Jesús Robles Maloof
12/10/2017 - 7:55 am
¿Por qué no rescatamos a las personas desaparecidas?
¿Y si formamos brigadas de rescatistas para liberar a las miles de personas desaparecidas en México? ¿Podríamos retomar la “normalidad” de una ciudad tras un sismo si supiéramos que hay personas en derrumbes en los que solo una madre busca? Terremotos y desapariciones ¿tragedias equiparables? Ayer por la tarde mientras estas ideas iban y venían […]
¿Y si formamos brigadas de rescatistas para liberar a las miles de personas desaparecidas en México? ¿Podríamos retomar la “normalidad” de una ciudad tras un sismo si supiéramos que hay personas en derrumbes en los que solo una madre busca? Terremotos y desapariciones ¿tragedias equiparables? Ayer por la tarde mientras estas ideas iban y venían en mi mente escuchaba a las familias víctimas de desaparición, en una reunión del Movimiento por Nuestros Desparecidos en México.
Súbitamente otra pregunta interrumpió mis dilemas. “Oye, ¿Por qué no sacamos un pastel de Buzz Lightyear y ponemos música para bailar?” La idea provenía de Emiliano quien frente a mi impaciente esperaba respuesta. ¡Qué le digo! Siendo honestos y por experiencia propia las reuniones de activistas no suelen ser los momentos más divertidos del mundo.
“Emiliano suena bien lo que dices pero tu mami con todas estas personas están tratando cosas muy importantes. Si se ponen a bailar y a comer pastel es muy posible que se les olvide hacerlo”, alcancé a responderle al pequeño de 5 años a quién por supuesto no convencí en lo más mínimo. Por alguna razón pensó que una buena alternativa a la fiesta era dibujar con plumones mis brazos, manos y camisa.
Mientras reíamos advertí un botón en su suéter con la imagen de un familiar suyo que permanece desaparecido. Aunque nos divertimos mucho pensé que quizá no era el mejor amigo, ni el mejor lugar de juegos que el pequeño había tenido. Cansado tras horas de reunión, visiblemente aburrido Emiliano exigía a su mami de forma hermosa; “Ya vámonos a la casa del hotel”.
¿Por qué tiene un niño que estar en una reunión de personas desaparecidas? ¿No estaría mejor jugando con sus amigos? ¿No deberíamos vivir en un país dónde la madre de Emiliano se preocupara por cosas como ponerle un suéter si hace frío y no tuviera que interrumpir su proyecto de vida para dedicarse a buscar a un familiar?
Merecemos ese país en dónde las personas no sean desaparecidas y cuando eso suceda nos indigne tanto que acompañemos a las familias en su rescate hasta encontrarles. El lugar donde quienes cometan esos delitos sean procesados y sancionados sin excepción. En este espacio lo he repetido una y otra vez, no veo otra prioridad tan urgente que detener la violencia sistemática contra la población ejemplificada en delitos como la desaparición forzada de personas, la desaparición por particulares y los homicidios. Delitos que por su número nos colocan en rangos trágicamente históricos.
Las comparaciones son odiosas. Con esto en cuenta en cuenta ayer advertía que las preguntas con las que empecé estas líneas son compartidas por muchas familias que buscan a sus desaparecidos. No se trata de una reflexión desde el rencor del “porqué buscan y rescatan a unos y a otros no”, nada más lejano de la realidad.
En principio hay que celebrar la respuesta de la sociedad civil ante los sismos. Como escribí en Guía para seguir soñando debemos sentirnos orgullosos del poder que tenemos como respuesta al dolor ajeno, pero la transformación del país requiere sostener ese compromiso por más tiempo que semanas.
Las razones que pueden explicar la abrumadora respuesta ante el temblor son claras, en principio porque todos vivimos el sismo. No es una historia que leemos y nadie tiene que contarnos el miedo que aún recorre nuestra piel. También el rescate nos interpeló de forma inmediata y urgente, directamente en las calles por las que caminamos. A diferencia de esto, la desaparición de personas es un acto al amparo de la oscuridad por criminales que suelen ocultarse al público (a veces ni eso) y su trabajo consiste en intentar eliminar todo rastro de la persona que nos arrebatan.
