A una semana de ocurrido el sismo, vecinos de la Delegación Benito Juárez viven en un campamento a la intemperie ante el temor de que su patrimonio les sea arrebatado.
«No tenemos garantías. Nos ofrecen ir a hoteles, nos ofrecen albergues, pero irse es dejar que constructoras se apoderen de estos predios, o la misma Delegación’’, alerta Bryan Monterde, del inmueble ubicado entre las calles 5 de febrero y Guipuzcoa.
Los damnificados por el sismo, advierten desde ahí: «Vamos a salir adelante con o sin las autoridades. Que esto nos abra los ojos. No hacen nada. Sólo saquean al país. No les importa la sociedad’’.
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Ciudad de México, 26 de septiembre (SinEmbargo).- “Este edificio se movió horrible, tronó horrible… ¡Salgan, la pared, la pared se rompió, salgan!», dijo una mujer en la colonia Niños Héroes, en la delegación Benito Juárez. De fondo, la alerta sísmica.
Frente a la cámara la estructura colapsó. Nadie abandonó las instalaciones. Fueron de las primeras escenas que circularon en redes sociales. Los que no estaban en la calle supieron que algo muy grave acababa de ocurrir en la Ciudad de México, y aún sigue.
“¡La gente! ¡La gente!’’, gritó un hombre. Y sí, los vecinos respondieron. En el sitio en que se filmó el video hace una semana, el 19 de septiembre, ahora sólo quedan restos de juguetes (como carritos), revistas, zapatos, sillas rotas, libros y letreros en los que personas anuncian que están bien. No hay cifra exacta de cuerpos y personas con vida sacados de los escombros.
A 5 cuadras de distancia, justo detrás del Metro Villa de Cortés (Línea 2), otra desgracia. Los vecinos que estaban al interior del edificio en la esquina que divide 5 de febrero y Guipuzcoa, salieron antes de que el lugar se recargara a las viviendas de los lados y quedara inhabitable. Ahora aguardan a la intemperie.
TRONÓ LA ESTRUCTURA Y DEJARON RECUERDOS ATRÁS
El abogado Bryan Monterde, de 25 años, estaba en el inmueble de 5 de febrero y Guipuzcoa cuando comenzó a tronar la estructura. Salió, junto a su familia, y buscó un punto seguro en la calle, sin embargo, no hubo forma, el lugar es una encrucijada de cables, postes, árboles y edificaciones. Sólo podían esperar a que pasara el movimiento. Y así fue, pasó, pero quedaron todas sus cosas atrás, pues ya no podrían reingresar al inmueble.
En los primeros días, gente de la Casa del Arquitecto y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se acercaron a ofrecer su punto de vista. Las autoridades, mientras, se esfumaron. La decisión del Delegado Christian von Roehrich de la Isla) opinó el joven, fue atender sólo a los que se cayeron.
“¿Entramos o no? Tenemos todos nuestros muebles, nuestra ropa. Prácticamente se perdió todo’’, cuestionó y lamentó en entrevista con SinEmbargo. Protección Civil borró la duda: No, la estructura no colapsó sólo porque las de los costados la cubrieron.
EL CAMPAMENTO
En el campamento, dentro de la Benito Juárez, cada familia se rola actividades o tiene determinada facultad. Por ejemplo, la comida se pone en cajas para que no haya conflicto, y se raciona.
Son al menos 40 personas, las cuales agradecen al pueblo mexicano que “ha demostrado una gran solidaridad con todos los que hemos sufrido esta afectación’’, señaló Monterde.
Ahí, justo en una de las sillas de plástico, espera Rosa, quien desde hace años vende comida en la colonia. Ella es damnificada también.
Rosa se localizaba también en el segundo piso. Desayunaba con su hermana cuando vino el primer golpe a la mesa. “Es un camión’’, pensó. Desde el sismo de 1985, el edificio quedó dañado y el mínimo movimiento externo lo hacía vibrar. Pero esta vez las cosas fueron diferentes.
Primero tembló, después sonó la alerta sísmica. “Quisimos salir rápido, pero el mismo movimiento nos aventaba contra la pared. Los vecinos se iban cayendo de las escaleras. Mi hermana trató de ir por el perro de mi hijo y se cayó de rodillas. Fue muy feo, el edificio tronaba’’, narró la mujer a SinEmbargo.
“El edificio está inclinado. Está recargado con la casa de aquí a la vuelta, hay grietas. Nos dijeron que ya no podíamos entrar hasta que vinieran los de la delegación para sacar nuestras cosas. Todo está adentro’’, lamentó.
Rosa se queda en la calle desde hace 7 noches. Sí, cuando el frío apremia ingresa a la carpa y, luego, a su casa de campaña, pero no es lo mismo, no es su cama.
En la zona, unos duermen y otros hacen guardia. “Han sido noches muy frías. Luego llueve. A una vecinita se le mojó la casita de campaña. La lona rota’’, y el miedo a que ocurra algo, dijo.
La mujer volverá pronto al negocio de la comida, pues, determinó, es la única forma de salir ade
lante.
