Entre todos los afectados por el terremoto, la gente de la tercera edad -cuyos familiares emigraron- se quedó en el desamparo con el cobijo único de la solidaridad de sus comunidades.
En Ixtaltepec, una comunidad zapoteca dedicada al campo y la panadería, el campesino Luis Jiménez Guzmán lloró ante las cámaras fotográficas de reporteros por la manera en que falleció de su madre Teresa Guzmán: “No le dio tiempo de salir y murió aplastada bajo ladrillos, tejas y tierra”.
El sismo fue injusto con poblaciones que tienen altos porcentajes de pobreza y pobreza extrema, y también con la gente de la tercera edad.
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Por Gardenia Mendoza
Oaxaca/Ciudad de México, 14 de septiembre (LaOpinión/SinEmbargo).- Una tercera parte de los 98 muertos por el sismo eran ancianos. Hombres y mujeres que no alcanzaron a salir de sus casas y el temblor de 8.2 grados Richter los dejó bajo los escombros, según datos difundidos por los gobiernos estatal, municipal y federal.
Algunos de ellos alcanzaron a sobrevivir, todavía con fuerza para sacar adelante sus familias y comunidades aunque se las han visto negras en los últimos días pues los daños colaterales apenas empiezan a ser visibles a pesar de las miles de toneladas de ayuda humanitaria: sólo las Cruz Roja reportó 236 mil toneladas que enviará a las diversas regiones afectadas, principalmente a Oaxaca.
En Juchitán, el municipio más afectado, Victoria Salinas, de 63 años, bien sabe de esas secuelas, según reportó a la prensa local. Ella tiene fracturada la columna y la mano izquierda, pero lo que más le duele es que se quedó sin trabajo: el mercado en el que hacía sus vendimias se vino abajo.
“No tengo dinero ni para comer y como sea nos van dando algo de comida en lata, pero el principal problema mío ahora es que necesito 1,800 pesos (alrededor de 900 dólares) para llevar a mi hija a quimioterapia porque tiene cáncer”, detalló bajo el techo roto de su casa.
Cerca de nueve mil casas y 800 mil itsmeños –la región del Itsmo en Oaxaca- fueron afectados directamente por el sismo del pasado jueves 7 de septiembre. A esos se agregan otras víctimas en otros estados para sumar alrededor de 2.3 millones de damnificados, según cálculos de la Secretaría de Gobernación.
De acuerdo con el dirigente de la coordinadora Mixe Zapoteca, Gaspar Reyes, entre todos los afectados, mucha gente de la tercera edad cuyos familiares emigraron se quedó en el desamparo con el cobijo único de la solidaridad de sus comunidades, algunas de las cuales, ni siquiera ha podido recibir la ayuda exterior como en Guevea de Humboldt, Santa María Guienagati, Ixcuintepec, Nativitas Coatlán, San Lucas Camotlán, Quetzaltepec y otras.
“Quienes peor la pasan son los adultos mayores”, detalló.
En Ixtaltepec, una comunidad zapoteca dedicada al campo y la panadería, el campesino Luis Jiménez Guzmán lloró ante las cámaras fotográficas de reporteros por la manera en que falleció de su madre Teresa Guzmán. “No le dio tiempo de salir y murió aplastada bajo ladrillos, tejas y tierra”.
Mejor suerte tuvieron en esa misma comunidad Alfonso Toledo, de 90 años, y Juana Mijangos Díaz, de 86, a quien su hijo Esteban Toledo de 68 estuvo a tiempo para sacarlos de la casa que se derrumbó a los pocos minutos. “Como pude los saqué al patio”, recordó mientras buscaba entre el cascajo algo con que cubrirse de la lluvia y la intemperie.
Algunos de los adultos mayores más jóvenes (la expectativa de vida promedio en las comunidades indígenas oaxaqueñas es de 68), sí han podido involucrarse en la limpia de escombros y comienzo de la reconstrucción como es el caso de
Ángel Sánchez Santiago, de 57 años, a quien se le ha visto recoger adobes, láminas y hasta al Lábaro Patrio.
Sánchez se volvió famoso y casi un héroe durante las primeras horas después del terremoto, cuando salió a ver las calles de Juchitán y se encontró con el palacio municipal en ruinas de las que sacó la bandera de México para improvisarle un asta como símbolo del renacer de entre las cenizas.