Pero hay otras razones menos evidentes que pueden explicar la diferente respuesta ante las tragedias. Los sismos y desastres naturales suceden sin que exista, en principio, un perpetrador. La desaparición de personas sucede precisamente a manos de perpetradores en ocasiones desde los gobiernos, en otras desde los grupos criminales y en miles de casos en la asociación mafiosa de estos actores y al desaparecer, es claro que se oponen al rescate.
Podemos entender que nadie quiera para sí y para los suyos una desaparición, mientras más lejos mejor. Pero si los pensamos bien, el dar la espalda a la violencia se promueve como narrativa desde los gobiernos. “Fue un levantón”, “Se están enfrentando ente ellos”, “Eso les pasó porque andaban en malos pasos” ideas que repetidas una y otra vez, propician la cándida creencia de “a mi no me va a pasar”, que como dice mi querida Bety de Las Rastreadoras de Sinaloa, eso piensas hasta que te pasa.
Al sumarnos al rescate en los sismos no enfrentábamos al perverso adversario y a su narrativa. Pero si la comparación se sostiene es en la urgencia de buscar y rescatar a personas. En uno y otro caso, es el mismo grito de la vida que reclama ser recuperada.
Entiendo al miedo como una alerta positiva porque afirma la vida ante el peligro, pero el sismo nos demostró que en muchas ocasiones ese miedo no es natural y se propaga intencionalmente desde los gobiernos. Organizados pudimos y podemos vencerlo. La buena noticia es que las familias en búsqueda han vencido el temor que inmoviliza y nos llaman a la conciencia que derive en solidaridad.
Todo indica que hoy ellas, las rescatistas de las personas desaparecidas tendrán una victoria cuando finalmente se apruebe en la Cámara de Diputados la Ley General en Materia de Desaparición Forzada, que como escribimos en este espacio, es una reivindicación del Movimiento por Nuestros Desparecidos. Como ellos, no creo que las leyes sean la solución y aunque no contiene todas las demandas del Movimiento es fundamental para clarificar la responsabilidad del Estado mexicano en las desapariciones y pueden ser una herramienta para rescatar las vidas e historias que algunos han querido desaparecer.
Si me han leído hasta ahora es posible que la comparación entre sismos y desaparición de personas les siga pareciendo exagerada, pero creo que no lo es tanto. Nadie se atrevería a cuestionar el derecho a rescatar que logramos tras el sismo ante las intententonas de las autoridades por retirar a los rescatistas voluntarios. Eso mismo lograron hace años las madres y familias de las personas desaparecidas abriendo el camino con fuerza y derecho propio.
Acompañar la búsqueda es central para la lucha, pero al igual que en el sismo hay otras formas importantes para ayudar. Podemos empezar exigiendo que una vez aprobada la ley, Enrique Peña Nieto la publique de inmediato y al mismo tiempo exigir que en estas semanas la Cámara de Diputados le asigne el presupuesto suficiente, para su implementación como lo demandan las familias.
Ayer me quedé con ganas de decirle a Emiliano que espero verlo pronto, quizá en otro contexto. Pienso en comerme el pastel del que habló y bailar hasta el cansancio. De regreso a casa tras la reunión venía pensando en él. Su nombre, presencia y contexto provocó en mi ese llanto; que no es dolor sino semilla. Ayer renové mi voluntad de seguir, aprender y apoyar a quienes luchan por nuestras personas desaparecidas.
Insisto ¿Qué sucedería si cientos o miles acompañamos a las brigadas que todas las semanas las familias en búsqueda de personas desaparecidas realizan a los largo del país? ¿No creen que el miedo cambiaría al lugar de los perpetradores como corresponde?
Que en este país ninguna niña o niño, ningún otro Emiliano, tengan frente a sí una vida y un país en donde las personas son desaparecidas.
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá