México

«Buenas noticias, hallamos a Dayana», dijo Fiscalía de Sinaloa a su familia… y le dio un cráneo

12/11/2017 - 4:00 pm

A pesar de las pruebas genéticas y la coincidencia entre los dos dientes que no tiene el cráneo y le faltaban a la niña, la familia se aferra a la existencia.

La ausencia de Dayana es dolorosa. Su familia en la sindicatura de San Pedro la extrañan, la necesitan para continuar viviendo juntas.

La abuela recuerda la angustia que ese 6 de junio vivieron. En un descuido, Dayana se fue sola a la tienda. A su nieta la agarraron, le taparon la boquita y la subieron a una camioneta tinta, vieja. Corrieron, buscaron, no encontraron.

Sinaloa/Ciudad de Méxcio, 12 de noviembre (Noroeste/SinEmbargo).- Siempre que la familia de Dayana quiere saber cómo van las investigaciones en la Fiscalía General del Estado, toma un celular, llama y pregunta.

En una de tantas necesidades de información, doña Fidelia, abuela de la pequeña de San Pedro, llama preguntando qué noticias hay de Dayana.

Le marca a la licenciada que está en su caso y le responde: «señora, qué bueno que me marcó, le tengo muy buenas noticias».

El corazón de la abuela de la menor palpitó con más energía, tuvo un respiro completo que le relajó el cuerpo, el alma, su rostro cambió.

La expectativa de la abuela y la familia creció cuando la licenciada les pide se alisten, irán por ellos a la sindicatura para llevarlos a la Fiscalía.

Llega la hora, y a la Fiscalía a recibir las «buenas noticias» va doña Fidelia, don Gregorio, el abuelo, y Daniela, la madre de la niña pelirroja.

En la Fiscalía, el Fiscal Juan José Ríos Estavillo, acompañado de la Vicefiscal general Nuria Alejandra González les dice: «encontramos a Dayana».

El Fiscal hace una pausa. Doña Fidelia exclama: «¡ay, qué bueno!», «¿dónde está?», «¿dónde la tienen?», «¡quiero verla!».

Mientras preguntaba por la menor, la abuela volteaba para todos lados, veía las puertas, ansiaba se abrieran, entrara Dayana y poderla abrazar.

La señora dejó de preguntar y el mundo se le vino encima, cuando el Fiscal retoma el tema: «a la niña la encontramos sin vida». Impera el silencio.

Ríos Estavillo les explicó que habían encontrado un cráneo, y después de profundos estudios, concluyen que el resto óseo pertenece a la pequeña.

Les planteó que si querían otros estudios para estar seguros, la Fiscalía los mandaba realizar.

Después del encuentro, se da cuenta que la licenciada que les anunció «buenas noticias» tampoco sabía qué información les darían con el Fiscal.

La familia pidió ver el cráneo, sin embargo, por cuestiones legales, sólo acceden a fotografías. Se encuentran con una pieza completamente limpia.

La madre pone atención a cada fotografía. En una imagen se da cuenta que al cráneo le faltan dos dientes, los mismos que Dayana había mudado.

«Es ahí, donde ella se sintió mal también, a la niña le faltaban dos dientitos, y el cráneo estaba sin los dos dientes», explica doña Fidelia.

NO PIERDEN LA ESPERANZA

A pesar de las pruebas genéticas y la coincidencia entre los dos dientes que no tiene el cráneo y le faltaban a la niña, la familia se aferra a la existencia.

La abuela confía en su corazón que su nieta está viva y a Daniela, su hija de 22 años de edad, le pide que no pierda las esperanzas.

La ausencia de Dayana es dolorosa. Su familia en la sindicatura de San Pedro la extrañan, la necesitan para continuar viviendo juntas.

La abuela recuerda aún aquel 3 de julio de hace seis años, cuando su hija, en el Hospital de la Mujer, parió a Dayana, a quien siempre ha cuidado.

Desde los nueve meses de vida, Dayana empezó a vivir con los abuelos, doña Fidelia consideró sería lo mejor. Los padres aceptaron.

Mamá y papá, podían ver a su hija cuando consideraran. Tiempo después, ambos se separaron y la madre de Dayana regresó a casa de sus padres.

Posteriormente la madre de Dayana tuvo otra relación y la pequeña, un padrastro, sin embargo, la menor continuó viviendo con los abuelos.

El 6 de junio pasado, cuando la niña fue privada de su libertad, la mamá tenía días separada de su pareja, padrastro de la niña. Estaba en casa de sus padres.

