cuenta de que no solo era un negocio, sino que podía ayudar a todo el planeta». Rodrigo regresó a su país de origen, consiguió socios e instalaciones. Un mes antes del terremoto, recibió desde España toda la maquinaria necesaria para elaborar platos de picadillo de diferentes sabores con el aporte de nutrientes necesarios equivalentes a una comida diaria.
Y, de repente, llegó el terremoto. Ramos habló con sus socios y decidieron donar las primeras 2 mil latas de comida que tenían preparadas en ese momento. En estos dos meses han fabricado y donado 7 mil unidades más. «Por la noche del mismo día del sismo, fuimos a los albergues y a las zonas de derrumbe, y vimos que había mucha comida perecedera. Nos dimos cuenta de que era un error llevar las latas a los albergues».
Tenían que llegar a zonas incomunicadas o de difícil acceso. «Hay lugares de los que los medios no hablaron, pueblos que nos piden que ayudemos. Hay más lugares con daños de los que se dijo en un primer momento». Además de problemas de comunicación con pequeñas poblaciones, el cocinero apunta que hay «sitios en los que no se puede cocinar porque no hay ni gas ni luz».
No es una comida para pobres
Las latas de comida ideadas por este cocinero mexicano nada tienen que ver con el ‘pienso para pobres’ que propuso el alcalde de Sao Paulo (Brasil) el mes pasado para erradicar el hambre en los barrios más humildes. La ‘Farinata’ (así es como llaman a este preparado) se realiza con alimentos próximos a la fecha de caducidad. «No haría un plato que no me comería yo. Quién no comería un picadillo, es algo muy nuestro y a lo que estamos muy acostumbrados», defiende Ramos.
Tal y como apunta Ramos, siempre utiliza ingredientes frescos: carne picada de magro de ternera, patata, zanahoria, tomate, cebolla y ajo. Cada lata contiene 710 calorías.
En México, once millones de personas tienen carencias de acceso a la alimentación y es el país número uno en obesidad en niños menores de doce años, según datos recogidos y publicados por Save the Children. La desnutrición infantil aguda afecta a un 1 por ciento y la desnutrición crónica en menores de cinco años afecta al 12.4 por ciento indican los datos para 2016 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
«Mi sueño sería poder exportar todo esto al mundo entero», concluye Rodrigo, que asegura que con la financiación necesaria ya podría fabricar 7 mil latas de comida al día con un coste de poco más de un euro por unidad. Cuando los afectados por el terremoto dejen de necesitarle, seguirá trabajando para intentar acabar con el hambre en el mundo.