Laboratorio de la modernidad y de la posmodernidad, prodigioso caso de dobles y de “replicantes” culturales, gigantesco “depósito de residuos” en que se amontonan las imágenes y las memorias mutiladas de tres continentes —Europa, África, América—, donde se adhieren proyectos y ficciones más auténtico que la historia, la América Latina encierra en su pasado algo con lo cual afrontar mejor el mundo posmoderno en el que nosotros nos estamos hundiendo (Gruzinsky, 1990: 215).
Por Renée de la Torre
Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- La Virgen de Guadalupe es un símbolo y un culto muy vigente mediante el cual las clases populares, las minorías estigmatizadas e incluso las nuevas generaciones buscan afrontar los desafíos actuales generados por la globalización y la posmodernidad. Sin duda, Guadalupe es la imagen más clonada en México, y a pesar de ser un icono sagrado, es una imagen en constante transformación estética. Sus réplicas y transfiguraciones encierran diferentes necesidades de identificación, como son la morenita, la lupita, la madrecita o la virgencita plis. ¿Hacia dónde y con qué sentidos se renueva el culto guadalupano?
Me gusta retomar la idea del barroco que nos aporta Serge Gruzinsky para pensar que, a pesar de que el catolicismo oficial intentó desvirtuar las prácticas religiosas de las sociedades indígenas al etiquetarlas como idolatría, supersticiones y hechicería, el catolicismo popular, al ser una fuente de creatividad simbólica, ha permitido una resistencia histórica a los embates colonialistas. El mejor ejemplo es que los pobladores originarios de México mantuvieron el culto a Tonantzin al rendirle fiesta a la imagen de la Virgen de Guadalupe. A pesar de las prohibiciones católicas, parte de los saberes y cosmologías de las culturas y religiones prehispánicas se han mantenido hasta nuestros días. Es el sentido práctico que escapa de los controles institucionales y de la herejía, gracias a que estos símbolos ritualizados se practicaron bajo la fórmula del simulacro del barroco.
La Virgen de Guadalupe es por excelencia el símbolo clave del sentimiento nacional mexicano. Como aclara Miguel León-Portilla en el número 125 de Artes de México, “en la veneración a la Virgen de Guadalupe de México convergieron, desde un principio, antecedentes indígenas prehispánicos y otros procedentes de España”. Es un emblema de unidad nacional, pero como tal es además altamente polisémico: los españoles la vieron como una versión mexicanizada de la Virgen de Guadalupe de Extremadura; los indígenas se identificaron con ella como la antigua diosa Tonantzin, “nuestra madre” en náhuatl; y posteriormente los criollos (españoles nacidos en México) la retomaron para abanderar la Independencia. Por ello, la Virgen de Guadalupe es emblema del mestizaje mexicano; aun cuando esto no desconoce la vigencia de la desigualdad social, ni que existan diferenciaciones internas.
En la actualidad, la Virgen de Guadalupe, además de ser guardiana de creencias ancestrales y símbolo de sincretismo nacional, es continuamente reformulada mediante intervenciones estilísticas que le dan nuevos significados. Al ser un icono de nacionalismo independentista, ha sido también apropiado por la insurgencia indígena de los indios chiapanecos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) surgido en Chiapas en 1994. Se le cubrió la boca con un pasamontañas (imagen distintiva del EZLN) y fue usada como estandarte de una guerra contra el Estado.
Guadalupe fue también transformada en “Lupita” por el arte chicano, movimiento político cultural de los pobladores mexicanos en Estados Unidos. En la pintura de Yolanda López, pasa de madre serena y pasiva a una joven contemporánea que simboliza los valores del activismo feminista migrante. Es clonada y transvertida por una actividad estética que permite la subversión popular desde la modernidad periférica, mediante el simple acto de la confección de vestuarios ad hoc. El acto de vestir se transforma en una apropiación simbólica con la que se reescriben las cuidadas hagiografías de los santos canonizados por la iglesia.
El colectivo de artistas visuales chicanas ha retomado la iconografía de la Virgen de Guadalupe, y la ha reestilizado para generar narrativas que contrarresten el racismo, y equilibren las relaciones de género; la han convertido en un ícono político de reivindicación del movimiento chicano en Estados Unidos. La Virgen de Guadalupe, vista como un símbolo bisagra, ha sido retomada por este movimiento artístico, cultural, político y espiritual para romper con las dicotomías del pensamiento dualista donde descansan los discursos de nación, clase, raza y género. De esa manera, Lupita es el estandarte del movimiento feminista hispano en Estados Unidos.