Un jueves atrás, el padre biológico de Dayana, fue privado de su libertad, encontrado muerto un domingo y enterrado un lunes. Al día siguiente se llevaron a su hija

La abuela recuerda la angustia que ese 6 de junio vivieron. Estaban en casa cuando un vecino les gritó que en una camioneta se habían llevado a la niña.

En un descuido, Dayana se fue sola a la tienda. Expone la abuela. A su nieta la agarraron, le taparon la boquita y la subieron a una camioneta tinta, vieja.

Corrieron, buscaron, no encontraron. En un punto encontraron a militares a quienes pidieron ayuda, comentó doña Fidelia.

«Un hijo mío, fue el que paró esos carros para que nos ayudaran a buscar esa camioneta con la niña, corrieron para el río, de ahí ya no se movieron».

Fueron a Culiacán, no sabe exactamente a dónde, les llaman y les dicen se regresen, que en la carretera La 50, la policía de Navolato los esperará.

Regresan, un comandante de la Policía les pide esperar 24 horas. Regresan a casa. Llega el Síndico quien les dice que no pueden esperar tanto, narró la abuela.

Regresan a Culiacán donde horas más tarde presentan denuncia y la Fiscalía emite la Alerta Ámber.

LA DULZURA DE UNA NIÑA

Doña Fidelia, es nacida en Guanajuato y Gregorio, el abuelo, es de Mocorito. Hace 26 años se conocieron trabajando en un campo agrícola de Navolato.

En San Pedro viven desde hace 14 años, primero en casas de renta, y actualmente, en una vivienda que se las presta un señor de Culiacán.

En la casa donde vive Dayana, un detalle recuerda la abuela de su nieta: el amor que tenía por Alejandro, su padre biológico.

A pesar de la separación de sus padres, y que él había formado otra familia, la frecuentaba, le llevaba dinero para que comprara en el kínder.

«Cuando llegaba su papá, has de cuenta que miraba a Dios, cuando lo miraba llegar, corría, lo abrazaba, era una niña muy querendona con él», añade.

De su padre biológico, nunca Dayana recibió un mal trato, un rechazo, ni siquiera un grito. Había mucho amor mutuo, dice la abuela.

En casa, la menor era dulce con todos. Se movía como pez en el agua, abría el refrigerador, tomaba y comía lo que veía. Nunca se le reprimió.

Iba al kínder en San Pedro, se levantaba a las 07:00 horas, a pesar de que entraba a las 09:00, se dormía a las 23:00 horas. «El chavo», su programa favorito. Las novelas de televisión, también las veía.

Lo que le dieran, comía, nada rechazaba. Cuando su abuela hacía tortillas en el comal, cogía una, le ponía sal y se la daba. Le encantaban.

Dayana era alegre, entrona. Cuando la abuela salía de la sindicatura, pedía no dejarla ir a ningún lado.

UNA BÚSQUEDA SIN CANSANCIO

Cuando se llevan a Dayana, la esperanza es que la pequeña estuviera fuera de Sinaloa con alguien de la familia paterna.

Como parte de la investigación, doña Fidelia fue a Oaxaca y a Michoacán, acompañada por personal de la Fiscalía General de Sinaloa.

Fue a Oaxaca a la casa de las hermanas del padre biológico de Dayana, a quienes les pregunta en cuanto hace contacto con ellas:

«Vengo a ver si tienen a la Dayana aquí, para que me la entreguen, ¿por qué se la trajeron?», cuestionó la abuela.

La familia de Alejandro rechazó tener a la menor. «Ojalá la tuviéramos», «Aquí no sabemos nada de ellas», fue la respuesta que obtuvo.

Además de Oaxaca, doña Fidelia y los elementos de la Fiscalía, van a Michoacán, a la casa del padre biológico, con el abuelo de Dayana.

El abuelo paterno cuando vio a la señora, pensó iba a llevarle información del paradero de su nieta. Esa vivienda fue revisada de un extremo a otro.

A San Pedro, doña Fidelia regresó de Oaxaca y Michoacán con una noticia: «La niña no está con ellos».

En la sindicatura a Dayana la siguen esperando. La abuela todos los días la recuerda con ella, se le figura la trae de la mano como cuando salían a la calle.

Recuerda que cuando no la podía agarrar de la mano, le pedía a su nieta se agarrara de la blusa, la falda, o el pantalón, el objetivo era cuidarla, no anduviera suelta.

Cuando va a la tienda, la abuela siente se va a topar con la niña y regresar a casa.

«Cuando salgo por ahí y llego por donde se la llevaron, siento que me voy a encontrar caminando a la Dayana, siento me la voy a encontrar de nuevo», manifiesta la abuela.

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