A la hora de comprar frutas, una de las cosas en las que más solemos fijarnos es su aspecto, que sean brillantes y perfectas, pero ¿realmente el aspecto influye en la calidad nutricional de un alimento?
Por Marta Chavarrías, Consumo Claro
Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo/ElDiario.es).– Las estanterías de los supermercados están llenas de frutas y verduras que, a la vista, tienen unas formas y unos colores perfectos, acorde con lo que se supone que deben cumplir desde el punto de vista estético. Sin embargo, a lo largo de toda la cadena alimentaria, se han ido quedando zanahorias deformadas, limones o tomates con bultos, productos que se han rechazado por razones estéticas.
En general, lo diferente no gusta o genera desconfianza, de ahí que las frutas y verduras deformadas difícilmente entren en la cadena alimentaria, porque no se venderán a causa de su aspecto, a pesar de que el sabor sea exactamente el mismo. Algo que está cambiando en los últimos años, sobre todo para reducir el gran número de alimentos desperdiciados cada año en todo el mundo.
CÁNONES DE BELLEZA PARA FRUTAS
Cada año, un tercio de los alimentos que se producen en el mundo, unos mil 300 millones de toneladas, se pierden o se desperdician, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El 40 por ciento de estas pérdidas se produce en las etapas de post-cosecha y procesamiento, que es donde se rechazan frutas y verduras que no cumplen con los cánones estéticos que exige la normativa y que pide el consumidor.
Estos patrones, que imperan en la comercialización de frutas y verduras, descartan aquellas que son de tamaño más pequeño al estándar, tienen abolladuras o marcas inusuales y están deformadas.
Hasta 2009, la Unión Europea era muy estricta con la comercialización de frutas y verduras: no permitía la venta de productos deformes o con un calibre demasiado pequeño.
Pero desde 2009, y con los cambios pertinentes en la legislación, se dejaron de lado ciertas exigencias comunitarias sobre el tamaño y la forma para 26 frutas y verduras siempre que lleven una etiqueta distinta a los productos que se comercializan con las categorías «extra», «clase I» y «clase II». Si una manzana no cumple con los requisitos exigidos, puede venderse con menciones como «producto destinado a la transformación» o «para ser cocinado».
LAS FRUTAS FEAS, ¿SON MENOS BUENAS?
En la mayoría de los casos, estos defectos cosméticos en frutas y verduras se deben a algún tipo de estrés que haya sufrido la planta: exposición a insectos, exposición excesiva a la luz solar o un suelo pobre. La FAO, en una de las nueve ideas que aporta para reducir el desperdicio de los alimentos, enumera la de «dejar de lado los prejuicios y comprar frutas y verduras feas o irregulares porque son igual de buenas, pero un poco diferentes».
Un producto rechazado por razones estéticas no sólo es igual de nutritivo, sino también de seguro. El sabor y las propiedades nutritivas no se ven afectadas y son 100 por ciento comestibles. Son feas, pero son igual de frescas que las ‘guapas’, tienen el mismo sabor y son igual de nutritivas, pese a las particularidades en su forma o color.
El año 2014 fue designado por el Parlamento Europeo como el Año Europeo contra el Desperdicio Alimentario. Entre otras medidas, se presionó a la industria alimentaria para que dejara de lado prácticas como la comercialización de frutas y verduras en función de su aspecto y tamaño en lugar de dar valor a su calidad.
En este caso, la apariencia, que es uno de los parámetros que más percibe y valora el consumidor, no tiene porqué guardar ninguna relación con la calidad. En la mayoría de los casos, los defectos no influyen en la calidad nutricional ni en su seguridad. Ninguna imperfección o alteración en la forma tiene consecuencias en la salud de las personas. Excepto en el caso que se produzcan grietas en la fruta que pueden convertirse en la puerta de entrada de patógenos.
En la Unión Europea, el movimiento Ugly Food pretende dar salida a este tipo de alimentos, que hasta ahora no eran accesibles al consumidor. Algunas cadenas de supermercados ya comercializan este tipo de producto a precios más bajos. Además de la UE, otros países como Canadá y Australia han empezado a tomar medidas contra el desperdicio de alimento dando salida comercial a frutas y verduras menos atractivas. También hay varias iniciativas para cambiar la percepción de la fruta fea y acabar con la discriminación.
DAR SALIDA A LA FRUTA FEA
En España, el proyecto Espigoladors, con sede en Barcelona, se encarga de dar salida comercial a los productos rechazados, que no son perfectos y que, en condiciones normales, se echarían a perder y se quedarían en el suelo hasta llegar a pudrirse. Los responsables de este proyecto envían voluntarios directamente a los cultivos para recoger los productos sobrantes para su distribución a los más vulnerables y desempleados.
Por el momento, se han adherido al proyecto unos 30 productores y distribuidores. Una parte importante de los productos que se recogen se destinan para elaborar sopas, mermeladas y zumos, y se venden bajo el nombre Im-perfect. El objetivo, aseguran, es dar valor a la «comida sobrante, imperfecta y fea».
¿DÓNDE CONSEGUIR «COMIDA FEA»?
Si quieres llegar hasta la ugly food tendrás que olvídate de supermercados y grandes distribuidores y centrar tus esfuerzos en localizar la tienda de verduras orgánicas de tu barrio. Seguramente trabajan con distribuidores locales y pequeños agricultores, si no es que venden sus propias cosechas.
Aunque sea por razones puramente económicas, no suelen descartar la fruta y la verdura fea, a no ser que sea monstruosa. De todas formas, si tienen cosecha propia y les pides los descartes, seguro que estarán encantados de vendértelos. Algunas tiendas incluso ofrecen los descartes a precio un poco más asequible.
Otra alternativa es acudir a las paradas de verdura del mercado que tengas más cercano y enterarte de cuáles trabajan con distribuidores locales o pequeños agricultores, si es que las hay. Pero donde casi seguro que sí encontrarás verdura y fruta de descarte es en los mercados agrícolas de pueblos y ciudades, los fines de semana como mínimo.