La esquina de 5 de febrero y Guipuzcoa soportó 3 sismos importantes . De acuerdo a Homero Salazar, habitante del lugar, ya estaba de pie en el 57, y soportó el 85, y se enfermó el 7 de septiembre de este 2017.
“En el 85 vinieron en el temblor a checar. La cimentación no es de concreto armado, es de piedra. La humedad la desgajó. Nunca le hicieron reparaciones para que no hubiera daños posteriores. Nunca se midió’’, comentó el hombre. Ahora la estructura se va hacia atrás y ya no se detendrá.
El terremoto del 19 de septiembre del 2017 fue la estocada final, y es que “fue más fuerte que el del 85’’, o al menos así lo sintió María Patricia Sánchez Delgado, quien también pasa las noches en vela.
ESTRÉS, DEPRESIÓN, INSEGURIDAD
Vivir en la calle después de dormir bajo techo trae más problemas, algunos visibles y otros que pueden pasar desapercibidos. Los miembros de la “nueva’’ comunidad están expuestos al estrés, la depresión y la inseguridad. Solamente en la primera semana, fueron visitados en plena madrugada por sujetos que no iban a ayudar.
“Pedimos auxilio a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) y contestaron que no había policías. No tenemos garantías. Nos ofrecen ir a hoteles, nos ofrecen albergues, pero irse es dejar que constructoras se apoderen de estos predios, o la misma Delegación’’, contó Bryan.
“De salud me siento bien, pero sí es complicado enfrentar una situación así. Dudo que haya alguien preparado. Esto (el temblor) ha cambiado la vida de nosotros y de todos. Estrés, depresión, muchos problemas. El perder tu patrimonio que con mucho trabajo te has ido haciendo, y tratar de levantarnos. Verlo como una caída de la cual uno se debe de levantar’’, lamentó.
Los padres de Bryan están consternados. Vivieron ahí desde que se casaron (hace 27 años). Tienen un apego muy grande a lo que han construido, y de pronto, de un día para otro, les dijeron: ‘‘¿sabes qué? Ya no entras porque esto en cualquier momento se puede caer’’. Pero es una cuestión que con el tiempo superarán, aseguró el joven.
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LA TRAGEDIA EN LA VENTANA
Jairo, del comité vecinal, estaba en casa con su familia el 19. Vive frente al edificio que se encuentra ya deshabitado. Descansaba. Llevaría a la escuela a su hija a Petén y Zapata (donde cayó otro edificio). Pero tembló y tembló duro. Revisó su casa, todo en orden, sin embargo, afuera, en la ventana, ya ocurría algo.
Lo primero que hizo el hombre fue trasladarse al edificio que se desplomó en Galicia, detrás de la Iglesia de Santa María Nativitas (el de las escenas citadas al inicio del texto).
“Quería hacer muchas cosas, pero no se podía. ¿De dónde empiezas?’’, dijo a este diario.
En el 85, Jairo vio derrumbes. En el 2017, regresó a aquellos días. La destrucción que no se borra. Otra vez quitar piedras. Ahora ayuda al campamento, a sus vecinos, pues, aseguró, le pudo haber tocado a él también.
El plan, al momento, es organizar a los vecinos e iniciar un proceso con el Instituto de Vivienda de la Ciudad de México (Invi). Vendrá la demolición, la expropiación y, en algún punto, su regreso a casa.
LAS LUCES ENCENDIDAS
Desde las calles de la Benito Juárez voces llaman a las autoridades:
-“Escuchen. Escuchen a la sociedad. No solamente cuando hay elecciones y quieran estar endulzándole el oído a la población. En este momento es cuando se debe de ver que están trabajando’’.
-“Nosotros, como ciudadanos, somos los que mantenemos a esa gente. Toda esa gente está ahí gracias a nosotros. Ellos no mandan, somos nosotros. Vamos a salir adelante con o sin las autoridades. Que esto nos abra los ojos. No hacen nada. Sólo saquean al país. No les importa la sociedad’’.
-“Digan dónde podemos estar en lo que volvemos a nuestro hogar».
-“El mexicano tiene ese don. Sin comer, sin tomar y sin cobijas no han dejado. A la gente se le aplaude. Nos sabemos echar la mano. La sociedad civil, pero los funcionarios son una piltrafa».
-“El inmueble permanece con las luces encendidas de noche. Vean».
-“Vengan, lo más pronto posible. Para evitar los fríos’’.
-“Ojalá no tengan compadres y dejen a la gente, sean parejos, echen la mano parejos».
“Gracias. Mi hijo y yo estamos bien. Les agradezco sus muestras de aprecio. Xóchitl. Departamento 202’’, dice una pancarta junto a rosas blancas marchitas en el sitio de las imágenes que corrieron por la red. Ahí, en Niños Héroes, a cinco cuadras del campamento de Bryan, Homero, María, Rosa, Jairo y los demás, maquinaria pesada se llevó todo lo que pudo, lo que quedó.
Benito Juárez fue de las demarcaciones más afectadas por el movimiento telúrico. Edificios colapsaron en la Narvarte, Del Valle, Zacahuitzco, Portales y Piedad. Protección Civil dio a conocer que, en total, el sismo ha dejado a 331 víctimas mortales. Miles de personas siguen en las calles.