Transgresora, irreverente, excéntrica, un monstruo de desenfado, Legna Rodríguez Iglesias es también una gran trabajadora de las palabras: estás pueden ser caprichosas, risueñas, misteriosas, y sobre todo frágiles, ha dicho el periodista del Diario de Cuba. El tsunami Legna: la nueva voz femenina y poderosa que llega de Cuba con su libro de relatos.
Ciudad de México, 19 de agosto (SinEmbargo).- Los relatos que conforman este libro cuentan la vida como es, sin adornos y sin máscaras, sin interpretaciones ni juicios. Las quince historias están entrelazadas por una misma protagonista, la narradora, quien además de su voz va desgranando otras historias que hablan del pasado y de lo que significa Cuba para una escritora que se siente asfixiada por la isla y que decide salir.
Un anciano que ha fallecido y al que vela su familia, una mujer asesinada por su marido tras una infidelidad, una chica que padece una enfermedad de trasmisión sexual, un perro que cuenta la vida de su dueña, sus amores y sus rupturas… El pasado y los recuerdos, la burocracia kafkiana, las relaciones personales y de pareja, la violencia, el sexo y la crudeza del propio cuerpo o el supuesto sueño americano son algunos de los temas de estos relatos.
Todo es posible en la narrativa de esta joven autora cubana, una voz y un estilo audaces, originales, frescos, renovadores y llenos de humor que revelan su gran talento literario. Un libro que conmueve y sacude conciencias. Nada se ve igual tras su lectura.
Del relato Monstruo:
«Uno por uno, los de organismo fueron pasando. Entrevistas cortas o largas, frívolas o constantes, transcurrieron durante un tiempo de más o menos tres horas. Mi turno llegó al cabo, fui llamada por mi primer apellido, luego por mi nombre. Buenas tardes señora, alcancé a oír, cómo está. Muy bien, ¿y usted?, respondí. ¿A qué va exactamente?, fue la primera pregunta. Es un evento internacional, fue mi respuesta. ¿Usted qué es?, preguntó la voz de nuevo.
A esa pregunta dudé un momento. Yo era yo en todo mi ser, pertenecía a un organismo que pertenecía a un Ministerio que pertenecía a un país, y estaba orgullosa de ello, muy orgullosa. ¿Tiene familia allá? No, no me gustaría. Entonces sin que pudiera secarme el sudor, escuche la frase tan conocida, buenas tardes tenga usted, ha sido un placer, pase el próximo.»
Del relato Poema:
«A mi lado tú no sabes lo que hay dentro de mí, mami. Lo que es tener deseos de abrir los brazos sin brazos, más aún abrir las piernas sin piernas o abrir el pecho, mami, el corazón. A mi lado no podrás tener un jardín, con flores de esas, amarillas, o naranjas, que te gustan. Ni tener libros de poesía, ensayos académicos, novelas medio eróticas, que te gustan. Ningún libro mami. ninguno. A mi lado no podrás tener un gato, mami, ni una gata. Prohibido fumar, mamita, ni ese cigarro, ni el otro. A mi lado, extrañamente, solo tendrás un poco de mí.
No me digas que me amas, mamita, tú no sabes que a mí es imposible amarme, o quererme, o tenerme cierto afecto. para mí los afectos, como el asma, ahogan. Es mejor que te vayas, mamita, por ese camino, o por aquel camino de allá. Alcánzame el spray y vete. Antes de irte mamita, alcánzame el spray.»
Del relato Nadie:
«Lo peor de no ser nadie no es precisamente, como lo indica la lógica, suponiendo que es lógico ser, no serlo, sino saber, y encima aceptar, que no eres nadie aquí y ahora. El fenómeno sucede todo el tiempo, en cualquier sociedad y en cualquier sistema, unas y otros albergan al individuo y al mismo tiempo lo echan fuera, en esa eterna circunferencia que a ratos ni siquiera sufre movimientos. Plantear una línea recta como un universo, un núcleo, un individuo, un corazón, en el siglo veintiuno, invierno del dos mil quince, podría ser un cliché optimista y por supuesto ingenuo. Sin embargo, plantear una línea recta como una sinfonía clásica o electrocardiograma es sin duda una idea de la angustia mejor representada, aunque no lógica. Hay una sola forma de saber que ya estás sola, creyendo que no lo estás.»
Del relato Dios:
«Sí. Le tengo miedo a Bach. Le tengo miedo a mamá. Le tengo miedo al comandante que envió a mamá a una misión. Le tengo miedo a ella que me cuida y la cuido y reproduce a Bach con las piernas abiertas sentada en una silla con las piernas abiertas con el busto erguido con el mentón erguido con la cara contrayéndose por los sonidos de Bach. Sonidos revolucionarios, solidarios, abecedarios. Le tengo miedo al comandante que envía misioneros que abandonan a sus hijas…
Sí. Le tengo miedo a las misiones. Les tengo miedo a los reptiles. Le tengo miedo al Facebook. Le tengo miedo al chat. Le tengo miedo al mosquito hembra. Le tengo miedo a la comida. Le tengo miedo a la claridad. Le tengo miedo al dinero. Le tengo miedo a la ropa nueva. Le tengo miedo a una china pelona. Le tengo miedo a la poesía. Le tengo miedo a la música. Sí. Aeropuerto de las Misiones por donde salió…
Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, Cuba, 1984) es poeta, dramaturga y narradora. Es una de las voces más audaces y renovadoras de la literatura hispanoamericana actual. Graduada en Teatro, ha vivido en Brasil y Estados Unidos, donde reside en la actualidad. Ha publicado los libros de poesía El momento perfecto (2012), Tregua fecunda (2012), Chupar la piedra (2013), Chicle (2013), La Gran Arquitecta (2014) e Hilo + Hilo (2015); las novelas Mayonesa bien brillante (2012), El arroz de la locura (2015) y Los analfabetas (2015), el libro infantil La mandarina mecánica (2015) y la obra dramática Si esto no es una tragedia, yo soy una bicicleta (Premio Casa de Teatro 2016). Además del mencionado, ha recibido los galardones Gaceta de Cuba (2008), Calendario (2010) y Julio Cortázar en 2011.