Otro elemento sorprendente son las epifanías de la Virgen en lugares menos imaginables. A partir de la década de 1990, en todo el país se experimentó una suerte de aparicionismo guadalupano. Solamente entre 1997 y 1998 (previo al cambio de milenio) se registraron 62 apariciones de la Virgen de Guadalupe en México, que fueron difundidas por los medios electrónicos. En esa década, se esparció por todo México la creencia del regreso de las apariciones de la Virgen como un mensaje que protegería a sus hijos para atravesar el fin del milenio. Su epifanía sucedía en lugares impensables: en el metro de la Ciudad de México; en el parabrisas de un camión; en una caseta telefónica; en el periférico de Guadalajara debajo de un puente hacia la carretera a Chapala; en un basurero del hospital civil; en una caseta telefónica pública; en el comal de una cocina; en una piedra laja en la sierra de Mazamitla. Pero lo más sorprendente fue, sin duda, su aparición a las amas de casa en miles de hornos de microondas. La primera aparición de la silueta en un platón tuvo su origen en Mazatlán, pero se difundió rápida y masivamente por la televisión e Internet. A las pocas semanas, miles de amas de casa de todo el país descubrieron que sus hornos eran nuevos altares para la Virgen. Un mito verificaba la videncia: decían que al Papa Benedicto XVI se le había aparecido Juan Pablo II en un sueño para decirle que la Virgen se estaría apareciendo en los platos del horno de microondas. No cabe duda de que en la mayoría de estos nuevos cultos populares guadalupanos encontramos una necesidad de dotar de referencialidad sagrada los espacios anónimos, efímeros, cambiantes donde se realiza en buena medida la vida diaria.
La otra cara de la virgen es la “Virgencita Plis”, producto de la empresa mexicana Distroller, que la rejuveneció y la puso a la moda para ofrecerla como una imagen híbrida llena de colorido, texturas y de formas amigables y digeribles para un mercado pop adolescente. Este artículo mercantil promueve el añejo ritual de los exvotos guadalupanos para solicitar milagritos o agradecer su protección para sortear las angustias que enfrenta un adolescente de clase media. Su lenguaje mantiene la estructura del exvoto, pero escrita con la tienta de modismos y anglicismos, mediante los cuales se le implora: “Virgencita please te pido que la miss no me cheque mi tarea”; “Gracias por estas súper vacaciones”. “Virgencita plis” es una marca y bien puede ser considerada como una forma de hacer de la virgen un producto light, pero lejos de vaciar el símbolo, ha contribuido a afianzar la fe católica de nuevas generaciones con la reproducción de actitudes cristianas y la renovación de la fe en una imagen alegre que intercede para afrontar nuevas situaciones de los niños y jóvenes mexicanos. Distroller es en la actualidad una exitosa franquicia, con 30 tiendas en México, Estados Unidos y Europa. Además, desde 2008 ingresó sus productos en Walmart (la cadena de supermercados más grande del mundo) y Palacio de Hierro (la tienda departamental más lujosa del país). Funciona también en pequeños quioscos en centros comerciales y ha incursionado con éxito en la venta en línea de sus productos. Sus diseños también se han popularizado por medio de la piratería (la reproducción ilegal de sus diseños que se venden con precios accesibles en los mercados ambulantes).
Si el barroco fue la estrategia del periodo virreinal que logró extender la fe católica mediante la clonación de imágenes canónicas, pero a la vez manteniendo una resistencia cultural por parte de los indígenas que usaban los mismos materiales con que fabricaban los antiguos ídolos indígenas; en la era de Blade Runner, el neobarroco del siglo XXI se logra gracias a la reproducción en serie de imágenes religiosas (algunas hechas en China), que son adquiridas en los mercados como mercancía, para después convertirlas en reliquias al ser bendecidas en los templos, para posteriormente ser colocadas como imágenes milagrosas en altares domésticos.
Muchos de estos altares han sido también puestos en las esquinas de mayor inseguridad en los barrios o a la entrada de las casas para lograr protección contra los asaltantes. En las zonas más marginales de las ciudades mexicanas, es muy común ver la imagen pintada en murales callejeros; muchos de ellos han sido intervenciones de grafiteros. Con la Virgen, se demarcan territorios entre bandas. Los vecinos también ponen altares enrejados en lugares donde se viven los enfrentamientos entre pandillas para conquistarlos y que la agresión no pueda tener lugar. La Guadalupe es también el regazo de los muertos, es la principal imagen de los cenotafios erigidos por lo miembros de una banda juvenil para recordar al compañero que fue asesinado por otro grupo.
Guadalupe se corona como la reina del neobarroco de la era posmoderna con capacidades especiales para manifestarse en los lugares donde se requiere su protección, para transfigurarse y crear similitud con sus hijos, y para dar protección y seguridad en los lugares donde la coloquen o la plasmen. Su iconicidad le permite esta indiscutible vigencia.
Referencias: Gruzinsky, Serge (1990). La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a ‘Blade Runner’ (1492-2019). México: Fondo de Cultura Económica. Conoce las publicaciones de Artes de México dedicadas a la Virgen de Guadalupe: Guadalupe Tonantzin, número 125 y Visiones de Guadalupe, número 29. Están disponibles en esta página. Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo.